l. Hero Returns, Empty Handed

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chapter l.
( battle of the labyrinth )
❝ hero returns, empty handed ❞

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Los cercopes son estúpidos. Los originales —dos hombres mono que se convirtieron en los monstruos que son ahora después de robar a Zeus— eran molestos, pero no estúpidos. Sus primos lejanos son tan estúpidos que es triste. Ya me cansé de ver a estos monos enanos riendo y parloteando sobre cómo ganarán y servirán a su amo y nos comerán para cenar. No llegaban más alto que mi rodilla, con cuerpos de simios regordetes, como chipances con grandes barbas blancas y esponjosas. Era como hablar con un Papá Noel pequeño, excepto que no recibía ningún regalo y que quiero matarlos ahora mismo. Sin embargo, Hermes me dijo que me darían la respuesta que buscaba. Confía en el dios de los ladrones para que me envíe a los monstruos ladrones.

Así que no se me permitió matarlos.

Fue idea de Cain dejarlos ganar. Dejar que nos ataran para hervir en el fuego en el que nos iban a quemar. Parecía que también quería asesinarlos. Will seguía alejándose de ellos hurgando en su pelo dorado, diciendo que se largaran.

Lo que pasa con estos pequeños canallas molestos es que amaban las cosas brillantes. Les encantaba por completo. Todo su nido estaba cubierto de joyas, placas, armaduras y espadas. Hermes nos dijo que les diéramos objetos brillantes a cambio de respuestas. Cada uno de nosotros encontró algo brillante para darles, por tres preguntas y tres respuestas. Una: dónde estaba Nico. Dos; cómo encontraré mis poderes. Y la tres era por si necesitábamos preguntar una más. Porque he estado en demasiados escenarios en los que obtuvimos la pregunta que queríamos responder y luego tuvimos un millón más para cuestionar que no pudimos.

Al principio, íbamos bien. Pensamos que podíamos entrar, darles los objetos, hacer las preguntas y luego salir. Estábamos de nuevo en Nueva York y quería ir a saludar a Percy después de su orientación en el instituto. El instituto, ¿no tenía como once años no hace mucho? No he pensado en ese sitio. De hecho, cuando le conté a Hannah lo que quería hacer (no lo de encontrar a Nico, sino lo de que tal vez haya una forma de recuperar mis poderes), ella y Cory decidieron que sería mejor que me educaran en casa.

En un principio, lo planeaban incluso antes de que les hablara de la búsqueda. Habían pensado que era lo mejor teniendo en cuenta la cantidad de monstruos que estaban apareciendo por culpa de Luke y Cronos, y lo fuerte que era mi olor. Vendieron la casa familiar a los primos de Hannah y ahora vivíamos en el campamento. Bueno, ellos vivían. Hice lo de siempre, me quedé allí hasta que Will, Cain y yo nos fuimos a nuestra búsqueda que no sabíamos cuánto tiempo nos llevaría. Aunque, para ser sincera, no sabía que nos llevaría medio año. Eso es mucho tiempo.

No fue como si estuviéramos de misión todo el rato. Volvíamos al campamento de vez en cuando. Paramos y visitamos a Percy. Nos pusimos al día con Thalia y las Cazadoras. Tuvimos que buscar a Nico más allá de la región de Nueva York, desviándonos cuando conseguimos pistas para otras cosas. (Cosas de la Emisaria de la Luz).

Fue medio año de idas y venidas, de aquí y de allá, de esta búsqueda y de esta otra, pero fue medio año.

Uno largo.

Sin embargo, se hizo más fácil con la llave de un carro solar colgando de mi cuello.

Pero esta podría ser la oportunidad de una respuesta definitiva. Todo lo que nos decían, todo lo que encontrábamos, nos llevaba de vuelta aquí. ¿Adónde? Bueno, eso era lo que planeábamos preguntar a estos tipos, hasta que Cain arruinó todo.

Bueno, no lo arruinó... pero sí. Es complicado. Todos teníamos nuestros objetos listos. Entramos en la pequeña cafetería cerrada con grandes esperanzas, esperando que esto acabara de una vez. Eran molestos cercopes, ¿qué podía salir mal? Todo.

En cuanto entramos, nos emboscaron. Diez pequeños monos enanos corriendo hacia nosotros con mini palas y espadas, parloteando. Podríamos derribarlos fácilmente, pero Cain me dijo que sería más fácil dejarlos que ganaran, y luego engatusar a las criaturas para que nos dieran las respuestas con objetos. Así que ahora estábamos atados junto a un horno en la cocina trasera cuando podría estar fuera ahora mismo, yendo a ver a Percy después de meses.

