Capitulo 28

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng



Lisa

—¿Tuviste unas buenas vacaciones? —se burló Eunha detrás de mí.

Miraba hacia mi club. El lugar que una vez pensé que era lo único que podría amar... hasta Jennie. Estaba enamorada de una mujer que confiaba en mí cuando no tenía que hacerlo.

No me sentía de humor para pelear con Eunha. —Lo hicimos.

Su silencio de asombro siguió. Esperaba que fuera dura y brusca con ella, pero no iba entrar en ningún juego esta noche.

¿Nosotras? ¿Ahora eres parte de una pareja?

Suspiré y dejé caer la cabeza, pellizcando el puente de la nariz con dos dedos. Era evidente que se encontraba de humor para empujar mis botones.

Dándome la vuelta, tomé mi bebida de la esquina del escritorio y terminé el resto. El vidrio hizo un sonido profundo cuando lo bajé de nuevo. No llevaba la cuenta de cuantos tragos tomé desde que dejé a Jennie durmiendo, pero el ligero zumbido adormecía la constante culpa que sentía desde que me enteré quién era.

—Sí Eunha, somos una pareja. Te dije que era diferente. Estoy enamorada de ella. Nunca he estado enamorada de nadie de la forma en que la amo.

—Estás enamorada de ella. ¿Estás loca, Lisa? Nosotras matamos...

La interrumpí. —¿Nosotras? Nosotras no matamos a nadie. lo hiciste.

Era algo que rondaba mi mente desde hacía años.

FLASHBACK.

—Trae tu culo aquí, Lisa —susurró Eunha mientras desaparecía por un lado de la valla.

Ahora que era mayor, era más rápida que yo, pero aún torpe, razón por lo que nunca la dejaba hacer trabajos por sí misma. No se encontraba lista, incluso si pensaba que lo estaba.

Me subí sobre la valla y caí sobre mis pies a su lado.

—Te estás volviendo lenta. —Sonrió hacia mí.

—Joder —dije, levantándome y sacudiendo el polvo de las rodillas de mis pantalones—. Vamos a hacer esto de una vez. Le dije a Scoups que regresaríamos en dos horas.

Atravesamos el patio trasero perfectamente cuidado hacia la casa en la que Eunha tuvo sus ojos durante el último año. Dijo que era la casa de sus sueños. Quería un hogar y una familia como la del interior.

Todos teníamos nuestros sueños y visualizábamos el tipo de vida que tendríamos si no nos hubieran regalado, por lo que entendía su obsesión por la casa. A pesar de que le había dicho, una y otra vez, que era la que escogía las viviendas, sabía que su cumpleaños se acercaba. Así que como una idiota, le prometí que iríamos a la casa que quería.

—Bien, ¿segura que las personas se encuentran fuera de la ciudad?—pregunté.

—Sí. Ahora deja de preocuparte. Vamos a entrar y salir antes de que te des cuenta.

Confiaba en Eunha con mi vida. No tenía ninguna razón para creer que me mentiría sobre cualquier cosa.

—Bien, pero todavía sin luces. Los vecinos alrededor de un vecindario como este, se cuidan los unos a los otros. Solo vamos a entrar, conseguir las cosas, y largarnos.

—No soy idiota, Lisa. He hecho esto más que tú.

La tarjeta de crédito robada que usé en la puerta de atrás, se dobló mientras presionaba la cerradura. Tirando del pomo, la puerta se abrió.

—Como una profesional —susurró Eunha con una sonrisa.

Chocó su hombro juguetonamente contra el mío. Ese era el problema. Jugaba demasiado en situaciones serias como en la que nos hallábamos.

Le di una mala mirada, diciéndole que se callara la boca, y luego nos movimos con sigilo por la casa. Eunha pegada a mis talones a medida que avanzábamos por el lugar, en busca de objetos de valor. La planta baja era impecable y no encontramos mucho.

—Vamos —susurró Eunha, subiendo las escaleras hacia el segundo piso.

Seguí detrás de ella y hasta que entramos dormitorio principal.

—Bingo —susurró Eunha, jalando mi brazo—. Ayúdame con la televisión.

Asintiendo, me moví hacia la pared con el televisor, lo levantamos del soporte y sobre el suelo. Fue en ese momento, que la puerta del baño se abrió y un hombre con rasgos asiáticos en un par de pantalones de pijama de seda salió.

Bostezaba con los ojos cerrados y rascándose la cabeza. Una vez que sus ojos se abrieron, aterrizaron en nosotros. Eunha y yo nos congelamos a la luz procedente del baño.

—¿Qué hacen en mi casa?

