2. Sincrónicos (versión 2016)

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Vuelo sobre la ruta y veo los cultivos debajo. Frente a mí, entre las nubes, hay una ciudad hecha de cristales. La plataforma en la que se encuentra está sostenida por unos pilares blancos, gigantescos. Llego a gran velocidad hasta ella y aterrizo para encontrarme con un grupo de seres de luz plateada. Hablamos y me dan un libro con la información que necesito. Tiene una inscripción en la tapa, pero no puedo leerla bien. Vuelo de regreso a casa y cuando estoy llegando al edificio de mi departamento, algo me mira desde la terraza. ¿Puedo entrar?, me pregunta. , le contesto, ignorando el miedo que siento, ya que solo es un sueño.

Estoy en mi cuarto y tengo una extraña sensación. No puedo moverme. Me invade un hormigueo, siento como si mi cabeza fuera enorme y percibo vibraciones en el aire. Hay una sombra en mi cuarto. Su respiración es pesada y gris. Trepa por mi cama hasta sentarse sobre mi entrepierna. ¡Comienza a quitarme la energía! Cada vez pesa más y me hace sentir tan débil. Trato de gritar, horrorizado. Quiero sacarlo de mi cuerpo. ¡No puedo! ¡Ayuda!, grito en mi mente. ¡Por favor, Dios mío! ¡Quítenme a este monstruo de encima! Viene un nombre a mi cabeza: ¡Arcángel Rafael!, exclamo. En ese instante una luz verde entra en mi ser, atraviesa mis centros de energía, llega hasta la sombra y se la lleva.

Despierto sobresaltado. Me toco la cara y el cuerpo, agarro las sábanas, deslizo la mano por la pared y chequeo que esto es real, que estoy en este plano. Miro el vacío, intentando comprender. Lo que sucedió recién, en este cuarto con esa sombra, ¿fue real? La ciudad que vi antes de despertar, la sensación de estar volando, ¿fueron un sueño? No puedo dudar de lo que acabo de ver en mi cuarto. Estaba consciente. Es increíble haberlo experimentado, me atemoriza y me resulta familiar a la vez.

Recuerdo que cuando salí del clóset, mis viejos se lo tomaron muy mal. Amenazaron con echarme (en ese momento vivía con ellos) y me dijeron cosas horribles. Al principio me había mostrado comprensivo, creyendo que lo hacían por ignorancia y quise explicarles que era una persona normal como cualquier otra, pero no quisieron entenderlo. Fastidiado, empecé a contestarles mal y nos peleábamos casi todos los días.

Una de esas noches, cuando estaba medio despierto, entró una sombra a mi cuarto. Pensé que era el gato y le permití subir a la cama. La sombra se abalanzó sobre mí y empezó a drenar mi energía. En aquel momento la eché igual que esta vez: pidiendo ayuda a un ángel. Cuando desperté me convencí de que había sido un sueño muy, muy extraño. ¿Y si esas cosas existen? Quizás esperan a que uno esté vulnerable para agredir. ¿Por qué me atacan a mí? ¿Será que lo hacen con todos, pero solo yo puedo verlas? Inquieto, busco mi celular y mando un mensaje a Cecilia, mi profesora de meditación.

***


Tengo ojeras y estoy por resfriarme. Lo que pasó anoche, haya sido una pesadilla o un hecho real, como aseguró Cecilia, terminó afectándome. Redacto el boletín de las tres de la mañana con furia. Un ewok, Nightwing y Spike tiemblan en mi escritorio. Suspiro y me paso la mano por la barba. No me gusta afeitarme y suelo dejarla crecer un poco, estos días todavía más. Está desprolija y debería arreglara, aunque me da mucha pereza. Levanto la mirada y me encuentro con el azul verdoso de los ojos de Gustavo, que sonríe. Son un océano de olas esmeraldas, olas que me envolvieron cuando me sumergí en aquel recuerdo de un tiempo no vivido. Sacudo la cabeza y suspiro. Tengo que dejar de pensar en boludeces. Continúo escribiendo el boletín, quedan pocos minutos para salir al aire. Lo imprimo y corro hasta el estudio. La voz me sale bien, aunque apagada por el cansancio. Voy hasta el pasillo y encuentro a Gustavo con mi muñeco de Spike.

—Golpeaste el escritorio y lo tiraste, con lo apurado que estabas. —Acerca su mano para dármelo. No la retira enseguida. Me acaricia un segundo con su dedo suave, disimuladamente.

—Gracias.

—¿Quién es?

—¿Quién? —Mis ojos marrones y cálidos se pierden en su media sonrisa.

—El muñeco. No lo conozco.

—Spike de Buffy la Cazavampiros.

—Ah, sí, vi algunos capítulos. Era el vampiro que se enamoraba de ella, ¿no?

—Sí. Buffy primero sale con Angel y después con él. La diferencia es que Spike elige redimirse y tener alma por el amor que siente por ella. Angel, en cambio, tiene alma porque lo maldicen y recién después... —Me interrumpo cuando Gustavo empieza a reírse—. Perdón, soy muy fan. No te aburro más.

