Capitulo 13

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Jennie

Una vez que Lisa dejó la habitación, me permití relajarme. No era que me asustara, pero me hacía físicamente consciente de mí misma y de ella. La forma en la que mi cuerpo le respondía era algo a lo que no estaba acostumbrada.

Mi pezón dolía, ardiendo por su atención, y entre mis piernas estaba mojada. Cada parte de mí se encontraba híper sensible. Cuando recogí mi toalla y la froté por mi cuerpo, un pequeño jadeo se me escapó.

Estaba sola. Escuché atentamente mientras el elevador se abría y se cerraba, asegurándome que Lisa se había ido. Así que dejé que mis manos lentamente bajaran por mi cuerpo, mis palmas rozando mis pezones duros y creando sensaciones en mi estómago bajo.

No iba a tomar mucho tiempo antes de que estuviera rogándole por todo lo que ella tenía para ofrecer, pero todo acerca de que me pagara realmente me enloquecía. Sin mencionar que odiaba que me llamara Holli.

De toda formas, ¿quién demonios era esta Holli?

¿Cómo podía entrar a algo sexual con ella, sabiendo que ni siquiera quería conocerme? Todo se sentía tan mal, pero oh, tan bien al mismo tiempo. Era confuso.

No mucho después de estar vestida, Yeonjun salió del elevador. Podía decir de inmediato que algo le molestaba.

Tiró su mochila sobre el piso en la esquina y fue a la cocina por la comida que se hallaba allí cuando nos mudamos. Los chicos adolescentes comían más que los hombres adultos.

Agachándome, cogí su mochila pesada del suelo y la moví a la mesa, así podría comenzar su tarea una vez terminara con su refrigerio de después de la escuela. Un sobre blanco cayó del bolsillo lateral y aterrizó a mis pies.

— ¿Qué es esto? -pregunté, deslizando mi dedo dentro del sobre y abriéndolo.

— Es una invitación para un programa de arte que va a darse este verano. — Se encogió de hombros— . No es nada importante. — Su boca se encontraba llena de papas fritas, y su voz fue amortiguada.

Mis ojos escanearon la carta. El programa de arte era distinguido, solo treinta estudiantes de todo el estado de Nueva York eran invitados cada año. Y aun así, mi hermano menor se las arregló para ser uno de ellos.

— Suena como algo importante para mí. ¿Desde cuándo estás en el arte? — pregunté, sosteniendo en alto la carta.

— Desde siempre, solo que siempre lo mantuve para mí mismo. Entonces, la señora Gelding, mi profesora de arte, me atrapó dibujando en mi cuaderno. Ella fue quien les mandó mi trabajo a los coordinadores del programa.

Estaba atónita. Pensé que sabía todo lo que tenía que saber sobre mi hermanito... supongo que me equivocaba. — ¿Puedo ver tu trabajo?

Sacó una carpeta manila de su mochila y me la entregó. Pasando a través de arte, dibujos sobre la cuidad de Nueva York me miraron. Líneas dibujadas a la perfección, y matices en todos los lugares correctos, formaban una representación exacta de la ciudad. Era hermoso... más que hermoso.

Mientras pasaba las páginas, llegué a una imagen que hizo que mi corazón se hundiera. Era Abu sonriéndome, arrugas llenando su rostro de felicidad. Era un parecido perfecto... exactamente como la recordaba.

— También hay una tuya — mencionó Yeonjun a mi lado.

No sabía que me observaba y rápidamente quité una lágrima formándose en mis pestañas inferiores. Pasé mis dedos por el siguiente dibujo. Era yo, y era como mirarme en un espejo. Las líneas fueron grabadas en mi frente y mis ojos estaban llenos de tristeza.

Deslizando de nuevo el arte dentro de la carpeta, se la entregué.

— Esto es increíble, Yeonjun. No puedo... no sé qué decir. Eres simplemente increíble. Tienes que ir. No, vas a ir.