Se movió a un lado de la cama hacia el teléfono. Fue entonces que vi una mujer dormida al otro lado.

Levanté las manos. —No hay necesidad de eso. Solo vamos a irnos.

Me moví hacia la puerta con la esperanza de que Eunha me siguiera. Ninguna de las dos necesitaba ser detenida.

Había llegado a la puerta cuando miré hacia atrás. Eunha no se encontraba detrás de mí. En cambio, permanecía delante del hombre apuntándolo con el arma.

—¿Qué haces? —dije, regresando hacia ella—. No. Así no es cómo acabará.

Irrumpía en las casas para sobrevivir, pero llevar un arma y apuntar a la gente no me parecía correcto.

—Va a llamar a la policía, Lalisa —dijo en voz baja—. Joder, ahora sabe tu nombre. Lo siento. Mierda, lo siento mucho.

Sus ojos eran salvajes. Enloquecía.

—Eunha, dame el arma. Vamos a largarnos de aquí, y nadie sabrá nada. Vámonos —dije con calma mientras extendía la mano hacia el arma.

Su mano temblaba, lo que implicaba que su dedo en el gatillo también lo hacía.

Y luego todo transcurrió en cámara lenta. El esposo se quedó con las manos en alto, con miedo en los ojos, mientras la esposa comenzaba a moverse. Y luego se sentó en la cama y gritó.

Los disparos sonaron, ensordeciéndome mientras observaba al hombre caer al suelo. La sangre manaba de su cuello y se ahogaba mientras trataba de respirar. Me moví con rapidez hacia Eunha, pero era demasiado tarde. La mujer corría hacia la puerta y Eunha disparó una y otra vez.

Todo quedó en silencio, excepto por los sonidos del esposo tomando su último aliento, y la mujer comenzando a ahogarse y jadear por su vida. Y luego, los gritos de un bebé en la habitación de al lado.

Eunha dejó caer el arma y se echó a correr como si ni siquiera me encontrara en la habitación con ella. Sus pasos fuertes en las escaleras de madera hicieron eco en toda la casa. Me quedé en estado de shock, seguro de que era un sueño, pero la mujer comenzó a gemir. Debería haber corrido, pero no lo hice. En su lugar, caí de rodillas en el suelo junto a la moribunda y sostuve su mano.

—Lo siento mucho —le susurré—. Lo siento mucho.

Mantuvo sus ojos fijos en mí mientras su cuerpo comenzaba a temblar. La sangre emanaba de su boca y aterrizaba en sus labios. Trataba de decir algo, pero no podía comprender. Me incliné más cerca, girando la cabeza así podría hablarme al oído.

—Por favor —se esforzó por decir.

Y entonces sentí temblar sus dedos en los míos mientras colocaba algo duro y frío en mi palma. Cerró mi mano alrededor del objeto y me rogó con los ojos. No sabía qué me pedía, pero no podía ayudarla.

Debería haber llamado a la policía o la ambulancia, pero no pensaba con claridad y estaba asustada. Nunca había visto morir a nadie y mi estómago se retorcía de miedo. Todo lo que hice fue inclinarme sobre ella y ver como una pequeña lágrima caía de su ojo y tomaba su último aliento. Abrí la mano y bajé la mirada hacia un medallón en la palma de la mano.

¿Qué trataba de decirme?

Y luego un sonido a mi izquierda me hizo saltar y levanté la mirada para ver a una chica joven de pie en la puerta mirando hacia mí. No tenía más de diez. Unos pequeños pies asomaban por debajo de su camisón mientras sus ojos llenos de miedo captaban la escena a su alrededor.

La mujer, obviamente quería que tuviera el medallón. No sabía qué hacer, así que quité la cadena de su cuello. Me quedé sosteniendo su medallón en la mano. Mis ojos se encontraron con los de la niña una vez más, y luego los aparté, corriendo delante de ella y bajando las escaleras.

Una vez que salté sobre la valla, vomité por todo el suelo, antes de salir corriendo hacia la oscuridad.

Tanto como quería entregarme, también significaba entregar a Eunha, y eso era algo que no me encontraba dispuesta a hacer. Era la única familia que tenía; mi hermana menor. Lo que hizo estuvo mal, pero no podía dejarla ir a la cárcel. No podía.

Esa noche, cambié. Me acosté en la cama y bloqueé todos los recuerdos de la noche, cortando mis emociones por completo, así no sentiría que la culpabilidad o el dolor me desgarraban.

Abriendo el medallón que la mujer me dio, vi dos imágenes en el interior. Una de la niña, y otra del bebé que oí gritar. Fui testigo de la muerte de dos personas... padres. Había dejado dos hijos, sin madre y padre. Los condené a una vida como la mía. Era algo que nunca superaría por el resto de mi vida... nunca.