Mientras charlaban, discutiendo sobre ollas y sartenes y porciones, Cain se inclinó y susurró.

—No pensaba llegar tan lejos.

—Claro —le respondí—. Es obvio.

Él puso los ojos en blanco.

—Mira, no podemos luchar contra ellos, así nunca querrán ayudarnos.

—Tampoco quiero que mis días terminen por haber sido comida por Cercopes. Imagina el bochorno.

Will me miró, horrorizado.

—¿Eso es lo que te preocupa?

Me volví hacia las pequeñas criaturas que seguían parloteando, harta. Así que dije:

—¡Eh!

Se congelaron. Todas y cada una de las cabezas se giraron para mirarme; fue algo espeluznante.

—Vosotros no queréis comernos.

Uno parloteó, otro carraspeó.

Ya estaba muy cansada. Era mejor que esto. Me he enfrentado a Titanes e Hidras, y ¿ahora me hacen encarar a estos tipos?

—Estamos aquí para obtener respuestas. ¿Queréis cosas brillantes? —me moví para poder sacar el brazalete de mi bolsillo. Era algo que había comprado en una tienda de artículos de segunda mano, pero brillaba con pedrería. Cuando cayó al suelo, todos los Cercopes se asombraron. Uno se abalanzó para robarlo, pero mantuve el pie sobre él para que no pudiera cogerlo. Gimió mientras intentaba sacarlo de mi suela—. Pues responded a nuestras preguntas y dejadnos marchar.

La mayoría se quejó y entonces eché el pie hacia atrás y la pulsera desapareció bajo mi zapatilla.

—¿Gimoteas? Pues no hay cosas brillantes.

Era como hablar con niños. Lloriqueaban y parloteaban, pero tras una pequeña conversación entre ellos, llegaron a una decisión. Se detuvieron y se volvieron hacia nosotros, esperando nuestra pregunta. Se sentaron con las piernas cruzadas, esperando como niños en un aula.

—¿Dónde está Nico de Angelo? —dije.

Parpadeos. Y luego parloteo. Segundos después, dos Cercopes se apresuraron a sus enormes pilas de objetos brillantes. Agarrando algunos, volvieron. Los dejaron a mis pies. Uno de los objetos era una talla de madera en miniatura de un hombre cayendo; parecía antigua, como si realmente fuera de la Antigua Grecia. Evidentemente, no se estaba cayendo, pero se podía intuir que su mano estaba extendida, esperando que alguien la agarrara y la cogiera. Tenía alas, no tenía ropa, la típica estatua mitológica griega.

Sabía quién era. Fruncí el ceño ante las criaturas.

—¿Qué tiene que ver Ícaro con el paradero de Nico?

Charlaron entre ellos y uno se acercó. Señaló el segundo objeto en el suelo a mis pies. Un viejo dibujo. No había nada en él, salvo un pequeño símbolo a un lado de la página: Δ, delta.

Se me heló la sangre. Sólo me quedaba una pregunta, sabía que quería preguntar por la respuesta para recuperar mis habilidades, pero...

—Ese es el símbolo de Dédalo —dije a los demás—. ¿Decís que Nico está en el Laberinto? ¿Dónde?

Will murmuró:

—¡Espera! ¿Qué pasa con tus...?

—¿Dónde está la entrada más cercana? —volví a preguntar.

Los cercopes parlotearon. Finalmente, uno se dirigió hacia la pila y sacó un collar. Lo reconocí. Era del Campamento.

Quité el pie de la pulsera. Se abalanzaron hacia ella, agarrando y empujando para conseguirla. Les dije al resto que también dieran sus objetos. Will se mostró reticente.

—Pero... ¿qué significa eso? ¿Qué es el Laberinto? ¿Dónde está Nico? ¿Y qué hay de ti?

—Dales el objeto, Will —le dije, y él suspiró antes de sacar un anillo de niño pequeño.

Los cercopes cumplieron su palabra y nos dejaron ir. Caminamos unas cuantas manzanas, sin hablar, hasta que me detuve junto a una parada de autobús público.

¿Por qué estaba Nico en el Laberinto? ¿Qué hacía? ¿Por qué había una entrada en el campamento? ¿Y en qué lugar? ¿Siempre hubo una y nunca me di cuenta? ¿Fue así como desapareció y nunca pudimos encontrarlo?

