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—Bueno, creo que ya estoy lista —la suave voz de Lisa hizo que la castaña se reincorporara rápidamente.

Kim no pudo evitar mirara con demasiada fijeza. Inconscientemente relamió sus labios y apreció con total lentitud aquella esbelta figura.

—¿Qué pasó? ¿Me veo mal? —preguntó con preocupación, deslizando su mano por el suéter para poder desaparecer cualquier arruga. No contando con que aquel conjunto hacía lucir sus curvas de una manera linda y sutil.

La polera blanca y holgada era sujetada por sus pantalones anchos justo a la altura de su cintura, resaltando lo pequeña que era esta y a la vez haciendo que sus caderas se vean deliciosamente más prominentes; cayendo a juego con el delgado choker negro que decoraba su lechoso cuello y cierta parte de sus atractivas clavículas.

Ah. Tan delicada y preciosa que Jennie simplemente no podía quitarle la vista de encima.

—Eh... ¿Podemos irnos ya?

—...

— ¡Jennie! —esta vez el grito de Lisa hizo que la mayor se sobresaltara y cayera estruendosamente al suelo. Lisa se llevó las manos a la boca medio asustado e intentó acercarse a ella.

—¡Estoy bien! ¡Estoy bien! —exclamó, alzando la mano derecha para luego levantarse torpemente.

Lisa soltó un suspiro aliviado y puso algo de distancia entre ambas.

—¿En qué rayos estabas pensando? ¡No me escuchabas para nada! —le recriminó.

Jennie tragó grueso y se rascó la nuca en claro acto de nerviosismo. Mierda, sabía que estaba mal mirarla con claramente otras intenciones. Estaba más que claro que era demasiado pronto. Pero aun así, con Lisa como una dulce tentación, simplemente no podía ser tan fuerte. Lo sabía.

—Uh... —acarició su mejilla interna con la punta de su lengua—. No, nada importante —resopló—. ¿Nos vamos ya?

Lisa se dejó convencer y asintió levemente, cruzándose de brazos para dejar que Jennie saliera primero del apartamento. Su mirada fue fija, como tratando de buscar algún error en las acciones de la coreana.

—¿Seguirás viéndome o te dignarás a acompañarme? —la pelinegra observó la amplia y ladina sonrisa contraria.

Rodó los ojos y se dispuso a salir para cerrar correctamente la puerta con su llave. Justo antes de dar vuelta, sintió como su cintura era rodeada por los brazos de Kim. Un tacto tan cálido y dulce a la vez.

—Te ves hermosa —susurró juguetónamente, dejándole un corto beso en la mejilla.

—Lo sé —sonrió Manoban, decidiendo divertirse también—. Muchos me lo han dicho.

Jennie estuvo a punto de acomodar su mentón en el hombro de la chica, mas detuvo todos sus movimientos al haber escuchado aquello claramente.

—¿Quién fue? —su voz se volvió más áspera. No podía controlarse en ciertos casos. Y el no recibir respuesta solo logró exasperarla más—. Lisa —la llamó una y otra vez, resoplando para soltarla y hacer que diera la vuelta.

La aludida se contenía mordiéndose el labio inferior. Sin embargo, ver el ceño fruncido de Jennie junto a su tensa mandíbula la hizo decaer para soltar una sonora risa. Lisa también había aprendido a adorar la forma en cómo la castaña se enojaba por simples cosas.

—¿De qué te ríes? —se quejó fastidiada.

—Tu cara —más risas se escucharon—. Si te hubieras visto, Dios —limpió las esquinas de sus ojos, fingiendo llorar por la diversión del momento—. Eres una celosa de primera.

—A mí no me parece gracioso —respondió de manera seca, siendo esta vez ella quién se cruzaba de brazos—. No me gustan tus bromas.

—Oh, vamos, sí fue divertido —una hermosa y amplia sonrisa decoró su rostro.

—Por supuesto que no, además no estaba celosa.

—Ajá —Lisa rodó los ojos—. Es increíble que no quieras aceptarlo.

