xviii. Haunting Of The Past

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chapter xviii.
( the sea of monsters )
❝ haunting of the past ❞

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¡VAMOS! ¡DEBEMOS CONTINUAR!

Las piernas de Claire estaban en llamas. Comenzaron a doler al menos hace una hora, cuando quiso dejar de correr por primera vez. Pero Luke la cogió de la mano y la arrastró, presionándola para que continuara.

—¡Casi estamos! —Grover gritó, mirándolos.

Los monstruos se estaban acercando. Seres gigantes horribles con un solo ojo. Tres murciélagos curtidos con látigos que ardían con fuego. Y perros del infierno más grandes que cualquier perro que Claire hubiera visto jamás. Sus mejillas estaban húmedas por lágrimas frescas, sus brazos y piernas estaban llenos de rasguños y arañazos. Quería acostarse y dormir, pero con Luke arrastrándola, no tenía más remedio que continuar.

Annabeth corría a su lado, con sus rizos rubios de princesa sucios de barro y llenos de hojas y ramitas. Sus ojos grises estaban frenéticos, su labio inferior temblaba. Tenía su daga en la mano, pero no podía hacer mucho con ella en ese momento.

Grover los guiaba, sus pezuñas cubiertas por la oscuridad de la noche.

—La patrulla nos verá... ¡vamos!

Había hablado muy bien del Campamento Mestizo. Un lugar donde estarían a salvo. Un lugar para gente especialmente como ellos. Donde podrían entrenar, vivir, dormir. Como un pensamiento distante, Claire se preguntó si tenían galletas...

Thalia iba detrás de Annabeth y Claire, blandiendo su lanza en la mano. La hija de Zeus, junto con Luke, era la mejor luchadora de monstruos que había visto. Claire sabía que con ellos sobrevivirían a esta pelea. Pero, ¿llegarían lo suficientemente rápido?

La colina era empinada para ella y las piernitas de siete años de Annabeth. Cada paso hacía que le ardieran los pulmones y le dolieran las pantorrillas. Claire sabía también que no podría seguir por mucho más tiempo.

Los monstruos se escondieron en los árboles. Eran tan altos que los ocultaban. La única forma en que sabían que estaban ahí eran las sombras de sus figuras que bailaban sobre la hierba. Imágenes aterradoras que hicieron llorar a Claire aún más. Solo quería dormir. Quería despertarse y ver que todo era solo un sueño. Los cíclopes, los perros del infierno, las Furias. Deseó que nunca hubiera sucedido.

Algo se atascó contra su pie y Claire dejó escapar un grito mientras caía al suelo. El dolor le abrasó el tobillo. Luke se detuvo de inmediato y fue a ponerla de pie.

—¡Vamos, Claire!

Pero cuando intentó ponerse de pie, todo lo que sintió fue un dolor horrible. Gritó y negó con la cabeza.

—¡No! ¡Me duele! —comenzó a sollozar.

Annabeth trató de ayudarla, tirándola hacia arriba, pero Claire siguió gritando. Luke la detuvo.

—No, se ha torcido el tobillo.

Los ojos de Grover estaban llenos de miedo.

—¡Ya casi llegamos! ¡¿Puedes llevarla?!

Thalia lanzó una mirada nerviosa detrás de ella. Sus rugidos se acercaban. Luke cogió suavemente el brazo de Claire y Grover el otro y lentamente la pusieron de pie. Claire se mordió el labio para detener sus gritos. Quería dormir. Quería que todo esto se detuviera.

Annabeth tenía lágrimas en los ojos.

—¡Se están acercando!

—¡Vamos, podemos conseguirlo! —Grover y Luke comenzaron su camino hacia la cima de la colina con Claire cojeando entre ellos.

—No lo lograremos —dijo Thalia—. Está muy lejos.

—Sí, sí podemos —le dijo Luke. Annabeth revoloteó a su alrededor, sin saber qué hacer.

Thalia miró pensativa. Sus cejas oscuras se arrugaron sobre sus ojos azul eléctrico, como un rayo. Miró hacia atrás una vez más, luego respiró hondo, como si estuviera tomando una decisión.

Claire miró con los ojos muy abiertos, su estómago retorciéndose en un nudo cuando Thalia se dio la vuelta. Hizo girar su lanza y se preparó para adoptar una postura.

—¡Idos! ¡Yo los detendré!

