76.

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Advertencias: angst, drama, temas de género.

Estamos tan centrados en saber la verdad, que no consideramos la poca gente que quiere que la descubramos. Pero siempre está ahí, la veamos o no, elijamos verla o no. A la verdad le da igual lo que queramos. Le da igual nuestro gobierno, nuestra ideología, nuestra religión. Esperará eternamente. Antes, temía el precio de la verdad, ahora sólo pregunto: ¿cuál es el precio de las mentiras?

~Chernobyl~

A pesar de toda la mierda que soltó Namjoon, Hoseok estaba a su lado, acariciando sus mejillas y quitándole el rastro de lágrimas, que no dejaban de caer hasta perderse en su barbilla.

En la habitación sólo se escuchaban los sollozos suaves de Yoongi, el tik-tok­ del reloj de mesa que tenía, y el ruido proveniente de la calle. El resto, era sólo silencio pesado entre ellos. Hoseok tenía su mandíbula apretada al escuchar lo que le contó el más bajo, sin poder callar, porque esa verdad estaba cargando en su lengua, imposible de ocultar.

―Quiero ir a Daegu ―hipó Yoongi, de forma repentina.

No podía contarle todo eso a Jungkook por teléfono o vídeo-llamada, sería tan impersonal, además de que no se sentía capaz de soltarle esa bomba y no estar allí para poder sostener a su amigo. Sabía que eso para el mayor sería un golpe duro y terrible, porque Jiyong fue...

Jiyong fue, de alguna forma, lo que Hoseok era para él.

Eso lo volvía todo más terrible y repulsivo, más grotesco de lo que ya era en ese instante.

―Ya es tarde ―dijo Hoseok, con su tono volviéndose suave―, si salimos ahora ya, estaríamos llegando como a las diez de la noche, Yoon...

―¿Estaríamos? ―tartamudeó el más bajo.

Las mejillas de Hoseok se tornaron de un rojo furioso, como si se sintiera demasiado avergonzado por lo que acababa de decir.

―No... no pu-puedes ir solo... ―tartamudeó Hoseok, y ese aspecto duro que tenía segundos atrás desapareció por completo, abochornado por esa situación―, o sea, si tú... uh... qui-quieres que vaya...

―Ven ―aceptó Yoongi, sin pensarlo dos veces―, pero vamos ahora. Ahora, Hobi, por favor, por favor...

Hoseok puso una expresión de sufrimiento, como si el hecho de que Yoongi le estuviera suplicando así, con su voz baja, agarrándolo de las mejillas, sosteniéndole la vista, fuera una tortura para él. Quizás lo era, y Yoongi pensaba aprovecharlo.

―Vamos a ir ―concedió Hoseok, con su tono temblando―, pero mañana, podemos salir temprano, ¿está bien?

Una hora después, el más alto se hallaba sentado, cruzado de brazos y con un puchero sobresaliendo de sus labios, su ceño fruncido en señal de fastidio. Yoongi estaba a su lado, mirando por la ventana, viendo como el bus salía de la ciudad. El paisaje urbano se transformó poco a poco en uno rural.

Se volteó hacia Hoseok, oyendo las conversaciones de las personas a su alrededor, y le tomó el brazo.

―No tuviste que venir ―dijo, con su voz sacudiéndose―, estás con tus ensayos de baile a full por la presentación que van a tener, Hobi...

Hoseok pasó un brazo por detrás de sus hombros, sacudiendo su cabeza.

―Ya me excusé con mis profesores, además, sólo serán unas clases ―replicó Hoseok.

Yoongi también llamó a la empresa, comunicándose con Woobin y diciéndole, con pocos detalles, que tuvo una emergencia familiar y se presentaría con ellos el martes, pues pensaban volver el lunes a mediodía. También le avisó a Dahye, para que no le esperara, a lo que ella contestó con un emoji.

Luego de eso, llamó a Jimin para decirle que iría a Daegu en un par de horas. Lo agarró totalmente desprevenido, pero su hermano no preguntó más, confundido por el tono urgente de Yoongi.

El chico ni siquiera sabía por dónde comenzar, cómo haría para explicarle lo ocurrido a Jungkook. ¿Y qué tal si Kookie no le creía? ¿Qué tal si le acusaba de mentiroso, de que Jiyong jamás haría eso? ¿Qué tal si, al contarle eso, la amistad que tenían se rompía? Yoongi no se veía capaz de eso, de que el vínculo que tenía con Jungkook quedara destruido.

Jungkook era... era...

Jungkook era uno de sus principales pilares. Jungkook era todo lo que Yoongi quería ser en algún momento, junto a EunYoung, eran algo así como sus héroes. Yoongi quería mucho a Jungkook, que perderlo se le hacía tan doloroso como fue perder a EunYoung.

Y ese era el principal motivo por el que debía hacerlo. Ocultar un hecho de tal magnitud hacia Jungkook, hacia una persona que tanto quería, significaba una traición que Yoongi no quería ocultar. Por respeto a su amistad con Jungkook, hacia todo el apoyo que le dio, es que él tenía que hacer eso, aunque significara dañarlo.

Una mentira pequeña podía transformarse en una bola de nieve que, a medida que rodaba por la montaña, iba aumentando en tamaño, hasta hacerse imposible de controlar, hasta que estallaba y empapaba a todos.

