Capítulo 6: Sombras

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Vuelo en el cielo, disfrutando del calor y la luz del sol. Su energía, que es absorbida por mi aura, me recarga. Me desplazo a través de un túnel hecho de un poder invisible. Debajo de mí, a lo lejos, se ven el campo y las rutas, como un mosaico con piezas de colores verdes y marrones, atravesado por líneas grises y curvadas.

Emprendo el regreso a casa. Paso sobre el mar, los campos, la ciudad. Cuando estoy llegando al edificio de mi departamento, una forma sombría me mira desde la terraza de otra construcción.

—¿Puedo entrar? —pregunta.

—Sí —contesto mentalmente, ignorando el miedo que siento, ya que todo esto es tan raro que no puede ser más que un sueño.

Atravieso las paredes y vuelvo a mi cuerpo.

Despierto con una extraña sensación. ¡No puedo moverme! Meinvade un hormigueo y siento como si mi mente se hubiera expandido y me rodeara. Percibo vibraciones en el aire, que atraviesan mi cuarto de una punta a la otra.

¿Qué carajo está pasando?

Entonces, noto que se halla conmigo la sombra que me estaba observando desde esa terraza. Se encuentra parada en una esquina del cuarto. Me observa con unos ojos de fuego rojo.

Tiemblo, cuando se acerca con una respiración pesada y siniestra. Se sube a mi cama. Incapaz de hacer algo para detenerla, observo horrorizado cómo avanza en cuatro patas, hasta sentarse sobre mi entrepierna. Siento una puntada y un cosquilleo en ese lugar, antes de que comience a absorber mi energía. Mi corazón se acelera aún más y se forma un nudo en mi garganta, pero no puedo llorar. Aunque quiero liberarme y sacudirme para quitarme esta cosa de encima, sigo paralizado.

Cada vez pesa más y me hace sentir tan débil... Trato de gritar, implorando ayuda. Intento llamar a los ángeles y al reptil violeta, pero no solo mi cuerpo está paralizado, también mi mente.

No voy a rendirme. Me concentro con toda la fuerza que tengo...

«¡Ayuda!», logro articular por fin, en mis pensamientos. «¡Por favor, Dios mío!».

En ese momento el monstruo posa sus manos en mi cuello y comienza a ahorcarme. Me cuesta respirar...

«Por favor, necesito ayuda... ».

Recuerdo al arcángel Rafael y su promesa de ayudarme. Me concentro en él, justo cuando la criatura está por llevarse mis últimas fuerzas. La sombra diabólica se cierne sobre mí con esa mirada roja cada vez más brillante.

«¡Arcángel Rafael!», exclamo en mi mente. «¡Ayudame!».

De repente, un rayo verde entra en mí, atravesando cada uno de mis centros de energía. Llega hasta la sombra y la apresa en una burbuja. El monstruo grita, antes de ser succionado a través del techo por una columna de energía color esmeralda. Segundos después, el resplandor verde regresa y me cubre, devolviéndome la fuerza que el monstruo se llevó y sanándome la garganta, donde todavía sentía aquellas garras. Luego, se desvanece.

En un instante, recupero el control de mi cuerpo y me levanto de la cama de un salto. Tanteo con la mano en la mesa de luz, hasta que encuentro el interruptor de la lámpara. La enciendo y miro alrededor. No hay nada...

Me refriego los párpados y salgo del cuarto. Después le escribo un mensaje a Cecilia, contándole todo. Me contesta enseguida.


Cecilia: Las sombras atacan a muchas personas, pero la mayoría no pueden percibirlas o las olvidan por completo al despertar. Ya es la segunda vez que te pasa. Si me dejás darte un consejo... Nunca fuiste un reikista común, Tobi. Creo que tenés que hacerte cargo de tus habilidades psíquicas. Son parte de tu misión.

Tobías: No entiendo, ¿qué tiene que ver eso con las sombras?

Cecilia: Las estás viendo gracias a ese poder. Pero también se acercan a vos por alguna razón, que solo tu alma conoce. Creo que deberías enfrentalas. Nada puede herirte si confiás en tu propia energía... Preguntales porqué te buscan. Quizás así te dejen en paz. Tal vez, tienen un mensaje para darte.


Le agradezco el consejo, aunque después de una experiencia tan siniestra no me dan ganas de sentarme a charlar con esas entidades. Me preparo algo de comer; una mezcla de desayuno y almuerzo, ya que son las tres de la tarde. Estas cosas de trabajar en el horario de la trasnoche... ya estoy acostumbrado. Después me baño y me alisto para ir al trabajo, dejando que el recuerdo de lo sucedido al despertar se confunda con los restos de mis sueños, que todavía flotan en mi mente.


***


Redacto el boletín de las tres de la mañana presionando las teclas con furia. Mis compañeros no preguntan nada, solo me miran extrañados. No me siento del todo bien. Tengo sueño y las ojeras me pesan como dos bolsas inmensas, invitándome a cerrar los párpados. Debe ser por el ataque de esa sombra, a pesar de que Rafael me protegió y me devolvió mi energía.

En un momento suspiro y me paso la mano por la barba, que está crecida y desprolija. Lo que más quisiera es estar en mi casa descansando. En cuanto levanto la mirada, me encuentro con el azul verdoso de los ojos de Gustavo, que me observa inexpresivo. Luego vuele a concentrarse en la pantalla.

Todavía sigue con la manía de quejarse porque le cambiaron su silla y estos días reclama a los gritos saber quién viene a operar en la cabina, cosa que antes le daba lo mismo. Después, se queda en silencio por el resto de la jornada.

Me intrigan esas miradas que me echa. Por momentos, creo que espera algo de mí; quizás que le vaya a hablar. Otras, percibo que siente culpa. ¿Será por toda su histeria? Me vienen a la cabeza aquellos momentos en los que estuvimos cerca y me invade una tristeza amarga. Recuerdo cuando me consoló en las escaleras de emergencia, mientras lloraba por las maldades de Hernán. Doy un largo suspiro. No sé si siente atracción por mí, pero al menos me ayudó. Es un buen tipo.

Pienso en que me propuse olvidarme de todo y dejar de sentir cosas por él, así que pongo toda mi atención en seguir escribiendo los boletines.

Un rato después, reviso los mensajes en mi celular.


Hernán: Olvidate de la plata.


Enfurezco al ver el texto de mi ex y le contesto.


Tobías: Hernán, no me hagas esto. Te la di para que la guardaras en tu cuenta porque estábamos ahorrando juntos y confiaba en vos. Terminamos bien. Ahora necesito que me la devuelvas.

Hernán: Es lo único que te interesa, no? Siempre lo supe.

Tobías: Sabés que no es así. Por favor. Ya lo hablamos muchas veces.

Hernán: No te creo nada. Sabés qué? Voy a decirte la verdad: volví con mi ex a los dos días de cortar con vos.

Tobías: Ah, bueno... Salimos cinco años. Lo tenías en el banco de suplentes, acaso?

Hernán: Me lo crucé porque vive cerca de mi casa.

Tobías: Sí, seguro! Nunca te lo cruzaste en cinco años y después sí. Te hacés la víctima, pero es obvio que siempre me cagaste con él. Que sean felices...

Hernán: Volví con él porque no quería perder más tiempo. Ya tiré a la basura cinco años con vos.


Arrojo el celular en mi escritorio y me levanto. Gus y los chicos me observan, alarmados, cuando salgo a toda velocidad de la oficina. ¡Hernán es un hijo de puta! Atravieso la puerta de las escaleras de emergencia y me siento, tratando de calmarme. Miroel paisaje por la ventana y respiro el aire de la noche.

Mi ex me robó veinte mil pesos... Plata que podría servirme para mudarme y alquilar en Capital, irme de vacaciones o bancarme un año entero de producción de un programa de radio. Lo odio. ¿Cómo puede cambiar tanto una persona?

Le fui sincero, nunca le mentí ni lo engañé. ¿Y me lo devuelve así? ¿Cuántas veces dijimos que si todo se terminaba íbamos a poder hablarlo y estar bien?

Es un careta. Siempre lo fue, me estaba manipulando. Y yo di todo por él... no puedo evitar llorar, lleno de bronca y decepción.

—Tobi, ¿estás bien?

Giro y encuentro a Gustavo, entrando al hueco de las escaleras.

—Más o menos. Me escribió Hernán, para psicopatearme de nuevo. Dice que no me va a devolver la plata.

Gustavo cierra los puños. Durante un instante, sus ojos azules se ven verdes y me parece notar un fuego transparente que lo recorre.

—Te la va a devolver —afirma, con voz severa—. Juro que ese pedazo de basura te va a devolver la plata. Me voy a encargar de eso.

—Gus, ¿qué vas a hacer? —Me da la espalda y se aleja por el pasillo—. ¡Gus! —le grito, pero no me contesta.


***


Cuando despierto a la tarde, noto que recibí un mensaje de texto de Hernán, con el comprobante de la transferencia de mi plata a mi cuenta bancaria. En realidad, es un poco más.


Hernán: Ahí te transferí el total con los intereses. Y algo extra, por todas las molestias que te causé. Te pido perdón. Te mentí. No volví con mi ex, lo dije solo para lastimarte. Fui un forro, un hijo de puta, un pelotudo.


Pestañeo un par de veces, luego releo su mensaje. No lo puedo creer.


Tobías: Gracias. Igual, no quiero volver a verte ni saber de vos nunca más. Me lastimaste demasiado.

Hernán: Lo entiendo. Y disculpame de nuevo.

Tobías: Te pregunto una cosa, antes de bloquearte: ¿por qué hiciste esto, así de repente? ¿Por qué cambiaste?


No me contesta y lo bloqueo. Me quedo pensando en lo que me dijo Gustavo durante la madrugada, en las escaleras de emergencia. ¿Qué habrá hecho para conseguir esto?

***

Me encuentran en Instagram como: matiasdangelo

Abrazo grande y gracias por apoyar la historia.

Mati

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