Capitulo 8

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Jennie

No sabía en qué me metía. Entré a su oficina absolutamente segura de mí misma, sabiendo que necesitaba conseguir dinero. Claro, besé a un chico antes. Jeffery Middleton prácticamente había empujado su lengua hasta mi garganta en el undécimo grado; sin embargo no fue nada; nada, como el beso que Lisa me estaba dando.

En el momento en que me levantó de la silla y devoró mi boca, olvidé cualquier tipo de ansiedad. Envolví los brazos alrededor de su cuello y trabajó sus caderas contra las mías de una manera que nunca había experimentado.

Y así como si nada, se apartó, dejándome jadeando como un animal salvaje.

—Eso fue suficiente por hoy. —Me sonrió. Su sonrisa era de las que rompían corazones. Las novelas románticas eróticas no podían competir contra esos labios. Di un paso atrás con las rodillas temblorosas y contuve la respiración mientras arreglaba mi cabello por detrás de las orejas.

—Un auto te espera abajo, y he enviado un teléfono a tu hotel. Contéstalo siempre que llame. Te veo pronto, gatita. —Bajó su rostro y dejó un suave beso en la esquina de mi boca.

—Está bien —susurré.

Cuando salí de la oficina de Lisa, YeonJun me esperaba abajo con Eunha. Corrí hasta él y lo sostuve con fuerza, segura de que le estaba haciendo daño. Verlo me evitó tener que pensar sobre qué demonios ocurrió en la oficina.

—Lo siento tanto. En verdad, lo siento —dije a través de las lágrimas.

Me sostuvo y sonrió. —Está todo bien, Jen. No fue malo.

Eunha aclaró su garganta, recordándome que mi gran despliegue de emociones era visto por alguien que probablemente nunca lloró ni un solo día de su vida.

—¿Qué es este coche? —susurró, dándole miradas furtivas a Eunha.

—Es... de mi jefa —mentí—. Es lo suficientemente amable para prestárnoslo.

No quería que YeonJun hiciera más preguntas, por lo que nos hice entrar en la parte trasera del coche y evité la mirada conocedora de Eunha.

Tan pronto como cerré la puerta, el chofer se alejó del club. No le había dado indicaciones, pero conducía como si supiera dónde nos dirigíamos.

—Disculpe —dije alzando la voz para llamar su atención.

Unos ojos marrones y una amistosa sonrisa me encontraron a través del espejo retrovisor. El cabello gris se asomaba por su sombrero de chofer, y finas arrugas envolvían sus ojos y labios. — ¿Sí, señora?

—¿Adónde nos llevas?

—Al Hilton, señora.

—¿El Hilton?

—Sí, señora. Solo lo mejor para... —Sus ojos se movieron rápidamente a YeonJun y luego a mí—... para los empleados de la señora Manoban.

Sabía lo que estuvo a punto de decir, pero no quería corregirlo. No tenía ningún argumento para decirle que no era nada de la señora Manoban, aún. En especial, frente a YeonJun.

—Gracias, señor...

—Martin. Solo llámame señor Martin. —Sonrió por el espejo.

—Gracias señor Martin. —Me hundí en el asiento.

—Guau, ¿el Hilton? Tienes una jefa agradable, Jen.

YeonJun parecía más que emocionado con toda la experiencia. Deseé poder corresponder su entusiasmo, pero no lo lograba. Cuando el chofer se detuvo en el hotel, me dijo que me quedara en el coche. Segundos más tarde, abrió la puerta y la mantuvo así para que saliéramos. Me sonrojé ante esa atención. No estaba acostumbrada a un trato tan especial.

YeonJun se mantuvo a mi lado mientras seguíamos al señor Martin por el lobby hacia la recepción. Cuando llegó nuestro turno, la recepcionista esbozó una sonrisa familiar ante ese hombre mayor.

—Hola, Martin. ¿Cómo estás hoy?

—Lo estoy haciendo bien, Molly ¿y tú?

—Feliz de verte, como siempre. ¿En qué puedo ayudarte?

—Tengo dos invitados de la señora Manoban. La suite, por favor.

La mujer me lanzó una mirada de complicidad. Su expresión pronto cambió a una de sorpresa, seguida de otra de confusión cuando vio a YeonJun.

Pasé un brazo sobre sus hombros de forma protectora, intentando no preguntarme en qué estaba pensando.

—Por supuesto —asintió. Llamó a alguien detrás de mí y apareció un botones, justo a nuestro lado.

