Capítulo 10: Re-conocerte

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El lunes, vuelvo a la radio en una noche fresca que amenaza con tormenta. Estos días de noviembre son tan raros; hace calor, hace frío, llueve. Me traje solo una remera y ya empecé a temblar. Espero no resfriarme.

Cuando voy a entrar al edificio, me detengo, como invadido por una fuerza ajena, y levanto la mirada hacia arriba. Veo un rayo carmesí en medio del cielo negro; durante un momento, se me encoge el corazón. Después parpadeo, niego con la cabeza y sigo avanzando por el palier.

Una vez frente a los ascensores, puteo. Los dos que llevan al octavo piso, donde está la radio, tienen puesta una faja de seguridad, lo que significa que se descompusieron. Ahora tengo que tomarme uno de los otros ascensores, que solo llegan hasta el sexto, y subir dos pisos por escalera. Justo hoy, que estoy llegando tarde.

Aprieto el botón de llamada, frenético. En cuanto entro y las puertas de metal se cierran a mis espaldas, me miro en el espejo para acomodarme el pelo y chequear mis ojeras, que están inmensas. Hago un bufido, pasándome la mano por la cara.

Termino llegando a la radio media hora más tarde de las doce de la noche, mi horario de entrada. Menos mal que recién tengo que leer el boletín a la una. Ficho rápido y casi corro hasta el informativo, que está al fondo.

—Así te quería agarrar. Llegando tarde —escucho a mis espaldas, una vez que atravieso la puerta vidriada.

Primero tiemblo, más asustado por la sorpresa que por la voz. Sin necesidad de voltear, lo reconozco: sé que es Gustavo. ¿Qué le pasa, se vino en gracioso hoy? Giro hacia él, harto de sus histeriqueadas, de sus idas y vueltas, listo para descargar mi frustración con algún chiste o apurándolo para ver si por fin hace algo.

Todo eso desaparece en cuanto lo veo sosteniendo su taza con un diseño pop de la cara de Michel Foucault. Siento el aroma a café. Su media sonrisa y sus ojos azules me hipnotizan. Es tan lindo... El corazón se me derrite.

—Hola... —logro articular.

—¿Estás bien? —Me pregunta—. Me quedé preocupado por lo que te pasó la otra vez, con tu ex... Al final nunca volvimos a hablar de eso.

—Sí, todo bien por suerte —le digo, dejándolo pasar a la oficina. Avanza y se ubica frente a su escritorio—. Me devolvió la plata y no me volvió a molestar.

—Qué bueno. Menos mal. —Sonríe.

—Sí...

Me siento y acomodo mis cosas. En ese momento, llegan Omar y David. Nos saludan. Tenemos un rato hasta el próximo boletín y Gustavo es el que lo redacta, así que estamos tranquilos.

Me dedico a leer los portales de noticias, abstraído en mi mundo.

Hace ya casi una semana que no salgo de mi cuerpo. Al principio me pareció que me visitaban Rafael y otros ángeles en mis sueños, pero me mantuve firme. No quiero saber nada de ellos ni de Mastema. Tampoco vi a las sombras.

Investigué a Mastema y la información que encontré me dio escalofríos. Es llamado "el ángel perseguidor" y supuestamente se encarga de ejecutar los castigos de Dios y de probar la fe de las personas. También, su potencial para la santidad. Para eso, le pidió al Creador el comando de un grupo de demonios y sus espíritus, con los que atormentar a los humanos y refinarlos, ya que nos considera llenos de fallas y maldad...

Más que un ángel, Mastema parece un monstruo. Se ve que no todos son paz y amor.

Me viene a la mente lo que me dijo Asmodeo. Que me iba a ayudar. Tal vez me salve de las represalias de Mastema...

Basta. No voy a tener miedo. No va a afectarme. Tampoco voy a volver a conectarme con otros espíritus, ni siquiera con Asmodeo. Voy a seguir ignorándolo todo, como vengo haciendo estos últimos días. Quizás así logre bloquear mis habilidades psíquicas y que todo vuelva a la normalidad. Es lo que más quiero, después del susto que me pegué.

—Ey, Tobías. La Tierra llamando a Tobías. Tobíaaaaas —me grita alguien y salgo de mi ensimismamiento.

El que me habló es David, sin embargo mis ojos se encuentran con los de Gustavo. Mi corazón se acelera de pronto.

—¿De qué me perdí?

—Decíamos de hacer otra reunión —me explica Omar—. ¿Podés este sábado?

—¿De nuevo?

—¿No escuchaste que dije "otra"? —remarca Omar—. Es que lo pasamos muy bien y queríamos repetir. —Sonríe.

