xxxvi. Cain Richards

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Introduciendo a Tom Holland como Cain Richards

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chapter xxxvi.
( titan's curse )
❝ cain richards ❞

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Hay algo en el hecho de ser despertada que realmente odio.

Estuve a punto de golpear a Michael en la nariz del susto —se lo merece, es la persona más molesta que jamás conocerás, pero eso no es lo importante—; no sabía si me despertaría de nuevo en el Princesa Andrómeda, el oscuro lugar que Hades llamaba la Transición, o en los Campos Asfódelos, muerta. La idea de despertar y no estar en el campamento me asustaba.

Michael Yew se apartó de un salto, con aspecto bastante ofendido.

—¡Wow! Vale.

—¿Qué quieres, Michael? —puse los ojos en blanco mientras me sentaba. Me dolía la espalda. Debía de haber dormido mal.

—¿Por qué estás tan gruñona, Solecito? —se burló Michael.

Entorné los ojos hacia él.

—Te he dicho mil veces que nadie puede llamarme así, Michael.

—Expecto Percy.

Esperaba no estar colorada.

—Es distinto. Percy es la persona más testaruda del mundo.

—Claro.

Las ganas de estrangular a Michael Yew eran una sensación constante. Tenía el rostro más molesto: puntiagudo, snob y con aspecto de estar siempre juzgando algo o a alguien (la mayoría solían pertenecer a la cabaña de Afrodita.)

—No dudaré en matarte —le espeté, y él se limitó a girar los ojos. Supongo que estaba acostumbrado a mis amenazas de muerte, de hecho, parecía que estaba completamente feliz de que se las diera.

—¡Levántate y sal! El carro de papá llega... ¡y trae a Percy!

Solo oír su nombre me hizo saltar.

—¡¿Percy ha vuelto?!

—Sí —Michael se dirigió a la puerta—. Tu enamorado ha vuelto.

—No es mi enamorado.

—Ya.

—¡Oye! —traté de alcanzarlo, corriendo hacia él mientras abría la puerta y pasando a toda prisa antes de que la cerrara. Michael me miró molesto desde la punta de su nariz, a pesar de ser de la misma altura—. Si Percy, Annabeth y Grover han vuelto, ¿significa que Thalia también?

—Sí, por supuesto...

No hizo falta que terminara, porque vi que la multitud se agolpaba alrededor de un gran autobús escolar amarillo que se estrellaba en el agua. En cuanto lo hice, empecé a correr hacia ella. Thalia... Thalia estaba viva. ¿Qué aspecto tendría? ¿Igual que la recordaba? ¿O habría crecido? ¿Seguiría llevando la misma ropa gótica y punk, o más exactamente, su chaqueta de cuero cubierta de insignias de bandas, sus botas de combate y sus vaqueros negros rotos?

Me abrí paso entre un grupo de chicos de Hermes. Travis Stoll me echó una mirada ansiosa mientras lo empujaba, desesperada por ver a mi vieja amiga.

Percy ya no importaba, todo lo que podía pensar era Thalia, Thalia, Thalia...

¡¿Thalia?!

Mi voz sonó antes de que pudiera detenerla. La vi, de pie junto a Grover con aspecto muy agitado. Parecía mayor, pero era ella... era ella.

Todos los demás a mi alrededor eran un borrón. Thalia era el único foco de atención. No pude detener la risa, ni las lágrimas. Simplemente corrí hacia ella, lanzando mis brazos a su alrededor antes de que pudiera pensar dos veces.

—¡Oh, por los dioses! Estás viva, Thalia... oh dioses... —me aparté, sonriendo alegremente ante su cara de confusión.

Por el rabillo del ojo, Grover parecía a punto de desmayarse.

—¿Tú... tú...? —tropezó con sus palabras.

—Yo no... —Thalia arqueó una afilada ceja negra—. ¿Quién eres?

Mi sonrisa vaciló un poco. Claro... no me reconocía. He cambiado mucho desde los siete.

—Soy...

—¿Claire?

Mi corazón dio un salto. A un lado estaba él. A diferencia de todos los demás, Percy no se había empapado; jamás se empapaba por ser el hijo de Poseidón. Parecía más alto y su piel se había bronceado desde la última vez que lo vi. Su pelo negro estaba desordenado... bueno, más desordenado que de costumbre, lo cual tenía sentido, ya que el grupo se estrelló en el lago.

Quería saludar... pero resultaba incómodo. De todos modos, no tuve la oportunidad de hacerlo, porque Thalia habló con tal vacilación que parecía no poder dar crédito a lo que veía. Imagino que le dijeron que yo había muerto.