—Por favor, lleva a estos huéspedes a la suite de la señora Manoban y no olvides su equipaje.

—Oh, no tenemos... —comencé a corregirla.

Me detuve cuando vi al botones con nuestras maletas. ¿Qué demonios? Me pregunté cómo Lisa tuvo tiempo de tomar nuestras pertenencias del auto.

—Gracias —les dije.

—Por aquí, señorita —indicó el chico.

Volviéndome hacia el señor Martin, le sonreí. —Gracias otra vez.

—No hay de qué. —Copió mi sonrisa y sostuvo mi mano con amabilidad.

Pasaríamos la noche en uno de los mejores hoteles que alguna vez vi. La habitación estaba preparada con todo lo que necesitábamos, y tenía cuatro espacios separados. Dos habitaciones enormes, y un baño de lujo, con una gran bañera. Pero la mejor parte era la espaciosa sala de estar, con un ventanal que mostraba una impresionante vista de la ciudad de Nueva York.

Una vez que YeonJun se durmió en la noche, pasé algo de tiempo mirando los coches y personas en la calle. Los edificios y calles de alrededor eran tan hermosos desde mi perspectiva. Era difícil adaptarme al rápido cambio de dormir en un automóvil de mierda... a esta lujosa suite.

De no —malditamente— creer.

No fue hasta que bostecé y empañé la ventana que me di cuenta lo tarde que era.

Sintiendo el piso de madera con los pies descalzos, entré al baño para prepararme e ir a la cama. Mi nivel de estrés no era nada comparado con el de las últimas semanas, entonces, en lugar de tomar una ducha, llené la bañera con agua muy caliente y le agregué aceite de lavanda. Me metí hasta que el agua estuvo congelada. Por desgracia, no pude dejar de reproducir mi conversación con Lisa en su oficina. No sabía en qué estaba pensando, o qué había hecho, en todo caso. Entré a su oficina, lista para cualquier cosa. Necesitaba hacer dinero y no iba a negar lo que mi cuerpo obviamente quería. Pero vamos, definitivamente tenía que pagar por eso.

Cuando preguntó con tanto descaro si era virgen, no esperé su reacción. De hecho, si me hubiera abofeteado, no me hubiese sorprendido tanto.

Su respuesta me afectó. Pensé que no le complacería mi respuesta y se alejaría, no que lo encendería.

Me sentí avergonzada y humillada, no quería ver los ojos de Lalisa Manoban de nuevo. Pero incluso ahora, mientras pasaba el rato en la bañera, mis pensamientos prohibidos me traicionan y hacen que mis dedos se arrastren por mi cuerpo. Aún la deseaba, incluso cuando pretendía lo contrario. Ella no me quería, y debería estar feliz por eso, o al menos aliviada. Pero algo me hizo querer demostrar que aun siendo virgen, era tan capaz como la siguiente chica.

Separé las piernas y mis dedos se movieron por mis partes hinchadas, pero antes de que pudiera llevarme al orgasmo, me detuve y cerré las piernas con fuerza. Cubriéndome los ojos con la mano, dejé escapar una sonora bocanada de aire. ¿A quién quería engañar? Ni siquiera podía venirme sola por la vergüenza que me producía. ¿Cómo iba a conseguir hacerlo con alguien como Lisa?

Esperaba un montón de cosas cuando al fin reuní el coraje para ir a su oficina, pero lo que me sucedió fue totalmente inesperado.

Al día siguiente, el señor Martin se encontraba fuera, esperando para llevar a YeonJun a la escuela. Me preguntaba si alguna vez me dejaría de sorprender las cosas que Lisa conocía sobre mí, y que no le había contado. YeonJun parecía más que feliz de tener a un coche y chofer para alardear frente a sus amigos, pero yo tenía problemas para estar bien con eso. Luego de regresar a la suite, estuve sin hacer nada, esperando por algo; cualquier cosa que sucediera.

Odié permanecer sentada, haciendo girar los pulgares. Finalmente, cuando pensé que volaría de expectación, alguien golpeó la puerta. La abrí para encontrar a un hombre joven sonriéndome. Era un chico, con una sonrisa de oreja a oreja, y un desafortunado caso de acné juvenil.

— ¿Eres Holli?

Abrí la boca para decir que no, pero recordé que Lisa insistió en llamarme así, lo que era la cosa más extraña.