—No sé —respondo, ansioso por volver a mis cavilaciones. También, para hacerme el especial delante de Gustavo—. Más adelante les confirmo.

—Pará, estrella —se burla David—. ¿Qué tenés que hacer de divertido? Vení. ¿Te ofendiste porque te plantó mi amigo, Tadeo?

—No, ya te dije que no me importa tu amigo. No es nadie para mí —afirmo con seguridad y algo de desdén.

—La reunión va a ser en mi casa —aclara Gustavo y levanto la mirada de la pantalla de mi computadora.

Se produce un silencio. Durante un segundo, me envuelve ese sentimiento inmenso de ternura y cariño hacia él, que luché tanto por sepultar. Volvemos a hallarnos en ese pasillo, a oscuras, en el departamento de David, y solo tengo que dar un paso para besarlo... Esa noche, al final, Gustavo no hizo nada. A pesar de que me emborraché y lo miré con ojitos húmedos durante el trayecto de regreso a casa, jamás tomó la iniciativa. Me cansé de tirarle indirectas.

Enojado, sepulto de nuevo mis sentimientos por él. Vuelvo a la realidad, donde todos esperan que responda si voy a ir a la reunión. David y Omar me miran, aguantándose la risa. Son unos tarados.

—Me fijo en mis horarios y les digo. —Termino la conversación, tajante.

***

Finaliza la jornada y me quedo acomodando mi escritorio, que es un desastre. Cuando salgo de la oficina ya no hay nadie de mi turno.

Bostezo, echando una mirada al sol de la mañana. Su luz potente entra por las ventanas de la radio y se derrama por las distintas oficinas. Es de un naranja intenso, caliente, vivo. Me atrae y repele a la vez, como a todo buen habitante de la trasnoche. Saco de la mochila el estuche con los lentes oscuros. Al final, seguí el consejo de mi jefe y me compré un par.

Paso mi ficha por la máquina y luego bajo dos pisos hasta el sexto, porque los ascensores siguen descompuestos. En cuanto llego, veo que uno de los elevadores está con las puertas a punto de cerrarse.

—¡Esperá! —grito, desesperado por no perderlo y tener que alargar unos minutos más la salida.

Las puertas se detienen de pronto y vuelven a abrirse. Corro. En cuanto llego, encuentro a Gustavo, esperándome con una sonrisa. Sus ojos brillan cuando entro. Las puertas se cierran y el ascensor comienza a bajar.

—Gracias.

—¿Todavía seguís acá? Pensé que me iba último.

—Sí, me quedé ordenando mi escritorio. Era un lío y no quería dejárselo así a Juan Carlos. Recién me relevó en el turno —le explico.

—Yo me retrasé ordenando mi casillero. —Se ríe, encogiéndose de hombros—. Tendría que haberlo hecho hace años. Tiré un montón de cosas.

—Sara no para de refregarme el de ella por la cara. —Suspiro—. Lo tiene en la sala de locutores.

—El mío está en un cuarto de casilleros del piso superior.

—Ya sé. Sara me dijo que te pidiera uno, pero no teníamos confianza entonces...

—Voy a hacer lo que pueda para conseguirte uno. —Me guiña un ojo.

—¿En serio? Sería genial. —Sonrío, emocionado—. Así tengo donde guardar mi taza de Buffy y el termo para el mate.

Respondo con buena onda, pero sigo con la guardia en alto. Noquiero ceder a sus encantos, ni enredarme en su histeria de nuevo. Sin embargo, ahora vuelvo a sentir ternura. Me invade su aroma dulce... mejor lo aparto de mi mente.

El ascensor se sacude. La luz se apaga.

—¿Qué pasó? —pregunto, alarmado.

—Te dije que a veces se descomponen. Voy a llamar a alguien.

—No veo nada.

Prendemos los celulares y nos iluminamos. Justo estoy mirando hacia el espejo y encuentro a Asmodeo a mi lado. Doy un salto, completamente horrorizado por verlo de pronto en este ambiente lúgubre, y se me cae el celular. Empiezo a gritar y Gustavo me toma de los brazos. Su celular también se le resbala de la mano y nos quedamos sin luz. Me abraza y empieza a acariciarme el pelo.

—Tranquilo, tranquilo, no pasa nada.

—Vi... me pareció ver una cosa en el espejo. —Apenas logro articular, embriagado por el perfume y el calor de Gustavo; por sus brazos fuertes, rodeándome—. Ya está —digo, listo para que me suelte.

Pero no lo hace.

