38.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Advertencias: angst, drama, temas de género.

Fue alrededor de los dieciocho cuando comenzó mi fobia social,

Sí, es correcto, alrededor de ese tiempo mi estado mental se contaminó.

A veces estoy asustado de mí mismo, gracias a mi autodesprecio,

Y la depresión que viene a jugar de nuevo.

Min Yoongi ya está muerto (Yo lo maté),

Ha sido un largo tiempo desde que mi vida diaria se convirtió

En matar mis pasiones y compararme a los demás.

~The Last, Agust D~

La sangre estaba manchando el agua de carmesí cuando Hoseok tocó a la puerta del cuarto.

Hundió sus brazos de forma rápida, aguantando el ardor de las heridas que se provocó en sus muñecas. Tuvo que morder su labio inferior, hasta sacarse sangre, por el escozor que recorrió su cuerpo ante la situación. Miró hacia la puerta cerrada, esperando que el seguro funcionara.

—¿Qué ocurre? —preguntó, tratando de que su voz no temblara. Se forzó a fingir una calma que no sentía.

Hubo un pequeño silencio.

—¿Estás bien, Yoongi? —apretó sus labios cuando Hoseok la trató como un chico, por mucho que le hubiera insistido que lo dejara de hacer—. Llevas media hora allí dentro.

Parpadeó, sorprendida, y notó que el agua de la tina estaba fría. Estuvo tan concentrada en hundir la hoja de afeitar en sus brazos que olvidó donde estaba por un instante. Incluso olvidó que se estaba bañando en su propia sangre.

Su estómago se revolvió y se puso de pie, el agua cayendo por su cuerpo.

—Salgo en cinco minutos —dijo, sus ojos observando la sangre de su brazo derecho que se escurría sin impedimento alguno, goteando por sus dedos.

Una y otra y otra vez, las gotas caían al agua. Observó las heridas, cerrando sus ojos un instante antes de sentir el ardor por su carne viva. Se dejó caer en el agua una vez más.

Tres cortes en cada brazo. Seis cicatrices más a su colección.

Sus dedos temblorosos delinearon las marcas en sus piernas, y se reprochó a sí misma por no haberse cortado allí. Las heridas en los brazos eran más difíciles de disimular, y más ahora, que Hoseok parecía estar a la sombra de cada movimiento que hacía.

Abrió la llave, dejando que el agua se llevara la sangre que seguía saliendo de su brazo, y apretó sus labios cuando otra vez el escozor le estremeció. Una vez limpia, sacó papel higiénico, cubriendo sus heridas todavía sangrantes y limpiándolas con cuidado. Después, buscó en el armario de Jimin vendas con las que cubrirse.

Sólo tenía que ser cuidadosa por unas semanas, hasta que las heridas cicatrizaran y fueran sólo delgadas líneas blancas que podrían camuflarse bien. Y si eso no resultaba, siempre podía mentir.

Se puso su pijama, una camisa larga y pantalones cortos, y salió del baño, caminando hacia la cocina.

Sin embargo, se detuvo antes de entrar, pues escuchó la suave voz de Jimin. ¿En qué momento llegó?

—Lamento el desorden —susurraba Jimin con la garganta apretada—, pero Jungkook estaba viviendo aquí mientras buscaba un departamento debido a su ruptura, y ese día ambos salimos apresurados, así que no ordenamos, y luego–

—No pasa nada, Jimin —le dijo Hoseok con la voz suave—, de verdad que no importa.

Hubo un pequeño silencio en el cuarto, como si los dos estuvieran buscando las palabras correctas que decir en aquel momento. Yoonji también se quedó quieta, sabiendo que iban a tocar ese tema de conversación. Jimin no se quedaría callado ante lo ocurrido en el hospital, con mil preguntas en su cabeza.

—¿Qué ocurrió con Yoongi? —preguntó Jimin, pasados unos segundos—. Mierda, he estado tan preocupado del estado de Jungkook que olvidé por completo a mi hermano.