—Sí. Soy yo.

Me tendió una pequeña caja color rosa cerrada con una cinta. —Esto es para ti.

—Gracias.

Se volvió y marchó sin despedirse. Cerrando la puerta, me senté en la cama y saqué la cinta de la caja para encontrar un celular caro en su interior. Era elegante, con una gran pantalla táctil, deslicé mi dedo y apareció una imagen del puente de Brooklyn. Tan pronto como me senté en la cama, el teléfono sonó, el pequeño ícono en la pantalla indicaba que tenía un mensaje de texto, pero me tomó un par de minutos descubrir como leerlo.

LM: encuéntrame en la entrada a las 7:00. Ponte algo lindo.

Debería haber aplastado su estúpido celular y salir de esa habitación, pero no podía, y me odiaba por no poder hacerlo.

Como una verdadera mujer, pasé el resto de la tarde obsesionada sobre qué haría. Si hubiera tenido flores en la habitación, regaría todo de pétalos.

Llegué al lobby veinte minutos antes de que YeonJun saliera de la escuela, pero no podía quedarme en la habitación ni un segundo más.

Nunca había estado en un hotel tan extravagante antes, y tenía mucha curiosidad.

Pasé por el restaurante de cinco estrellas y caminé a través de los salones de baile, hasta que vi un letrero que decía "Boda de Peterson". Los invitados se movían dentro y fuera de unas hermosas puertas dobles, después de un pequeño vistazo alrededor, me dirigí hacia allí. Tirando del pesado pestillo, me deslicé dentro y un suspiro melancólico se escapó de mis labios. La habitación era de ensueño. Brillaba y olía a flores frescas.

No me quedé mucho tiempo, porque obviamente no iba vestida para la ocasión, pero por un momento, cerré mis ojos e imaginé una vida que incluía este tipo de lujos.

Una hora más tarde, el señor Martin dejó a YeonJun, volvimos a la suite e hicimos su tarea juntos. Cuando terminamos, llamé al servicio de habitación pidiendo la cena, con nuestros estómagos llenos, comencé a alistarme, y YeonJun cayó rendido frente a la televisión mirando un desagradable programa sobre zombis.

Me sentí mucho mejor dejándolo solo esta vez. La suite tenía cerraduras, y un teléfono celular al que llamarme si necesitaba algo.

Busqué en mi maleta el mejor conjunto para usar, un top verde azulado y una falda que llegaba a mis tobillos, me puse las sandalias y pasé un cepillo sobre mi cabello y casi no consigo llegar a la hora indicada al lobby.

Un coche negro se estacionó fuera y Lisa salió de la parte trasera. Sus pasos vacilaron mientras corría su mirada por mi cuerpo.

Entonces me sorprendió con una sonrisa y ofreció su mano. Confundida, hice lo único que tenía sentido, y puse mi mano en la suya. Sintiendo su pulgar pasar por mis dedos, se llevó mi mano a la boca. Sus labios no fueron suaves, o rudos, no había una palabra que describiera la manera en que se sintió, o qué causó en mi interior.

—Te ves... dulce —dijo esbozando una sonrisa.

No era exactamente el cumplido que esperaba, pero sin duda estaba acostumbrada a zorras sexys, con faldas cortas y escotes pronunciados.

Quizás no era un cumplido en absoluto. Tal vez se comportaba como un idiota.

—Bueno, esto fue divertido —dije bruscamente, y me volví. Su mano se mantuvo firme y me empujó hacia el coche.

—Ponte tus bragas virginales y vamos. —Se detuvo frente al automóvil y abrió la puerta, esperando que entrara.

Mi mirada fue desde ella hacia la puerta abierta y crucé los brazos. — Actúas como si me estuvieras haciendo un favor.

—Lo hago. Ahora, entra al coche. Tenemos una reserva.

— ¿Y si no quiero?

—Si fueras a negarte, ya lo habrías hecho. Eres curiosa, y entrarás al auto.

Por más que deseara probarle que se equivocaba, tenía razón. Tenía curiosidad tal como ella dijo, pero me di cuenta que no era la única. Sin decir una palabra, me metí en el coche y me moví por el asiento.

Se acomodó en el asiento del conductor y cerró la puerta. Nos abrazó la oscuridad.

