Capítulo 2 | ¿Parálisis del sueño o parálisis de miedo?

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CAPÍTULO 2 | ¿PARÁLISIS DEL SUEÑO O PARÁLISIS DEL MIEDO?

CHAD

—¡Chad, te dije que dejaras la caja en un lugar que no estorbara! ¿Por qué la has dejado tirada afuera?

Levanto la vista de mi celular y la dirijo hacia mi madre, quién me mira molesta con la caja cubierta de un poco de barro en sus manos. Me encojo de hombros y sonrío levemente para luego levantarme de las escaleras.

—¿Porque afuera no estorba? —Intento bromear. Mamá voltea los ojos y me entrega la caja a la vez que me ordena dejarla en mi nueva habitación y luego bajar a ayudarla a encender la estufa, ya que está anocheciendo y por lo tanto se pone más frío.

Con la caja en manos subo las escaleras y me dirijo a una de las muchas habitaciones que tiene la casa. Y lo cierto es que hacía un frío horrible que me ponía los pelos de punta. El pasillo era un poco largo y habían seis puertas en total, tres de cada lado y al final del pasillo un enorme ventanal sin cortina, por lo tanto esa parte era iluminada, aunque no mucho, por la luz del día.

—¿Ya elegiste una habitación? —Pregunta una voz infantil a mis espaldas. No me hizo faltar voltear para saber que se trataba de Georgie.

—No—Respondo sin dejar de caminar —. Y me da igual la verdad. Seguramente todas las habitaciones son igual de feas.

—Mm... ¡Yo elegiré esta! —Se detuvo frente a una puerta y por lo tanto hizo lo mismo. Luego la abrió y se adentró a la habitación. Por mi parte no quise seguirle, así que seguí mi camino hasta llegar frente a una puerta que llamó mi atención.

Si bien todas las puertas eran iguales (mismo color y estructura), la que tenía frente a mí me dio una sensación inexplicable. Como si algo me invitara a entrar y a curiosear. Cosa que me atreví a hacer.

Posicioné una mano en el picaporte y la giré. Un chillido un poco irritante penetró mis oídos cuando la puerta fue abierta, y un frío todavía más helado acarició mi rostro. Era extraño. ¿Cómo era posible que estuviera más frío en esa habitación que en el pasillo mismo?

Desde el marco, inspeccioné el lugar con mis ojos. Ni muy grande ni muy chico, habían ventanas de un tamaño perfecto que daba vista al patio trasero (lugar que no sabía que había ya que se encontraba detrás de la casa), un escritorio algo viejo posicionado en una esquina junto a un pequeño ropero. Del otro lado de la habitación había una cama para dos personas con nada más que un viejo y desgastado colchón. Hice una mueca ante el polvo y olor a humedad.

Terminé por adentrarme a la habitación y dejar la caja sobre la cama, abriéndola y descubriendo que era mía. Pues tenía unos cuadernos y lapices que usaba para anotar cosas o dibujar. Saqué primero el cuaderno que más utilizaba, su tapa era de cuero negro y sus hojas blancas sin rayas.

—¡Chad, ven aquí! —Escuché decir a mamá desde la planta baja.

—¡Voy! —Respondí y dejé el cuaderno sobre la cama para luego salir rápidamente de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí.

Bajé por las escaleras encontrándome con mamá y Georgie en la sala.

—Vayan a buscar un poco de leña para encender la estufa—Ordeno mamá —. Tendremos que calentar agua para tomar algo. No hay gas ni luz por ahora.

Fruncí mi ceño.

—¿Es en serio? —Me quejé —. ¿En qué pensabas? Si sabías que vendríamos aquí, ¿por qué no te encargaste de eso antes?

—No, no sabía que algún día pisaríamos esta casa, Chad. Todo fue inesperado. Así que deja de quejarte y colabora, ¿si? Mañana iré a hablar con alguien para que instale todo lo necesario respecto a la electricidad y el gas.

—¿Pero donde enchufaré mi tablet? ¡Quiero jugar con ella esta noche, mamá! ¡Y no tiene batería! —Se quejó esta vez Georgie, ganándose una mirada molesta de mamá.

Al final fuimos los dos a buscar leña. Qué por suerte no fue tarea difícil considerando el hecho de que por todos lados habían ramas que podrían servir. Cuando terminamos tuvimos que volver casi corriendo a la casa porque había empezado a llover.

Ahora nos encontrábamos en la sala los tres, sentados frente a la estufa mientras tomábamos un chocolate caliente junto a unos bizcochuelos que mamá había comprado en el camino hacia aquí. Por suerte la casa (o la parte donde nos encontrábamos) ya no estaba tan fría.

Las gotas de lluvia golpeaba fuertemente el suelo al caer, y los relámpagos iluminaban de vez en cuando la casa. Mentiría si dijera que aquello no me daba cierta angustia, y es que ¿quién estaría de lo más normal luego de que le pasara algo extraño en esa sala? Yo no.

Nunca le dijo nada a mamá ni mucho menos a Georgie. Pues solamente quería creer que todo se trató del cansancio que sentía.

Luego de que habláramos un poco decidimos irnos a dormir. Georgie se fue con mamá porque le daban miedo los truenos y por el hecho de que no había luz. Por mi parte usé la linterna de mi celular para alumbrar la habitación y acomodar la cama, colocándole mantas y una almohada que traía en parte de mi equipaje.

—Qué raro. No recuerdo haber hecho esto —Murmuré para mí mismo cuando tomé el cuaderno que había dejado sobre la cama.

En una de sus hojas había un garabato algo extraño. Un cuadrado dividido en el medio de forma vertical, con una equis en el rectángulo de arriba pero en una esquina.

—Georgie —Me quejé creyendo que esto había sido obra suya. Pues siempre le gustaba rayar la primer hoja en blanco que viera. Tiré el cuaderno encima del escritorio y me saqué los zapatos para luego acostarme y taparme hasta la cabeza con las mantas. La cama rechinó horrible cuando lo hice.

Me coloqué los audífonos y me puse a tontear con el celular mientras escuchaba música. Tenía un porcentaje de batería de 57% y el reloj marcaba las doce y y treinta y dos.

Entre juego y juego, se me hizo algo tarde y la lluvia y los truenos aumentaron. Son embargo, no fue eso lo que me desconcertó. Sino que el jodido volumen de la música se subió al todo y me aturdió. Inmediatamente le bajé el volumen desde la tecla, pero era en vano porque el volumen se volvía a subir.

El celular empezó a descontrolarse. Se trababa o seleccionaba aplicaciones qué nada que ver. Al final decidí apagarlo por completo y dormirme de una vez.

Pero para mi desgracia, esto no terminaba ahí. Cuando empecé a quedarme dormido, me pasó algo que me hizo acelerar el corazón. Sentí parte de la cama hundirse, más o menos donde se encontraban mis rodillas. ¿Lo peor? Qué yo no podía moverme. Por más que lo intentara, mi cuerpo no reaccionaba.

Quise abrir los ojos (cosa que sentí que podía hacer) pero a la misma vez no porque tenía demasiado miedo de lo que podía encontrarme. Y todo se puso mucho peor cuando sentí como si alguien se acercara a mi rostro. De repente sentí mi mejilla izquierda demasiado helada.

¿Eres tú?

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