Hoseok pareció notarlo nervioso, por lo que sólo lo abrazó más contra él, acariciándole el cabello, y entre esas suaves caricias y el calefactor del bus encendido, que daba un ambiente soporífero en el lugar, se quedó dormido contra el más alto.

Recordó despertarse en algún punto del camino, con el bus a oscuras y sus ojos medio cerrados por el sueño. Seguía recostado contra Hoseok, pero no dijo nada, viéndolo juguetear con su celular y escribiéndole un mensaje a Jihyo. Decidió volver a dormir, porque no quería leerlo.

Llegaron pasadas las diez de la noche, pidiendo un taxi que los llevara al departamento de Jimin y Jungkook. A medida que se acercaban, Yoongi sintió cómo una piedra parecía caer en su estómago, volviéndose más y más grande cuando los segundos pasaban.

¿Debía decirlo ahora? ¿Debía hacerlo mañana? ¿Había un momento perfecto para hacerlo, acaso?

Su móvil sonó, pero ignoró la llamada al ver que se trataba de Namjoon. Yoongi no quería hablar con él en ese instante, no quería escuchar su voz, sus súplicas. No luego de lo que hizo.

Jimin les estaba esperando fuera del edificio cuando se bajaron, así que lo saludó con un abrazo, sintiéndose un poco mejor por aquella cercanía que tanto extrañaba.

―Felicitaciones ―dijo Jimin, revolviéndole el cabello―, por tu primera inyección.

Yoongi sonrió débilmente, echándose hacia atrás para que Hoseok saludara a su hermano mayor, y juntos entraron al edificio.

―¿Está Jungkook? ―preguntó el más bajo.

―Acaba de llegar ―dijo Jimin―, fue a casa de un amigo de la universidad para hacer un trabajo.

Asintió, apretando sus labios un momento, pero sintió como su cuerpo se relajó un poco al sentir a Hoseok tomándole la mano por detrás, dándole un apretón.

Segundos después, estaban entrando al departamento. Jungkook los recibió desde la cocina, tomando un vaso con agua, y Yoongi le observó un instante.

Ese día, iba muy bonita: llevaba unos pantalones de talla alta, una blusa con flecos de color negro, sus labios pintados y el cabello, teñido de fucsia sólo unas semanas atrás, largo y con un broche de flor, impidiendo que cayera encima de su rostro.

―¡Hola! ―saludó Jungkook, entusiasmada, y Yoongi se permitió recibir el abrazo.

Jungkook siempre se caracterizó por preocuparse mucho de su aspecto, de lucir pulcro-pulcra, impecable, casi perfecto-perfecta. Ya fuera siendo chica, chico, o en ese rango entre ambos géneros, todos coincidían en que el aspecto exterior que Jungkook mostraba, respondía también a la imagen que deseaba proyectar hacia el resto: confianza y empoderamiento. Yoongi no recordaba algún momento en que le hubiera visto hecho un desastre, excepto quizás, cuando despertaba.

Para Jungkook, era esencial que nadie leyera sus emociones por la forma en que lucía, ya que era darles un arma para usar en su contra. Jungkook deseaba ser leído como alguien a quien no podían pisotear fácilmente, poniendo todos sus esfuerzos en su ropa, su actitud, para que no le pasaran a llevar.

Esa misma actitud, segura y casi desafiante, le valió el horrible apodo de ‹‹puta››. Jungkook le dijo, hace mucho, que no le molestaba ni le dolía, porque esas personas no le conocían, y no les daría el poder de hacerle daño de alguna forma.

Pero Yoongi no estaba tan seguro de que fuera realmente así. ¿Quién se sentiría indiferente a que le llamaran de esa forma, cuando no hizo nada para merecer ese título?

Supo que estaba a punto de llorar cuando Jungkook se alejó, con su expresión preocupada.

―Yoonie, ¿pasa algo? ―preguntó Jungkook, inquieta.

Como siempre, su primer instinto era negarlo, decir que no, el pensamiento de ocultar lo ocurrido apareciendo otra vez.

Pero bastó una mirada a los ojos de la mayor para saber que no podía hacerlo. No cuando la chica le contemplaba con tanto amor y cariño.

―Tengo que hablar contigo ―le dijo, con su voz cortada, rota, girándose para ver a Jimin también―. Contigo y Jimin.

Jungkook parecía atónita ante sus palabras, pero para su fortuna, Hoseok les dijo que sería mejor si se sentaban en el sofá. Ese nuevo departamento era algo pequeño, con la cocina americana que servía de comedor, el cuarto de estar con un sofá y un sillón, las dos habitaciones y el baño en el pasillo, así que no tuvieron que moverse mucho.

Una vez estuvieron todos acomodados, Yoongi comenzó a hablar.

No pudo mirar ni a Jungkook ni a su hermano a la cara, siempre con la vista baja, hablando con voz temblorosa a medida que le contaba todo lo ocurrido. Habló sobre las cosas con Namjoon y lo mal que estaban, diciendo que discutieron ese día, la forma en la que el chico le soltó todo. Omitió, sin embargo, un aspecto importante porque no quería alterar más a Jungkook de lo que ya estaba: Namjoon diciendo que los insultos que su amiga recibía eran por la forma en la que vestía y actuaba.

Jungkook palidecía más y más a medida que seguía hablando, su rostro deformándose en una mueca de dolor y tristeza, sus ojos llenándose de lágrimas. Jimin, a su lado, parecía estar conteniendo las ganas de vomitar, sus labios temblando en señal de llanto.