—¡No, Thalia! —Luke gritó—. ¿Estás loca?

—¡Idos!

Claire comenzó a sollozar mientras Luke y Grover continuaban. Luke tuvo que agarrar la mano de Annabeth y arrastrarla también mientras gritaba por Thalia.

Detrás, Thalia Grace se puso de pie frente a los monstruos. Las Furias atacaron desde arriba y bloqueó el látigo, girándolo alrededor de su lanza y tirando. El monstruo chilló mientras caía al suelo. Thalia apuñaló a la criatura por la espalda y se convirtió en polvo.

Claire intentó mirar hacia atrás mientras se acercaban a la cima. Thalia esquivó un segundo golpe de la siguiente Furia, pero un perro del infierno hincó sus garras a lo largo de su espalda justo detrás de ella.

—¡THALIA! —chilló Claire alarmada.

La hija de Zeus se balanceó, arqueando la espalda por el dolor. Cuando Claire pensó que la matarían, un crujido llenó el aire. El llevo en la parte de atrás de su cuello hormigueó, el aire alrededor de ella olía metálico.

Entonces Thalia levantó su lanza hacia el cielo y un rayo cayó sobre la punta, y apuntó hacia las Furias y los perros. Claire observó con asombro cómo el rayo los reducía a polvo.

Pero convocar un rayo le quitó la energía. Parecía agotada y Claire estaba preocupada por las marcas de garras en su espalda.

—¡Vamos, Thalia! —gritó Grover—. ¡Vamos!

Claire miró hacia atrás una vez más, viendo a Thalia correr hacia ellos. Recordaba haber estado muy cerca... lo suficiente como para haberlo logrado.

Luego, una mano grande y peluda salió de la nada y agarró a Thalia. Ascendió en el aire y con un poderoso rugido, fue arrojada.

¡THALIA! ¡NO!

Sus gritos se detuvieron cuando aterrizó. Un crujido enfermizo llenó los oídos de Claire y las lágrimas corrieron por todos sus rostros mientras su amiga soltaba un último suspiro antes de que su rostro se pusiera pálido y sus ojos perdieran su chispa eléctrica.

Annabeth gritó y trató de correr hacia ella, pero Luke la detuvo.

Claire supo entonces que iban a morir. Al mirar hacia la oscuridad y ver un gran ojo verde.

Pero entonces sucedió algo extraordinario. El trueno rodó por encima de ellos, e incluso los monstruos se volvieron para mirar cómo los dedos de Thalia se estiraban hacia el suelo. Su piel se convirtió en corteza y musgo, y de su torso brotó un pino. Se elevó hasta que fue más alto que cualquiera de los otros árboles en el bosque que los rodeaba.

Con él, vino una explosión. Una luz azul extendiéndose de derecha a izquierda. Luego se desvaneció, como si nunca hubiera estado allí. Pero cuando el cíclope fue a atacar, su puño quedó atrapado en una barrera azul. Lo intentó de nuevo, pero fue retenido una vez más.

Todos miraron al monstruo con sorpresa antes de que Luke gritara:

—¡Vamos! —t él y Grover continuaron llevando a Claire al campamento, con Annabeth corriendo a su lado.

Thalia los había salvado. Una última vez.

*

ME DESPERTÉ CON EL SONIDO DE LA BOCINA DE UN COCHE.

El novio de Hannah, Cory, golpeaba su mano en el borde del volante con frustración.

—Tiene que ser una broma.

Se pasó la mano izquierda por el pelo negro, alborotándolo por atrás. A nuestro alrededor había tráfico. Estábamos en Alto Manhattan. El sol mañanera se atascaba detrás de algunos de los edificios que nos rodeaban. Hannah miró a su alrededor.

—¿Estás segura de que Percy vive por aquí, Claire?

Miré por la ventana, al lado de la siguiente calle había apartamentos de ladrillo, lo mismo que en nuestra izquierda.

—Uh... no estoy tan segura. Dijo algo sobre esta calle...

Da igual lo que pienses. No stalkeaba a uno de mis mejores amigos.

Habían pasado siglos desde que soñé con esa noche en la colina. Había empujado ese recuerdo de Thalia al fondo de mi mente para dejarlo morir. Pero he tenido sueños recientes del campamento en peligro. La barrera que nos mantenía a salvo rompiéndose, y el campamento invadido por monstruos, me hizo recordar la noche en la que Thalia nos salvó.

