Capítulo 10 | Un alma en pena

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Capítulo 10 | Un alma en pena.

CHAD


Después de haber almorzado junto a mamá y mi hermano, decidí meterme a bañar ya que ahora había agua y teníamos como calentarla. Por lo mismo que subí a mi habitación y comencé a buscar la ropa que me pondría. Debía de ser algo que abrigara ya que al ver por la ventana supe que pronto comenzaría a llover de nuevo. Lo cual no era novedad.

Tomé también mi celular ya cargado de la cama y me encaminé hasta el baño. Claro que ya había entrado anteriormente, pero aún me seguía sorprendiendo el horrible frío que hacía allí. Solo esperaba que se calentara un poco cuando el agua caliente comenzara a caer.

—Esperemos que haya agua caliente ahora—murmuré para después soltar un suspiro y comenzar a sacarme la ropa. Le di vuelta al grifo y enseguida el agua comenzó a caer. En lo que se calentaba busqué alguna canción de Three Days Grace en mi celular y cuando comenzó a sonar lo dejé bajo la toalla para que no se mojara.

Cuando me metí bajo el agua y mis músculos entraron en contacto con el agua caliente pude soltar un suspiro, relajado. Esto era lo único que necesitaba para poder pensar las cosas con claridad. Una ducha caliente y una buena canción de mi banda favorita.

A la vez que movía mis labios de acuerdo a la letra de la canción, a mi mente vinieron todos los sucesos que habían sucedido desde que llegamos.

Mentiría si dijera que esto no me asustaba ni un pelo. Claro que me angustiaba un poco, pero tal vez se debía a esas tantas películas de terror que me gustaban, que ya no sentía tanto miedo, sino curiosidad. Esta casa estaba llena de secretos. De secretos de mis bisabuelos.

¿Ellos realmente fueron así de malvados?

¿Habrían sido capaz de asesinar una chica? Lo dudaba demasiado. No tenía idea de lo que había sucedido luego de la desaparición de esa chica, pero estaba muy seguro de que ella no había sido asesinada por mis bisabuelos. Es decir, era muy macabro. Pero si de alguna forma me estoy equivocando, entonces comenzaré a creer que mis bisabuelos realmente eran unos sádicos.

«No seas tonto. Ni siquiera sabes si esas historias son reales, y en todo caso pasó hace muchos años» Dijo una parte de mi cabeza. Y en cierto modo era verdad.

Habían tantas cosas que no sabía, y si las sabía estaba la probabilidad de que fueran falsas. Lo único cierto aquí era que la casa estaba embrujada y mis abuelos eran unos brujos no muy amables que digamos.

Ah, y luego estaba esa espeluznante muñeca en el galpón.

Y un fantasma. Una chica fantasma que ni siquiera sé si fue real o producto de mi paranoica mente.

—Aunque pudo pertenecer a mi abuela—me dije a mí mismo refiriéndome de la muñeca, convenciendome de que era lo más lógico.

Luego de salir de la ducha, y mientras me envolvía una toalla alrededor de la cintura y me secaba el torso y rostro con otra toalla, mi celular comenzó a hacer ruidos extraños. La canción se trababa o iba demasiado rápido de un momento para otro. Lo tomé, frunciendo las cejas en modo de confusión. Y después de reiniciarlo, lo dejé sobre la ropa sucia.

Solté una maldición de pronto cuando miré al viejo y empañado espejo del baño y retrocedí con el corazón acelerado. Porque ahí, en el espejo, estaba reflejado el rostro de una chica. Era la chica fantasma que había visto en el ático.

—Mierda—murmuré, aterrado. No podía moverme, me sentía demasiado sorprendido de lo que veía frente a mí. Sin embargo, de un momento a otro la chica desapareció. Y cuando creí que eso había sido todo, solo tuve que voltear un poco el rostro para verla a un metro de mí, en la ducha. Pero debido al vapor del agua, no podía verla claramente. Solo fui capaz de captar el sobresaliente color de sus ojos.

Unos grandes y muertos ojos azules.

Y luego desapareció.

***


—Necesito ir al pueblo ahora —comentó mamá mientras jugábamos cartas Georgie y yo en la sala de estar, sentados en el sillón.

—¿Para qué? —pregunté concentrado en la jugada.

Ella se movió de un lado a otro buscando su bolso probablemente.

—Acabo de recordar que los pueblerinos no abren sus tiendas los martes —bufó—. Así que será mejor que vaya a comprar comida ahora.

Y mañana era martes.

Eché un vistazo por la ventana rápidamente, notando que afuera ya estaba lloviendo.

—¿Segura? —pregunté lanzando una carta ganadora, que hizo quejarse a Georgie—. No parece seguro.

—No me tardo—nos sonrió a modo de tranquilizarnos.

—¡Traéme un dulce! —pidió mi hermano antes de que mamá saliera por la puerta una vez encontró su bolso. Ella le respondió con un sí y se fue.

Estuvimos un rato más jugando con Georgie, hasta que se cansó de que le ganara y se marchó a su cuarto. Reí ante eso y me dispuse a echarle más leña a la estufa y calentarme un poco más. Me senté en el suelo frente a ésta, y apoyé mi espalda en el sillón.

Observé las llamas del fuego un momento. Y mi mente viajó hacia los sucesos en el baño, provocándome una leve angustia en mi pecho. Y no por mí, sino por mamá y Georgie. No quería que nada malo les sucediera.

Y lo sé, otra persona en mi lugar habría contado lo sucedido y también habría huido de esta casa. Pero aunque sonara tonto, quería saber lo que estaba sucediendo; entenderlo.

Quería saber quién era ella, y porqué necesitaba mi ayuda. Quería saber si era un ente malvado o solo un alma atrapada.

¿Y si era un alma en pena?

El fuego había comenzado a hacer un ruido que me incomodaba. Aunque solo se tratara de la leña quemándose. Y entonces, un grito proveniente del piso de arriba me alertó.

Georgie.

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