—¿Claire...? —su voz sonaba igual. ¿Cómo podía sonar igual?—. Tú... me dijeron que habías muerto... —pareció atragantarse, pues sus palabras goteaban pesadamente en su lengua.

Y tuve que apartar la mirada. Me centré en Thalia, que estaba casi llorando.

Percaté que todos me miraban. Grover parecía a punto de desmayarse, Thalia parecía como si el mundo entero hubiera estallado de repente, Percy... no sé, estaba pálido, parecía sudado y, sin embargo, sus ojos verde mar estaban llenos de una extraña furia. Los tres mestizos desconocidos que habían encontrado miraban fijamente al frente, sin tener la menor idea de lo que estaba pasando. Y luego estaban las Cazadores de Artemisa, lo cual era extraño y hacía gruñir a un par de campistas. Después estaba mi padre, que soltó:

—¡Claire! ¡Has vuelto! Ya empezaba a creer que Hades jugaba conmigo al dejarte en la Transición durante tanto tiempo.

Me apartó de Thalia para darme un golpe en el hombro. Intenté no mirar de reojo. Lo sabía, claro que lo sabía. Era su plan desde el principio.

—Y siento esa tontería del Dominio de Hades —se desentendió como si no fuera gran cosa—, pero tenía que pasar. Siempre hay algo para Hades, se las apaña para hacer que todo sea para él.

¿Y tú no? Resistí el impulso de decir.

Sólo quería alejarme. Le dirigí una mirada suplicante a Thalia, pero estaba demasiado aturdida para reaccionar. También miré a Percy, pero sus ojos ardían aún más antes de que se marchara de repente, dejando una nube de miseria a su paso.

Estuve a punto de preguntarme por qué estaba de tan mal humor. Pensé que se alegraría de verme. Incluso sonreír y hacer una broma estúpida y fingir que todo era normal... Era lo que necesitaba. Necesitaba a Percy más que nada en este momento. Pero entonces me di cuenta de quién faltaba en el grupo que nos rodeaba: Annabeth.

° ° °

¿Qué le ha pasado? —era más una exigencia que una pregunta, pero era la única forma de sacar a Thalia de la estupefacción en la que se había metido—. ¿Qué pasó con Annabeth? ¿Por qué está Percy tan enfadado conmigo?

La hija de Zeus parecía nerviosa. Estábamos sentados en el salón de la Casa Grande, preparándonos para tener una reunión de capitanes para discutir lo que había pasado. Yo quería saber, en primer lugar, por qué todos estaban tan sombríos y qué demonios le había pasado a mi mejor amiga.

—¿Qué te pasó a ti? —titubeó Thalia—. Me dijeron que habías muerto.

Apreté los labios.

—No hablaremos de eso. ¿Y Annabeth? Habla tú primero, después yo.

Algo terrible debió ocurrir si vacilaba tanto en decírmelo. Mi pierna rebotaba al pensar que podía haberle pasado a Annabeth. No podía haber muerto, ¿verdad?

No, no podía morir. No después de todo lo que hemos pasado, sería demasiado cruel... incluso para las Parcas.

No, no lo haría.

—Eh... nos atacó una mantícora mientras intentábamos traer a los nuevos mestizos —Thalia comenzó. Sus ojos brillaban con culpabilidad, y me sentí ligeramente mal por ser tan exigente con ella—. Annabeth... bueno... se enfrentó a la mantícora cuando no debía y las cazadoras dispararon... —había un tono amargo en su voz, muy amargo—. Anabeth sobrevivió, pero la mantícora la arrastró justo después al vacío. No sabemos si está viva o no.

No hubiera preferido que me dijera que había muerto. El hecho de no saber si estaba viva o no me hizo retorcerme. Annabeth era mi mejor amiga, una hermana para mí, y la idea de preguntarme si mi esperanza era en vano, o si estaba en terrible peligro y dolor, me hacía querer golpear a alguien o algo.

—¿Y por qué está Percy tan cabreado?

Thalia frunció.

—Pues suena mucho a él, ¿no? Pero no entiendo por qué se enfadaría contigo.

Me di cuenta y mis hombros se desplomaron.

—Creo que sé por qué. Me culpa de lo de Annabeth. Yo no estaba allí, por lo que me echa la culpa.

—Eso no es cierto —dijo rápidamente Thalia—. Puede que Percy sea un idiota, pero nunca te haría eso. ¡Se alegra de tu vuelta! Créeme. Lo pasó mal durante el verano. La idea de que hayas vuelto a la vida puede sorprender un poco.

—Ha sido una sorpresa para todos —murmuré—. Si he de ser sincera —respiré profundamente—, ahora preferiría que Hades no me hubiera hecho volver.

Thalia entrecerró los ojos.

—No lo dices en serio.

Estaba a punto de demostrarle lo contrario, pero la puerta se abrió.