No pregunté a dónde íbamos, ninguno habló, pero mientras las luces de la ciudad se reflejaban en su cara, no pude ignorar lo bien que se veía en su conjunto femenino de dos piezas oscuro. Su mano se apoyaba en la puerta, y mis ojos se dirigieron a sus largos y elegantes dedos llenos de brillantes anillos. Realmente era maravilloso.

— ¿Te gusta lo que ves? —preguntó en un susurro.

Un rubor caliente se precipitó por mi cuello, no me había dado cuenta de que también me miraba. Dios mío, era tan arrogante. Y en lugar de enfriarme, eso me encendía.

—En realidad, sí. Siempre pensé que Nueva York es preciosa en la noche.

—Moví mi cabeza y miré hacia fuera desde mi lado, disfrutando de su sonrisa.

—No permitas que las luces te engañen. Las cosas más peligrosas del mundo son hermosas.

Cuando le devolví la mirada, miraba hacia afuera completamente perdida en sus pensamientos. Quería llegar a ella, pero no parecía del tipo que buscaba contención.

El coche se detuvo y miré ansiosa alrededor del cristal oscuro.

Segundos más tarde, la puerta se abrió y Lisa salió, extendiendo su mano para ayudarme a salir.

—Prepárate —dijo, antes de que dos hombres mayores abrieran las puertas del restaurante para nosotras.

— ¿Prepararme para qué?

No respondió y atravesamos las puertas dobles, mantenía una mano en la parte baja de mi espalda.

—Por aquí, señora Manoban —dijo el anfitrión.

Tomó dos menús y se dirigió hacia la parte trasera.

Nunca había estado en un lugar así. Lámparas de cristal colgando por encima de mi cabeza y espejos que se hallaban colocados estratégicamente alrededor de la habitación para reflejar la luz de las velas, haciendo que la habitación pareciera aún más grande de lo que ya era.

Lisa andaba tranquilamente a través del comedor, cautivando a su público y exigiendo su atención. Vi con asombro como todo el mundo se detuvo para mirar boquiabiertos hacia ella. Tiró de mi brazo con el suyo y fue entonces cuando me di cuenta de que también me observaban, la chica en su brazo.

—Espero que tengas hambre. —Me acercó más—. Porque me muero de hambre.

Sus palabras rozaron el lado de mi cuello y enviaron una oleada de escalofríos por mis brazos.

Todo el mundo me miraba. Con timidez bajé la mirada a mi atuendo y supe de inmediato que no me vestí lo suficiente bien. Me veía como una maestra de escuela tensa yendo a una excursión, mientras que las damas a mi alrededor estaban vestidas de satén, encajes y diamantes.

Mi mano en su brazo comenzó a sudar y cerré los ojos tratando de respirar.

—No te pongas nerviosa. Eres la mujer más hermosa en la sala.

—Todo el mundo me está mirando —le susurré.

—No. Todo el mundo me está mirando. Siempre vengo aquí sola. Estas personas nunca me han visto con una mujer.

—Entonces, ¿por qué me has traído? —pregunté mientras me ayudaba con mi silla.

Inclinada sobre mí, susurró—: Con trato o sin él, eres mi Holli.

No tenía idea de cuál era su obsesión por llamarme Holli, y de nuevo, empecé a pensar que tal vez Lisa Manoban estuviera como loca.

Cuando se sentó frente a mí, al fin hice acopio del valor suficiente preguntar algo que me había estado molestando desde la primera vez que hablamos.

— ¿Por qué te niegas a saber mi nombre y por qué razón me llamas Holli? ¿Es así como llamas a todas tus chicas?

Traté de no moverme, o hacer un contacto visual incómodo, mientras esperaba a que contestase a mi pregunta.

Cuando al fin lo hizo, agradecí que el silencio se rompiera. — Definitivamente no llamo a nadie Holli. Solo a ti, y por una razón muy especial.

No dio más detalles entonces hice la pregunta que me aclara qué quería decir.

— ¿Te importaría explicar por qué es así?

—En realidad, no. No en este momento.

De todos modos, definitivamente dejó claro que no iba a conseguir nada más de él.

Supongo que debí saberlo. Por el poco tiempo que la conocía, era obvio que Lalisa Manoban podría ser muy terca y decidida.

Una vez que el camarero llenó los vasos de vino, nos quedamos solas. Tomó un sorbo de vino y se me quedó mirando, poniéndome aún más nerviosa que antes.

— ¿Así que vienes aquí mucho? —pregunté, tratando de romper el hielo.

—Sí —dijo simplemente. No iba a hacer esta cena fácil en absoluto.

