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     ENTRE LAS PENUMBRAS DE LA NOCHE, soñé con mi familia en Dantooine. Eran recuerdos de mi infancia y otros más recientes; situaciones que recordaba y algunas que no. La conversación con Anakin había hecho que pensara en ellos, después de muchos meses sin hacerlo.

     Me senté en el borde de la cama y despejé la mente, respirando profundamente. Las manos me sudaban un poco cuando salí de la habitación, caminando hacia el exterior para buscar aire fresco.

      De espaldas del Templo, sentada en las escalinatas, me refugié del mundo observando el alba hasta que llegó la hora de la reunión con el Consejo Jedi. Un poco nerviosa, me encaminé hacia la sala para reunirme con ellos y mi Maestra. Tenía hambre, pero estaba demasiado nerviosa como para comer algo antes de la reunión.

     —Todo saldrá bien, no te preocupes—fue lo único que me dijo Amara, cuando entramos e inclinamos la cabeza en forma de saludo ante el Consejo.

     —Maestra Blair, padawan Storm, tenerlas aquí, un placer es—habló el pequeño Maestro Yoda, quien estaba en el centro de la sala. Sus ojos me transmitieron seguridad y mis músculos se relajaron un poco. Con las manos detrás de la espalda, le respondimos y le agradecimos.

     —Con el éxito de la misión, la Republica agradecida está. Su primera misión en solitario, padawan Blair, óptima fue—asentí— . Con la Maestra Blair en el día de ayer hemos hablado, y comunicártelo, nos gustaría.

     Fruncí el ceño ante sus palabras, confundida, pero no dije nada esperando a que continuaran.

     —Venus, tenemos que hacerte un anuncio importante—dijo Mace Windu, quien estaba a la derecha del Maestro Yoda—. Debido a que hay un puesto disponible en el Consejo, hemos decidido ofrecerlo a la Maestra Blair, y ella ha aceptado nuestra propuesta.

     Abrí la boca sin poder creerlo, inconscientemente, y la miré de costado, mas sus ojos estaban observando a Obi-Wan, del otro lado de la sala.

     —Eso quiere decir—continuó hablando Obi-Wan—, que deberás continuar tu entrenamiento aquí, en Coruscant.

     No sabía que decir, me quedé callada procesando la información que acababan de darme. ¿Quedarme a entrenar, en Coruscant? ¿Dejar mi Templo y mi planeta? Todos me miraban expectantes esperando una respuesta de mi parte.

     —No...no sé que decir—murmuré—. No era algo que esperara, creí... creí que vendríamos unos días.

     —Una perturbación de la fuerza siento. De acuerdo con nuestra decisión, tu no estas—habló el Maestro Yoda—. En tu familia, pensando sigues.

     —No es que no este de acuerdo—me apresuré a decir—. Sabía que algún día podrá dejar Dantooine. Y aprender de su Templo es un honor para mi solo que... no pensé que tendría que dejarlo tan pronto.

     —Los Jedi no deben tender apegos—dijo el Maestro Windu—. Ni con personas, ni con lugares. La decisión ya está tomada; hemos mandado una nave a recoger tus cosas del Templo y algunas de la casa de tus padres. Llegarán en la tarde.

     Asentí con un nudo en la garganta. Tenía que irme de allí lo antes posible. Las manos me temblaban y retrocedí para salir, aunque todavía no me habían dado permiso.

     —Venus...—dijo Amara mientras me iba. Me siguió hacia afuera—. Siento no habértelo dicho antes.

     —No quiero hablar contigo—exclamé molesta—¿Por que no me preguntaste mi opinión?

     —Porque sabía lo que dirías, que no querrías irte—respondió Amara—. Pero en el fondo, sabes que es lo mejor. Tienes que superar la muerte de tus padres y esta es la mejor manera.

     —¿Alejándome de ellos? ¿Crees que pensar en mis padres es algo que elijo, y que por estar aquí ya no lo haré?

     —No, por supuesto que no es solo que...—me tomó del brazo—. No puedes avanzar si te quedas atascada en el pasado. No puedes cambiarlo, ni borrarlo. Si decides no perdonar tu pasado, este controlará tu presente y definirá tu futuro.

     Me giré y la miré a los ojos por última vez.

      —Lo estoy intentando.

     Mis padres no iban a regresar nunca. Mi hermano tampoco lo haría. Mi cerebro lo sabía, pero mi corazón no estaba listo para aceptarlo.


















   Seguí caminando, sin cruzarme a nadie en el camino, hasta que me detuve en uno de los grandes ventanales del templo. Observé el exterior y me apoyé sobre el vidrio, que estaba frío por las bajas temperaturas de la mañana.

     Me pregunté si algún día podría llamar a este sitio mi hogar; o si simplemente, nunca me acostumbraría a él. En casa disfrutaba de las mañanas soleadas, de los ríos y el césped. Los colores de las flores; el silencio.

     Detrás de mí, dos personas habían llegado y hablaban en voz baja. No obstante, no me giré, puesto que no quería llamarles la atención. A pesar de eso, fue uno de ellos el que me habló primero.

—La Maestra Blair no se veía muy complacida cuando me la crucé, hace unos minutos—dijo él con una sonrisa divertida en los labios—¿Qué habrás hecho en la reunión del Consejo?

—Yo no hice nada—contesté apretando los puños, sin mirarlo—. Ella ha sido la que ha omitido la información de que no veníamos de paso, si no para quedarnos.

—¿Y que tiene de malo aquí? Este es el mejor templo.

—Es fácil para ti decirlo, creciste aquí.

—Todos los padawan y maestros que están aquí tuvieron que dejar sus planetas, sus familias—respondió Anakin—. A veces hay que hacer sacrificios, aunque no nos gusten.

—Pues me hubiera gustado poder decidirlo—respondí, suspirando—. Es lo único que me molesta.

      Él no dijo nada. Solo me observó en silencio como hizo la noche anterior y se fue por donde se había ido su maestro antes, no sin antes decir.

—Buena suerte con tu entrenamiento, Storm. Comienzas mañana.

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