Y quería decirlo. Sería un verano solitario, pero era un honor ser invitado a semejante lugar y con su talento, tenía que ir. Sin mencionar, que con todo lo que pasaba a mi alrededor con Lisa y la nueva casa, quizá Yeonjun estando atrapado en algún lugar lejos, no era una mala idea.

— No puedo — dijo severamente, metiendo de nuevo su carpeta en la maleta.

— ¿Por qué no? Creo que es una gran idea, Yeonjun. Podrías ser lo siguiente más grande en el mundo del arte.

Se rio y sacudió la cabeza, su flequillo cayendo sobre sus ojos. — Me gustaría, pero es algo costoso. — Se encogió de hombros— . Como dije, no es algo importante.

Y entonces, lo supe. Yeonjun quería ir... ansiaba ir, pero como siempre hacía, lo desechaba porque así no me estresaba. Bueno, no más. Era hora de que por una vez mi hermanito consiguiera algo que quería.

-— ¿Cuánto? -pregunté.

— No importa.

— ¿Cuánto, Yeonjun?

Sonrió avergonzado antes de rendirse. — Cinco mil dólares por el verano — respondió.

Tragué duro, tratando de bajar el bulto atorado en mi garganta. No iba a pasar. No era como si cinco mil dólares fueran a caer a mis pies, y tanto como amaba a mi hermano, no había manera en el mundo de que se lo pidiera a Lisa.

Ya odiaba la idea de que se encargara de nosotros, y eso era exactamente lo que hacía. Me sentía incluso peor sabiendo que no hice nada hasta ahora para ganar todo lo que nos dio. Entonces, de nuevo, era algo aterrador. ¿Qué consideraría Lisa como un pago adecuado por todo?

— Lo siento, Yeonjun — dije con un taco en la garganta— . Lo siento mucho.

— No te preocupes. — Sonrió, antes de ir a su habitación.

Oí la música empezar a reproducirse suavemente en su vieja radio antes de que su puerta se cerrara con un clic.

Una hora después, la tarjeta del banco que Lisa dejó, atrapó mi atención. Me olvidé de ella por completo. No quería gastar dinero de la tarjeta. En especial, no quería gastarla en mí misma como Lisa lo pidió, pero quería que Yeonjun fuera feliz.

Llamé al número de la parte trasera de la tarjeta, solo para encontrar que la cuenta tenía cinco mil dólares en ella. Mi mandíbula cayó. Era el destino. Era mucho más que el destino. Tenía dinero para enviar a Yeonjun al programa de arte. Incluso si significaba no tener nada para mí misma durante todo el verano, él iba a ir.

Llamé a su escuela y realicé el pago por teléfono, diciéndole al administrador que era un benefactor anónimo. Yeonjun ya tenía preguntas sobre el apartamento. ¿Cómo explicaría que de repente tenía cinco de los grandes para su programa? Era más fácil mentir.

Apenas podía esperar para ver la sonrisa feliz que estaba segura llevaría cuando viniera a casa de la escuela el día siguiente. Extrañaba su sonrisa, esa especial que solía tener antes de comenzar a entender la crueldad del mundo. Planeaba disfrutar de su sonrisa, y dejarla llenarme de felicidad mientras secretamente sabía que fui yo quien la puso allí.

Más tarde, me vestí en mi sostén y bragas más sensuales, las que por supuesto eran de algodón, y la ropa más atractiva, incluyendo la blusa que Lisa me compró.

La encontré a la entrada. Llegó en el auto negro que conducía el señor Martin. Me gustaba más cuando conducía Lisa porque era más cómodo. No tenía que preocuparme sobre lo que el señor Martin pudiera oír desde el asiento del conductor.

Además, todos los conductores y los restaurantes costosos no eran para mí. Quería tanto que me llevara a un puesto de hamburguesas y a ver una película, pero me quedé callada.