FIN DEL FLASHBACK.

—¿A qué demonios te refieres, Lisa? Las dos estuvimos allí.

Sus palabras me sacaron de mis recuerdos. —Tienes razón. Nunca debería haber dejado que... —no terminé.

—¿Piensas delatarme? Lo menos que puedes hacer es decirme antes de hacerlo.

Mi mirada se cerró de golpe sobre ella. —Me conoces mejor que eso. No soy una maldita soplona. Nunca te haría eso y nunca le haría eso a Jennie. No debe averiguar jamás qué pasó esa noche.

—Oh, engaña a la perra, Lisa. Soy a la única que deberías serle leal. A mí, no a ella.

—Lo dije, no voy a decirle. No puedo perderla, y si se entera, va a dejarme. La necesito, Eunha. Es todo para mí.

La cara de Eunha se derrumbó y dio un paso atrás. —Pero pensé...

Incluso a través de mi borrachera, no me perdí la total devastación en su cara. Sospeché de los sentimientos de Eunha por mí hacía un par de semanas, pero esta noche lo confirmó. Fue como un puñetazo en el estómago. Estaba enamorada de mí.

¿Cómo pude no verlo durante todos estos años? Era como una hermana para mí, por lo que nunca se me ocurrió que sus sentimientos fueran más profundos que los míos. Me observó follando a cualquier persona, y nunca pestañeó. Pero con Jennie las cosas eran diferentes, y ahora todos los problemas con Eunha en las últimas semanas cobraban sentido.

—Eunha... —Levanté las manos en el aire sintiéndome inútil. ¿Cómo iba a decirle que no sentía lo mismo por ella?

Las lágrimas caían por sus mejillas, se las limpió con enojo y luego envolvió sus brazos alrededor de su cintura. No había visto este lado de ella en un tiempo muy largo, y me recordó a la chica que solía ser. Era vulnerable y observé en cámara lenta como le rompía el corazón.

Por mucho que las cosas cambiaron entre Eunha y yo en las últimas semanas, una parte de mí se aferraba a la chica que fue. No podía alejarme de su dolor. Extendiendo los brazos hacia ella, esperé, con la esperanza de que aceptara mi consuelo. Después de un segundo, cruzó la habitación y envolvió los brazos alrededor de mi cintura.

Sus lágrimas empaparon el frente de mi camisa, pero no importaba.

Necesitaba consuelo. La culpa espesaba mi estómago mientras me di cuenta de que las cosas iban a ser diferentes a partir de entonces. El momento parecía que marcaba el final de nuestra amistad.

—Te amo, Lisa. He estado contigo desde el principio. Nadie más.

—Shhh —susurré, acariciando un lado de su cabeza.

—Nunca será lo suficientemente buena para ti. Nunca te conocerá como yo. Te acepto por lo que eres y lo que has hecho. ¿Diría lo mismo si se enterara de tu, nuestro, pasado?

—Eunha... —comencé a explicarle, pero me interrumpió.

—Dime que no me amas, Lisa. Dime que nunca me has amado—suplicó, mirándome con los ojos llenos de lágrimas.

—Lo siento, pero no me siento de la misma manera. Siempre has sido como una hermana para mí.

—Eso no es cierto. —Sacudió la cabeza con furia—. Bésame.

Antes de que pudiera detenerla, sus dedos agarraron mi camisa y me jaló hacia adelante. Me tomó por sorpresa y fue capaz de presionar sus labios contra los míos.

La desesperación era un sabor amargo. Sentí su lengua moverse a lo largo de mis labios y envolví los dedos alrededor de sus codos bruscamente tratando de alejarla de mí.

—Me encanta cuando eres ruda —gruñó—. Sé cómo te gusta follar. Fóllame, Lisa. Fóllame duro. —Se mordió el labio, liberando sus brazos y comenzó a atacar los botones de su camisa.

—Detente, Eunha. —La aparté y retrocedió unos pasos.

Parpadeó y luego me miró. —Ella va a romper tu corazón. No es como nosotras. Nunca va a ser como nosotras. Tú y yo somos iguales. No conseguiremos nuestro feliz para siempre nunca.

—Tal vez no conseguiré un final feliz, pero incluso después de toda la mierda que he hecho, tú y yo no somos iguales.

Sonrió, se acomodó la camisa y se dio la vuelta. Sin otra palabra, salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Si yo fuera inteligente, la habría seguido para asegurarme que abandonaba el club, pero no lo era.

siempre trato de entender las actitudes de los antagonistas en los ff, novelas, series o lo que sea, pero alv eunha no merece

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro