Prólogo

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De checo para Max:

—Hay amores que solo pueden existir en tu corazón, no en tu vida.

Tu mi querido Max eres uno de esos amores... aunque yo no lo quiera.

Te amaré para siempre mi amor <3




































De Charles para Max:

—A veces debemos aceptar que nada volverá a ser igual.

Pero eso no significa que no cueste aceptarlo, pero se que debo hacerlo y por eso lo intento.
Aunque se que nunca te dejaré de amar.

Te amaré por siempre Max <3





























































De Max para Checo y Charles:

—Y me despedí, sabiendo que no quería irme...

Espero y hayan entendido que a los dos los ame, aunque de formas distintas.

Nunca olviden que los ame <3



































—El amor es un sentimiento muy confuso pero a la vez lindo, porque te hace sentir muchas cosas buenas y malas... A veces más malas que buenas.
Pero a pesar de eso es algo sin lo que no podemos vivir... Aunque a veces pareciera que no lo necesitáramos.

—¡Papi! —grito el niño al ver al hombre que entraba por la puerta.

—¡Mi niño! —dijo mientras extendía sus brazos para recibir el abrazo del pequeño que venía corriendo asía el.

—Te extrañe... —susurro cuando se encontró envuelto en los brazos de su padre.

—Yo más mi bebé. —dice mientras deja un beso en la cabeza del menor. —Pero cuéntame que hiciste con la abuela cuando no estaba.

—¡Hicimos tamales! —exclamó feliz.

—¡Uy, qué rico! —dijo mientras levantaba a su hijo del piso para cargarlo en sus brazos. —¿Y los puedo probar?

—No. —le respondió mientras movía su cabeza negando repetidamente.

—¿Por qué no? —pregunto al mismo tiempo que dirigía sus pasos a la cocina del hogar.

—Porque son para la venta de la abuela. —le respondió y con sus manitas le pidió que lo bajará al suelo.

Checo dejo al niño en el suelo y este corrió asía donde se encontraba su abuela cortando verduras para la cena.

—Abue —la llamo el niño y al instante Marilú lo volteo a ver —¿puedo comer galletas? —le pregunto haciendo carita de perrito triste sabiendo que su abuela no se podría negar.

—Si, pero no muchas. —le dijo la señora y inmediatamente el niño salió corriendo asía el comedor donde habían dejado la galletas.

—Hola mamá. —dijo Checo mientras le daba en beso en la mejía a su madre.

—Holo mi amor, ¿Como te fue en el viaje? —dijo la mujer mientras volvía a cortar las verduras.

—Bien, lo mismo de siempre. Todo aburrido.

—¿Nada interesante? —pregunto y Checo solo negó con la cabeza.

Un momento de silencio fue el que hubo en la cocina antes de que Chequito entrará gritando y corriendo hasta su papá.

—¡Papá, papá! —gritaba mientras en su carita había una sonrisa, una sonrisa a la que a veces Checo le tenia miedo pues podía traer cosas buenas o malas.

—¿Que pasa campeón? —le pregunto su padre con miedo internamente.

—¿Podemos ayudarle a la abuela a vender tamales? —pregunto el niño con ojitos brillosos, maravillado por su idea y a Checo eso no le pareció tan malo.

—Podríamos, pero solo si tu abuela nos da permiso. —le dijo y el niño paso a ver a su abuela con ojitos tristes.

—Pero ustedes se tienen que ir para su casa no me podrán ayudar. —les dijo sin llegar a poner su vista en el niño pues sabía que esa carita la terminaría convenciendo.

—Pero podemos venderlos en nuestro vecindario. La vez que les mandaste tamales a los vecinos les gustaron mucho, ¿verdad papá? —le dijo y Checo solo asintió con la cabeza dándole la razón.

—Esta bien, pueden ayudarme vendiendo los tamales en su vecindario. —dijo suspirando vencida, para luego reír junto a su hijo por ver al pequeño niño sartar de la emoción, se notaba que la azúcar de las galletas estaba haciendo efecto.

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