— Hola, señor Martin — dije cuando entré al auto.

— Hola, señorita.

Me giré para encontrar a Lisa mirándome con furia.

— ¿Por qué no estás vestida para matar?

Bajé a mirada a mi atuendo. Jalando la parte delantera de mi blusa, actué seriamente confundida. — Pensé que estaba vestida para matar.

No encontró ese comentario tan divertido como yo.

— Responde la pregunta.

Suspiré y me rendí.

— No tuve tiempo para ir de compras.

— Mientes — dijo— . Vamos a intentarlo de nuevo. ¿Por qué no...?

— Estoy en la quiebra -la interrumpí.

— ¿Cómo es posible eso, Holli? Tenías cinco mil dólares en esa cuenta. Lo sé porque fui yo quien la abrió. ¿A dónde fue el dinero?

— Lo gasté.

— ¿En qué? Juro que si descubro que estás en alguna mierda loca, el acuerdo se acaba.

— No. No es nada como eso.

— ¿Entonces qué?

— Yeonjun. Logró entrar a un programa de arte para el verano. Solo treinta personas fueron invitadas de todo el estado, y él logró entrar — dije deprisa— . Te mostraré su trabajo. Es realmente bueno. Yo solo... no quería que se quedara sin nada de nuevo.

— ¿Así que ahora tú te quedaste sin nada?

— No. Cuando él es feliz, yo soy feliz. Haré lo que sea necesario para asegurarme de que Yeonjun tenga una buena vida. Si eso significa quedarme sin nada, entonces así será.

— ¿Y qué hay de tu vida? ¿No crees que tú también deberías tener una buena vida?

— Mi vida está bien.

— No estoy de acuerdo. — Se volteó, bajando la mirada a su costoso reloj— . Pondré más dinero en la cuenta.

— ¡No! — Dije demasiado fuerte— . Quiero decir, por favor no hagas eso. Aún no he hecho nada para ganarlo.

- ¿Aún? -Levantó una ceja y sonrió.

El enrojecimiento cubrió mis mejillas. -Sabes a lo que me refiero. Solo no entiendo por qué haces esto cuando no he... ¿ya sabes?

— ¿Qué dirías si digo que haría lo que fuera necesario para asegurarme de que tu tuvieras una buena vida?

— Diría que estás loca.

— Entonces supongo que lo estoy. — Se movió más cerca— . Muy pronto me lo pagarás, y deseo ese tipo de pago.

Mi sonrojo se calentó. — ¿Tienes que hacerlo tan obvio? — pregunté en un susurro, señalando al señor Martin en el asiento del frente.

Me miró con confusión antes de que su rostro se aclarara y comenzara a reírse. Me hundí más profundo en mi vergüenza y en el asiento.

— ¿Suponías que Martin no sabe lo que hago con mis chicas? — De nuevo, se rio.

— Bueno, no. Es decir...

— Créeme. A Martin se le pagan grandes dólares por una razón. Se le paga por actuar con la mayor discreción. — Se estiró hacia adelante y sacudió el hombro del señor Martin juguetonamente— . ¿No es eso correcto, viejo?

Mis ojos se encontraron con los del señor Martin en el espejo retrovisor y él asintió y sonrió. — Absolutamente, señora.

Lisa me sonrió, antes de mirar hacia fuera de la ventana una vez más.

— Cambio de planes, Martin. Vamos al otro lado de la ciudad y haremos una parada.

En vez de esperar un restaurante costoso, Lisa me llevó a un puesto de hamburguesas llamado Pit Stop. Era en la parte más oscura de la ciudad. El exterior del edificio se veía sospechoso, y las personas que venían del interior lucían incluso peor.

— ¿Así de avergonzada estás por la forma en la que estoy vestida? — Traté de controlar el borde en mi voz y de evitar todo contacto con ella.

— ¿De qué hablas? — Sonaba genuinamente confundida.