Cuando Yoongi acabó, hubo un instante de silencio en el lugar, ninguno moviéndose y apenas oyéndose ruido alguno. Podían escuchar unas risas proviniendo del pasillo, un perro ladrando en la calle, un motor de auto siendo encendido, pero dentro del departamento, sólo existía una mudez absoluta. Sólo fue rota cuando sonó un clink, proveniente del horno, que sobresaltó a Jungkook.

―Oh ―susurró―, pu-puse a calentar algo...

Su voz se quebró, se sacudió, antes de romper a llorar en un desgarrador llanto que rompió a todos allí. Hoseok se puso de pie, yendo a la cocina para hacerse cargo de la comida, y Yoongi se quedó quieto, viendo a Jungkook doblarse sobre sus rodillas, sin dejar de sollozar tan lastimeramente. Jimin la abrazó por la espalda, tratando de no ceder también, pegándolo a su cuerpo.

―Lo siento ―dijo Yoongi, su tono cómo un nudo―. Lo siento, Kookie...

Jungkook hipó, sorbiendo por su nariz y sacudiendo la cabeza. Se enderezó un poco, con su nariz colorada, los ojos hinchados por el llanto, el labial algo corrido, pero no dejaba de lucir extrañamente linda. Jungkook siempre tuvo una carita andrógina, y ahora con su cabello fucsia y un poco largo, lucía mucho más... más delicada, más atrayente.

―No... no es tu culpa ―dijo la chica, las lágrimas cayendo todavía por su rostro, hasta su barbilla. Hoseok volvió con unas servilletas junto a un vaso con agua y azúcar, entregándoselos―, no, Yoongi, tú...

―Gracias ―dijo Jimin, frotando sus ojos―, por decírnoslo. Por... por preocuparte por Kook ―su hermano acarició la nuca de Jungkook―. Creo que...

―Quiero ir a la cama ―lloró Jungkook, quebrándose otra vez―, ChimChim...

―Sí, sí ―Jimin se puso de pie, tomando la mano de la más alta―. ¿Pueden...? ―miró hacia la mesa de la cocina americana―. Pueden comerse la pizza si quieren, pero nosotros... Santa mierda, necesitamos...

―¡Sí, claro! ―saltó Yoongi, incapaz de poder añadir alguna otra cosa, porque Jungkook no dejaba de llorar. Era sostenida por Jimin, que le hizo un gesto de despedida.

Los vio desaparecer por el pasillo, entrando al cuarto, y sintió de forma inmediata la presencia de Hoseok detrás. Sin poder evitarlo, se volteó para darle un abrazo, conteniendo otra vez las ganas de romper en lágrimas por lo mal que se estaba sintiendo.

―¿Hice bien en decirle, Hobi?

Hoseok le devolvió el abrazo, meciéndolo unos segundos y suspirando con cansancio.

―Sí ―le dijo el más alto―. Decir la verdad siempre es lo correcto, Yoongi, aunque a veces haga daño.

Yoongi trató de creer en esas palabras, aunque realmente le estaba costando muchísimo trabajo.

Mientras, en el cuarto de Jimin, el mayor sólo abrazaba a Jungkook, ambos echados sobre la cama, la chica temblando contra él, llorando en su hombro.

Era lo único que se podía oír: sus sollozos suaves, sus hombros sacudiéndose, sorbiendo cada tanto por la nariz, aferrándose con un poquito más de fuerza a cada momento. Él sólo miraba el techo, recordando todos esos meses. La forma en la que ellos dos se acostaron por primera vez, algo embriagados, luego de la fiesta de Yugyeom, entre risas, gemidos, jadeos, con Jungkook montándolo.

Luego, vino la incomodidad, el evitarse, el no mirarse. Pero Jungkook era un imán para él, imposible de evitar, y fue cuando decidió volver al viejo departamento del muchacho-muchacha, tan desorientado por sus pensamientos. Nunca supo en qué terminaría eso, sólo quería estar con el menor, permanecer a su lado, y Jungkook... Jungkook...

Esas semanas entre ellos fueron... fueron raras, pero buenas, muy buenas, ambos escondidos del resto. Jimin le dijo que no se sentía muy bien saliendo del clóset tan rápido, que todavía le costaba mucho asumirse, pero que le quería. Eso lo tenía claro. Jungkook le había sonreído en medio del beso, prometiéndole que no importaba, que podía esperar, que estaba bien.

Sin embargo, de pronto, los rumores comenzaron. Los ojos burlones cuando lo veían por el pasillo. Los susurros.

Maricón.

Pero era peor al tratarse de Jungkook. Siempre era peor.

Puta. Zorra. Ramera, Jungkook es una ramera.

Jungkook le rogó que hicieran su relación pública. Le pidió, le suplicó, con ojos llorosos, que le defendiera, que hiciera algo, que no era justo que hablaran sólo de él, como si hubiera seducido a Jimin, como si lo hubiera embrujado. Jimin, aterrado, se negó todo el tiempo, incapaz de actuar, porque sabía que, si lo admitía, era muy probable que sus padres se enteraran en algún punto, y siendo honesto, él no estaba listo para eso.

Jungkook le gritó que era cobarde, un imbécil, un bastardo. Jimin lo era, lo sabía.

Hasta ese momento, se arrepentía un montón de la forma en que actuó esa vez.

