44.

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Advertencias: angst, drama, temas de género.

No te rindas, por favor, no cedas.

Aunque el frío queme,

Aunque el miedo muerda,

Aunque el sol se esconda

Y se calle el viento,

Aún hay fuego en tu alma.

Aún hay vida en tus sueños.

~Mario Benedetti~

Sentía frío.

Sus labios estaban ásperos, no sabía por qué, y cuando trató de pasar la lengua para humedecerlos, apenas logró su objetivo porque su músculo estaba también seco. Arrugó el ceño levemente, aturdida, desorientada, y sus ojos se abrieron con lentitud, encontrándose en un desconocido cuarto.

Balbuceante, se giró para lograr obtener una posición más cómoda. Y ahora ya no sentía frío, sino también dolor.

En sus brazos. En su estómago. En su cuello. En su cabeza. Punzantes agujas de dolor que la hicieron soltar un jadeo, un suave gemido que quedó ahogado contra la garganta.

―Oh, cariño...

Abrió otra vez sus ojos, encontrándose con el amable, dulce rostro de Kim Taeyeon, la cariñosa madre de Taehyung.

La miró, sin poder comprender un poco qué estaba ocurriendo.

―Tranquilo ―murmuró Taeyeon, acariciándole el cabello―, debes tener mucho frío, ¿no? Estuviste un buen rato bajo la lluvia.

Abrió su boca, dispuesta a hablar, pero se dio cuenta entonces de que su garganta ardía y las palabras no salían.

Cuando tragó saliva, los recuerdos volvieron de golpe.

La pesadilla de la noche; Jin alejándose de ella; la pelea con Hoseok por lo que hacía; los cortes en el brazo; las palabras de Jiho en el baño; su estómago herido por el accidente; la lluvia cayendo, mojando su rostro; la llamada a Hoseok; la oscuridad arrastrándola...

Jadeó, con los ojos llenos de lágrimas.

―L-lo... si-siento...

―No, no, no pasa nada... ―le dijo Taeyeon, sin perder el tono materno―. Calma, Yoongi, por favor. Los chicos están durmiendo preocupados por ti.

Sus ojos se movieron, y los vio.

A Lisa y Tae, recostados en el suelo, con los ojos cerrados, la chica apoyada en el hombro de su novio. A Kyungsoo sentado en una silla, con Jin sentado en sus piernas, ambos roncando en voz baja. A Namjoon al lado de ellos, con la boca abierta y la cabeza caída, durmiendo. Y a Hoseok.

A Hoseok acurrucado en el sillón, a su lado, con el rostro levemente fruncido y un hilillo de baba cayendo por la comisura de su boca.

Lo observó, perdida.

―Te encontraron a una cuadra de la casa de Jin ―respondió Taeyeon en voz baja―, y Tae me llamó para que viniera a verte. Estás en la habitación de Seokjin. Su mamá está fuera, cocinándote una sopita de pollo.

Mordió su labio inferior, volviendo a mirar a la madre de su amigo.

―No... no te-tengo ha... hambre... ―farfulló, desviando los ojos.

Sin embargo, aunque no la observaba, pudo sentir la reprochadora mirada de la mujer sobre ella.

―Sabes, Yoongi ―le dijo Taeyeon con la voz suave―, puedes engañar a tus padres y amigos, pero no a una doctora.

Abrió sus ojos por la sorpresa y el repentino terror que le provocaron esas palabras. Taeyeon le miró con calma, aunque en sus ojos podía leer la verdad.

―Debido a que no estás en un hospital, tuve que hacerte un hemograma de urgencia ―dijo Taeyeon como si nada―, y el primer resultado ya me lo esperaba, por supuesto. Sabes que Sohyun tiene anemia, así que a nadie del hospital le extraño que tuviera que pedir el analizador de hematología para traérmelo.

Sohyun. La hermanita menor de Tae.

―No me extraña demasiado que tengas anemia ―prosiguió Taeyeon, sin desviar la vista―. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una comida decente?

Yoonji no lo recordaba. Probablemente antes de que violaran su boca el día de su cumpleaños. Casi un mes atrás.

La expresión de Taeyeon se suavizó.

―Vamos a ayudarte, cariño ―le susurró, antes de que tocaran a la puerta.

El silencio en el cuarto pareció romperse.