Moviendo un brazo, dije— : ¿Me trajiste a este lugar así no podría mancillar tu reputación?

— Realmente tenemos que controlar tus emociones exageradas, Holli. Eres caliente o fría, y mientras que eso podría sonar sexualmente atractivo, no lo es fuera de la habitación. No te traje aquí porque me avergüenza tu elección de ropa. Este es mi lugar favorito para comer hamburguesas malas para el corazón y obstructoras de arterias.

No respondí a eso. En cambio, contuve mi sonrisa y la seguí adentro.

Esta vez Lisa era quien sobresalía como un pulgar adolorido cuando entramos. Mantuvo su cabeza en alto mientras se movía con confianza por el lugar en su costoso traje negro. Cubrí mi sonrisa. Las expresiones en las caras de todos a nuestro alrededor eran cómicas.

— ¿Qué? — preguntó Lisa cuando me notó mirándolo fijamente y sonriendo.

— Te ves tan fuera de lugar aquí. — Me reí.

Trató de no sonreír, y el lado de su boca se levantó. — Confía en mí. Estoy más cómoda en lugares como este de lo que pensarías.

Sus palabras hicieron que me preguntara acerca de ella y de dónde venía. Sabía lo que le sigue a nada sobre ella, pero de repente tenía el deseo de hacerlo. Era un enigma, una que podía usar trajes costosos, pero aun sentirse cómoda en los barrios de la ciudad de Nueva York.

Tomamos la mesa de atrás, lejos del resto de las personas en el restaurante.

— Dime algo sobre ti — dije, doblando la servilleta nerviosamente frente a mí.

Cuando no respondió, levanté la mirada para encontrarla mirándome como si yo fuera su cena. Sus ojos cayeron de mi cara, bajaron a mi cuello, y aterrizaron en mi pecho.

— No hablo de mí misma con mis chicas.

La cosa más extraña pasó en ese momento. Me puse celosa. Quemó en mi centro, como si hubiera comido mala comida mexicana. No tenía sentido porque no tenía agarrada a Lisa, en absoluto. Seriamente dudaba que alguien en el mundo lo hiciera.

— Me disculpo. Olvidé que solo era una de tus chicas. Las que sean que haya -dije de golpe, mirando a cualquier lado menos a ella. Me sentía avergonzada por mi reacción.

— ¿Estás celosa de las otras chicas, Holli? — preguntó. Su sonrisa arrogante y engreída.

— No.

No había necesidad de profundizar. Me di cuenta de que mi mentira sería más creíble si la mantenía corta y dulce.

— Bien. No tienes razón para estarlo. No he visto o hablado con ninguna de ellas desde el primer momento en que te vi.

El ardor en mi estómago se disolvió y me encontré anclada en una mirada caliente. Luego se apartó y se jaló el cuello. Finalmente era ella la incómodo, y deduje que dijo más de lo que quería.

La mesera vino y puso nuestra comida en la mesa. Unas hamburguesas grandes y blandas, llenas de calorías y, por Dios, con un lado de papas fritas y de infarto, era exactamente lo que necesitaba.

La hamburguesa estaba increíble y no pude evitarlo pero jadeé en apreciación mientras masticaba.

— ¿Buena, cierto? -preguntó mordiendo.

— Oh Dios mío, es la mejor hamburguesa que he comido.

Y lo era. Podía verme enfrentando las calles de la ciudad en ocasiones por la exquisitez que era mi hamburguesa.

— Este era mi lugar favorito para comer cuando era más joven — dijo, hundiendo su papa frita en el montón de salsa en la envoltura de su hamburguesa.

No quería decir nada sobre el hecho de que me dijo algo personal, cuando se suponía que era una de sus chicas. En cambio, sonreí y dije— : Creo que podría ser mi nuevo lugar favorito. Esto es fantástico.