—¿Qué fue eso? —preguntó Cain, frunciendo el ceño—. Apenas sé de estas cosas. ¿Qué laberinto? ¿Quiénes son Ícaro y Dédalo?

Fruncí los labios. Suspiré y miré la hora. Maldije. Tenía que reunirme con Percy en treinta minutos.

—Mirad, chicos, volved al campamento, contadle a Quirón lo que hemos visto esta vez. No mencionéis a Nico ni el Laberinto en absoluto.

—¿Por qué? —preguntó Will—. ¿Por qué no podemos hablarle del laberinto?

—Porque si Nico está ahí dentro... —suspiré, sacudiendo la cabeza—. Tengo que reunirme con Percy. Hablaré con vosotros más tarde, cuando vuelva al campamento. Os lo explicaré.

—¿Por qué no puedes explicarte ahora? —Cain parecía un poco dolido.

—Mira —dije—, si quieres saber sobre Ícaro y el Laberinto, pregúntale a Annabeth. Pero tengo que irme.

—Tienes que ir a ver a tu amado...

Señalé con un dedo a Will. Sabía que había un rubor en mis mejillas, aunque no podía sentir nada más que frío.

—Cállate... no lo es. Tiraré a Michael del Puño de Zeus por contar eso.

Will se limitó a sonreír.

—Veréis una película.

Rodé los ojos.

—¿Y?

—Sólo vosotros dos... ¿no es una cita?

Le di un golpe en la cabeza. Will gritó, haciendo un mohín hacia mí.

—No es una cita.

—Claro —sonrió Cain—. Disfruta de la cita con tu amado... —saltó antes de que pudiera golpearlo—. Nos veremos en el campamento. Voy a charlar con Annabeth, si no me mata antes.

Me reí.

—¿Por qué tienes tanto miedo de Annabeth? No muerde.

Cain se sonrojó.

—Sólo me asusta, ¡¿de acuerdo?!

Rodé los ojos.

—Has estado en múltiples misiones durante el nuevo año, Cain, y Annabeth te asusta más que los monstruos a los que te has enfrentado.

—¡Cuando te mira es como si intentara descifrarte y me da mal rollo!

Me reí de nuevo.

—Ya. Nos vemos pronto. Hablad con Quirón y Annabeth, pero no de Nico.

Cain saludó con un dedo.

—Sí, jefa.

Los dejé allí, caminando sola por las calles de Manhattan hasta el instituto al que Percy quería asistir. Esto me da un deja-vu a cuando lo seguí a su secundaria antes de ir a el Mar de los Monstruos. Sólo espero no llegar y que lo haya volado por los aires. ¿Era demasiado pedir un día normal en el que pueda ir al cine con mi mejor amigo? Que tal vez me guste ¡pero no es el punto! ¡No es una cita!

Mientras caminaba, seguí pensando en lo que nos dijeron los cercopes. No llegué a preguntar lo que realmente quería. Nico y el Laberinto parecían una mini pesadilla. ¿Estaba ese niño en ese horrible lugar? ¿Solo?

¿En qué se estaba metiendo?

° ° °

Choqué contra Percy.

Él chocó contra mí, más bien.

De lleno. Me arrolló y los dos caímos al pavimento.

—¡Ow! —dije, frotando la parte trasera de mi cabeza.

Percy, que se había caído a mi lado, se incorporó.

—Oh, lo siento, espera —me ayudó a levantarme y pronto quedamos cara a cara.

Esperaba que Percy estuviera emocionado. No lo veo desde el año pasado. Pero hasta eso fue muy rápido. Tenía que ir a una búsqueda para recuperar algún carro —lo habitual, todos los carros de los dioses parecían desaparecer cada dos semanas— y yo debía volver a la mía después de conseguir otra pista. En realidad esperaba que estuviera muy, muy emocionado. O sea, yo lo estaba.

Le sonreí, olvidando por completo a los cercopes y a Nico y al Laberinto.

—Oye, mira por dónde vas Niño Acuático.

Percy había crecido desde la última vez que lo vi. Era más alto el año pasado, pero había crecido aún más. No tenía sentido, porque yo solía ser más alta. Pero ahora me había alcanzado e iba ganando. Su pelo seguía tan desordenado como siempre, y parecía que necesitaba un recorte para domarlo. Pero parecía que se lo habían cortado recientemente. Percy siempre tenía la costumbre de mover la cabeza para que el pelo le cayera sobre los ojos, lo que le hacía parecer una versión extraña de Justin Bieber. Me alegraba que se lo hubiera cortado. Seguía sobresaliendo por detrás y parecía sospechoso que no se hubiera pasado un peine hoy, pero no iba a seguir moviendo el pelo durante los entrenamientos cuando no podía ver dónde blandía su espada.