―Jungkookie... ―le susurró, creyendo que se quedó dormida al no sentir más movimiento, aunque de forma inmediata sintió que se removía.

Jungkook se alejó, con sus ojos todavía lagrimosos, y Jimin la miró. Se veía tan bonita con su cabello de ese color, la muchacha diciéndole dos semanas atrás que quería teñirse el cabello. Jimin le sugirió ese color, a lo que Jungkook sonrió, tan entusiasta, sin tardar en decolorarse y aplicarse el fucsia encima.

La menor lo besó de forma repentina y él se sintió derretir.

De vez en cuando, tenían esos momentos extraños donde se besaban de la nada, como si fueran novios. Incluso, Jungkook solía ir al cuarto de él a acostarse a su lado, abrazándolo, diciendo que era blandito y cómodo. A Jimin le gustaban muchos, a pesar de que deseaba que ellos tuvieran algo oficial.

Jungkook se alejó, humedeciendo sus labios.

―¿Quieres hablarlo? ―volvió a susurrar.

―Lo odio ―murmuró Jungkook, con su voz como un graznido―, lo odio, lo odio...

Jimin lo estrechó más contra él, tratando de comprender cómo una persona podía actuar de esa forma con alguien que decía querer. ¿Eso era amor? Para Jimin, al menos, no. El amor sincero no dañaba de tal forma que te destruía.

Sumado a todo eso, Jungkook estaba atravesando una etapa muy difícil y complicada, en especial con el grupo: poco a poco, todos esos meses, nuevas grietas comenzaron a surgir entre los que formaban parte de ello. EunYoung funcionó como una especie de líder en el grupo de amigos al formar parte de Rainbow Action, siempre siendo un mediador, un conciliador entre todos. Con su muerte, nadie llenó ese espacio, así que las peleas y conflictos empezaron a ser más y más visibles, sobre todo con los últimos crímenes de odio que se dieron en varias ciudades. Jungkook, por ejemplo, era partidario de intervenciones más duras –como perfomances en zonas políticas de ultra-derecha–, pero Yujin insistía en seguir manteniendo un perfil bajo para evitar represalias. Todo eso acabó con una discusión a gritos y Heechul teniendo que meterse en medio al ver que estaban a segundos de golpearse.

―¿Vas a conversar eso con Jiyong? ―continuó preguntando.

Las lágrimas de Jungkook parecieron haberse detenido, reemplazadas por esa furia explosiva que tanto la caracterizaba. Si Jimin tuviera que definir su personalidad, diría que se caracterizaba por esa resiliencia feroz que poseía, que a veces salía de la nada para enfrentar esas situaciones.

―No quiero conversarlo ―dijo, iracunda―, quiero golpearlo tan fuerte hasta romperle la nariz.

Jimin la observó unos segundos en silencio, algo sorprendido por sus palabras disgustadas, hasta terminar sonriendo de lado. Jungkook lo miró, atónita.

―¿De qué te ríes? ―dijo.

―Es que te ves muy caliente cuando estás enojada, bebé ―respondió Jimin.

Por un instante, Jimin pensó que la persona que quedaría sin nariz sería él.

La mañana llegó con un dolor de cabeza para Yoongi.

Hoseok estaba durmiendo a su lado, roncando despacio, y el más bajo lo miró un instante, todavía con los ojos un poco cerrados gracias a la bruma del sueño. Se removió un poco, apoyando su mejilla en el pecho del muchacho, suspirando mientras lo abrazaba.

Al sentir el corazón de Hoseok contra él, se dio cuenta de lo mucho que le echó de menos esas últimas semanas. Se prometió a sí mismo que no iba a permitir que se hiciera otra vez una brecha entre ellos. Nunca más.

Sintió al chico removerse contra él.

―¿Yoon? ―bostezó―. Me estás asfixiando, bebé.

Sonrió al escuchar ese bebé. Le gustaba tanto cuando se lo decían, en especial si era Hoseok o Alex.

―Entonces no te abrazo nunca más ―rezongó, aunque permaneció a su lado.

El más alto se rió, sacudiendo su cabeza.

―¿Sabes algo? ―dijo Hoseok―. Deberías teñirte el cabello, cuando vi a Jungkook así, ¡pensé que tú igual deberías hacerlo?

―¿Uh?

―¿Qué tal verde? ¿O rojo? ―Yoongi se enderezó, parpadeando―. ¡El rubio igual se te vería lindo!

―¿Tú crees? ―preguntó el más bajo con una expresión de sorpresa.

―¡Claro! ―animó Hoseok―. Yo igual quiero teñírmelo, ¡luciré como uno de esos apuestos idols y caerás rendido a mis pies!

Yoongi enrojeció por las palabras de Hoseok, dándole un golpe en el costado y sacándole un chillido de queja. Pero no se detuvo con eso, todavía avergonzado, así que le empujó con su pie fuera de la cama. Hoseok, tratando de no caerse, lo agarró de la pierna tirando de él también, por lo que ambos cayeron al suelo entre quejidos y maldiciones.

―¡Eres una muy mala persona, Yoongi! ―lloró el más alto, aplastado bajo el cuerpo del muchacho.

Yoongi lo golpeó en la nuca.

―¡Mala persona tú...!

―Oigan, tórtolos ―abrió la puerta Jungkook, asomándose―, el desayuno está listo, vamos a comer.

