Capitulo 29

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Lisa.

—¿Qué es esto, Lisa? Dime qué es —me gritó Jen.

Las lágrimas corrían por sus mejillas, tomando piezas de mi corazón con ellas.

Lo inevitable ocurrió y ahora iba a perder todo lo que amaba.

—Jennie, amor. Puedo explicarlo. Déjame expl...

—No te atrevas a llamarme amor. Dime qué es esto. Quiero escucharte decir las palabras. Necesito saber que esto es real.

—Jennie, por favor...

—¡Detente! Simplemente di las palabras.

Se quebraba enfrente de mí, estallando de adentro hacia afuera, y no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Tomando una respiración profunda, cerré los ojos y me preparé para el final de todo.

—Es el medallón de tu madre.

Las palabras cortaron mi garganta como grandes fragmentos de vidrio. Casi podía saborear la sangre en la parte posterior de mi boca.

—¿Y cómo lo conseguiste?

Sus hombros estaban tensos y la mano que sostenía el medallón temblaba con tanta intensidad que pensé que podría caerse.

—Por favor, Nini. Déjame explicarlo.

Solo necesitaba que me escuchara por unos pocos minutos. Quería que supiera la verdad. Necesitaba saber que mientras me encontraba allí, no apreté el gatillo. Técnicamente no maté a sus padres.

—¡No me llames Nini! ¡No soy tu maldita Nini!

Me estremecí antes sus palabras.

—Fuiste tú. Eras la muchacha inclinada sobre mi madre, ¿verdad?

No hacía las preguntas correctas. Necesitaba que me preguntara si los asesiné.

—Sí, lo era. —Lágrimas inundaron espontáneamente a mis ojos—. Pero lo juro, Jennie. Juro que no maté a tus padres.

—Entonces, ¿quién lo hizo?

El nombre se ubicó en la punta de mi lengua a la espera de lanzarse en el aire que me rodeaba, y en lugar de contenerlo como siempre lo hice, lo dejé salir.

—Eunha.

Deslizó las manos por su cara, antes de tirar su cabello. —No puedo... — Cerró los ojos y negó con la cabeza—. Esto no está sucediendo.

—Me encontraba allí, Jennie, pero no los maté. Necesito que me escuches, necesito saber que lo entiendes.

—¿Crees que lo hace mejor; tú solo estabas allí, Lalisa? Nunca deberías haber estado en mi casa. Puede que no hayas apretado el gatillo, pero me arrebataste todo con tu sola presencia.

—Jen... —Avancé un paso hacia ella, pero se apartó.

—No lo hagas. Ni se te ocurra. No me vas a tocar. No quiero mirarte, me das asco.

—Lo siento, debería habértelo dicho.

—Espera... —Levantó la mirada acusadora, en realidad, mirándome por primera vez—. ¿Hace cuánto tiempo sabes sobre mí? ¿Desde el principio, Lisa? ¿Es por eso que hiciste todo esto? ¿Era esto algún maldito juego enfermo para ti?

—No. No lo supe hasta...

—La contraseña —interrumpió—. Es por eso que enloqueciste cuando te dije mi apellido.

—Juro que iba a dejarte en paz. Lo iba a hacer. Pero te amaba, Jennie. Todavía te amo. Te necesito. —Lágrimas cayeron por mis mejillas, por primera vez desde que era una niña.

—Me follaste todo este tiempo... ¿sabiendo que mataste a mis padres?

Quería decirle tantas cosas, pero nada que pudiera decir lo haría mejor. Sabía que iba a perderla, y cuando vi la mirada que me dirigía con los ojos llenos de odio, comprendí que ya no era mía. No tenía derecho a tratar de disuadirla de dejarme.

—Necesito salir de aquí. Necesito alejarme de ti.

Y entonces comenzó a pasar junto a mí, para salir de la habitación.

El pánico me desgarró. No porque temiera que llamara a la policía, sino porque sabía que una vez se fuera, nunca la vería de nuevo.

Extendiendo la mano, la jalé hacia mí cuando se acercó, y me golpeó. Abofeteándome en el rostro y pecho, gritó. La abracé para protegerla y protegerme.

—Por favor, no hagas esto. Solo te encontré. No puedo perderte ahora. —El nudo en mi pecho se movió a mi garganta y amenazaba con ahogarme.

—Nunca fui tuya, Lisa. Desde el momento que entraste en mi casa hace doce años, he querido que mueras.

—No digas eso. Me amas, Jennie. Sé que lo haces.

No me escuchaba mientras seguía temblando para liberarse de mí.

Por último, con una explosión de fuerza que no sabía que tenía, me dio una patada en la espinilla y pisó mi pie, antes de empujarme alejándome con un gruñido.

Me estrellé contra la pared, y perdí el equilibrio. Ella corrió. Me acercaba a la sala de estar cuando abrió la puerta principal y bajó corriendo las escaleras. La perseguí, bajando las escaleras lo más rápido que pude, pero una vez pisó el suelo lleno de bailarines, desapareció entre la multitud.

Busqué como si hubiera enloquecido. Empujando a través de bailarines y golpeando sobre las bebidas. La gente me miraba como si estuviera loca, y tal vez lo estaba. Me lancé hacia la puerta, segura de que la interceptaría, pero no se encontraba por ningún lado.

Al salir del club, me quedé en el asfalto mojado y dejé que mis ojos asimilaran la zona. El amor de mi vida se encontraba en alguna parte, sola en las calles. Si algo le pasaba, nunca me lo perdonaría.

Regresé, corriendo escaleras arriba a mi apartamento para conseguir las llaves. Tendría que volver a casa o encontrar un lugar para quedarse.

La encontraría y me aseguraría de que estuviera a salvo. No importaba donde se hallara, la encontraría y arreglaría esto.

hasta aquí llega el maratón, pero cumplo con decirles que el próximo capitulo es el final, jú.

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