—No hablas mucho.

Se encogió de hombros. —No soy buena con la conversación trivial.

— ¿Pensé que no tenías... citas?

—No.

—Entonces, ¿qué es esto?

—Te dije lo que es esto. Estás demostrando que vale la pena el riesgo.

— ¿Y cómo se supone que voy a cumplir ese cometido?

Se me quedó mirando durante más tiempo, y luego levantó las cejas.

¿Qué demonios se supone que significa eso?

Fue entonces cuando el camarero volvió a nuestra mesa para tomar nuestro pedido. Cuando el camarero se fue, continué con mis preguntas.

Con cada respuesta, sentí aún más curiosidad por Lisa Manoban.

— ¿Las otras... ellas no tienen ningún problema con tus reglas?

—Si lo hicieran, no serían una de mis chicas. —Era así, de hecho—. Estuviste dispuesta a aceptar mi oferta, ¿has tenido algún problema con mis reglas?

Mi cabeza se levantó. No me gustó tener la situación arrojada en mi cara. —Lo necesitaba.

— ¿Estás diciendo que eres diferente?

—Sí.

— ¿Debido a que necesitas el dinero?

—Sí —insistí.

— ¿Y qué te hace pensar que cualquiera de los otras no lo hicieron también por necesidad de dinero?

Abrí la boca, pero no salió nada. La verdad era que no lo sabía, pero quería creer que era diferente, que bajo otras circunstancias, no me habría vendido a Lalisa Manoban por mucho que tuviera por ofrecer.

—La verdad es que el dinero viene y va, pero ellas no lo hacen. Ellas siguen llegando, una y otra vez. —Se encogió de hombros—. Así que tal vez es diferente.

Dejé caer la cabeza hacia un lado. — ¿Alguien te ha dejado antes de que tu pudieras dejarle?

Sonó alto el sonido de su risa, miré alrededor y vi que todo el mundo nos miraba.

— ¿Qué es tan gracioso? —exigí—. ¿Me estás diciendo que nadie ha conseguido cansarse antes de que pudieras cansarte de ellas?

—Nadie. —Estaba muy en serio ahora.

— ¿Cómo lo sabes?

—Porque tengo una polla que no se detiene y suficiente dinero para comprar todas las empresas del mundo.

— ¿No crees que algún día querrás más que una chica fácil y mujeres que solo quieren tu dinero?

— ¿No es eso en lo que se basa una relación de todos modos? Sexo y dinero. En mi caso, puedo llegar a tener relaciones sexuales con una chica diferente cada noche y no tener que preocuparme por una esposa celosa.

De repente me sentí muy triste por Lisa. — ¿No quieres amor?

—El amor no existe, corazón. Es una bonita mentira. Algo que las mujeres inventaron para atar a un hombre y destruir su virilidad.

—Te equivocas.

—Pierdes tu tiempo, Holli. Guarda tus delirios sobre el amor y felices para siempre para un imbécil porque estoy lejos de ser engañada.

Quería argumentar que se había equivocado. Había visto el amor verdadero. Mis padres se amaron por completo y sin reservas. Sabía que existía y tenía la intención de buscar la misma clase de amor algún día.

—Soy muy diferente, Lisa —susurré, levantando la mirada para encontrarme con su ceño fruncido—. Necesito el dinero en este momento, pero me niego a vivir una vida sin amor y felicidad. No voy a volver cuando todo esté dicho y hecho.

No sabía si la sorprendí o enojé, tal vez un poco de ambas cosas, pero no respondió de inmediato. Cuando lo hizo, fue un completo cambio de tema.

—Desde luego, no sé mucho de vírgenes. ¿Cuántos años tienes?

—Veintidós —respondí con orgullo, desafiándola a burlarse de mí.

— ¿Cómo es que a tus veintidós años, con tu aspecto, conseguiste permanecer virgen?

—Si te tengo que explicar la logística a ti, obviamente, no eres la diosa del sexo que dices ser.

Pensé que lo logré con mi observación ingeniosa, pero se inclinó hacia delante en su silla y me mostró exactamente lo que se sentía el dejarte sin aliento.

—Podría follarte sin sentido aquí, en este momento, y darles a las mujeres mirando orgasmos. Así, querida, así es lo buena que soy.

Para mi fortuna, el camarero hizo una aparición repentina con nuestra comida. Miré a mi plato y mantuve la cabeza gacha por el resto de la comida. Podía sentir la mirada dura de Lisa haciéndome retorcer.

