iv. family issues

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⸙ ࣪ ۰ ‣ CAPÍTULO CUATRO
⚔️   cuestiones familiares  🪙

el poder más peligroso es el del que manda pero no gobierna

Alysanne le traía muy malas noticias a su padre. Ella había recibido información acerca de la Triarquía de buena fuente.

Pero esa información no era positiva en lo absoluto. La situación en los Peldaños De Piedra iba de mal en peor, los piratas libraban batallas por el poder dejando graves consecuencias.

—Padre, no actúes con impulsividad —pedía Alysanne mientras lo seguía con apuro. Lord Corlys se dirigía a la Cámara del Consejo muy enfadado.

Si el rey le hubiera prestado atención a lo que su casa le había reportado acerca de la situación, las consecuencias probablemente hubieran sido menores.

Velaryon entró sin problema, siendo seguido por su hija, quien se arrepentía de haberle dicho sin saber cómo apaciguarlo.

—¡Cuatro barcos perdidos! Uno llevaba mi bandera —informó, apoyando sus manos en la mesa—. Los Peldaños están en llamas, y se quedan aquí balbuceando.

—Si quieres hablar de eso... —intentó interceder la Mano del Rey sin éxito.

—Me preocupa el futuro de mis barcos y de mis hombres —prosiguió Lord Corlys.

—La Corona te indemnizará y te hará una oferta —propuso Hightower una vez más.

—No quiero ser compensado —detuvo, hablando entre dientes—. Quiero tomar el control de los Peldaños de Piedra por la fuerza y ahuyentar al Alimenta cangrejos.

—No iré a la guerra con las Ciudades Libres —declaró Viserys con calma, minimizando el asunto.

—Estos piratas no son parte de esas ciudades.

—¿Quién cree que les proporciona barcos y suministros?

—A través de la historia, los Siete Reinos nunca lucharon contra las Ciudades Libres —añadió otro lord—. Si eso sucede, las pérdidas serán inmensas.

—No están comprendiendo, mis señores —habló Alysanne finalmente, intentando sonar lo más agradable posible para no sonar altanera y darles un motivo de callarla—. Les estamos dando la libertad de perjudicar a los navíos de la casa Velaryon, lo que a su vez, nos perjudicará a todos. ¿Por qué nos da miedo el Alimenta Cangrejos? —añadió lo último, rebajando la valentía que pudieran tener todos los presentes.

El rey Viserys al igual que la princesa Rhaenyra la observaron en silencio, admirando su forma de demostrar determinación al alzar la voz entre tantos peligros.

—El hermano del rey ha tomado Rocadragón, y lo protege con sus capas doradas —retomó Lord Corlys—. Daemon se plantó allí por más de seis meses y la Corona no levantó ni una protesta.

—Tenga cuidado, Lord Corlys —detuvo la Mano del Rey, hablándole al hombre mientras observaba a la mujer que se situaba a su lado—. Un asiento en la mesa del rey, o el permiso de permanecer aquí, no lo hace su igual.

Velaryon dio un par de pasos hacia Hightower, ocultando a su hija detrás de él a propósito para que dejarán de mirarla.

—Hago lo que podía hacer, y envío emisarios a Pentos y a Volantis a buscar causas en común. Se movilizarán barcos y hombres. El problema en los Peldaños de Piedra se resolverá a su debido tiempo.

Y si bien Alysanne tuvo la idea rondando insistentemente en su cabeza de que se podía hacer más, Rhaenyra lo expresó.

—Tienes jinetes de dragones, padre. Envíanos.

Todos los lores que se encontraban plácidamente sentados, la miraron despectivamente, considerándola en extremo imprudente.

—El asunto no es tan simple, Rhaenyra —insistió el rey.

—Sería una demostración de fuerza  —replicó.

—Al menos la princesa tiene un plan —la apoyó Alysanne con una sonrisa pintada en el rostro.

—Solo digo que deberíamos... Puede ser...

Entonces la Mano del Rey habló: —Tal vez, podríamos aprovechar al máximo los recursos de los que habla la princesa.

—Llévala a ver a los candidatos a Lord Comandante —ordenó el rey Viserys, desviando la atención a otro tema.

—Buena idea, su excelencia.

—Este caballero también garantizará su protección. Entonces debes elegirlo.

Pero para Rhaenyra esta tarea no la honró en lo absoluto, más bien, hizo que se diera cuenta de que para todos los hombres en esa mesa, ella era insignificante.

Al salir, se llevó al representante de la Guardia Real en la reunión y a Alysanne, quien antes de cualquier cosa le preguntó a su padre si estaba más calmado, lo que él confirmó con mentiras, de seguro volvería a sacar el tema a cualquier mínima oportunidad.

Ni bien estuvieron fuera, Rhaenyra comenzó a quejarse con Alysa.

—No toman en cuenta ninguna de mis opiniones, solo estoy ahí para servirles su estúpido vino.

—Pequeña, calma —le pidió, tomándole el rostro con ambas manos—. Son hombres y ellos mayormente no comprenden nada, tú en cambio, eres la heredera al trono, mucho más inteligente que cualquiera que pueda cuestionarte.

Le dejó un pequeño beso en la frente mientras sonreía reconfortantemente.

—¿Me acompañarás? —preguntó la más baja cuando continuaron caminando.

—Creo que puedo vivir sin presenciarlo —respondió—. Además, debo hablar con mi madre acerca de lo ocurrido con nuestra Casa, y la reacción de mi padre.