Por eso buscaba a Percy. Sabía que el campamento estaba en problemas y que probablemente tendría algo que ver con él. No echándole la culpa mientras lo señalaba con el dedo. Más bien tipo: eres-el-hijo-de-Poseidón-todo-ha-cambiado-y-está-relacionado-contigo-sí-o-sí. No iba a regresar al campamento sin Percy. Tenía que saberlo, o tal vez ya sabía algo al respecto.

Así que le dije a Hannah e instantáneamente me dejó irme el resto de la última semana de clases antes de las vacaciones de verano. Empacamos mi maleta para el campamento, empujamos a Cory al auto y nos dirigimos a Manhattan para buscar a Percy y contarle lo que sucedía.

Cory dejó escapar otro suspiro de frustración.

—No sé lo que hace ese coche, pero me da que no se va a mover.

Miré una vez más hacia los apartamentos. Espero que este sea el lugar correcto.

—No pasa nada —desabroché mi cinturón y deslicé la correa de mi mochila sobre mi hombro—, puedo ir desde aquí.

Hannah miró hacia atrás desde el asiento del pasajero delantero.

—¿Estás segura, Claire?

Asentí con la cabeza.

—Tengo que encontrarlo —saqué mi daga de mi mochila y la deslicé en mi bota—. Estaré bien.

Cory frunció los labios.

—¿Se te permite llevar una daga? ¿Es legal?

Era muy nuevo en la idea de que yo fuera mitad diosa, mitad mortal. Pero hasta ahora, se estaba comportando muy bien. Le di una sonrisa.

—Lo más seguro es que no, pero ¿de qué otra manera voy a matar monstruos?

Palideció por un segundo.

—Nos vemos después del verano —les dije. Desearía tener una mejor oportunidad para despedirme, pero en este momento, el campamento era lo primero. Abrí un poco la puerta del coche y salí a la carretera. Hannah me gritó que tuviera cuidado antes de que cerrara, atravesara los autos inactivos y cruzara la calle corriendo hacia la acera.

Caminé por el callejón trasero junto a las escaleras de incendios a cada lado de mí. Traté de recordar lo que Percy me dijo en un mensaje iris no hace mucho: a la derecha, tres abajo, quinto piso, segunda ventana. Miré hacia la escalera de incendios y rápidamente me levanté de un salto, agarré la barra, me empujé sobre la manija y subí a los escalones oxidados.

Me detuve a unos cinco escalones. De repente pensé: ¿quería que me viera? Si Percy me veía en su ventana, se asustaría y pensaría que había estado allí el tiempo suficiente para verlo desnudo (ew) y no escucharía. Ni siquiera sabía si este era su apartamento o si ya estaba en su colegio. Tampoco quería asustar por completo a Sally, su madre.

Había aprendido un nuevo truco durante el período escolar con mis poderes. Si bien puede haber sido demasiado agotador cuando lo probé por primera vez y todavía consume mucha energía cuando lo uso, puedo manipular la luz para que me disfrace y me vuelva invisible a la vista. Cerré los ojos y canalicé mi energía. No estaba segura de cómo lo hacía. Solo me concentraba en el calor de mi cuerpo y subía de temperatura hasta que mis manos brillaban y luego desaparecían.

Retomé mi marcha por la escalera de incendios. Cuando llegué a la segunda ventana del quinto piso, miré el interior y me emocioné cuando vi a Percy Jackson erguido en su cama. No había cambiado mucho durante el año. Todavía era bajo, con el mismo cabello negro desordenado y ojos verde mar. Pero su rostro estaba empezando a tomar forma, la gordura alrededor de sus mejillas que tenía el año pasado había disminuido.

Pero luego miró en mi dirección y, olvidando que era invisible, me aparté de la ventana y apoyé la espalda contra el ladrillo. Sus persianas se movieron como si una brisa las hubiera hecho balancearse. Podía escuchar a Percy salir de sus mantas y caminar hasta aquí. Estaba a punto de mirar hacia afuera cuando alguien llamó a su puerta y su cabeza volvió rápidamente a su habitación.

—Percy, vas a llegar tarde —llamó la voz de su madre desde el otro lado.

Lentamente miré de vuelta a su habitación y lo vi mirándome fijamente, con una mirada de sospecha en su rostro. Pero no vio nada.

—Vamos, cariño —insistió su madre—. Es el último día de colegio. ¡Deberías estar entusiasmado! ¡Casi lo has conseguido!

