Recreo

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Parejas secundarias: Ninguna
Rating: K
Género: Romance
Advertencia: Intento de Fluff (?) , Universo Alterno

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Los niños adoran la lectura, ¿no?
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Los niños traviesos corrían con emoción en el parque de juegos del patio de la escuela primaria del pueblo. Entre los niños se podían diferenciarse toda clase de características físicas; unos altos, otros bajos, y de una gran variedad de rasgos. Y eso no les impedía jugar entre sí... Pero si otras cosas.

— Lo siento, Zeldris. — Dijo un niño rubio de unos 8 años a otro ligeramente más joven de cabellos negros. — Eres muy pequeño para jugar con nosotros.

— ¡Eso no es cierto! ¡Meliodas, solo me ganas con un año! – Exclamó molesto Zeldris, mientras veía a su hermano sonreírle con nervios, como si hubiera sido atrapado.

El pequeño Zeldris solo quería jugar con su hermano y su pandilla de los siete niños malos… Era un nombre raro, aparentemente luego lo iban a cambiar para que sonara más rudo. La niña de las coletas comenzó a jalar a Meliodas junto a un grupo de cinco niños.

— Lo siento, Zeldris. No quiero que por nuestra culpa te metas en problema. — Comentó Meliodas antes de dejarse llevar por aquella niña, dejando solo a su pequeño hermano.

Zeldris bufo molesto. Él tenía sus amigos pero siendo sincero, ellos eran algo raros... Más que los amigos de su hermano. Observó molestia a todos los niños que jugaban al su alrededor. Maldijo llevar el apellido Demon, todo aquel que lo escuchaba salía corriendo o lo miraba con cierta incomodidad. No por nada su padre era considerado como el “Rey Demonio” en el pueblo.

— Tonto Meliodas... Tonto apellido Demon… — Y así, Zeldris empezó a murmurar maldiciones mientras caminaba a uno de los árboles del gran patio. Tomó asiento en una de las grandes raíces de la planta y se dedicó a ver a los niños jugar sin restricción alguna.

Cuando se le había bajado lo malhumorado, notó cerca de él, un metro cuando mucho, a una linda niña de cabellos claros y trenzados leer un libro de fantasía. Zeldris se sorprendió ante lo linda que era esa jovencita, que se veía algo mayor que él como dos años.

Como si hubiera sentido que era observada, la niña volteó y se encontró con la mirada de Zeldris, quien rápido apartó sus ojos de ella. Pero todo fue opacado por un balón que voló a toda velocidad cerca del par de niños, sorprendiéndolos. La niña en su susto arrojó el libro, cayendo en una de las ramas del árbol.

— ¡Lo siento! — Exclamó el dueño del balón, quien tan rápido se acercó por la pelota se alejó de ellos.

Zeldris miraba con curiosidad a la niña, quien se había puesto triste al ver que su libro estaba atascado. Comenzó a lanzar piedras pero no lograba darle. El niño de cabellos oscuros se acercó a ella con tranquilidad, llamándole la atención.

— ¿No puede bajarlo? — Cuestionó Zeldris, intentado conocer el carácter de la niña, que por su apariencia se veía fina. Ella simplemente negó con la cabeza, sin quitar de su rostro su expresión de tristeza. — Yo lo puedo bajar, si usted lo desea.

— ¡¿En serio…?! Pero es muy alto. — Comentó la niña, mostrándose preocupada al ver que Zeldris había comenzado a escalar el árbol.

— Será fácil... Solo observe. — Con gran habilidad, Zeldris comenzó a subir el árbol. La pequeña niña observaba con emoción y, a su vez, preocupación. Pero en tan solo unos 5 minutos, él estaba frente a ella, entregándole el libro algo sucio.

— ¡Muchas gracias! — Exclamó con alegría y alivio, sonrojando a Zeldris ante la linda sonrisa que le regaló. — Mucho gusto, soy Gelda.

— Yo soy Zeldris. Estoy en primero. ¿Y usted? — Preguntó Zeldris con cierta curiosidad, Gelda tomó asiento en el pasto. Él imitó su acción.

— Yo estoy en tercero. Para ser alguien de primero eres muy educado... ¡Me agradas! — Comentó Gelda con tranquilidad, ignorando que había logrado poner nervioso a Zeldris. — Puedes hablarme de “tú”. No hay que ser tan formales.

— Sí... Me lo dicen a menudo… — Dijo Zeldris algo pensativo, ésta era la primera vez que se le decían tan amablemente. Usualmente él era serio, pero por alguna razón él quería seguir hablando con esa niña. — ¿Te molestaría si me quedo contigo lo poco que queda el recreo o preferías continuar con tu lectura?

Gelda lo miró unos momentos para sonreírle, ese niño tenía algo que le atraía. — Claro. Podemos hablar para pasar el rato, mi lectura la puedo continuar en casa…

— ¡Genial! — Exclamó Zeldris con emoción mientras se acercaba a ella para poder platicar. — Me gustan las historias de caballeros... ¡En especial si hay demonios y vampiros!

Al ver que Gelda lo miraba con sorpresa, Zeldris se maldijo internamente. Sus gustos eran algo “inadecuados” para alguien de su edad, se lo habían dicho sus amigos y tal vez su hermano. Su padrino, Cusack, estaba orgulloso de que él fuera muy maduro para su edad.

Siempre su apellido, su formalidad y sus gustos les dificultaba hacer amistades con niños. — Rayos, ella pensará que soy raro.

— ¡A mí también! — Le sonrió Gelda con entusiasmo a Zeldris, quien se sonrojó ante la repentina cercanía de la niña pues ella se acercó a él con el fin de mostrarle su libro. — El libro que estoy leyendo trata de eso…

Zeldris le regresó la sonrisa a Gelda, quien notó que él tenía una linda sonrisa. — ¡¿En serio?! Yo aun no sé leer, pero Cusack me lee unos cuantos libros...

— ¡Como el Rey Arturo o los siete pecados capital! — Zeldris asintió con emoción, provocando alegría a Gelda de conocer a otro interesado en la lectura. — Eso es genial, de hecho podría leerte el libro que tengo. Claro, si gustas.

— ¡Me encantaría! — Exclamó Zeldris emocionado. Gelda alegre, se acomodó de tal manera le pudiera enseñar las ilustraciones del libro. Y como si el tiempo había pasado en un parpadeo, el timbre del fin de recreo sonó, decepcionado a los dos niños. — Oh, ya se acabó el tiempo… ¡Y nos habíamos quedado en la mejor parte!

— Sí… — Murmuró Gelda algo triste mientras se levantaba y sacudía su falda escolar.

— ¡Mañana podemos continuar! — Gelda miró a Zeldris con un pequeño sonrojo, este niño le daba ternura. Ella asintió sonriéndole. — ¿En el mismo lugar?

— ¡Sí! Mañana traeré una manta para sentarnos cómodamente. — Comentó Gelda mientras abrazaba al libro con alegría. Ambos niños se adentraron de la escuela para después despedirse y dirigirse a sus respectivos salones.  Cada uno tenía una pensamiento en su mente.

Ella es muy linda… ¡Le diré a Cusack que me prepare algo para comer con ella!

Es muy lindo… ¡Le enseñaré a leer para que los dos podamos intercambiar libros!

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N/A: Hola a todos. ¡Gracias por leer y que tenga un buen día!

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