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Lisa mordía una de sus uñas, simplemente no podía evitarlo, los nervios estaban gobernando más que ella. Miró por décima vez la hora en su celular y confirmó que no faltaba más de media hora para que Jennie llegara.

Era una cálida mañana del sábado, el preciso día en el que habían planeado tener su primera cita oficial.

Ah, no podía creerlo. Sus mejillas estaban levemente sonrosadas y eso que aún no había comenzado nada.

Hizo una lista mental de las cosas que podía llevar, pero Jennie tan solo le había dicho que sería una sorpresa. Dejándola sin alguna buena idea. Lo único que le sugirió es que dejase a Luca bajo el cuidado de Jisoo, quizás volverían muy tarde y no podían dejar solo al gatito.

Ahora mismo se encontraba poniendo un polo blanco y simple, para después ponerse su adorada suéter de cuadros. La ansiedad logró que se levantara mucho más temprano de lo normal y fue entonces que ya había tomado una larga y refrescante ducha.

Lo único que le faltaba era un par de pantalones, pero antes de siquiera ir a hacia su armario para buscar, unos toques en la puerta acabó con su poca calma. Aún traía su pantalón delgado de pijama y no quería que Jennie la viera así.

—Ya sabes que soy yo —la voz de la coreana sonó entre alegre y tranquila. Volviendo a tocar la puerta con algo de persistencia.

La otra simplemente resopló resignada con su búsqueda y se dirigió rápidamente hacia la puerta, abriéndola con lentitud para no poner en evidencia toda su emoción.

Su corazón volvió a latir de esa manera desenfrenada como cada vez que veía a Jennie. Lucía tan apuesta y atractiva como siempre. Con su cabellera castaña perfectamente peinada y sedosa, sus ojos gatunos brillantes y, su preciosa y blanca sonrisa.

Llevaba un conjunto de ropa deportiva, el pantalón chándal era levemente ajustado y se adhería a su piel, mostrando sus trabajadas piernas. Al instante Lisa se sintió tímida por haberla mirado de esa manera y a la vez, se sintió muy mal.

Ella estaba con simple ropa y el cabello todo húmedo y desordenado. De todas formas, se hizo a un lado para dejar que se adentrara a su habitación. Y otra vez no pudo evitar mirar su espalda muy bien marcada a la par que sus finos hombros.

¿Qué diablos me pasa?

La mayor tenía las manos en sus bolsillos y dando media vuelta para volver a ver a Lisa, le sonrió ampliamente. Esta tan solo observaba ahora la forma en que los brazos de Jennie se flexionaban y marcaban de una manera atrayente, todo gracias a que había remangado su polera, saliendo a la luz aquella lisa piel.

—Te extrañé a pesar de que te vi ayer —habló Jennie en medio de una boba sonrisa, acercándose a la chica para poder abrazarla. Lisa tragó saliva y se dejó envolver por los brazos de Kim en su cintura, a la vez que disfrutaba del delicioso perfume que traía puesto.

—Aún no estoy lista —murmuró cuando acomodó su rostro en el pecho contrario—. Y ni siquiera sé lo que voy a llevar.

Jennie soltó una risita nasal y tomó los hombros de la pelinegra para poder alejarla brevemente.

—No te preocupes por eso, luego compraremos todo lo que se necesitará.

—¿A dónde iremos?

—Ya te darás cuenta cuando mires todo el trayecto.

—¡Jennie! —le regañó, haciendo inevitable un pequeño puchero.

—No, esta vez no voy a caer —susurró con diversión, para luego darle un corto beso en los labios.

—Aún me veo mal, espérame unos minutos.

La castaña chasqueó la lengua.

—Nada de eso, te ves perfecta —dio un par de besos en ambas mejillas.

—¿Estás bromeando? —intentó ponerse a la defensiva, pero claro que casi ni funcionaba debido a lo melosa y dulce que podía llegar a ser Jennie—. Ah, al menos déjame ponerme unos jeans.

—¿Por qué no vas con unos shorts? —inquirió esta vez sentándose en el borde de la cama.

—¿Qué? ¡Por supuesto que no! —hizo un mohín disgustada—. Mis piernas son realmente una vergüenza, son todas delgadas y demasiado blancas. Ni de broma me atrevo a exponerlas, se van a burlar.

—Para mí son perfectas, demasiado esbeltas —la miró fijamente, con una sonrisa muy diferente a las demás. Lisa se removió inquieta—. Pero creo que tienes razón, yo tampoco quiero que alguien te vea.

—¡Hey! —se quejó—. Eso sonó mal.

—Lo malo es que alguien más sepa que tus piernas son muy lindas —se encogió de hombros.

—Ahg, eres una tonta —rodó los ojos—. Ya cambié de idea, me pondré otro conjunto que me quede suelto y se me haga más cómodo.

—La culpa es tuya —se echó en la cama estirando sus brazos en el colchón—. No hay ningún problema para mí. De todos modos todo te queda malditamente bien.

Lisa refunfuñó y trató de ignorarla, yendo a su armario para buscar su conjunto.

—No tardaré más que cinco minutos —comentó con rapidez, encerrándose en el baño con todas sus cosas.

Kim soltó un bostezo y movió su pie izquierdo con insistencia. Aunque no pareciera, se encontraba igual o más nerviosa que Lisa. Ella jamás había tenido alguna cita y menos con alguien tan especial como lo era la tailandesa. Aveces temía de cometer algún error que hiciera que la menor la dejara por alguien mejor. La inseguridad se apoderaba de ella en las veces que se ponía a pensar en plena madrugada. Manoban había calado tan profundo en su corazón que simplemente ahora temía de no ser alguien suficiente. Después de todos los errores no se borran fácilmente y una persona no cambia de la noche a la mañana. Pero aun así, Jennie estaba segura que lo lograría, confiaba en que ya no volvería a ser la chica de hace unos meses atrás.

Ahora tenía a Lisa, ahora podía tomar su mano, ahora podía apreciar su sonrisa, ahora podía descubrir nuevas cosas y nuevos sentimientos, ahora simplemente podía vivir de manera diferente y al lado de la chica que ha logrado enamorarla por completo. Y no había forma de arrepentirse. Jennie nunca lo haría, ni por nada ni por nadie.

—Ah —suspiró—. Te quiero, Lisa, te quiero demasiado —sus suaves palabras divagaron en aquella vacía habitación. Sintiéndose a gusto con las sensaciones que la pelinegra podía causar en ella.

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