Si a Yoongi o Hoseok les sorprendió ver a Jungkook, con su rostro limpio de lágrimas y ojos llorosos, vistiendo tan genial con esos pantalones rasgados en las rodillas junto con una playera negra y sus botas enormes, no dijeron cosa alguna para demostrarlo.

A Jungkook las cosas le afectaban muy profundo, pero no iba a dejar que su aspecto lo demostrara.

Yoongi se puso de pie primero, ignorando los quejidos infantiles de Hoseok, que le siguió con aspecto enfurruñado. En la cocina, Jimin estaba dejando las tostadas en la panera, el hervidor avisando que el agua hirvió.

―¿Qué harán hoy? ―preguntó Hoseok, sirviéndose un té.

―Ir a la iglesia ―respondió Jimin.

Hoseok parpadeó. Yoongi frunció el ceño gracias a la confusión. Antes de que cualquiera de ellos pudiera decir algo, Jungkook contestó la pregunta no formulada:

―Jiyong y Daesung ayudan a Siwon con el huerto que tiene detrás de la iglesia los domingos ―respondió Jungkook, agarrando una cajita de leche de plátano―. Pueden ir, si quieren. Será muuuuuuuuuuy divertido.

―No sé qué tiene de entretenido una iglesia ―respondió Yoongi.

Jimin sonrió afablemente, en tanto Jungkook le guiñó un ojo.

―Es por Siwon, es un buen hombre ―dijo Jungkook.

Yoongi pensó en negarse y volver a la cama luego de comer, pero Hoseok se le adelantó. A veces Hoseok realmente no pensaba bien las cosas, pero el más bajo le quería así, torpe y todo.

―¡Claro que sí! ―dijo Hoseok―. ¡Qué aburrido quedarse en casa!

Yoongi encontraba que era un muy buen panorama.

Debido a ello, cuando acabaron de desayunar, Yoongi fue a bañarse primero, seguido de Hoseok. En poco más de media hora estuvieron listos, saliendo los cuatro del departamento. Jungkook se puso un enorme chaquetón negro.

A veces, Yoongi se sorprendía viendo lo diferente que podía ser Jungkook cuando fluía. Cuando aludía ser él, se notaba enseguida con su cabello cayendo desordenado, sus botas gigantes, sus chaquetas de cuero. Por el contrario, al ir de ella, el pelo se lo peinaba cuidadosamente, poniéndose broches de flores, mariposas, libélulas o cualquier cosa bonita en él, despejando su rostro para aplicar un poderoso labial oscuro y un delineado infartante, colgándose aretes largos en sus orejas. En muchas ocasiones, lo combinaba con sombras que acentuaban esos ojitos de Bambi que presumía. Le gustaba inclinarse por faldas entubadas, camisas con flecos, pantalones de talla alta y crop-tops, importándole poco si la gente decía que se veía ridículo con su abdomen marcado y brazos musculosos.

Pero también estaban esas ocasiones de ella-él, donde se pintaba los labios, se ponía un broche, usaba sus botas y un chaquetón que lo cubría por completo.

Saber cómo se identificaba Jungkook podía ser bastante sencillo, aunque existían contadas ocasiones en las que corregía: mientras usaba sombras en sus ojos y una falda que mostraba unos hermosos muslos, sonreía y decía que era él, sólo que hoy tenía ganas de usar una falda y no pudo resistirse a eso.

Yoongi recordaba cuando Jimin le contó acerca de esos meses en los que Jungkook se envolvía en sus jeans y camisas, negándose al maquillaje, a los aretes, a los broches en su bonito cabello. ‹‹Dime ella››, le pedía aterrada, ‹‹soy ella, pero no quiero que nadie más lo sepa››.

Él sabía que esas cosas nunca serían fáciles de superar. No luego de lo que le hicieron.

Tomaron un bus para dirigirse hacia ese lugar. Jungkook les comentó que el culto terminaba a las once de la mañana, al ser un culto católico, empezaba a las nueve. Yoongi no conocía mucho del cristianismo católico, pues la iglesia que dirigía el padre de Hoseok era evangélica ortodoxa, dominando por completo el lugar en el que vivían.

Después de media hora de viaje, se bajaron en una bonita parroquia, la misma donde fue el funeral de EunYoung. Unas pocas personas estaban conglomeradas en la salida, conversando entre ellos, y Jungkook saludó a unas cuántas, entrando al lugar. Yoongi titubeó un instante, recordando lo terrible y triste que fue ese día, pero Hoseok le agarró la mano, sonriéndole, así que fue detrás.

El lugar seguía igual como lo recordaba: algo cálido, con sus ventanas teniendo preciosos mosaicos religiosos. En el fondo, detrás del ambón, estaba la enorme figura de Jesús crucificado, su mirada piadosa fija en el cielo. En una esquina, bajo la estatua del Hijo de Dios, estaba la Virgen María, con velas a su alrededor prendidas. Había gente rezando en los asientos.

Jungkook caminó hacia uno de los monaguillos, que barría el lugar.

―Jungwoo ―saludó, sonriendo encantadoramente―. ¿Siwon está?

―Hola, Kookie ―dijo Jungwoo, que parecía tener catorce años―. ¡Está en el huerto!

―¿Con Jiyong y Daesung?

―Sí, ellos están reparando la cerca trasera.

―¡Eres un encanto! ―Jungkook le revolvió el cabello, sacándole un fuerte sonrojo, y se despidió de él―. Vamos...