No sabía qué decir y ya estaba preocupada porque dije demasiado.

No podía permitirme el lujo de que ella tomara de nuevo todo lo que ya había ofrecido... otra vez. Estaba haciendo un trabajo terrible probándome a mí misma después de mi declaración.

Después de la cena, el coche estaba en el frente, esperando por nosotros. Subí y avanzamos en silencio a mi hotel. Se bajó y mantuvo la puerta abierta para mí. Cuando me di la vuelta para darle las gracias por la cena, me encontré allí de pie, con que el coche que se había ido. Ella se encaminaba a mi habitación.

— ¿Vas a estar quedarte ahí toda la noche, o vamos a subir?

Empuñé los dedos. —YeonJun...

— ¿YeonJun no tiene su propia habitación?

—Bueno, sí, pero...

— ¿Pero qué? ¿Renuncias? ¿Ya no estás dispuesta a demostrar que eres para mí?

—Creo que a estas alturas ya has tomado una decisión acerca de mí.

— ¿Estás segura?

Lo hacía hasta que dijo eso. ¿Por qué estaba siendo tan mojigata? Podía seducir a Lisa Manoban. Podía.

Mis nervios se volvieron locos y mis piernas comenzaron a temblar cuando me di la vuelta y me dirigí al ascensor. Después de presioné el botón de mi piso, esperé. Mis rodillas se sentían como gelatina, y yo esperaba en silencio no caerme y plantar mi cara en el suelo caro de baldosas.

Se detuvo a mi lado. Se encontraba demasiado tranquila, por lo que mi ansiedad era aún peor. Me temblaban las manos cuando saqué mi llave de la puerta y traté de pegar la tarjeta en la ranura. Cubriendo mi mano con la suya, tomó la tarjeta de mis dedos.

—Permíteme —dijo mientras abría la puerta.

Y entonces, allí estaba yo, de pie en una habitación de hotel con una extraña que podía o no comprarme. Por fortuna, YeonJun dormía profundamente en su habitación, no enloquecería haciendo preguntas que no sabía cómo responder.

Estaba de espaldas a Lisa, pero pude ver nuestro reflejo en el gran vidrio. Vi cómo se acercaba con la zancada de un tigre hambriento.

Pavoneándose, transmitiendo confianza y seguridad. Mientras tanto, la tensión se construía dentro de mí y amenazaba con romper.

Pasó sus dedos cálidos a través de mi nuca mientras movía el pelo a un lado. Me sacudí cuando apretó sus suaves labios en mi cuello.

— ¿Exactamente cómo de lejos has ido con alguiien, Holli? — Tragué saliva dañando mi garganta.

—Lo suficientemente lejos. — Mi voz no sonaba como la mía. Era más profunda, más oscura...seductora. La chica que le respondió no era yo. Lo que estaba haciendo, me afectaba.

Podía sentir su aliento en mi pelo. — ¿Te han tocado alguna vez? ¿Has tocado a alguien más antes?

—No —le susurré.

—Cristo —maldijo. Sus manos se movieron de mis hombros, pasando por mi espalda, hasta que sus manos se enroscaron alrededor de mi cintura. Se encontraba excitada y presionando mi espalda, lo que no hacía nada para ayudar con mis inseguridades.

—Hueles delicioso —dijo mientras mordía el lóbulo de mi oreja—. No debería querer esto tanto, pero me parece que no puedo mantener mis manos lejos de ti.

Ladeé la cabeza hacia un lado, dándole más espacio para besar. No era una completa idiota. Sabía algunas pocas cosas sobre el sexo.

Sabía lo que era el juego previo, y sin duda sabía que la señora Manoban era todo acerca de los juegos previos, mientras mis pezones impactaban contra mi sujetador y el punto entre mis muslos latía.

Sus manos se movieron hasta la cintura y se posaron justo debajo de mi sujetador. Me avergonzaba mi respiración irregular porque sabía que no solo podía oírla, sino sentirla.

Bajé la mirada a sus largos dedos y observé mientras oscilaban con mis respiraciones. Anudando los dedos en la parte delantera de la camisa, el aire frío besó mi ombligo cuando comenzó a levantar la tela de mi cuerpo.

—La piel de tu cuello es tan suave. No puedo dejar de preguntarme si es igual en todo tu cuerpo —dijo, sin dejar de acariciar mi piel con sus cálidos labios.