—Es comprensible —contestó Hoseok, sin acusación en su voz—, la persona que amas está siendo dañada, ¿en qué otra cosa podías pensar excepto en rescatarla como puedas?

Yoonji se apoyó en la pared, sin necesidad de ver a Hoseok para saber que también se estaba refiriendo a él.

No. Ella. Ella.

Yoonji.

—Las últimas semanas, nuestros compañeros, ellos... le han estado jodiendo la vida —masculló Hoseok—. Alguien descubrió a Yoongi con ese nuevo chico, y les sacaron fotos besándose, entonces se esparció por toda la escuela y... —la voz de Hoseok se rompió—. Vi la forma en la que lo agredían, las cosas que le decían, pero lo único que podía pensar era... era que se lo merecía porque me rompió el corazón, porque él tomó esa decisión, porque decidió olvidarme cuando yo no lo había hecho. Soy un monstruo, como todos mis compañeros. No soy mejor que ellos, y me arrepiento un montón de no haber hecho nada. De no haberlos detenido cuando pude hacerlo.

Cerró los ojos, recordando esos momentos, cuando estaba en el suelo siendo golpeada y todo el mundo pasaba a su lado, nadie siendo capaz de estirar su mano, de ayudarla un poco, dejando que se hundiera en su mierda.

Dejando que caminara hacia ese pozo sin fondo.

Fue esa una de las cosas que más le dolió: la indiferencia, esa indolencia enfermiza con la que todos actuaban a su alrededor cuando se burlaban de ella, la apatía en las miradas que le dirigían. Por muchas semanas, se forzó a fingir que esa actitud no le afectaba, pero sí lo hacía. Le dolía la forma en que ellos actuaban, sin un poco de interés en tratar de entenderlo, aunque fuera un poco.

—El día de sus cumpleaños —continuó Hoseok, con la voz temblorosa—, pintaron su silla con pintura roja, y cuando Yoongi se manchó, tuvo que salir de clases para arreglarse. Era todo parte de un asqueroso plan para lograr atraparlo en un momento vulnerable, porque Jiho y sus amigos esperaron que entrara al baño de hombres para atacarlo. Cuando... cuando yo entré, uno de ellos estaba obligando a Yoongi a... a... estaba violan–

—Cállate.

Hoseok cerró su boca cuando Yoonji le interrumpió, entrando a la cocina sin expresión alguna en su rostro. Sin embargo, su estómago se apretó ante el vívido recuerdo en su mente. Escuchar las palabras de Hoseok le hizo sentir como si estuviera pasando otra vez, como si pudiera sentir esas frías manos agarrándola de la cintura.

Jimin se giró, y Yoonji contempló sus ojos carentes de emoción.

—No vivirás más allí —dijo Jimin con dureza—, te vas a mudar conmigo.

Hizo una mueca, sentándose en la mesa.

—No lo haré —contestó fríamente—. Voy a regresar, buscaré ayuda para... para quitarme esta enfermedad, y seré feliz —su voz bajó un tono—. Me esforzaré en ser feliz.

Jimin se puso de pie de forma sorpresiva, con sus ojos inyectados en rabia, y negó con la cabeza ferozmente. Jamás le vio con esa expresión, con ese rostro, porque Jimin solía ser bastante... controlador en cuanto a sus propias emociones.

—Vas a venir a vivir conmigo —le dijo sin suavidad alguna en su voz—. No voy a permitir que mi hermano menor siga sufriendo.

—Hermana —corrigió, antes de ponerse de pie también—. Déjame en paz, Jimin. Si no pudiste salvar a Jungkook, ¿qué te hace pensar que podrás salvarme a mí?

Un golpe bajo. Se arrepintió de sus palabras apenas salieron de su boca, en especial porque le hizo ver la gravedad del asunto. Jungkook. Jungkook. Jungkook podía morir en cualquier momento, en cualquier instante.

Jimin le contempló en shock, con sus labios temblando y sus ojos rotos por completo.