Percy entró con un aspecto bastante malhumorado. Sus ojos estaban provocando una tormenta que me hizo temer que las olas del maremoto se chocaran contra mí por todos lados. No me dirigió la palabra, sino que hizo un gesto para que dos chicos se sentaran en uno de los sofás. Uno de ellos era más joven que todos nosotros, de tez aceitunada y rizos negros y oscuros. En su mano sostenía lo que parecía ser una figurita. El chico que se sentaba a su lado tenía probablemente mi edad. Miraba a sus pies, jugueteando con sus pulgares. Su pelo castaño claro colgaba sobre sus ojos, que estaban oscuros por la falta de descanso. Al verlo, Thalia se apartó, lo que me hizo fruncir el ceño. Incluso Percy se sentó en la silla de enfrente, como si todos le tuvieran miedo. No sé por qué, no había nada que diera miedo en él.

Intenté captar la mirada de Percy, pero se negó a mirarme, así que fruncí el ceño y me volví hacia los recién llegados.

—Hola —dije con bastante torpeza—. Soy Claire, ¿cómo os llamáis?

—Soy Nico —dijo el joven. Sus ojos parecieron iluminarse al ver que alguien le hablaba, y el humor que tenía antes se disipó un poco—. Y este es Cain —señaló al chico que estaba a su lado. Tampoco parecía tenerle miedo.

—Hola, Cain —le sonreí y se sonrojó. Parecía sorprendido de que le estuvieran hablando.

—Uh... er... um, hola...

—Es un placer conoceros —continué—. ¿Cómo os sentís? Sé que esta experiencia puede ser... bueno, abrumadora, por decir lo menos.

Caín se limitó a asentir, rascándose la parte posterior de la oreja. Nico, sin embargo, estalló:

—¡Es increíble! ¡Todas mis figuritas son reales! ¿De quién eres hija?

No pude evitar sonreír a Nico. De por sí, era encantador. Yo sólo quería abrazarlo y protegerlo.

—De Apolo.

—Whoa... —se quedó boquiabierto—. ¡Lo conocí! ¡Nos trajo hasta aquí!

—Lo vi —me incliné hacia atrás.

—¿Tienes algún poder especial? ¿Puedes hacer volar un carro solar?

Me tensé. No quería parecer cerrada con este chico, pero sin darme cuenta, Nico había elegido las preguntas más incómodas para responder en este punto.

—Um... no. Soy una mestiza normal y sin poderes.

Percy levantó la vista con el ceño fruncido. Abrió la boca, como si fuera a decir algo, pero le envié una mirada que le hizo callar.

—Oh —la sonrisa de Nico se convirtió en un gesto de simpatía. Por un momento, pareció no saber qué decir. Finalmente, logró un—: Bueno, ¡eso también es guay!

En ese momento, la puerta se abrió y entraron Quirón y el Sr. D. Todos se callaron al ver al centauro y al dios del vino, y el aire tenso se espesó aún más.

Quirón sonrió.

—¡Percy! ¡Thalia! Y estos deben de ser...

—Cain Richards y Nico di Angelo —dije—. La hermana de Nico es mestiza también.

Quirón suspiró aliviado.

—Lo habéis logrado, entonces.

—Bueno...

Su sonrisa se congeló.

—¿Qué ocurre? ¿Y dónde está Annabeth?

—¡Por favor! —dijo el señor D con fastidio—. No me digáis que se ha perdido también.

Thalia frunció el ceño y me miró como si esperara que me explicara.

—¿A qué se refiere? ¿Quién más se ha perdido?

Antes de que pudiera responder, Grover entró trotando en la estancia, sonriendo como un loco. Tenía un ojo morado y unas líneas rojas en la cara que parecían sospechosamente la marca de una bofetada. Supongo que las cazadoras no disfrutaron precisamente de su compañía.

—¡Las cazadoras ya están instaladas!

Quirón arrugó la frente.

—Las cazadoras, ¿eh? Tenemos mucho de que hablar, por lo que veo —les echó una mirada a Nico y a Cain—. Grover, deberías llevar a nuestros amigos al estudio y ponerles nuestro documental de orientación.

—Pero... Ah, claro. Sí, señor.

—¿Un documental de orientación? —preguntó Nico—. ¿Será apto para menores? Porque Bianca es bastante estricta...

—Es para todos los públicos —aclaró Grover.

—¡Genial! —Nico le siguió alegremente afuera, con Cain yendo detrás.

Quirón se volvió entonces hacia mí y yo fruncí al saber que tendría que irme.

—Quirón, ¿no puedo quedarme? ¿Por favor?

—Lo siento, Claire...

Me levanté y, con prisa, me dirigí hacia él desesperadamente.

—¿Puedo al menos dirigir una partida de búsqueda para Annabeth? Está viva, ¿no? Tiene que estarlo.

—Ya veremos, Claire —dijo Quirón—. Te lo haré saber tan pronto como esté seguro de qué hacer.

No estaba contenta, pero lo dejé así. Molesta, salí de la Casa Grande.

Llevar un jersey, más una camiseta de manga larga y otra camiseta debajo, no me ayudó a mantener el calor. Tampoco lo hacían los faroles de fuego que colgaban del porche. Todo estaba frío. Yo tenía frío. Se me helaba la piel, y el enfado aumentaba. No tenía idea de por qué estaba tan enojada.

—¿Cómo te va la vida?

Habría saltado. Pero tenía razón cuando adiviné que al estar muerta, ya no tenía miedo. Entrecerré los ojos al ver a Hades. Estaba recostado en la mecedora, balanceándose de un lado a otro mientras se hurgaba las uñas, con el mismo aspecto de despreocupación que el Sr. D a diario.

Me miró, y con una sonrisa retorcida, dijo:

—¿Tema delicado? Perdona.

Como no dije nada, inclinó la cabeza.

—¿Has pensado en cambiarte de peinado? Parece que el dorado ya no te sienta bien. Demasiado vivo para tu personalidad. Te sentaría bien algo más frío.

—¿Por qué estás aquí? —me crucé de brazos y por un segundo Hades pareció ofendido.

—¿No se me permite ver a mi heroína? —había alegría en sus ojos sin alma—. Eres prácticamente mi hija adoptiva ahora, y Perséfone siempre se empeña en que visite a mis hijos... bueno, a nuestros hijos, pero estoy seguro de que tú eres una excepción.

—No soy tu heroína —apreté los dientes—. Y tampoco tu hija.

—Claro que no —jugaba conmigo y lo odiaba.

No quería seguir divirtiéndome, así que decidí aprovechar su estúpida visita y hacerle una pregunta que me moría por hacer.

—El Oráculo no me habló. Me dijiste que las Parcas decían que debía consultarlo a mi regreso, ¿por qué no ocurrió nada?

—A tu regreso, sí —asintió Hades—. Pero saber de dónde y cuándo volver es una historia completamente diferente.

Al darme cuenta de lo que quería decir, me quedé boquiabierta.

—Tienes que estar bromeando —no pude evitar hervir—. Me has engañado. No he vuelto por una profecía. ¡Me has mentido!

—Ah —extendió un dedo y chasqueó la lengua—. No he mentido, nunca miento. Sólo tergiversé la verdad. ¿No es de eso de lo que está llena tu vida, de verdades falsas? Tú, mestiza, te alimentas de ellas, confías en un Oráculo para descifrar tu futuro... ¡Eso son verdades tergiversadas en abundancia!

Tenía razón, pero eso no significa que me gustara.

Hades suspiró. Por un segundo pensé que mostraba compasión en sus ojos, lo cual no tenía sentido. Los dioses no muestran compasión.

—Estás destinada a estar viva, Claire Moore —me dijo, más suave ahora—. Es tu destino recibir esta profecía, sólo que no es el momento adecuado. Pero ocurrirá, confía en mí.

—No confío en los dioses —estreché los ojos.

—Pues confía en el destino.

No conseguí replicar. Fruncí el ceño al mirar a Hades: esto parecía muy fuera de su naturaleza. Estaba destinado a ser despiadado y diabólico. No simpático y amable.

—Una cosa más antes de irme, Claire Moore —continuó Hades mientras se ponía de pie y yo lo miraba a la expectativa de lo que iba a hacer—. Los hermanos Nico y Bianca di Angelo. Son míos, pero no debes decírselo a nadie.

Mis ojos se abrieron de par en par.

—¿Son tus hijos? Pero... ¿cómo?

—No debes decírselo a nadie —me dijo de nuevo, más severamente esta vez—. Ni siquiera a Quirón.

—¿Por qué me lo dices a mí?

—Porque quiero que los protejas —dijo Hades—Es tu trabajo, mientras estés bajo mi dominio, asegurarte de que sobrevivan. Asegúrate de que vayan por el camino correcto.

—Lo dices como si no...

—Promételo, Claire Moore.

No quería hacerlo, pero sentía que, por alguna razón, se lo debía.

—Lo prometo —dije, y hubo una oleada de alivio en el rostro de Hades.

—Bien, y a cambio de tu promesa —dio un paso adelante—, te diré la respuesta que deseas buscar —mi corazón latía eufórico, preguntándose qué significaba esto. Hasta que dijo—: Tu amiga, Annabeth Chase, está viva.

Y entonces mi respiración se detuvo por completo.

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