El muchacho caminó hacia una de las puertas, abriéndola y saliendo por allí. Los tres le siguieron, observando la casita simple que estaba cruzando un pequeño camino y el huerto que se extendía hacia el costado. Unos manzanos se levantaban también alrededor de un vivero en el centro del lugar. No se veía a Jiyong por ninguna parte, pero Siwon se volteó al verlos llegar.

―Oh, hola ―habló, sonriéndoles como si nada―. ¡Hace mucho no venías por aquí, Jungkook!

Jungkook le devolvió la sonrisa, dándole un abrazo sorpresivo. Siwon se rió.

―Vendré más seguido ―prometió―, pero ahora estoy buscando a Jiyong, ¿lo has visto?

―Oh, están detrás del vivero, si quieres le llamo...

―¡No te preocupes! ―Jungkook le tomó la mano a Jimin―. Sólo quiero hablar unas palabritas con él, no es necesario.

Siwon arrugó el ceño levemente, asintiendo y dándoles la pasada. Iba sin la sotana, pero sí con el alzacuello alrededor de su camisa negra. Los mayores caminaron por el huerto, teniendo cuidado de no pisar nada, desapareciendo pronto de su vista.

Yoongi se removió en su lugar, un poco incómodo cuando Siwon posó sus ojos en él.

―Yoongi, ¿cierto? ―dijo, sin perder ese tono amable y afectuoso―. Y tu novio es...

―¡Oh, no es mi novio! ―saltó Yoongi, soltando la mano de Hoseok tan repentinamente que también lo asustó.

―No te preocupes, no estoy aquí para juzgar ―dijo Siwon, levantando sus manos.

―¿Qué cultiva? ―preguntó Hoseok de repente, y enrojeció por la vergüenza―. Oh, lo siento, soy Jung Hoseok ―añadió, haciendo una pequeña inclinación.

―Tomates, principalmente ―respondió Siwon―, pero también papas y lechugas. En el vivero tengo pimentones y frutillas.

―Esas son muchas cosas ―señaló Yoongi.

―Sí, pero me gusta encargarme de ellas ―Siwon parecía de verdad feliz―. Me gusta ver las plantas crecer, ¡la vida es muy hermosa!

Yoongi pensaba, algo extrañado, que el padre Siwon no se parecía en nada al padre de Hoseok, que andaba siempre con una mirada gélida y esa sonrisa persuasiva. El hombre frente a él parecía mantener, en todo momento, sus labios curvados hacia arriba suavemente y unos ojos cálidos.

―EunYoung solía venir a ayudarme ―comentó de pronto el adulto, suspirando con tristeza―, al menos una vez a la semana. A veces, me robaba unos tomates y se los comía con sal.

El más bajo desvió la vista, también con pena ante la mención de su amigo. En algunas ocasiones, todavía le costaba asumir que estaba muerto y jamás volvería a verlo, y sentía como todas sus emociones cambiaban enseguida a dolor. EunYoung tenía toda una vida por delante y se la arrebataron por completo unos malditos desgraciados.

―¿Usted no siente rabia? ―preguntó de pronto Yoongi, llamando la atención de Siwon. Hoseok, a su lado, parpadeó―. ¿Por lo que le hicieron?

―La rabia no es una combinación buena con el dolor ―dijo Siwon―, la rabia suele transformarse en ira, odio y resentimiento. No son emociones buenas que mantener dentro de uno. Lo que hicieron esas personas fue horrible, pero Dios será el encargado de juzgarlos cuando llegue el momento.

―¿Dios? ―escupió el más bajo.

―Yoongi... ―trató de intervenir Hoseok.

―¡Es que me parece increíble! ―saltó Yoongi, tan enfurecido en ese instante―. ¡Dios no ha hecho nada hasta ahora por EunYoung!

Siwon no parecía enojado por sus palabras, ni molesto ni duro. Seguía manteniendo esa expresión suave y amable, tanto que era una total sorpresa para Yoongi, porque él estaba acostumbrado a ver el rechazo en ojos de las personas religiosas.

―Dios hizo muchas cosas por EunYoung ―explicó Siwon―, y será justo también con quienes lo dañaron. Confío en mi Dios y en el amor que nos tiene.

―Si fuera tan justo, ¡no habría permitido en primer lugar que eso ocurriera! ¡No habría hecho que él muriera!

Hoseok estaba mirando al suelo mientras él soltaba todas sus palabras, tan enojado con todo el mundo, pero Siwon seguía observándole con calma. No estaba perdiendo el control como él, no estaba acusándole de ser una abominación, no parecía enojado con que un muchacho menor a él le estuviera levantando la voz.

―He conocido a EunYoung desde que nació ―dijo Siwon―, fui el encargado de bautizarlo, cuando no era más que un bebé de meses. Siguió asistiendo con sus padres a la iglesia, tan desordenado, tan enojado consigo mismo. Me ayudaba desde pequeño con este huerto, y siempre me decía que ese era su nombre. EunYoung era su único nombre y no quería que le llamara de otra forma. Fui el primero en llamarlo así cuando tenía sólo ocho años, y la cara de alegría que puso era indescriptible. Nunca vi tanta felicidad en el rostro de un niño hasta ese momento.

Yoongi estaba en silencio, sin poder decir cosa alguna. Sin ser capaz de soltar alguna palabra por lo que Siwon le estaba contando, con cariño en su tono, pero también infinito dolor. A su lado, Hoseok le agarró la mano.