Soltó un chasquido, dispuesta a irse, huir de allí, pero Hoseok la tomó del brazo de forma repentina y apretó.

En una situación normal, un simple apretón no le habría dolido.

Pero sus cortes estaban frescos, así que el latigazo de dolor recorrió toda su carne, casi haciéndola gemir por el sufrimiento, pero tuvo que morder su lengua para no delatarse. Apenas y pudo controlar el mohín en su rostro y, aun así, sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Pídele perdón a tu hermano —dijo Hoseok con la voz helada.

—¡Suéltame, Hoseok! —le ordenó, conteniendo el llanto por el dolor.

—¡No hasta que le pidas perdón! —exigió Hoseok, dándole un nuevo apretón.

Se giró, descontrolada por completo, incapaz de medir sus acciones, y le dio un empujón a Hoseok, que la soltó por la sorpresa. Una vez libre, se volteó hacia Jimin, a punto de enloquecer.

—¡Lo siento! —escupió, marchándose de allí antes de que alguien más pudiera detenerla.

Pero en lugar de ir al cuarto de invitados, se metió a la habitación de Jimin. Sin pensarlo dos veces, se echó en su cama, acurrucándose bajo las mantas y abrazando la almohada de su hermano, sollozando en voz baja.

—Lo siento... —susurraba entre llantos—, lo siento, lo siento, lo siento...

Y por debajo, una voz maliciosa hablaba:

Patética, eres tan patética, Yoonji. Siempre dando lástima, siempre siendo una carga para los demás. ¿Por qué no mejor te mueres?

Pero para ella, lo más triste no era oír esa voz, sino que no tenía una respuesta a su pregunta.

Que esa voz parecía tener siempre la razón.

A mitad de la noche, se despertó con los ojos hinchados, sintiendo movimiento a su lado, y se giró para abrazar a Jimin, ocultando su rostro en su pecho.

—No me odies —jadeó, sorbiendo su nariz.

Las pequeñas manos de Jimin acariciaron su cabello con ternura y cariño, sin un gesto de odio ni de repulsión.

—Jamás podría odiarte, Yoongi —respondió el mayor, con la voz llena de amor.

Negó con la cabeza, sin levantar su vista.

—No, es Yoonji —susurró sin convicción—. Mamá tenía razón. Soy una chica. Siempre seré una chica. Tú también tenías razón —su tono tembló—. Aprendí mi lección. Voy a... voy a casarme con Hoseok, tendremos una bonita casa y le daré hijos. Seré su esposa. Una esposa buena y obediente. Sólo... —Jimin la atrajo, besándole la frente—, sólo no quiero seguir sufriendo.

—El dolor es inevitable, Yoongi —le dijo Jimin con suavidad—, pero puedes decidir si vale la pena sufrir por eso, por hacer feliz a los demás —su hermano levantó su rostro, mirándolo a los ojos—. ¿Sabes qué me dijo Jungkook el día antes de que lo atacaran? Me dijo que sufrir por los demás no vale la pena, porque al final nadie verá tu sufrimiento, sólo tú. Y si decides ser feliz, y el resto sufre, es porque ellos realmente no comprenden ni te aman como realmente dicen hacer.

Por un instante, quiso sonreír porque esas palabras serían exactamente lo que Jungkook le diría, pero volvió a recordar donde estaba su amigo ahora. Cómo terminó por ser quien era en realidad.

El mundo no estaba preparado para ellos y ellas. Puede que nunca lo estuviera.

—Lo entiendo, Jimin, realmente lo entiendo —susurró Yoonji, y las siguientes palabras quemaron en su garganta—, pero mira como terminó Jungkook por decidir ser feliz. Mira... mira lo que pasó conmigo por querer ser feliz —Jimin no dijo nada, con sus ojos llenos de tristeza y dolor—. Algunas personas, Jimin, simplemente no estamos destinadas a la felicidad.

Luego de eso, se acurrucó contra su hermano, cerrando los ojos, y dando por terminada esa desoladora y penosa conversación.

¡gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro