28. Stiles Stilinski

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

No pude evitar hacer una mueca al verlos a lo lejos, rebosando felicidad el uno al lado del otro. Esas sonrisas tan sinceras y brillantes que parecían querer opacar la luz del sol, se clavaban poco a poco en mi pecho, impidiendo que respirara bien. Me mordí el labio interior, reteniendo un sollozo, al ver como él pasaba su brazo por encima de los hombros de ella, besando su cabeza.

Lo mío era masoquismo. No tenía ninguna duda de ello y sabía que me estaba haciendo daño a mí misma, pero inevitable verlos sonreír tan intensamente, como si no hubiera males en su vida. Me daban envidia y no precisamente de la sana.

Me obligué a mi misma a mirar hacia otro lado, sacando la imagen de ellos de delante de mis ojos. Había sido demasiado tarde para evitar una lágrima rebelde, que contra mi voluntad, había comenzado a resbalar por mis mejillas.

Unos ojos almendrados entraron en mi campo de visión, tapando aquella estampa de felicidad ajena. Parpadee confusa y miré al dueño de esos ojos claros, quien me estaba mirando como si me quisiera fusilar. Me encogí ante esa mirada.

—Deberías dejar de hacerte daño a ti misma, Sheila

Hice una mueca, sabiendo que tenía razón. Pero, cielo santo, era más fácil decirlo que hacerlo.

Como si me hubiera leído la mente, bufó, molesto.

—No arreglas nada llorando por él—siguió hablando ante mi silencio—Solo te haces daño y sabes que lo no soporto.

Suspiré angustiada, mientras observaba las emociones del joven pasar por sus ojos, haciéndome sentir culpable.

—Te dije que estoy rota por dentro—lloriquee—Y te lo vuelvo a repetir—añadí, más para mi que para él.

Me sobresalté cuando me cogió ambas manos y su mirada se volvió aún más intensa, como si quisiera verme el alma en ese preciso momento.

—Y yo te dije que me da igual y te lo vuelvo a decir—si había alguien más terco que él, era imposible de pensar—Si soy el pegamento de la manada, también puedo ser el tuyo.

Sonreí, aunque creo que solo me salió una mueca triste a juzgar por el suspiro que salió de sus labios.

—No creo que sea suficiente el pegamento—murmuré, desviando la mirada de sus ojos

—Me es indiferente el tipo de unión que necesiten tus heridas internas, Shei—masculló, intentando con todas sus fuerzas no ser sarcástico—Déjame ayudarte

Inevitablemente, volví la vista a la escena que estaba detrás del joven pecoso, sintiendo como una mano invisible cogía mi corazón y lo apretaba sin piedad.

Una mano voló a mi barbilla, haciendo que girara la cabeza, encontrándome con la mirada casi enfadada del joven.

—Deja de hacer eso—me regañó—Deja de hacerte daño de esa manera

Suspiré. —Creía que era mi mate, maldita sea, no puedo pasar página tan rápido.

Un incómodo silencio se instaló entre nosotros, poniéndome un poco de los nervios. Casi podía ver como sus engranajes internos trabajaban para dar con una solución al problema, aunque mi pesimismo me hacía pensar que no había ninguna, que me iba a morir sola con 30 perros.

—Quizás te equivocaste al seguir el aroma de tu mate—habló por fin

Lo miré raro, casi ofendida de que dudara de mi sentido del olfato. Es decir, era un maldito lobo.

—Me refiero a que somos una manada—siguió hablando al notar mi expresión—Igual los aromas se mezclaron y tu seguiste el que no era.

Alcé ambas cejas, sorprendida, ya que eso era lo mismo que me había dicho Deaton y había creído que era una broma de mal gusto.

—¿Has estado con Deaton?—pregunté, aún con una ceja alzada

La mueca que puso me hizo saber que era un rotundo si.

—Estaba preocupado por ti—murmuró, rascándose la mueca, nervioso.

Noté como mi corazón se derretía un poco ante sus palabras, esbozando una mini sonrisa verdadera, que el notó, devolviéndome el gesto.

—¿Me vas a ayudar a encontrar a mi mate?—pregunté, notando como mi loba interna se ponía nerviosa.

Soltó una risa.—Eso no es una pregunta para mi, Watson

No pude evitar poner los ojos en blanco, conteniendo una sonrisa aún más grande.

****

Hice una mueca mientras lo veía dormir a mi lado, para luego volver a leer la última información que habíamos encontrado, aunque el pecoso se había quedado KO antes de poder siquiera leerla.

Noté como un nudo se instalaba en mi garganta a medida que las palabras eran procesadas por mi cerebro. Mi loba interna se agitó, molesta de que no quisiera aceptar la realidad, por lo que apreté los dientes. No podía perder el control de mi misma cuando tenia un humano a solo cinco centímetros.

Respiré profundamente varias veces, intentando calmar mi parte animal, pero también mis pensamientos nerviosos y casi incontrolables. Eran como una bomba de teorías y conclusiones que me mareaban.

El humano a mi lado se movió, aún dormido, posando su cabeza en mi regazo. Volví a respirar profundamente, contando hasta un millón, notando como cada vez perdía el control de mi lobo. Chillé internamente, reprochándome lo débil que me estaba volviendo por conclusiones.

El problema estaba en probar mi teoría, averiguar si era verdadera o si eran mis sentimientos dañando mi juicio. ¿Cómo probar algo así en un humano? Sentía que si hacía lo que ponía en los libros lo iba a partir en dos, lo que llevaría a mi propia destrucción. La verdad es que no era un plan muy idóneo, pero estaba comenzando a desesperarme.

Ahogué un sonido de sorpresa cuando vi como abría los ojos, aun adormilado. Evité la sonrisa que amenazaba con salir de mis labios, mientras lo observaba estirarse y parpadear confuso. Me reí cuando su mirada se topo con la mía y sus mejillas se tiñeron levemente de rojo.

—¿Dormí sobre ti?—preguntó avergonzado, con la voz un poco ronca.

—Parece ser que a parte de lobo, también soy una buena almohada.

Me volví a reír al ver como el rojo se volvía más intenso.

Se incorporó murmurando, pero aún teniendo el oído superdesarrollado no fui capaz de entender lo que decía.

—¿Averiguaste algo?—preguntó rascándose la nuca, como cada vez que estaba nervioso.

La sonrisa se borró de mi cara y aparté mi mirada de él, notando como me ponía de los nervios. Sin decir nada, le pasé la hoja que llevaba media hora leyendo sin parar, y esperé a que reaccionara. Lo oí soltar una exclamación, para luego volver a murmurar cosas sin sentido.

Suspiré y lo miré. Tragué saliva cuando el se giró a mirarme con esos penetrantes ojos avellana, los cuales me acababa de dar cuenta de que eran demasiado bonitos como para ser de verdad.

—No sé que decir—dijo sincero

No me esforcé en ocultar mi sorpresa, ya que eso era nuevo en él, la persona que siempre tenía algo que decir, por sarcástico que fuera. Tampoco dije nada, evaluando que podía soltar que evitara que nuestra relación se tambaleara en el limbo.

Cuando vi su mueca de sorpresa y sentí mis ojos brillar fue en el momento en el que me di cuenta de que mi loba, cansada de la situación y de mi estupidez, había tomado las riendas de la situación, aceptando la realidad por mi.

Stiles Stilinski era mi mate.




PRÓXIMO SHOT­: ISAAC LAHEY

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro