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El clima de aquella tarde favorecía para la ocasión. Jennie decidió llevar a Lisa una vez más, en su motocicleta, dándole el casco para que esta
pudiera protegerse en cualquier caso.

La castaña no podía borrar la sonrisa que tenía plasmada en su rostro, jamás pensó que podía sentirse así de feliz.

Lisa simplemente se abrazó a ella, rodeando su torso y observando como todo a su alrededor parecía quedarse quieto ante la rapidez en la que Kim manejaba. Nunca antes se había subido a un vehículo individual como ese, pero la sensación era tan fresca y le hacía sentir tan libre que poco a poco empezaba a gustarle.

Unos minutos más faltaron y Jennie logró estacionar la moto frente a un pequeño local de heladería. Hace poco había ingresado y tanto la atención como la calidad del producto fueron buenas.

—Llegamos —habló con suavidad, esperando a que Lisa bajara primero.

La pelinegra se sacó el casco y murmurando un gracias se lo volvió a entregar a Jennie, quien quedó embobada al ver la carita preciosa que Lisa poseía.

Manoban decidió no sacar sus lentes, después de todo no eran tan necesarias ahora que no habían clases de por medio.

—¿Jennie? —preguntó, topando su mirada accidentalmente con la contraria. Se avergonzó al darse cuenta que estaba observándola fijamente—. Jennie —volvió a pronunciar, tocando levemente su hombro.

—Uh, yo... —rápidamente parpadeo y moviéndose con nerviosismo, logró caerse de la motocicleta de la que no se había tomado la molestia de levantarse.

—¡Dios! ¿Estás bien? —preguntó con preocupación. Yendo hasta su lado y poniéndose de cuclillas.

—S-sí, estoy bien, estoy bien —fue lo único que pudo responder al sentirla demasiado cerca suyo. No podía evitarlo, la pelinegra lograba descolocarla por completo—. Ah, soy un tonta. ¿Verdad?

—Claro que no —negó levemente con la cabeza, un acto completamente tierno para la mayor.

¿Podía derretirse ya?

Jennie sentía el dulce perfume que emanaba, su angelical rostro estaba tan cerca que lo único que anhelaba era besarla con lentitud y ternura.

Suspirando con profundidad logró sonreírle levemente, siendo correspondida de manera instantánea y algo apenada. Lisa sintiendo la tensión, logró levantarse, acomodando su mochila y tomando cierta lejanía al fin. Jennie volvió a bajar la mirada, tratando de calmar los leves nervios y no seguir comportándose de manera tan rara.

—Yo creo que eres muy linda así —respondió con voz baja y cuando Jennie se reincorporó a su lado, solo volvió a sonreírle.

—Gra-cias —logró pronunciar y torpemente colgó el casco en el manubrio de la motocicleta—. Mejor avancemos —rodeó su cintura pero sin tocarla exactamente, y con su otro brazo indicó el lugar.

La pelinegra fue la que abrió lentamente la puerta, haciendo que un timbre que yacía colgado en el marco, sonara de manera linda. Jennie contempló un par de segundos más el precioso rostro de Lisa y luego se alejó dándole más espacio, señalando esta vez alguna pequeña mesa del lugar.

Rápidamente un chico vino a atenderlas, con una amplia sonrisa y un envase con servilletas adentro.

—Muy buenas tardes para la hermosa pareja —comentó con alegría, haciendo que los rostros de ambas se sonrojaran efusivamente.

—N-no, disculpe —intentó hablar la menor.

—No se preocupe, aquí respetamos a los clientes porque son nuestra prioridad.

Jennie jamás creyó que hubiera más oportunidades para sentirse así de avergonzada. Carraspeó levemente y trató de sonreír, la pelinegra solo tendió a bajar la mirada hacia la mesa.

—Supongo que, gracias —respondió—. Queremos pedir algo ya, por favor.

—De acuerdo, no se preocupen. ¿Les doy una carta o ya tienen en mente lo que quieren?

—Ah, espere. Lisa —tomó con cierta delicadeza una de las manos que la chica tenía en la mesa, solo para poder llamar su atención—. ¿Quieres alguna carta?

—Sí, me parece bien —habló sintiéndose cohibida. No podía evitarlo. 

El joven al escucharlo fue rápidamente a la caja principal, tomando dicha hoja y entregándosela.

—Tomen su tiempo, volveré en el primer llamado —hizo una leve venia y se fue a atender otra mesa.

—De verdad lo siento, pero él... —se limitó, no sabía que más decir. Lo último que deseaba era incomodarla.

—No te preocupes, el chico no sabía nada. Simplemente dejemos ese tema —la castaña
asintió más aliviada.

—Y bueno. ¿Qué vas a pedir?

—Algunos precios están elevados, optaré por algo simple —respondió mientras leía la carta, haciendo un pequeño mohín.

—¿Qué? —Jennie frunció levemente el ceño—. No hay problema en eso. Yo fui la que invitó y yo me encargaré de pagar —sonrió levemente.

—Es muy lindo y amable de tu parte, pero n-no puedo aceptarlo.

—¿Por qué?

—Uhm, solo pienso que es demasiado.

—No es nada —dijo con rapidez—. Yo... yo pago por esta vez y en o-otra ocasión lo haces tú. ¿Qué te parece? —sabía que se estaba arriesgando a un posible rechazo, mas nada perdía intentándolo.

Lisa bajó la hoja y la miró unos instantes. Sabía las intenciones con las que había dicho aquello. ¿Una salida más?, pensó. ¿Sería algo bueno?

—Solo recalco si así tú lo quieres —agregó, con un pequeño ápice de esperanza. ¿Cuánto no daría por tener más salidas con Lisa? Ni siquiera Kim podía contarlo.

"Las oportunidades suelen darse solo una vez en la vida", recordó a la otra Kim.

—¿Te parece bien? —Lisa observó aquellos profundos y brillantes ojos felinos. ¿Cómo negarse ante una mirada tan preciosa?

—Entonces que así sea —respondió, para luego sonreír ampliamente. Mostrando sus blanquientos dientes a la par que su perfecta sonrisa. Un aspecto totalmente hermoso que alteraba los latidos de Jennie.

—¡Gracias! —no ocultó su emoción, esbozando una gran sonrisa.

Tiene una adorable sonrisa de encía.

—A ti por esto.

—No te vas a arrepentir —habló con felicidad genuina.

—Ya empiezo a creer que no lo haré —concluyó.

Jennie volvió a mirarla con adoración, todo ella picaba en ansiedad por querer abrazarla
fuertemente.

—¿Y entonces qué pedirás, Lis? —titubeó un poco—. ¿P-puedo decirte así?

—Claro, no veo el problema —volvió a tomar la carta—. Por hoy solo quisiera una porción de helado de chocolate y fresa.

—¿Son tus favoritos?

—Es lo que más amo en este mundo —bromeó, sonriendo levemente.

—¡Bien! —levantó la mano, llamando la atención del joven.

—¿Y cuál es el tuyo?

—Todo el mundo ama el chocolate y pues yo también —se encogió de hombros con diversión—. Aunque también adoro el de lúcuma y vainilla. Ah, ya se me está haciendo agua la boca, voy a pedir ahora mismo.

Agitó más su mano y Lisa sonrió con ternura ante su comportamiento, sumando a que notó que las manos de Jennie eran totalmente diferentes a las suyas.

Estaba segura que sería una buena tarde.

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