Acomodó mejor su cabello y emprendió su camino dejando a Jennie atrás. No pasaron muchos segundos para que la mano de la mayor en su muñeca la detuviera en un acto delicado.

—¿Pero es cierto? —sus ojos brillaban en curiosidad. Lisa sonrió de lado y alzo una de sus cejas.

—¿Sobre qué?

—Pues... uh, l-lo de eso —empezó a balbucear. Aflojando la fuerza de su agarre hasta dejarla libre. Ahora mismo se sentía avergonzada.

—¿Decías? —le incitó, sonriendo a más no poder.  

—Ahg —suspiró—. Nada, olvídalo.

Manoban carcajeó unos segundos, no sabía si lo que sentía era raro para los demás, pero, amaba ver a Jennie celosa y, también adoraba verla apenada.

Le gustaba apreciar como aquellas prominentes mejillas se ponían adorablemente sonrosadas que únicamente la incentivaban a abrazarla con fuerza. Así que no se contuvo y lo hizo, cortando la distancia y aferrándose a su torso.

—Me encanta verte así —murmuró con felicidad genuina, poniéndose levemente de puntitas para dejarle un casto beso en la comisura del labio, para luego esconder su rostro en el cuello de esta.

Kim sonrió con suficiencia.

—Tú me encantas de todas las maneras posibles.

—Mentirosa~ —se quejó, dejando un suave golpe en su pecho.

—Por supuesto que no —la tomó del mentón, haciendo que ambas conectaran sus miradas—. Todo lo que te digo es totalmente cierto —susurró acercando de a poco ambos rostros—. Me encantas —murmuró, para luego fundir sus labios con los adversos en un nuevo y lento beso. Sin alguna otra intención, solo puro anhelo y amor.

Lisa fue la que concluyó el ósculo con un sonoro chasquido, empujando levemente a Jennie para poder así separarse por completo.

—Yah~ hay que irnos que si no tardaremos mucho más —hizo un pequeño puchero—. Ya quiero saber a dónde iremos.

—Está bien —asintió—. Lo que ordene la chica más preciosa de todo el mundo —hizo una reverencia de manera divertida.

—¡Jennie Kim! —y la castaña sonrió al notar como las mejillas de Lisa se ruborizaban.

[...]

—¿Qué hacemos aquí? —fue lo primero que dijo al momento de bajar de la motocicleta.

—¿Tú qué crees que se hace en un supermercado? —respondió burlona, sonriendo al ver el entrecejo fruncido de Lisa.

—Eso ya lo sé, tonta. Me refiero a que... ¿Estaremos aquí todo el día?

Esta vez fue el momento de Kim para reír fuertemente.

—¡Ya! —se quejó.

—¿No es obvio acaso? Ni tú ni yo hemos traído algo que no sea mi motocicleta. Bueno, además de eso tengo mi billetera —se encogió de hombros—. Así que compraremos todo lo necesario, incluso hasta una gran mochila.

La boquita de Lisa hizo una perfecta 'o' al comprender todo.

—Me parece una gran idea.

—¿Trajiste dinero?

—Por supuesto que sí. Compartiremos los gastos.

—Hey no, yo invito por hoy.

—Siempre dices eso y nunca llega mi turno —resopló.

—Esta vez sí lo digo en serio.

—Es muy injusto —se cruzó de brazos—. Yo también quiero aportar.

—Lisa...

—Jennie... —la llamó, acercándose a ella hasta envolver aquel cuello con sus delgados brazos—. Por favor. ¿Sí?

Jennie realmente titubeó, perdiéndose en aquellos preciosos ojos color miel y lo reluciente y tersa que era su piel blanca.

—Ah, de acuerdo —concluyó, posando sus manos en la cintura de Lisa para dejarle un pequeño beso en los labios.

Esta sonrió ampliamente y tomó la mano de la mayor para halarla hacia la puerta principal del supermercado. Realmente le emocionaba compartir momentos con la chica, aún si eran comunes, al estar a su lado lo hacía mucho más especial.

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