Los chicos se sobresaltaron ante el toque, somnolientos, mirando para todas partes, y sus ojos se posaron en la cama, donde una pálida Yoonji seguía mirando a Taeyeon con susto.

―Yoongi.

Desvió sus ojos, sin embargo, se encontró con el preocupado y afligido rostro de Hoseok.

Los ojos del chico se llenaron de lágrimas.

―Lo siento ―sollozó, sorbiendo su nariz y tomando su mano―. Lo siento tanto, mi amor. Lo siento, perdóname, lo siento, lo lamento, yo no... Lamento no haberte ayudado cuando tanto me necesitabas. Lo siento por no haberte ayudado. Lo siento, perdón. Perdón.

Trató de hablar otra vez, pero su voz se negaba a salir. Era como si toda su garganta estuviera apretada y seca.

Sin embargo, levantó su adolorido y punzante brazo izquierdo, lleno de vendas, y le acarició la mejilla a Hoseok, tratando de calmarlo.

No llores, quiso decirle, no llores. El mundo es tan triste cuando lloras, Hoseokie.

―¿Qué pasó, Taeyeon?

La madre de Jin habló, llevando una bandeja con una humeante sopa y un vaso de jugo. Yoonji miró a la madre de Tae, suplicante.

Pero sabía que de nada serviría. Kim Taeyeon no sólo era juzgada por ser una mujer soltera y doctora, sino también por ser una mujer que no se dejaba amedrentar por nadie, por ser una mujer independiente capaz de enfrentar a todo el mundo por sus ideales.

―Hablaremos de eso después, luego de que Yoongi coma ―contestó Taeyeon, impasible.

Bien. Tiempo suficiente para escapar de alguna forma.

Los ojos de Taeyeon se estrecharon.

―Taehyung ―agregó la mujer―, ¿por qué no haces algo bueno por tu amigo y le das de comer?

―¡Sí, sí! ―se apresuró a decir Tae, poniéndose de pie.

―Ahora, todos fuera ―dijo la madre de Jin―, Yoongi necesita un poco de calma y con todos ustedes aquí no creo que logre estar en paz.

Yoonji habría esperado que se quejaran, pero los chicos sólo hicieron leves muecas de disgusto antes de asentir. Salieron del cuarto, aunque sin dejar de mirar a Yoonji, sonriéndole dulcemente. Incluso Jin le guiñó un ojo.

Tae se sentó a su lado, sosteniendo la bandeja con comida, y Yoonji le miró.

El chico le sonrió de forma cuadrada, a pesar de que en sus ojos podía leer la pena y tristeza.

―No... no tengo hambre... ―le insistió con el estómago revuelto.

Tae parpadeó antes de negar con la cabeza.

―Lo siento, Yoongi, pero si no comes mamá me castigará, y tú no quieres verme castigado, ¿no es así?

Frunció el ceño, recordando todas las veces que fue a casa de Taehyung y su amigo tenía que darle de comer a Sohyun, la hermanita de cinco años de Tae, y siempre decía esas palabras para hacerla cambiar de opinión.

Iba a gruñirle que se fuera al diablo, pero entonces, Tae volvió a hablar:

―Vamos a recuperar nuestra amistad, ¿está bien, Yoongi? ―le dijo con dulzura.

Yoonji no pudo decirle que no.

Hoseok fue el último en salir, cerrando la puerta del cuarto, y caminó hacia el comedor, donde la madre de Tae se estaba sentando en la mesa. A su lado, la madre de Jin, Kim Hyoyeon, lucía preocupada mientras sostenía la mano de su hijo. Kyungsoo estaba de pie tras su novio, con expresión igual de preocupada, y Lisa y Nam estaban sentados en el sofá, tomando un vaso con agua.

Hoseok caminó hacia la ventana, mirando la oscuridad de la noche, casi como si pudiera ver a Yoongi tirado en el suelo, pálido e inconsciente, con sangre en su boca, y se estremeció ante el recuerdo.

Horas atrás lo encontraron así luego de su llamada, cuando salió presuroso de la casa de Jin, con sus amigos siguiéndole mientras le exigían respuestas. Sin embargo, Hoseok sólo podía pensar en que Yoongi necesitaba su ayuda y no podía retrasarse más.

Una cuadra después lo encontró tumbado boca abajo, la lluvia empapándolo, con los ojos cerrados, y por un breve y horrible momento pensó que estaba muerto, que llegó tarde, que lo perdió para siempre.

Rompió a llorar en ese instante, aterrado, con el corazón roto, y sólo cuando Kyungsoo se inclinó, poniendo su oreja en el pecho de Yoongi, diciendo que seguía vivo, pudo reaccionar, tomándolo en brazos. Jin gritó que lo llevaran a su casa, que ahí lo revisarían, y una vez dentro, con Yoongi acostado en el sillón, procedieron a quitarle el abrigo.

Fue el momento en el que se encontraron con la sangre.

Sangre en los brazos de Yoongi, en su estómago, roja, viscosa y caliente.

―¿Se puede saber... ―preguntó Taeyeon lentamente, sacándolo de sus pensamientos―, por qué insistieron tanto en que no llevara a Yoongi al hospital y no le dijera a sus padres?

Todos desviaron la vista.

Hoseok recordó sus súplicas cuando le dijo que cubriera a Yoongi por si sus padres llamaban, que dijera que Yoongi estaba con Tae y se quedaría a dormir en su casa, y todo lo que costó convencer a la mujer para aceptar.

Pasaron varios minutos en silencio.

―En el hospital llamarán a sus padres ―contestó Hoseok débilmente―, y si ellos se enteran, entonces... entonces...

―Son sus padres ―le interrumpió Taeyeon con dureza―. Deben saber que su hijo tiene problemas.

―Para ellos no es Yoongi, es Yoonji ―se apresuró a decir Hoseok con tono roto―. Para ellos sigue siendo una chica. Ellos no lo comprenderán. Ellos dirán que no es nada. Ellos sólo lo van a hundir más.

Taeyeon estrechó los ojos.

―Yoongi tiene un problema―dijo de forma suave Hyoyeon―. Necesita ayuda psicológica.

―Lo sé ―balbuceó Hoseok, asustado―, yo lo... Se lo dije hoy, que los cortes...

―Tiene cicatrices en los brazos y piernas ―volvió a interrumpirle Taeyeon―. Cicatrices viejas. Yoongi no cortó en ninguna arteria, por lo que sabe qué es lo que está haciendo ―se puso de pie con expresión furiosa―. Y no sólo eso. Le hice un examen base y por los resultados puedo decir que tiene anemia. ¡Su peso no pasa los cuarenta y cinco kilos! Tiene dieciocho años y pesa cuarenta y cinco kilos. ¿Qué demonios está pasando aquí? Se supone que ustedes son sus amigos, ¿me pueden explicar cómo ocurrió esto?

Otra vez hubo silencio. Tenso, pesado, asfixiante.

Hoseok rompió a llorar.

―Es mi culpa ―sollozó, abrazándose―, yo... Yoongi me pidió que no dijera nada, me lo rogó, y se lo prometí, pero... ―titubeante fue a sentarse, sin dejar de estremecerse, recordando.

Recordando la puerta abierta, el llanto, las risas.

Recordando a Yoongi en el suelo, apoyado en sus rodillas, con su rostro lleno de lágrimas, mientras violaban su boca de forma cruel. Sus pantalones abajo, su ropa interior a un lado, las manos de Jiho tocándolo.

Recordando a Yoongi tirado, llorando a gritos, antes de vomitar en el baño.

Recordando su expresión muerta, sus ojos vacíos, su mirada perdida.

―Lo violaron ―lloró sin mirar a nadie, sabiendo que todo el mundo le estaba observando―. En el colegio, ellos... ellos lo obligaron a hacerle una felación e iban a... a penetrarlo, pero... pero yo llegué, y no pudieron hacerlo, aunque... ya era tarde, lo habían roto, lo destrozaron por completo ―hipó, tratando de secar sus lágrimas―. Le dije a sus padres, pero ellos dijeron que... que se lo merece, que... que así aprendería, y le pegaron, y Yoongi se rindió, él ya no quiso seguir luchando, no quería que... que le hicieran más daño. No quería seguir sufriendo...

Silencio. Sólo silencio.

De forma repentina, unos cálidos y desconocidos brazos lo rodearon.

―No es tu culpa ―le susurró Namjoon―, esto no es tu culpa.

Volvió a sollozar.

―Todos tratamos de ayudarlo ―agregó Namjoon, sin soltarlo―, pero no podemos ayudar a alguien que no quiere ser ayudado ―el mayor le dio una caricia en el cabello―. Yoongi tiene que asumir su realidad, y no me refiero a su género, porque en el fondo, sabe quién es, sino a su depresión. Tiene que asumir que está enfermo y necesita ayuda.

Secó sus ojos con fuerza, asintiendo. Cuando sintió que el llanto aminoró lo suficiente, miró al frente y tomó aire.

Taeyeon suspiró, frotando sus ojos cansados.

―Lo que le hicieron debe ser denunciado ―dijo Taeyeon―, esos chicos...

―No, no, Yoongi no hará nada ―murmuró Hoseok, sonando su nariz―. Él... luego de tanto, él... él comenzó a creer que se lo merecía, que... Él no va a decir nada.

Los ojos de Taeyeon se estrecharon, pero no dijo palabra alguna.

―Podemos... ―comenzó a decir Hyoyeon, indecisa―, Jin estuvo yendo a un psicólogo cuando... cuando mi marido nos dejó, podemos...

―Jo Kwon puede atenderlo ―dijo Jin, recostándose contra Kyungsoo.

―Pero... ―la voz de Lisa sonó débil―, pero ¿quién pagará eso? ―sus ojos se llenaron de lágrimas―. Si los padres de Yoongi fueron capaces de omitir que abusaron de su hijo, no van a aceptar que él... él tenga depresión...

Hoseok tragó saliva.

―Para ellos, Yoongi es sólo un capricho ―agregó Hoseok.

―Pues ¿saben qué? ―dijo Taeyeon con enfado en su voz―. Yo le pagaré ese psicólogo de ser necesario, pero sólo si Yoongi piensa poner de su parte ―se puso de pie―. Y voy a hablar con sus padres incluso si es necesario. No voy a permitir que alguien como Yoongi se siga haciendo daño de esta forma, ¿entendido? Y espero que ustedes, chicos, sean capaces de ayudar a su amigo también. Nadie merece pasar por todo lo que ha pasado Yoongi estas últimas semanas, nadie merece que lo rechacen sólo por ser feliz.

Hoseok miró a la madre de Taehyung, sorprendido, pensando en el repentino interés de la mujer por la situación de Yoongi, y a su mente llegaron las palabras de su padre cuando

Taeyeon acababa de mudarse a ese pueblo con dos niños en brazos y uno en el vientre, sin marido, pero con un título de doctora en sus manos.

Una prostituta, esa mujer debe ser una prostituta. Pobres niños, creciendo sin un padre y con una ramera como madre. ¿Cómo pretende esa mujer ser una doctora, cómo pretende trabajar, estar sin su esposo?

Taeyeon fue rechazada, fue ofendida de mil maneras por ser alguien independiente y que iba contra el pensamiento retrógrada de gran parte de las personas de ese lugar. Taeyeon era una de las pocas personas que podía comprender la soledad, el rechazo, las agresiones, por tratar de ser feliz.

Hoseok iba a decir algo, pero en ese instante Taehyung apareció, llevando la bandeja con el plato y el vaso vacío.

―Yoongi quería un momento a solas ―dijo Tae con tono tímido.

Taeyeon abrió sus ojos por la sorpresa.

―¡Cómo se te ocurre dejarlo solo, Taehyung! ―gritó su madre, sobresaltándolo.

Sin embargo, el primero en moverse fue Hoseok.

Casi corriendo, se dirigió al pasillo y entró a la pieza sin llamar, asustado, y se encontró con la visión de Yoongi de pie contra la ventana. Tratando de abrirla.

Sin suavidad, se lanzó a tomarlo por la cintura, escuchando su grito de dolor.

Tiró de él y ambos cayeron al suelo, pero se movió para que el golpe de Yoongi no fuera tan fuerte.

―¡No! ¡Suéltame, Hoseok! ―gritó Yoongi, golpeando su brazo―. ¡Necesito irme! ¡Estoy bien, lo juro, suéltame!

No lo hizo. Hoseok no lo iba a soltar nunca más, se lo prometió.

Yoongi rompió a llorar, desconsolado, acurrucándose en sus brazos.

―Estoy bien... ―sollozó sin alejarse, hundiendo su rostro en el pecho de Hoseok―, estoy bien, lo prometo, estoy bien...

Le acarició el cabello, dándole un beso en la frente.

No, Hoseok no lo iba a soltar jamás, no importaba cuánto Yoongi insistiera, Hoseok se juró que no lo soltaría ni lo dejaría caer otra vez.

¡gracias por leer!

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