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Jennie caminaba con pasos lentos hacia la oficina del profesor. Había ensayado su discurso en su cabeza, preparando la excusa perfecta para pedir una tutora. Sabía que si quería una razón sólida para acercarse a Lisa, necesitaba que todo pareciera natural.

—Profesor Kim —llamó Jennie con su tono más encantador cuando llegó a la puerta—. ¿Puedo hablar con usted un momento?

El hombre levantó la vista de sus papeles, sorprendido de ver a la alumna más popular de la clase frente a él. —Claro, Jennie. ¿En qué puedo ayudarte?

Jennie suspiró, fingiendo un aire de frustración. —Es sobre cálculo. He estado teniendo algunas dificultades... —Se tomó un momento para morderse el labio, sabiendo que su gesto proyectaba vulnerabilidad—. Me preocupa no poder mantener mis calificaciones este semestre.

El profesor asintió, aunque claramente sorprendido. Jennie nunca había mostrado signos de dificultad en clase, pero su petición era razonable.

—Bueno, si necesitas ayuda extra, podemos asignarte un tutor —respondió él, hojeando algunos papeles—. Hay varios estudiantes que podrían ayudarte, pero creo que... —su mirada se detuvo en un nombre familiar— Lisa Manobal sería una excelente opción. Es una de las mejores en la materia.

Jennie sonrió interiormente. Su plan estaba funcionando a la perfección.

—Lisa estaría bien —dijo, fingiendo que no le importaba demasiado quién fuera su tutora, aunque su corazón latía con fuerza.

El profesor asintió de nuevo. —Hablaré con ella y te confirmaré cuándo podrán comenzar las sesiones de tutoría. Estoy seguro de que esto te ayudará a mejorar.

Jennie salió de la oficina, mordiéndose el labio con satisfacción. Estaba más cerca de lo que había imaginado.

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Al día siguiente, Lisa fue notificada por el profesor Kim sobre su nueva tarea. Aceptó con su característica indiferencia, sin pensar demasiado en lo que eso implicaba. Era solo una más de las muchas veces que había ayudado a algún compañero de clase.

Esa tarde, Jennie se preparó para su primera sesión de tutoría con una mezcla de ansiedad y emoción. Sabía que no sería fácil estar cerca de Lisa sin dejar entrever lo que realmente sentía, pero estaba dispuesta a intentarlo.

Lisa llegó puntual a la biblioteca, con su cabello suelto y una expresión neutral. Sin saludarla demasiado, se sentó frente a Jennie y sacó sus materiales.

—¿Por dónde empezamos? —preguntó Lisa, revisando el cuaderno de Jennie.

Jennie la miraba con atención. El simple hecho de tenerla tan cerca ya hacía que su estómago diera vueltas. Por un momento, se quedó en silencio, sin poder concentrarse en las matemáticas.

—Uh... creo que no entiendo bien las integrales —dijo finalmente, señalando un problema en su cuaderno.

Lisa, con su eficiencia habitual, comenzó a explicarle los conceptos, dibujando gráficos y resolviendo ecuaciones con precisión. Jennie, sin embargo, apenas escuchaba. Su mente estaba ocupada en otra cosa: el aroma del perfume de Lisa, la forma en que su cabello caía sobre su hombro, cómo sus ojos seguían cada línea con intensidad. Todo en ella era irresistible.

Después de varios minutos, Lisa levantó la vista y notó que Jennie no había escrito nada. Frunció el ceño, confundida.

—Jennie, ¿estás siguiendo? —preguntó, su tono sin rastro de paciencia.

Jennie se sonrojó, sacudiendo la cabeza para concentrarse. —Sí, lo siento. Es que... es mucha información de golpe.

Lisa suspiró, volviendo a la ecuación. Jennie se obligó a prestar atención, pero no podía evitar mirarla de reojo cada pocos segundos. Por alguna razón, sentía que, aunque el tema de las matemáticas era complicado, lo realmente difícil sería ocultar sus emociones.

El tiempo pasó volando, y pronto la sesión llegó a su fin. Lisa guardó sus cosas y se levantó con la misma rapidez con la que había llegado.

—Nos vemos en la próxima sesión —dijo Lisa, con una sonrisa de cortesía, antes de marcharse.

Jennie se quedó sentada en silencio, observando cómo Lisa se alejaba. Sabía que esto era solo el comienzo, pero algo en su interior le decía que no iba a ser fácil mantener esta "tutoría" estrictamente académica.

Ella no solo quería mejorar en matemáticas. Quería mucho más. Y si tenía que seguir fingiendo ser una alumna desesperada por aprender, lo haría. Lisa Manobal no era solo su tutora; era su objetivo.

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