DIECINUEVE

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Taehyung se talló la cara con sus manos, Jimin aún dormía tranquilamente y con una respiración pacífica.

—¿Qué hice? — miró a Jimin, lo adoraba, siempre había sido el amor de su vida, dudaba que algún día pudiera dejar de sentir cosas por él.

Pero luego recordaba a Hoseok, su bonita sonrisa, sus dientes perfectamente unidos y blancos, sus ojos pequeños e inocentes.

También lo quería, pero no sabía de qué forma ni que pasaría después de lo que acababa de hacer.

Dejar a Hoseok probablemente era lo mejor pero no quería lastimarlo, estaban a unos días de casarse.

Todo iba bien, hasta que volvió a ver a Jimin.

El mayor se levantó a su lado y lo miro.

—¿Qué pasa? — le preguntó nerviosamente.

Taehyung no quería decirlo, pero tenía que ser sincero.

—Lo que hicimos estuvo mal— Jimin se apartó —yo no debí, es que tú...

—No te atrevas a culparme que no te he puesto un arma en la cabeza para que me follaras.

Se levantó de la cama y empezó a vestirse.

—Jimin yo...

—Ya sé lo que vas a decirme, no vas a dejar al idiota ese.

—No le digas así.

Jimin lo encaró —Eso es lo que es, un tonto que no se da cuenta de que no lo amas, de que no le das el cien por ciento de ti, de que en tus pensamientos siempre estoy yo y siempre lo estaré porque sabes una cosa Taehyung... nos amamos, siempre lo hemos hecho y un amor como el nuestro no se olvida fácilmente.

—Pero Jimin.

—Voy a darte una oportunidad— le dijo —una última oportunidad, estaré quedándome en este hotel— le paso una tarjeta —tengo reservación hasta el sábado en la mañana, si estás dispuesto a dejar a Hoseok por mí, búscame antes de ese día sino me iré y nunca más volverás a saber de mí.

Taehyung miró la tarjeta y luego miró a Jimin salir con las dos maletas.

Sus manos temblaban por el miedo de perderlo y a su vez por el miedo de aceptarlo en su vida sabiendo que Hobi, su pequeño Hobi sufriría.

Hoseok regresó tarde esa noche y lo espero despierto, necesitaba verlo y abrazarlo, necesitaba tomar una decisión.

El menor  le abrazo y le beso.

—¿Cómo ha estado tu día? — le preguntó mientras se ponía el pijama.

—Te extrañe— le dijo sinceramente.

—¿De verdad? — Hoseok le sonrió.

—Sí, de verdad.




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