Capítulo 1 | Escalofríos

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CAPÍTULO 1 | ESCALOFRÍOS.

CHAD

Tomo la última caja, que por suerte es algo pequeña, con las dos manos y camino con ella hasta la salida del camión de mudanza. Salto para bajar y caigo con las piernas flexionadas, haciendo que el barro, que hay a causa de las constantes lluvias, salte en diferentes direcciones.

Y una de ellas es la cara de mi madre.

—¡Chad! —Me regaña limpiándose la cara con un pañuelo. Mi hermano menor se carcajea.

—Lo siento, má—Me encojo de hombros—. No te vi.

—Ve adentro y deja esa caja en algún lugar donde no estorbe—Ordena, para luego dirigirse a los hombres que se encargaron de traer nuestros muebles y demás hasta aquí. —. Y que tu hermano te ayude a acomodar lo básico.

—¿Yo por qué? —Bufa este, haciendo que yo rodara los ojos.

—Porque sí. Ahora vamos o te dejaré en la noche aquí afuera—Amenacé yo para molestarlo y empecé a caminar hacia la casa.

—¡Como si eso me asustara! —Escuché decir a Georgie.

Con la caja en manos me dirijo hacia la puerta, y quiero meter  éstas en el bolsillo de mi sudadera debido al frío mientras observo detenidamente el lugar en el que ahora viviré temporalmente. La casa está ubicada en una zona rural, donde los rayos de sol no hacen mucho de su presencia debido a la cantidad de árboles y la altura de estos. Cuando ya estoy frente a la casa, me detengo antes de pisar el pórtico y miro hacia arriba, examinando la fachada de ésta.

La madera pintada de blanco está algo desgastada y huele a humedad (como todo en este lugar), lo que me hace arrugar levemente la nariz. Los vidrios de las ventanas están sucias y un poco trizadas por razones qué no logro imaginarme. Pues están en la segunda planta y cerca no hay ramas ni nada por el estilo.

—¿Qué es...? —Dejé la palabra en el aire mientras fruncía las cejas y achicaba los ojos, buscando mejorar mi visión hacia la pequeña ventana redonda del ático. Detrás del vidrio y la suciedad, me pareció haber visto la silueta de una persona asomándose. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos ya no había nada.

Me quedé mirando un rato más intentando buscar una explicación lógica. Tal vez era una manta blanca que cubría algún mueble, o la suciedad del vidrio me confundió.

—Tal vez solo estoy cansado—Me dije a mí mismo.

—¡CHAD!

La caja en mis manos cayó al suelo al igual que mi alma (no literalmente), que después volvió a mi cuerpo luego de aquel susto. 

Miré a Georgie que se carcajeaba de lo lindo a mis espaldas por el susto que me causó. Y es que no me percaté en ningún momento de su cercanía.

—¡Georgie, te voy a matar! —Exclamé fastidiado y entonces lo tomé por las piernas y lo levanté del suelo para luego cargarlo como saco de papas. Hice caso omiso a sus quejas y me adentré a la casa para luego tirarlo sobre un sillón viejo que había en la sala, provocando que todo el polvo que yacía encima de él se levantara.

Georgie estornudó por eso y yo solté una risa.

—¡Eres un tonto, Chad! ¡Sabes que me mareo cuando me haces eso! —Se quejó mi hermano pero le resté importancia. Ambos nos quedamos en silencio un momento, observando todo a nuestro alrededor.

—Parece sacada de una película de terror —Dijo mi hermano refiriéndose a la fachada de la casa por dentro.

—Ni qué lo digas—Concordé—. Parece una de esas casas victorianas.

Volteé a ver a mi hermano que seguía sentado en el sillón. Miraba con desconfianza y miedo todo, y entonces se me ocurrió molestarlo un momento. Coloqué ambas manos en sus hombros y me acerqué a su oído.

—Imagina que Anabell o la mujer de la película "El Grito" venga arrastrándose por las escaleras —Le susurré.

—¡Quítate Chad! ¡Le diré a mamá que me estás asustando! —De un manotazo en las manos me apartó y salió corriendo hacia afuera, dejándome solo. Me reí con fuerza y luego me senté en el sofá, miranda hacia el techo.

Éste tenía un color amarillento y manchas oscuras del mismo color. Supuse que se debía a la humedad que debía haber en el piso de arriba. Prometí que luego iría a revisar por si había alguna perdida de agua que pudiera estar afectando el piso.

No me gustaba la idea de quedarme en la casa de mis bisabuelos ya fallecidos. Menos porque esta estuviera ubicada en medio de la nada. Sin embargo, me dije a mí mismo que debía esperar a que nuestra situación económica se resolviera un poco y luego irnos de aquí. Pues debido a que mamá se quedó sin trabajo no teníamos el suficiente dinero para seguir alquilando en donde vivíamos antes. Y como ésta casa era parte de la herencia de mi abuela por parte de mi mamá, ésta misma le dijo que podíamos quedarnos el tiempo que necesitáramos aquí ya que la casa se encontraba desocupada.

Cerré los ojos y solté un suspiro. Tan solo pensar en que debía ir a una nueva escuela luego de que terminarana las vacaciones (y si es que seguíamos estando aquí) me mareaba. Nunca fui alguien muy sociable, y por ende no se me daba bien empezar una vida en un lugar nuevo y conocer personas.

De pronto sentí que me estaba quedando dormido debido al cansancio por el viaje de dos días, hasta que de repente siento algo pesado en mis hombros. Y no sé como explicarlo, fue como si alguien depositara sus manos ahí, pero a la misma vez no podría pensar eso ya que no sentí exactamente un tacto como aquello. Solo un peso y nada más.

Aún sin abrir mis ojos, fruncí el ceño y murmuré:

—Georgie, ya deja de molestar enano.

Pero nada. No escuché su risa. Ni una sola respiración que pudiera delatar su presencia allí. Al contrario, al peso en mis hombros aún seguía. Y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza.

Bruscamente me puse de pie y miré hacia atrás, solo para encontrarme con la nada.

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