Capitulo 11

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Jennie.

— ¿Estos pantalones hacen que mi trasero luzca más gordo? — preguntó NaYeon. Ella se estaba volviendo en el espejo, intentando ver su espalda.

—No —le dije con aire ausente, mirando fuera de la tienda al resto del centro de Manhattan.

Mujeres envueltas en todo caro y llevando bolsos con perritos dentro, charlaban mientras caminaban por ahí.

El día de chicas con NaYeon era exactamente lo que necesitaba.

Cualquier cosa que sacara mi mente del lío loco en el que se estaba convirtiendo mi vida.

—Mierda. Creo que voy a conseguir un tamaño más pequeño.

Se desnudó sin preocuparse de quién la vería en tan sólo su ropa interior. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que había dicho.

—Espera. ¿Estás diciendo que quieres un par de vaqueros que hagan lucir gordo tu trasero? —le pregunté confundida.

—Sí. Mi trasero es plano. Necesito algo para levantarlo. —Se agachó, agarrando su trasero y lo levantó.

—Oh, Dios mío, NaYeon. Estás tan trastornada.

Once pares de pantalones vaqueros después, finalmente encontró un par con el que estaba contenta.

Luego, nos detuvimos en otra tienda de ropa, donde me senté por otra hora y la vi probarse ropa. Cualquier cosa era mejor que sentarse en el condominio viendo televisión todo el día.

—Oh, Dios mío, debes probarte esto —dijo NaYeon a mi lado—. Esto se vería increíble sobre ti con tu pelo rubio.

Miré por encima para encontrarla sosteniendo un top verde. Era precioso, con un escote redondo.

—No tengo el dinero para comprar ropa nueva en este momento. — Reí.

—Oh, vamos. Al menos tienes que probártelo. —Tirándolo en mis brazos, me empujó en el vestidor.

Suspiré con fuerza, antes de jalar mi camiseta por la cabeza y ponerme el top verde. La tela se sentía como mantequilla y se ajustaba perfectamente. Me volví en el espejo admirando lo bien que se veía en mí.

Agarrando la etiqueta que colgaba del brazo, miré lo caro que era el precio.

—Sal. Déjame ver cómo luces —me llamó NaYeon al otro lado de la puerta. Al abrir la puerta, salí y ajusté la camiseta. —¿Ves? Te dije que se vería increíble en ti. ¿Te gusta?

Sonreí e hice un pequeño giro. —Creo que sí.

Después de prometer a NaYeon que ahorraría y compraría la camiseta otro día, finalmente dejamos la tienda y nos dirigimos a la zona de restaurantes.

—Entonces, ¿qué sucedió en Clive? —preguntó, tomando de su taza de Starbucks.

La zona de restaurantes que nos rodeaba bullía de risas y voces. Me agaché y agarré una fritura de mi bandeja.

—En realidad nada. —Me encogí de hombros.

NaYeon inclinó la cabeza hacia un lado y me miró como si estuviera mintiendo, lo que sin duda hacía.

—No me vengas con esa mierda. Soyeon, la camarera bonita con el aro en la nariz, dijo que vio a Lalisa hablar contigo personalmente. Ella nunca hace eso. —Tomó otro sorbo—. Entonces, ¿qué fue lo que dijo?

Debatí si era una buena idea decirle o no. Conocía a NaYeon desde hacía tiempo y nunca le oculté secretos. Pero, de nuevo, nunca tuve ningún secreto jugoso que contar. Ella trabajaba en Clive y lo dejaría escapar en algún momento. La idea de que llegara a Lisa que hablaba de ella no me asustaba, pero no era algo que quería que pasara.

—De verdad. No pasó nada. Solo me dijo amablemente que el trabajo no era para mí y me despidió —mentí. Odiaba la mentira y no era algo que hacía a menudo, pero era necesaria.

NaYeon no sabía dónde me alojaba. Se hallaba demasiado atrapada en su vida para preguntar, lo que estaba bien para mí. Por lo general, estaría molesta por sus formas egoístas, pero esta vez, no tanto.