―Inevitablemente, se alejó de mí y su familia ―continuó el padre, tranquilo―, tenía mucho miedo y vivió aterrado, hasta que decidió asumir su realidad. Su existencia. Salir al mundo con ese nuevo rostro, cuando fue conocido bajo otro, fue todo un desafío, pero yo siempre lo acogí. Yo jamás iba a negarle nada, porque a mí me enseñaron que Dios está ahí, eternamente, para darte amor por mucho que te alejes de él.

Para ese instante, Yoongi podía sentir sus mejillas húmedas por el llanto silencioso que soltaba, con sus hombros temblando, sorbiendo por su nariz.

―Sé que, para muchos, es complicado. Sé que para ustedes es difícil creer en Dios, cuando han recibido tanto odio, tanto desprecio. Cuando muchos creyentes malentienden el amor de Dios y lo transforman en burlas y golpes. Eso no es Dios. Eso jamás será Dios. EunYoung y yo hablábamos mucho de eso, así que él me preguntó un día si yo creía que él tendría una oportunidad en el Paraíso cuando él muriera. EunYoung siempre hablaba de la muerte, porque él conocía los trágicos números que le rodeaban.

Treinta y cinco años, la esperanza de vida de las personas trans. La dolorosa realidad que Yoongi tenía clara desde hace mucho, que todos allí conocían muy bien, porque pasar esa edad ya era considerado un triunfo. Harisu, ese año, los cumplió, y lo celebró a lo grande en el club que hizo en Seúl, poniéndose a llorar porque ella nunca creyó llegar tan lejos. Ella no sabía si iba a llegar más lejos.

―Pero me decía que, mientras hiciera algo por ustedes, entonces valdría la pena. Si él podía hacer de sus vidas un poco menos miserables, valdría la pena. Por eso mismo fundó ese grupo y decidió formar parte de Rainbow Action, porque el activismo era fundamental para él. Le quedaron muchas cosas pendientes, pero él... pero él hizo algo por el resto, y sé que se fue satisfecho por eso. Es por eso mismo que yo los recibo a ustedes si necesitan un consejo, un lugar para dormir, algo para comer. Porque ustedes son personas como el resto de nosotros y sus vidas son valiosas.

Siwon sacó de su pantalón un pañuelo, pasándoselo para que limpiara las lágrimas de su rostro, y Yoongi le dirigió una sonrisa débil y torpe, tan temblorosa. Hoseok, a su lado, lo abrazó por los hombros.

―La justicia de Dios vendrá en algún momento ―sentenció―, pero no de nuestras manos. Mientras ustedes vivan sus vidas, ellos no ganarán bajo ningún motivo, porque demostrará que son mejores personas que quienes hacen daño. Si se dejan consumir por el odio, entonces permitirán que sean ellos los que ganen.

―Lo si-siento... ―murmuró Yoongi, lloroso.

Siwon sonrió amablemente, sin embargo, antes de poder decir algo, otra persona más habló.

―¡Yoongi! ―se sobresaltó, mirando a Jimin, que acababa de llegar―. ¿Pasó algo, por qué lloras?

Negó con la cabeza, todavía con esa sonrisa indecisa. Jungkook venía detrás de él, enfurecido, con Jiyong siguiéndole. Jiyong venía con el labio roto.

―Kookoo, hablemos, vamos... ―pedía Jiyong.

―¡Te dije que te fueras a la mierda! ―le gritó Jungkook, sin detenerse―. ¡No quiero saber nada más de ti como por diez años!

Jimin sonrió, algo incómodo, pero Siwon miró a los dos chicos con evidente preocupación.

―Jungkook, decir palabras groseras en el templo de Dios no es muy bueno ―le dijo Siwon.

―Oh, lo siento ―respondió Jungkook, agarrándole la mano a Jimin―. Vámonos, ahora.

El chico asintió, todavía observando a Yoongi, pero su hermano sólo sacudió la cabeza en un gesto de que más tarde le contaría todo.

―Kookoo, sé que actué mal, pero... ―trató de insistir Jiyong, algo desesperado.

―¡Que no! ―Jungkook parecía fuego mismo en ese instante―. Podemos hablarlo en otro momento, ¡pero ya no quiero verte más los próximos días, pedazo de...!

―Jungkook ―insistió Siwon, severo.

―¡Pedazo de basura! ―farfulló Jungkook, caminando y arrastrando a Jimin. Hoseok hizo lo mismo con Yoongi, despidiéndose rápidamente de Siwon―. Qué se cree ese idiota...

Para fortuna del grupo, Jiyong no los siguió.

Los cuatro cruzaron la iglesia, ya mucho más vacía a esas alturas, aunque Jungkook seguía murmurando por lo bajo varias groserías. Yoongi quería preguntar qué pasó allí atrás, pero siendo sincero, seguía pensando acerca de las palabras de Siwon.

―¿Qué tal si vamos a comer fuera? ―preguntó Hoseok, una vez salieron de la iglesia―. La verdad, no creo que tengan muchas ganas de cocinar algo...

―¡Sí! ―dijo Jungkook―. Necesito comer porquerías ahora mismo.

No hubo mucho qué discutir para ese momento, así que todos partieron para el centro de Daegu, decididos a meterse a algún lugar a comer lo que fuera.