—¿Qué pasa? —ceñí ante la mirada ansiosa de su rostro—. Sé que parezco un poco maltrecha, he tenido un encontronazo con esos cercopes y demás pero no debería estar tan mal como para... —una voz me cortó.

—¡Espera, Percy!

Una pelirroja corriendo hacia nosotros. Vestida con unos vaqueros remendados y salpicados de pintura y una camiseta de un grupo musical era una gran manifestación, pero su pelo era lo más. Rojo, rizado, encrespado y absolutamente cubierto de polvo de monstruo. Entonces me fijé en el humo que salía detrás de ella. Miré hacia arriba y el colegio al que Percy debía asistir por orientación estaba en llamas.

—¿Qué has hecho esta vez? —le pregunté, cruzando los brazos. Mi buen humor había desaparecido. Envié una mirada fulminante a la chica—. ¿Y quién es ésta?

—Ah, sí. Rachel... Claire. Claire... Rachel. Hummm, es una amiga. Supongo.

¿Una amiga?

—Hola —dijo Rachel. ¿Por qué es tan bonita? ¿Por qué es bonita la amiga de Percy? Se volvió hacia él—. Te has metido en un lío morrocotudo. Y todavía me debes una explicación.

Fruncí. Rachel sonaba familiar. Las sirenas de la policía se acercaban por la avenida FDR.

—Percy —espeté. La película se posponía—, tenemos que irnos.

—Quiero que me expliques mejor eso de los mestizos —insistió Rachel—. Y lo de los monstruos. Y toda esa historia de los dioses —agarró el brazo de Percy. Inmediatamente, fui a detenerla, pero ella sacó un marcador permanente y escribió un número de teléfono en su mano. ¡¿Es en serio?!—. Me llamarás y me lo explicarás, ¿de acuerdo? Me lo debes. Y ahora, muévete.

—Pero...

—Ya me inventaré alguna excusa —dijo Rachel—. Les diré que no ha sido culpa tuya. ¡Lárgate!

Salió corriendo hacia la escuela. Deseé poder hacer agujeros en su espalda. ¿Por qué la amiga de Percy era tan bonita? ¿Por qué tiene un bonito pelo rojo y yo no? Le lancé una mirada a Percy antes de echar a andar por la calle.

—¡Eh! —Percy trotó hacia mí—. Había dos empusas ahí dentro. Eran del equipo de animadoras y han dicho que el campamento iba a ser pasto de las llamas, y...

—¿Le has hablado a otra mortal de los mestizos? —la palabra otra salió mucho más amarga de lo que pretendía.

—¿Qué? No —dijo Percy—. Esa chica ve a través de la Niebla. Ha visto a los monstruos antes que yo, es la que conocí en la presa Hoover...

—Ah, es esa.

—Um, sí —Percy frunció el ceño, logrando detenerse al mismo paso a mi lado—. No se lo dije a nadie más. Ella me ha reconocido...

—Es bastante mona —murmuré, entrecerrando los ojos. Vi cómo el rubor cruzaba sus mejillas y se me cayó el estómago. Así que le gusta. Genial. Simplemente genial. Le gusta una chica mortal. Una chica mortal con el pelo rojo y no yo.

—No... me había fijado.

Claro. Seguí caminando hacia la Avenida York.

Percy divagó:

—Arreglaré lo de la escuela —prometió—. De verdad, todo se arreglará.

No quería mirarle. No quería que viera lo molesta que estaba por el hecho de que conociera a una mortal. Hemos pasado por todo juntos, ¿y le gusta una chica que apenas conoce? ¿Murió en un barco para salvar a sus amigos? ¿Sostuvo el cielo con él? Hemos pasado por tanto. Sé lo que siento ahora pero... Pensé que Percy sentiría lo mismo. Que tal vez esto era una cita.

Pero ya no importa, ¿verdad?

—Me da que tenemos la tarde libre —murmuré, metiendo las manos en mis bolsillos cortos—. Tenemos que irnos, la policía debe de estar buscándote. De igual modo, debo regresar al campamento y hablar con Quirón sobre lo que Will, Cain y yo hicimos el último mes.

Percy frunció, vacilando un poco.

—Tienes razón. Debemos ir al Campamento Mestizo. Ya.

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