—Ella es jodidamente sexy, ¿verdad?

— ¿Quién? —pregunté.

—Lisa, la propietaria de Clive.

—Oh. Sí, supongo que está bien. —Me encogí de hombros. Otra mentira.

— ¿Supones? —Extendió la mano y en broma la puso en mi frente como si comprobara mi temperatura. Me reí y le di un golpe en la mano—. En serio, Jen, o estás delirando de fiebre, completamente ciega o te hace falta que la misma Lalisa te de una follada, si no ves lo increíblemente caliente que esa mujer es.

—Oh, Dios mío, ¿no acabas de decir eso? —Bajé la cabeza cuando me di cuenta de que la dama a su lado nos miraba con una expresión horrorizada.

—Sí, lo hice. Y para que lo sepas, te amaría si estuvieras en una de esas condiciones. —Robó una patata frita de mi bandeja y la arrojó en su boca —. Sexy o no, creo que no le va la línea "V".

— ¿La línea "V"? —pregunté confundida.

—Oh, vamos, Jen. De seguro es una heterito que le tiene terror a los coños y prefiere otras cosas, tú sabes. —Hizo el movimiento con la mano y la boca como si fuera abajo sobre un tipo.

En ese momento, la mujer junto a nosotras se levantó y se fue a otro lugar. Pobre dama.

Sin embargo, las palabras de NaYeon consiguieron mi atención. — ¿Qué te hace pensar que es heterosexual?

—Tiene que serlo. Trabaja en un club lleno de perras calientes, incluida yo, y nunca ni una vez le ha batido las pestañas a cualquiera de ellas.

—Eso no quiere decir que es hetero. —defendí.

Me miró como si estuviera loca, luego agarró sus pechos y los sacudió. — En serio, mira estos. En dos años, habría al menos coqueteado conmigo una vez.

No dije nada más después de eso. Podría haberla derribado de su caballo alto diciéndole que sabía a ciencia cierta que Lisa era cualquier cosa, menos heterosexual, pero era mi amiga y prefería que se mantuviera segura de sí misma.

Esperé hasta que NaYeon estuviera completamente fuera de la vista antes de meterme en la parte trasera del coche negro elegante que me esperaba.

— ¿Pasó un buen rato de compras, señorita? —preguntó el señor Martin, alejándose de la acera.

—Seguro que sí. —Me pegué una sonrisa falsa y me volví para mirar la ciudad pasar.

Fuimos a recoger a YeonJun de la escuela, y luego el señor Martin nos llevó a casa. Después de una cena rápida, YeonJun se duchó y se fue a la cama. Me senté y vi la televisión. Lo último que recordaba era un episodio de Stranger Things, antes de quedarme dormida en el sofá.

Recordé despertar brevemente en los brazos de Lisa, mientras me llevaba a mi habitación. Había estado demasiado cansada para intentar hablar con ella, y mis ojos se cerraron. Entonces creo que me puso en mi cama, y tiró las mantas hasta mi pecho.

Sentí un calor suave en la mejilla que estaba segura fue un beso, pero no me molesté en abrir los ojos. Sin embargo, debí soñarlo. Lalisa Manoban no era el tipo de mujer que hacía nada suave y dulce.

Me desperté a la mañana siguiente con YeonJun preparándose el desayuno. Me quedé dormida, que era algo que no hacía muchas veces.

Saliendo de la cama, me dirigí al cuarto de baño y salpiqué agua fría en mi cara para ayudar a despertarme.

Después de cepillarme el cabello y los dientes, volví a mi habitación para vestirme para el día. Extendí la mano para abrir la puerta del armario cuando vi la camisa verde que admiré ayer en el centro comercial colgando en la perilla de la puerta.

Agarrándola, vi que era el tamaño perfecto y todo. Fue entonces que la noche anterior se precipitó de nuevo a mí. Lisa definitivamente estuvo aquí. No fue un sueño, como pensé.


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