Cuando terminamos, y estuve bien y rellena, Lisa lanzó un billete de cien dólares sobre la mesa y se puso de pie. La seguí afuera al aire de la noche, sintiéndome completamente satisfecha con la comida y la compañía de Lisa.

El señor Martin se estacionó frente al restaurante mientras salíamos. Lisa abrió la puerta para mí y di un paso para entrar.

— Dame tu maldita billetera — dijo una voz ronca detrás de nosotros.

Me giré para ver a Lisa allí parado con un arma pegada a su lado. El hombre que sostenía el arma se veía como si durmiera en las calles y definitivamente estaba en algo. Temblaba y se veía nervioso, como si se muriera por otro golpe de lo que fuera a lo que estuviera colgado. Sus ojos inyectados de sangre miraban fijamente a Lisa mientras esperaba.

— Es en serio, hija de puta. Dame tu maldita billetera o te haré un hueco en un lado y también tomaré algo de ese pedazo de trasero caliente con el que estás.

Las cosas fueron un borrón desde ese punto. Cuando Lisa fue por el hombre, apenas la vi moverse antes de que lo tuviera sobre su estómago y la pistola a su cabeza.

— Ten cuidado con a quién intentas robar, jodido idiota — gruñó, presionando la pistola profundamente en la cara del hombre— . Te debería matar, pero te dejaré ir porque sé que esta no es tu esquina. Mueve el culo a donde perteneces o tendré a Scoups volándote la maldita cabeza. ¿Lo entiendes?

Su voz era cruda y enojada. Hablaba como el hombre que intentó robarnos. Casi no podía creer lo violenta que sonaba. No culpé al hombre cuando asintió y se fue corriendo.

La parte trasera del coche me sostenía. Estaba congelada de miedo. Que un extraño te amenace con matarte lograría eso supongo.

— ¿Estás bien? — preguntó Lisa. Sacudió su chaqueta como si estuviera sucia y se sacudió los pantalones.

No pude responder al principio y me limité a mirar fijamente en su dirección.

— Holli...

— Por favor, no me llames así... — le supliqué en un suspiro tembloroso. Estaba segura de que mi rostro perdió todo el color y me sentí como si estuviera a punto de vomitar— . No en este momento -terminé por fin.

Sabía que ella dijo que era a la única a la que llamaba Holli, pero eso no lo hacía más fácil de escuchar. Si era tan especial, ¿por qué no podía saber mi nombre?

— Bien — dijo firmemente. No le gustaba que le dijeran qué hacer y le disgustaba hacerlo aún más— . ¿Estás bien? — preguntó.

— ¿Yo? ¿Estás tú bien? Eres la que acaba de tener un arma apuntándote.

¿Cómo podía parecer tan tranquila? Después de todo lo que sucedió con mis padres, no podía soportar ver las armas. Algunas noches estaba segura de que todavía podía oír los sonidos de disparos a mi alrededor. Mi miedo me mantenía lejos de ellas.

— Esto es Nueva York, dulzura. Todo el mundo en esta jodida ciudad probablemente ha tenido una pistola apuntándole en su vida.

Fruncí el ceño. -Si eso estaba destinado a tranquilizarme, no lo hizo.

Mi estómago se revolvió ante la idea de tener un arma apuntándome, y el rostro de Yeonjun apareció inmediatamente en mi cabeza. No quería que él conociera ese tipo de miedo. Era ingenuo pensar que podía protegerlo de todo mal y odio en este mundo, pero tenía que intentarlo. Antes de que pudiera detenerlo, fui cazada con rapidez por un tiempo diferente, una imagen diferente y sentí que mi cuerpo empezó a temblar.

En un abrir y cerrar de ojos, Lisa se hallaba a mi lado y sus manos se movían por mis brazos y cara. Sus dedos acariciaron la curva de mi cuello y me levantó la cara para mirarlo.