Gustavo apoya la cabeza en mi hombro y me aprieta con más fuerza, pegándose a mí. Siento su corazón, latiendo a toda velocidad junto al mío y es como si una llamarada me recorriera de pies a cabeza. De pronto, empieza a acariciarme la espalda, muy despacio, y mi corazón se desboca. Las manos me tiemblan cuando lo imito, invadido por un cariño inmenso.

La luz del ascensor se prende y vuelve a funcionar. Gus y yo nos separamos y nos quedamos en silencio.

Giro hacia el espejo y no encuentro al monstruo, solo a nuestros reflejos: el de él se agacha a levantar su celular, el mío tiene una expresión azorada.

Levanto mi celular del piso. Cuando salimos del ascensor me cuesta recordar hacia dónde tengo que ir. En mi cabeza, solo se repite la aparición del reptil, intercalada con el abrazo que nos dimos en la oscuridad.

Nos dimos un abrazo, nos hicimos unos mimos. Dios mío, no puedo creer que haya pasado en serio...

Mi corazón se llena de felicidad, pero en seguida se opaca al golpearme la imagen de Asmodeo. No... no puede ser. Es imposible que mi jefe sea un demonio.

—Hoy no anda el subte hasta más tarde —me recuerda Gus—. Te tomás el 39, ¿no? Tengo que hacer una compra por ahí. Te acompaño.

Asiento y lo sigo por la calle, mientras trato de ir entendiéndolo todo. ¿Qué hago? No puedo preguntarle así de una si es Asmodeo. Suena a una locura. ¡Es una locura! Tengo que cortara con eso. Me prometí dejar esas visiones atrás...

Quiero llegar a casa y tomarme un té de tilo y manzanilla. Mientras aguardamos en la parada, que está vacía, hablamos de distintas pavadas de la radio, así como de otros medios de la ciudad. Por momentos, noto que me mira de arriba abajo y mueve los pies, inquieto. ¿Estará por decirme algo?

—No te preocupes, todo va a estar bien.

—¿Qué?

—Me acordaba de lo de tu ex. De ahora en más, vas a estar siempre protegido. Por tus habilidades y por mí —dice, con plena seguridad.

Me lo quedo mirando, sin terminar de entenderlo. ¿Cómo es eso de que me va a proteger? ¿Y a qué se refiere con mis "habilidades"? Este tipo... ¿sabe lo que me estuvo pasando? Escucho el sonido del tránsito a mis espaldas y giro. Justo viene el 39.

—Mi bondi —levanto el brazo para pararlo. Me giro, buscando saludar a Gustavo—. Chau.

—¡No aguanto más! —grita y me toma de los hombros, antes de abalanzarse sobre mí y darme un beso.

¡La cabeza me explota! Por supuesto que me olvido del colectivo y me dejo besar por él. Abre bien la boca y me mete su lengua gruesa, que apenas me deja respirar, mientras aprieta mis hombros, cada vez con más fuerza. Siento sus gemidos desesperados, suplicantes. En un momento me suelta y doy unas bocanadas de aire.

—Ahí viene otro 39 —dice.

—No me importa.

Me lanzo sobre él y lo abrazo, encajándole otro beso profundo, acariciando su espalda, su pecho, su panza. Los bondis siguen pasando. En un momento, cuando está más tranquilo, empiezo a darle besos chiquititos y a hacerle mimitos en la barba.

Ya más tranquilos, nos quedamos abrazados y nos acariciamos despacio. Después, nos separamos y nos quedamos mirando unos instantes. Ya son como las siete y el sol está esplendoroso en el cielo.

Observo alrededor. La puta madre, ¿nos habrá visto alguien de la radio? Quizás algún compañero del turno mañana pasó cerca de acá.

—Ahí viene tu colectivo... De nuevo. Mejor que te lo tomes ahora.

—Bueno... 

Las piernas me tiemblan.

—Nos vemos mañana —me dice.

Subo al colectivo, pido el boleto y en cuanto me siento lo busco a través de la ventana. Gustavo me saluda desde la vereda y me hace un guiño, observando cómo me alejo.

***

NOTAS EL AUTOR

*

El mate:

Es una infusión hecha con hojas de yerba mate, muy popular en Argentina. Se suele tomar solo para estudiar o empezar el día, porque tiene mateína, con un efecto estimulante, aunque menor al café. Tiene un sabor amargo. Hay quienes lo toman así, otros lo endulzan.

La planta de yerba es una planta de las cuencas de los ríos Paraná, Paraguay y el curso superior del río Uruguay.

***

Chiques, ese besoooo! Quedé como locaaaa!! JAJAJAJA 🤣🤪🤩🔥

Que tengan buen sábado.

Recomienden la historia a sus amigues. 💞

Me encuentran en Instagram como: matiasdangelo

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