—No, para nada. Me encanta. Podríamos ver la serie juntos un día, ¿no?

***


Son las seis de la mañana, mi horario de salida. Ficho, bajo dos pisos hasta el sexto (porque los ascensores siguen descompuestos) y corro al escuchar que la puerta está por cerrarse. Gustavo la detiene con el brazo y me sonríe. Sus ojos brillan cuando entro. Estamos exhaustos. No quiero hablarle. Estoy enojado, no sé si le gusto o si está jugando conmigo. Me resisto al perfume que me toma de las manos y tira de ellas pidiéndome que dibuje a ese cuerpo. ¿Por qué siento esto? Es un compañero de trabajo, nada más. Voy a quitármelo de la cabeza.

—Los chicos quieren juntarse el fin de semana. —Su voz cavernosa retumba en el ascensor mientras bajamos—. Solo nosotros, los de la trasnoche, en mi casa. ¿Querés venir?

—¡Sí, dale! —Las palabras salen de mi boca sin que las piense.

La escena estalla en mi mente: estoy borracho en el departamento de Gustavo, me tiro a dormir en un sillón, los demás se van. Quiero irme, pero me ofrece dormir en su cuarto. Caigo en su cama, cada uno durmiendo en un extremo hasta que giro y lo abrazo, perdido en el calor de su espalda.

—Al final, no nos juntamos a ver Buffy. Perdón.

—No pasa nada.

El ascensor se sacude. La luz se apaga.

—¿Qué pasó?

—No es raro que se descompongan. Voy a llamar a alguien.

—No veo nada.

Prendemos los celulares y nos iluminamos. Doy un salto. Hay una sombra en el espejo. En un segundo, que se expande en mi cabeza, la sombra se esfuma y revela una criatura violeta. Veo su piel escamosa y sus ojos de serpiente, verdes. Grito, giro asustado y me choco con Gustavo. Los celulares se caen y vuelve la oscuridad. Me abraza.

—¿Estás bien? Tranquilo.

—Vi... me pareció ver una cosa en el espejo.

Apenas logro articular, todavía asustado, pero enseguida me embriagan el aroma y el calor de Gustavo, sus brazos suaves y fuertes. Me olvido por completo de lo que vi. Gustavo tiene la cabeza apoyada en mi hombro y está pegado a mi cuerpo. Es un abrazo demasiado íntimo. Siento su energía, su luz, sus texturas, su... Empieza a acariciarme la espalda, muy despacio.

Me suelta, se separa de mí, la luz del ascensor se prende y vuelve a funcionar. Lo miro, él sonríe como si nada, giro hacia el espejo y no encuentro al monstruo, sino nuestros reflejos: el de él se agacha a levantar su celular, el mío tiene una expresión azorada. Cuando salimos del ascensor me cuesta recordar hacia dónde tengo que ir. El abrazo en la oscuridad se repite sin cesar en mi cabeza. ¿Pasó en serio? ¡Sí, pasó! Mi corazón se llena de felicidad, pero en seguida se opaca al golpearme la imagen de ese... ese demonio que vi en el espejo.

—Te tomás el 39, ¿no? Tengo que hacer una compra por ahí. Te acompaño.

No entiendo nada. No sé si prestarle atención a Gustavo que parece haberse vuelto puto en las últimas semanas o si preocuparme por las visitas de los espíritus y las visiones. Intento disimular que estoy abrumado y camino con él fuera del edificio. Mientras esperamos en la parada, le cuento sobre mi ex novio, la plata que no me devolvió y cómo me tortura con mensajes y mentiras. Gustavo me mira de arriba abajo con las manos en los bolsillos. ¿En qué estará pensando? ¿Me está tirando onda? ¿Cómo puedo dudarlo después de lo que pasó en el ascensor? Fue todo muy sincronizado. El corte de luz, el abrazo, el regreso de la luz cuando me soltó... ¡Basta! Tengo que dejar de ser tan paranoico.

—No te preocupes, todo va a estar bien.

—¿Qué?

—Por tu ex. No dejes que te afecte. Tarde o temprano se va a solucionar. ¿Creés en la justicia divina?

—No. En el Karma sí, no sé, depende del día.

—No importa cómo lo llames. Tu ex va a pagar el mal que te está haciendo.

—Gustavo, ¿salís con alguien? —No pude resistir hacerle la pregunta.

—¿Qué? —Se ruboriza.

—Si estás en pareja.

—N-No, casi siempre estuve soltero. —Mira hacia un lado, pareciera avergonzado.

Llega el colectivo y me acerco a saludarlo. Justo él gira con rapidez hacia mí para avisarme que viene. Estamos por chocar,trastabillamos buscando evitarlo y nuestros labios se encuentran. Es un beso pequeño, veloz, accidental, tibio, eléctrico, perfumado, como un pétalo áspero y tierno. Invoca una fuerza que sube desde mis entrañas hasta mi corazón. Nos separamos. Gustavo me mira colorado y sorprendido. Me subo al colectivo. Una vez que saco el boleto no puedo evitar mirar hacia la parada. Gustavo se queda ahí, observando cómo me alejo.

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