Mostró una combinación de posesividad, preocupación e ira... No entendía la ira, pero eso hacía sus ojos azules brillar demasiado.

— ¿Por qué tiemblas? -Su voz era ruda.

— ¿Por qué estás enojada?

— Es debido al idiota que pensó que podría apuntar un arma de fuego en mi cara.

Tragué saliva y rogué no vomitar en sus zapatos caros.

— Ahora te toca. ¿Por qué tiemblas? — exigió.

Tomé una gran y necesitada respiración y exhalé mi confesión. — Odio las armas. No puedo soportarlas hasta el punto de que me enferman.

Frunció el ceño. — ¿Por qué?

Me sentí confundida por su pregunta y emparejé su ceño fruncido.

— ¿No es obvio? Las armas matan personas.

Sonrió. -No, querida, las personas matan personas. — Sonaba oscura y peligrosa cuando lo dijo-. Las armas son simplemente un medio para un fin.

— Una vez más, si intentas consolarme, no haces un muy buen trabajo.

— No consuelo, soy relista y soy tan realista como puedo.

— Es notorio — le espeté.

— ¿Puedes moverte? ¿Eres capaz de entrar en el coche?

Asentí antes de deslizarme en el coche. Lisa esperó hasta que estábamos en movimiento antes de volver a hablar.

— ¿Cuál es la verdadera razón por la que tienes miedo de las armas? — Me volví a mirarla, pero ella miraba al frente.

— Desde que era una niña siempre les he tenido miedo.

— Eso no me dice por qué.

No quería hablar de mis padres o de su muerte, y estaba segura de que Lisa tampoco quería escuchar la historia.

— Conocí a alguien que murió por disparos. — No era una mentira, pero tampoco era toda la verdad.

Pasó un minuto entero antes de decir nada.

— Así que, debido a tu miedo, ¿te quedas indefensa? ¿Qué habría ocurrido si no hubiera estado aquí? ¿Qué pasa cuando lo que temes resulta ser la cosa que puede salvar tu vida? Excepto, que no sabes cómo usarlo.

— Entonces estoy jodida — dije simplemente.

— No. — Finalmente se volvió hacia mí y controlé el impulso de moverme bajo su mirada— . Entonces estás muerta.

No sabía cómo responder. En parte porque no tenía una refutación, y en parte porque en el fondo, sabía que tenía razón. Nos quedamos en silencio y no fue hasta que estuvimos cerca de mi apartamento que hablé.

— ¿Quién es Scoups? — pregunté.

Siguió mirando por la ventana mientras respondía. — Un tipo que solía conocer.

— ¿Supongo que eres de ese lado de la ciudad? — Sabía que presionaba, pero no pude evitarlo.

— Sí — respondió.

— ¿Tu familia aún vive allí?

De repente, se volvió hacia mí con los ojos llenos de ira, como los que le dio al hombre que intentó robarnos.

— ¿Alguien te dijo alguna vez, que haces demasiadas malditas preguntas? — Su tono era tan brusco, que me tomó completamente por sorpresa.

— Lo siento. Solo pensé...

Me interrumpió. — No pensabas. Estamos aquí. Disfruta el resto de la noche.

Me despedía como si fuera una niña. Y a diferencia de todas las otras veces, no me encaminó, ni siquiera salió del coche para el caso.

En el momento en que llegué a mi piso, me sentí muy mal. ¿Y si no tenía una familia? Allí estaba yo, jugando a las veinte preguntas y ni siquiera pensé en si preguntaba o no algo que lo podía molestar.

Fue totalmente grosero, pero después de pensar en ello, no me sorprendió. Me dijo desde el principio cómo era nuestro acuerdo y que no incluía preguntas personales, a menos cuando venían de mí.

Nunca íbamos a vegetar frente al televisor y llegar a conocernos una a la otra. Y a pesar de que moriría antes de realmente admitirlo, tenía muchas ganas de conocer a Lisa... en más de un sentido.


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