—Voy —logró decir. Regresó a su cama y sacó su bolígrafo de debajo de la almohada. Anaklusmos o Contracorriente. Su espada de bronce celestial. Dejó el bolígrafo en su mesita de noche.

Antes de que comenzara a vestirse, bajé por la destartalada escalera. Decidí que podía esperar delante a que saliera del apartamento y seguirlo al colegio. O tal vez hablar con él por el camino...

Mi sueño seguía molestándome mientras esperaba al pie de la escalera, parada en la sombra del callejón trasero, esperando que Percy saliera a la calle. Hacía tiempo que no soñaba con Thalia y me preocupaba.

El Campamento Mestizo estaba en peligro y nadie ha sabido nada de Grover desde hace mucho tiempo. Desde que se fue a su búsqueda para encontrar a Pan, no había recibido un Mensaje Iris ni nada, y Annabeth me había dicho que ella tampoco. Esperaba que Percy hubiera tenido noticias suyas, ya que eran amigos cercanos. Pero mientras trataba de mantener una actitud positiva, había una sensación horrible en la boca del estómago que me decía lo contrario.

El sol de verano brillaba con fuerza, haciéndome entrecerrar los ojos y taparlos. Incluso con los edificios que me rodeaban, el sol todavía parecía llegar al suelo, reflejándose en postes de luz y automóviles. Los edificios bloqueaban el viento, pero nunca el calor.

Esperé a que Percy apareciera en la calle frente a mí. Ahora visible a simple vista, me escondí en las sombras de las salidas de emergencia para que nadie que pasara me viera. Sería extraño captar la atención de una chica random parada sola en un callejón oscuro.

Jugué con mi collar. Para un mortal desconocido, era solo una llave decorativa. Pero debajo del disfraz, era la llave de mi padre, el carro dorado de Apolo y un arma mágica. Con un movimiento de mis dedos, se transformaría en Portador del Sol, un arco peligroso acompañado de un carcaj que me daba las flechas que quería con solo un pensamiento.

Junto a mis habilidades en Photokinesis, algunos dirían que era una fuerza a tener en cuenta. Potente y mortal. Pero todos tenían sus debilidades, y mi propio poder era el más grande. Nunca podría usar demasiado porque me cansaría, y aún quedaba mucho por aprender que no sabía. Solo controlaba lo mínimo, pues la mayor parte era capaz de controlarla un dios.

Sin embargo, eso fue lo que pensaron. Y aquí estaba yo.

Después de lo que se sintió como una hora, finalmente vi una melena familiar de cabello negro caminando por las calles. Fui a gritar su nombre, pero me callé cuando lo vi detenerse y encontrarse con el chico de trece años más alto que había visto. Observé su ropa hecha jirones y su cabello castaño desaliñado, y luego vi su rostro y mi corazón se detuvo.

Era como si estuviera de vuelta en la colina, mirando ese ojo a través de la oscuridad. Era como si estuviera de vuelta en su guarida, sosteniendo desesperadamente la mano de Annabeth mientras llamaba a Luke, Grover y Thalia en los estrechos pasillos. Es la voz que había respondido, exactamente la misma que la de mis amigos. La cosa que agarró a Thalia y la mató.

Percy era amigo de un cíclope.

*

FUE COMO REABRIR UNA VIEJA HERIDA y frotarla con algo mucho más doloroso que la sal. Percy era amigo de un cíclope, la misma especie de monstruo que había matado a Thalia, que nos había atrapado en su guarida esa misma noche una hora antes. Mis pesadillas cuando era pequeña regresaron de repente, y tuve que esforzarme para seguir a Percy y su amigo cíclope al colegio.

Tuve rato para pensar. ¿Cómo es que Percy no había visto que su amigo era un cíclope? ¿No era la altura una revelación o el hecho de que tenía un solo ojo? Sabía que la niebla podía manipular a los mestizos si era lo suficientemente fuerte, pero Percy era uno poderoso y, a pesar de lo que pudiera parecer, era mucho más inteligente de lo que parecía.

Y, no obstante, no se había dado cuenta, y debe haber sido así durante todos los trimestres. Me desconcertaba. En esos momentos deseaba que Annabeth estuviera aquí, ella sabría por qué.