Y entonces deslizó los dedos sobre mi estómago, piel con piel. Para una mujer con tanto dinero, sus dedos eran ásperos. Me gustaba. Que Dios me perdone, pero me gustaba mucho.

Me levantó más la camisa.

—Levanta los brazos, hermosa. Quiero ver tu piel.

Hice lo que me pidió y ella sacó la camisa por encima de mi cabeza y mis brazos. Mi piel desnuda se erizó cuando el aire la golpeó. Le daba de espalda, en tan solo una falda y un poco atractivo sujetador.

Recorrió mi cuerpo con sus dedos, y en ese instante me convertí en masilla en sus manos.

—Tan perfecta —susurró en mi pelo.

Cerré los ojos y le permití tener acceso completo a mí. Tomé una respiración cuando sus dedos bajaron y empezaron a desabrochar mi falda. No estaba lista, pero no había vuelta atrás. Hice un trato con el mismo diablo, y por mi hermano y por mí, honraría ese acuerdo.

Mi falda cayó a mis tobillos y abrí los ojos para mirar mi reflejo en el espejo. Tan pálida y delicada, que hacía que sus manos se vieran enormes, cuando pasaban por mis caderas.

Observé su reflejo mientras que se apartaba para desabrocharse la chaqueta, quitándosela por sus hombros, y echándola a un lado.

Y entonces se encontraba de rodillas detrás de mí, recorriendo con las manos desde las pantorrillas a mis muslos. Temblaba de nuevo, sin poder discernir si eran mis nervios o las sensaciones que volaban a través de mi cuerpo a la velocidad de la luz. Me estaba perdiendo en ella y solo fue cuestión de minutos desde que entramos en la habitación.

Era bueno. Demasiado bueno.

Pasó su nariz a lo largo del interior de la pierna, cerré los ojos y dejé la boca abierta en un suspiro.

— ¿Qué estás haciéndome? —pregunté sin aliento.

Presionando sus labios ardientes en el interior de mi muslo, gimió reconociendo—: Quiero que te desesperes por mí.

Mi cabeza cayó hacia atrás cuando continuó los besos calientes en el interior de mis piernas. Estaba haciendo lo que quería. Podía sentir el palpitar entre mis piernas como si estuviera pidiendo y burlándose.

Recordando, clavé los dedos en su pelo y lo sostuve. Y entonces ella me estaba entregando. Bajé la mirada hasta encontrar sus ojos mientras se acuclillaba delante de mí. Tener una mujer tan exigente de rodillas frente a mí, era incómodo y sorprendente todo al mismo tiempo.

Un gemido escapó de mis labios cuando empezó a besar mi estómago, justo por encima de mi línea de ropa interior. Estaba tan concentrada en ella, que ni siquiera podía pensar de estar avergonzada por mi ropa interior de algodón simple.

El oxígeno ya no parecía importante. Todo lo que importaba era el latido dentro de mis bragas y su boca, que ahora presionaba contra la cara interna de mi muslo. Besaba por todas partes, menos el lugar en que más deseaba. Estaba desesperada.

Tiré de la parte posterior de su cabeza Hacía mí y traté de moverla a donde quería que fuera.

—Lisa. —Me quedé sin aliento.

Apartándose, bajó la cabeza y exhaló con dureza antes de levantarse y poner los brazos sobre mis hombros.

—Hay que recuperar el tiempo perdido, corazón.

Sus palabras fueron un balde de agua fría. — ¿Qué? —le dije agotada.

—Lo hiciste bien, una muy buena representación, como si no fueras virgen.

—Pero no lo hice... no era...

Llevó un dedo contra mis labios. —Nos vemos mañana en el club al mediodía. No llegues tarde. —Dio un beso suave en mi mejilla, su aliento haciendo crujir el cabello suave alrededor de la oreja—. Buenas noches, hermosa.

Quería detenerla. Debería haberla dejado y hacerla escucharme, pero era demasiado tarde y no me hallaba segura de que me habría escuchado de todos modos.

Me di la vuelta mientras se arreglaba el flequillo y se ponía la chaqueta de nuevo. La puerta se abrió y se cerró a los pocos segundos, y la tensión en la habitación se evaporó.

q triste para los que no alcanzaron a llegar al face reveal, pero son los auténticos ganadores porque si gustan les puedo pasar mi número para que hablemos por Whatsapp y seamos amixes, jú.🌜

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