Llegaron después de las cinco de la tarde al departamento, con Jungkook otra vez luciendo algo triste. Debido a ello, Jimin decidió poner un anime en la televisión, pues el chico era fanático de ellos. Yoongi, aprovechando que Hoseok dijo ir al baño, decidió que saldría a fumar un cigarrillo al pequeño balcón que había, sintiendo la ansiedad golpeando su estómago gracias a los nervios.

Namjoon volvió a llamarlo a la hora de almuerzo e incluso le envió un mensaje, que todavía no abría por el terror que sentía. Probablemente Jiyong ya le contó a Namjoon lo que ocurrió, quizás incluso le reclamó, y ahora Namjoon discutiría con él por lo que hizo. Yoongi no estaba preparado para pelear por teléfono, ni siquiera estaba preparado para verlo otra vez. Sentía su ánimo tan inestable en ese instante.

Tal vez debería ir donde Hoseok y acurrucarse contra él. Hoseok olía a vainilla y encontraba ese aroma tan relajante, funcionaba como una especie de calmante más eficaz que cualquier cosa. Realmente sentía sus nervios a punta de flor, con su estómago apretado y dando vueltas.

Decidió apagar el cigarrillo al consumirlo por completo, entrando y yendo a botarlo al basurero. Jimin le sonrió, sin decir algo, abrazando a Jungkook por los hombros. El pobre muchacho estaba acurrucado contra su hermano mayor, observando la televisión, como un niño pequeño.

Iba a empujar la puerta del cuarto, pero escuchó a Hoseok hablar.

―¿Te parece si nos juntamos cuando vuelva, Jihyo?

Se quedó congelado, su garganta apretándose.

―El miércoles sales temprano de tus clases, ¿no es así? Ve a buscarme y podemos ir a comer algo, yo te invito.

Por dios, debería retroceder y marcharse para huir de allí. No había cosa más grosera que escuchar conversaciones ajenas, ¿cierto? Además, no se sentía muy bien y debía evitar desestabilizarse, todos se lo dijeron cuando recibió su inyección de testosterona. Tal vez debería volver con Jimin y Jungkook, echarse con ellos en el sillón y mirar el anime en silencio.

Pero no se movió.

―Sí, sé que tenemos mucho qué hablar ―suspiró Hoseok―, pero está bien, Jihyo. Te he extrañado un poco ―una pequeña pausa―. Está bien, nos vemos entonces, adiós.

Yoongi ni siquiera estaba pensando bien en ese instante, pudiendo escuchar las palabras de Namjoon en su cabeza, acerca de seguir enamorado de Hoseok.

Él mismo no se entendía a veces, porque una parte suya sentía que era cierto, pero ese otro lado se lo negaba tajantemente. ¿Se estaba mintiendo a sí mismo? ¿No sería mejor asumir sus emociones, sus sentimientos? Tal vez Hoseok le aceptaría de vuelta.

Pero no. Las cosas no funcionaban tan sencillo, ¿cierto? Porque que él quisiera a Hoseok, no significaba que Hoseok le quisiera a él. Hoseok era su mejor amigo, nada más, nada menos.

Y Yoongi no quería estar con nadie más, no luego de lo ocurrido con Namjoon. Alex le dijo que debería darse un tiempo para él, para estar soltero y alejarse de las relaciones, tal vez debería aceptar esa propuesta. Sin embargo, otra vez, había un lado de Yoongi que estaba tan celoso y triste de que Hoseok pudiera querer a alguien más.

Dios, qué enfermizo era.

Pudo sentir la ansiedad volviendo a aparecer en su cuerpo, con el corazón latiendo a mil, sus manos temblando de manera incontrolable. Lo único que sabía Yoongi es que no quería perder a Hoseok de ninguna forma y que era un egoísta de mierda, y eso le provocaba tantas ganas de llorar.

La puerta del cuarto fue abierta y su mejor amigo apareció, poniendo una expresión sorprendida.

―¿Yoonie? ―preguntó, atónito―. ¿Te sientes bien? Vamos, ven...

Hoseok, sin pensarlo dos veces, le tomó la mano metiéndolo en el cuarto y llevándolo a la cama.

―Fue un largo día ―comentó Hoseok, y Yoongi no sabía si estaba ignorando a propósito el hecho de que quizás escuchó detrás de la puerta su conversación―, ¿quieres recostarte un ratito? Puedo quedarme contigo si quieres.

―Quiero estar solo ―espetó Yoongi, tirando de su mano para que le soltara.

Hoseok parpadeó, más sorprendido todavía, sin embargo, terminó sonriendo con amabilidad. No importaba que tan hosco pudiera ser Yoongi a veces, el más alto siempre sabía qué decir o cómo actuar para no desencadenar una discusión.

―Está bien ―dijo, y Yoongi sintió la tentación de preguntarle sobre Jihyo, pero no quería hacerse más daño―, te vendré a buscar para la cena, ¿vale?

Quiso mandarlo a la mierda también, pero sólo asintió con la cabeza, rígido, y Hoseok le dirigió una última mirada antes de marcharse, tranquilo.

No podía comprender ni un poco como su humor estaba tan cambiante, un instante atrás sólo quería que Hoseok le diera un abrazo y ahora no quería verlo. Se tiró sobre la cama, hundiendo su cabeza en la almohada, conteniendo las ganas de gritar.

Sí, definitivamente iba a quedarse soltero, pero por el resto de su vida.

¡gracias por leer!

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