La Escuela Preparatoria Meriwether era extraña. Como escuela progresista, significaba que los estudiantes podían sentarse en pufs en lugar de pupitres, no obtener notas y que los profesores llevan tejanos y camisetas de rock para trabajar. Era un espectáculo en comparación con mi escuela privada en casa, donde teníamos que usar un uniforme con un código de vestimenta estricto.

Seguí a Percy todo el día y usé la niebla para hacer que los profesores y estudiantes miraran más allá de mí sin pensarlo dos veces, haciéndoles creer que era solo una estudiante más. Lo mejor de estar callada es que la gente no se fija en ti y puedes moverte tan rápido como una sombra y tan silenciosa como un ratón. Cuando lo necesitaba, me cubrí para que Percy no me viera. Pero me quitaba poder, e hice todo lo posible por encontrar formas de evitarlo.

Con solo estar en la escuela de Percy por menos de un día, ya podía considerar el tipo de personas que había. Percy (lo cual no es una sorpresa) era el 'friki de los perdedores' con su amigo cíclope 'Tyson', que era un gran bufón. Después de examinarlo un poco, me di cuenta de que todavía era bastante joven, sólo un bebé. Pero desconfiaba de él: los bebés cíclopes aún podían lastimar a un mestizo fácilmente. Luego estaban Matt Sloan y sus amigos, que eran los clásicos matones. Hubo momentos en los que quería golpearlos por insultar a Percy (solo yo podía insultar a Percy).

En sociales, me senté al final de la clase con la cabeza gacha, los brazos cruzados y la capucha de mi jersey sobre mi cabello rubio. Observé la espalda de Percy mientras abría su cuaderno para comenzar a dibujar mapas de longitud y latitud para sus exámenes. Él sonrió levemente ante algo, y al instante sentí curiosidad. Traté de estirar el cuello para ver por encima de su hombro, pero no era lo suficientemente alta.

Estaba a punto de pasar la página cuando Sloan se acercó y arrancó algo de las anillas. Era una foto, y ahora que la veía mejor, era yo. No estaba segura de si sonrojarme, halagarme o encogerme al verme con mi falda a cuadros azul hasta los tobillos, con los brazos cruzados y el pelo recogido en una cola de caballo apretada.

—¡Eh! —protestó Percy.

Sloan le echó un vistazo a la foto y abrió los ojos como platos.

—Ni hablar, Jackson. ¿Quién es? ¿No será tu...?

Sentía la parte de atrás de mi cuello calentarse, sabiendo exactamente lo que iba a decir.

Percy gruñó.

—Dámela.

Sloan pasó la foto a sus amigos, quienes rieron disimuladamente y empezaron a romperla para hacer bolitas de saliva. Apreté los puños y una vez más sentí la necesidad de golpear a Matt Sloan en la cara. Pero mi ira se transformó en confusión cuando noté las etiquetas con sus nombres en sus enormes y feos amigos: CHUPATUÉTANOS, DEVORACRÁNEOS y QUEBRANTAHUESOS. La mayoría pensaría que tienen un extraño sentido del humor, pero la parte piadosa de mí ahora los miraba con una repentina sospecha.

—Estos colegas se trasladan aquí el año que viene —se jactó Sloan—. Apostaría a que ellos sí pueden pagarse la matrícula, a diferencia del tarado de tu amigo.

—No es ningún tarado.

—Eres un auténtico pringado, Jackson. Por suerte para ti, en la próxima clase voy a acabar con todos tus sufrimientos.

Cuando sonó la campana, seguí a Percy y Tyson fuera del aula. Intenté llamarlo por su nombre, pero miró en el momento equivocado, sin encontrarme de pie en el salón de clases.

Antes de que pudiera intentarlo de nuevo, una multitud corrió hacia su siguiente clase, el gimnasio, llevándose a Percy y a Tyson con ellos. Dejé escapar un suspiro molesto y los seguí. Pero no llegué muy lejos cuando escuché que algo susurraba mi nombre.

Claire.

Pasó por mi oído como el viento, apenas se escuchó. Pero supe que no era mi imaginación cuando escuché mi nombre, nada es solo viento cuando eres mestiza. Me detuve en medio del pasillo. Todos habían ido a sus próximas clases, dejándome sola entre los casilleros. De repente se había vuelto muy frío y mi aliento se convirtió en vaho frente a mí.

Me invadió una sensación de pavor y me quité el collar. La llave se me escapó de los dedos. Apenas se movió una pulgada mientras caía, flotando. Sabía quién me hablaba. Incluso con el tiempo a mi alrededor más lento, mi corazón se aceleró. Cerré los ojos y respiré hondo, tratando de ocultar el miedo que quería consumirme.

—Déjame en paz —le dije, abriendo los ojos.

No me apresuraría tanto, Niña de la Luz —dijo la voz, y envió escalofríos por mi espalda—. Tú y yo necesitamos hablar.

—Preferiría pasar mi vida en tortura que hablar contigo, Señor del Tiempo —espeté.

Se rió entre dientes y resonó en los casilleros.

Sabes quién soy, qué inteligente.

—¿Por qué me hablas? —miré a mi llave caer muy lentamente—. No tienes poder, estás atrapado en el Tártaro.

El Señor del Tiempo volvió a reír. Esta vez, sentí como si me estuviera respirando en el cuello.

El Tártaro es mi prisión, pero puede ser mi libertad.

Fruncí el ceño.

—No lo entiendo.

Lo harás.

—¿Qué quieres?

Hablar —dijo Cronos.

—He dicho que no quiero.

Pero lo harás, especialmente cuando tiene algo que ver con tus poderes, Claire Moore.

Me helé. No quería sucumbir a los poderes de persuasión y manipulación de Cronos, pero incluso con la sangre de un dios, seguía siendo un ser humano, y la naturaleza humana traía debilidades, un talón de Aquiles.

—¿Qué pasa con mis poderes?

Mucho —el Señor del Tiempo susurró en mi oído derecho y luego en el izquierdo—. Sé cuánto poder tienes, hasta qué punto. Sé lo que puedes y podrás hacer en el futuro cercano, y lo que te hará... es el precio. Sé cuál es el propósito, por qué tu padre te los dio.

—Apolo me los dio para salvarme la vida —dije, pero en el fondo sabía que esa no era la razón; nunca hay una respuesta simple y heroica cuando se trata de los dioses.

Su risa resonó en mis oídos y en mi cerebro, haciéndola sonar contra mi cráneo.

Eres ingenua, Niña de la Luz, muy ingenua. Tu padre miente... es un ser narcisista que solo piensa en sí mismo. Vano... arrogante... para salvar su propia piel. Por eso te hizo la Aprendiz de Luz, porque sabía de su futuro y cómo le afectaría.

Ya había tenido suficiente. No quería creerle, escucharle, porque no importa cuánto lo negara, él tenía razón.

—¡Mientes!

Puedo contártelo todo. Puedo entrenar tus habilidades. Puedo hacerte poderosa... todo lo que necesito es tu cooperación... e información.

Me burlé.

—Estás loco por pensar que traicionaría a mis amigos por ti.

No por mí, por ti —Cronos se burló como un perro mendigante—. Descubrirás lo que siempre has deseado; te daré tiempo para que lo consideres.

Su voz desapareció y mi collar cayó al suelo.

Llegué al gimnasio para verlo en un desastre humeante. En un instante, giré la llave y sentí el peso del arco en mi mano y mi carcaj en mi espalda. Un pensamiento pasó por mi mente sobre lo que había sucedido y cayó sobre el cíclope. Maldije entre dientes; debería haberlo matado cuando tuve la oportunidad. Corrí hacia el borde de la puerta, golpeando mi espalda contra los ladrillos enyesados. Un olor a quemado me hizo toser y miré a mi alrededor para ver la mayor parte del gimnasio en llamas.

Percy estaba en el centro, vestido con el uniforme de gimnasia Meriwether y desarmado. A un lado, los vestuarios eran solo un montón de escombros. Las pertenencias de los jóvenes estaban desparramadas por el suelo junto a los escombros y las bolas gigantes humeantes.

El resto de los estudiantes gritaba, todos agachándose para cubrirse detrás de los escombros y tirando de las puertas, tratando de abrirlas. El amigo cíclope de Percy estaba aturdido en una pila de ladrillos debajo de un gran agujero a la derecha en la calle Church.

Un lestrigón estaba de pie, grande y de aspecto muy feo, con una bola de fuego ardiente en su mano carnosa, entre otros cinco montones de polvo. Le gritó a Percy, regodeándose.

—¡Bueno! Soy el único en pie. Voy a tener carne de sobra. Hasta para llevar una bolsita a mis Ricuras...

Fruncí ante el nombre ¿Ricuras...? pero me obligué a concentrarme y agarrar una flecha. Mientras levantaba la pelota y la apuntaba al cíclope, apunté mi flecha a su espalda.

—¡Espera! —Percy gritó, y mis brazos se aflojaron un poco. Mi mirada se volvió hacia él. Se veía horrible con su cabello más desordenado que de costumbre, las puntas humeantes y chamuscadas. Tenía rasguños en los codos y un corte sobre el ojo derecho—. ¡Es a mí a quien buscas!

El gigante sonrió con crueldad.

—¿Quieres morir tú primero, joven héroe?

No dijo nada, en cambio, cargó contra las pilas de ropa esparcida, sus ojos se enfocaron en cierto par de pantalones cortos y una camisa. Un bolígrafo brilló cuando se asomó por uno de los bolsillos; el único problema era que el gigante se interponía en el camino.

El lestrigón se rio.

—¡Se acerca mi almuerzo! —levantó el brazo para lanzar y yo apunté. En un instante, solté la flecha, la pluma me hizo cosquillas en los dedos y vi cómo se incrustaba en su espalda y salía a través de su estómago.

Su cuerpo se puso rígido. La pelota se le cayó de la mano y aterrizó con un gran golpe. La mirada del monstruo viajó hasta la punta de bronce que acababa de atravesarlo por detrás.

—Uf —murmuró, y estalló en una llameante nube verde. Una vez que se apagó, había una ordenada pila de polvo circulando a los pies de Percy.

El hijo de Poseidón parecía un poco desconcertado. Se agachó para recoger la flecha que estaba en el montón de polvo antes de mirar hacia arriba. Me miró a los ojos y le envié una sonrisa. Percy exhaló una sonrisa de alivio.

Me abrí paso cuando mi arco se convirtió en el collar que me deslicé sobre mi cabeza

—Eh, Cara de Alga, creo que eso es mío.

Tomé la flecha de sus dedos y tan pronto como tocó los míos, brilló en dorado antes de desaparecer. Matt Sloan, que se había estado escondiendo detrás de la puerta del vestuario, se puso de pie. Al verlo, me enojé y me precipité hacia él. Al verme, parpadeó, aturdido.

—Ésta es la chica... La chica...

Le di un puñetazo en la nariz y lo derribé.

—Y tú —le di una patada en el costado por si acaso— dejas en paz a mi amigo.

El gimnasio estaba en llamas mientras los jóvenes seguían gritando y corriendo. De fondo, escuché el aullido de las sirenas y una voz confusa por megafonía. Por las ventanillas de las puertas de emergencia divisé lo que parecía ser el director, que luchaba furiosamente con la cerradura rodeado por un montón de profesores agolpados a su espalda.

Me volví hacia Percy, que todavía estaba bastante sorprendido.

—Claire... —balbuceó—. ¿Cuánto tiempo llevas...?

Me encogí de hombros.

—Prácticamente toda la mañana. He intentado encontrar una ocasión para hablar contigo, pero nunca estabas solo.

La realización brilló en su rostro, y pensé, aquí vamos.

—La sombra que he visto esta mañana... Ay, dioses. ¡¿Estabas mirando por la ventana de mi habitación?!

Puse los ojos en blanco y agarré su ropa del suelo. Aunque nunca lo admitiré, sus palabras trajeron un tinte rosado a mis mejillas. Le tiré su ropa, Contracorriente entre ella.

—¡No hay tiempo para explicaciones, Percy! Tenemos que...

—¡Allí! —gritó una mujer. Las puertas se abrieron con un estallido y todos los adultos entraron de golpe.

—Te espero fuera —le dije—. Y a él también —señalé al cíclope, que seguía sentado con aire aturdido junto a la pared. Al ver su único ojo, no pude evitar mirarlo de reojo—. Será mejor que lo traigas.

—¡Qué dices!

—¡No hay tiempo! ¡Date prisa!

Encontré la fuerza en mí para volverme invisible con un pequeño destello de luz cegadora, haciendo que Percy se protegiera los ojos con un "¡whoa!"

Corrí hacia el enorme agujero en el costado del edificio y salté sin mirar atrás.

*

Primer capítulo de El Mar de los Monstruos, que emocionante oof. ¿A alguien le gusta Obey Me? Porque tengo un fanfic de Beelzebub que me hace mucha ilusión... lo dejo caer c:

¡Nos vemos en la próxima actualización!

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