Rhaenyra entendió. —Suerte, Aly.

Y quedándose con la imagen de la Targaryen sonriéndole, Alysanne se fue hacia donde se encontraba habitualmente su mamá cuando venía a la Fortaleza Roja.

—Alysanne —nombró al verla—. ¿Con qué motivo viene a mí mi querida hija?

—No te quiero pedir nada —se apresuró a aclarar, viéndola cortar algunas pequeñas impurezas del huerto que mantenía—. Solo vine a darte noticias.

—¿Malas? —cuestionó, pidiéndole internamente a los Siete Reinos que no fuera algo como lo ocurrido hace unos meses.

Alysanne había retomado la relación que tenía con el dragón que le habían designado al nacer, pero le resultaba un poco complicado hacer que la quisiera luego de tantos años de abandono. Ello había acabado en un accidente con el dragón que había llamado Rhagar.

—Se relaciona con los Peldaños de Piedra, mamá —respondió, tomando una pequeña flor que había caído sobre el pasto—. Hemos perdido un barco por la guerra que se forma ahí.

—¿Tu padre lo sabe? —preguntó, dejando sus labores.

Alysanne, avergonzada, solamente asintió con la cabeza antes de agacharla.

—Y lo tomó mal —supuso su madre antes de cubrirse la frente con una mano.

—Debí haber actuado con más prudencia... lo lamento —articuló, clavando sus uñas en las palmas de sus manos con nervios.

—¿Qué hizo?

—Fue con el Consejo Real, y expusó lo que ocurría. También... También mencionó la estadía de Daemon en Rocadragón.

Rhaenys suspiró largamente, analizando la actitud de su esposo.

—Entonces fue él quien actuó con imprudencia —corrigió—. Hablaré con él, todo está bien, Alysanne.

Ella mordió el interior de sus labios, ansiosa por lo que había ocurrido. Pero aún así sintió, creyendo en su madre

Alysanne, en el transcurso de los días, recibió una noticia por parte de sus padres, quienes le pidieron reunirse con ella en la Fortaleza Roja.

—Hemos propuesto una alianza para poder solucionar el problema en los Peldaños de Piedra.

—¿Cuál es esa propuesta, padre? —preguntó, terminando de servirles vino para poder sentarse—. Sabes que, si está en mis manos, haré lo posible por asegurar nuestra estabilidad.

—Eso nos alegra, Aly —dijo la princesa Rhaenys, un poco indecisa con lo que expresaba—, porque se trata acerca de la unión de nuestras familias.

—Con nuestras te refieres...

—A la casa Targaryen y Velaryon —contestó su padre—. Te hemos propuesto al rey como su futura reina, así podremos unir a las dos grandes casas de Valyria. Uniendo a los dragones Targaryen con nuestra flota determinaremos la gloria en las incursiones que tenga el reino como en el pasado.

Alysanne no emitió palabra, se quedó plasmada, absorta de la realidad mientras navegaba en todos los posibles futuros y escenarios que podrían esperarle.

—Así, se fortalecerá el linaje y se producirán herederos —continuó su madre—. Para ello, no hay mejor persona que tú.

—Herederos... —susurró, sintiendo un total rechazo por la idea—. Rhaenyra... —nombró, antes de aclararse la garganta. Ella debía imponerse, por lo menos ante sus padres—. Rhaenyra es ya la heredera del rey, y... además, nunca consultaron conmigo esta decisión. Pueden ser mi familia, pero no son mis dueños.

—Alysanne, estás siendo egoísta —dijo su padre, encendiendo la mecha.

—¿Egoísta? —repitió, poniéndose de pie. Para ese instante ella ya había comprendido lo que ocurría—. Toda mi vida he agachado la cabeza y complacido a todo el que lo necesitará. He estado para ustedes y me he comportado como una hija ejemplar toda mi vida. Jamás han tenido quejas de mí, jamás les he pedido nada, y ahora, en una situación que me afecta mucho más que cualquier otra, ni siquiera pueden conversar previamente conmigo. Pues bien, estoy cansada, ha llegado el momento en el que piense en mí, ¿no?

—Tú serás la esposa de Viserys —ordenó Lord Corlys, despreciando sus deseos—. La reina y la madre de sus futuros herederos.

—¡Soy solo 7 años mayor que la pequeña Rhaenyra! —recordó, intentando hacer que entrarán en razón. El hecho de que alzará la voz enfureció más a su padre—. No soy la indicada, no quiero hacer esto. No lo haré.

—No es decisión tuya, Alysanne —dictó la Serpiente Marina, intentando controlarse con la ayuda de su esposa, quién le tomaba del brazo—. Mañana te reuniras con él en la corte. Sirve una vez más a tu casa, se leal y no nos decepciones.

No la dejó decir más y se retiró hacia la salida. Rhaenys se quedó un poco más, pero saber que no podía hacer nada por su hija, la destruía.

—Lo lamento mucho, Alysanne —susurró, viendo sus azules ojos llenarse de lágrimas.

Cuando se quedó sola en el salón dentro del lugar, la menor lanzó al suelo las copas de vino, tiró las sillas y por poco la mesa. Corrió a un mueble que había cerca y se acogió ahí. Lamentó que Sir Harwin ahora estuviera en otro puesto de la guardia real, él era uno de los pocos amigos que tenía en la corte.

Alysanne estaba prácticamente sola, sus días eran desolados y no tenía ningún propósito que ella quisiera. Se sintió tan minimizada, y nuevamente oyó la voz de Daemon en su cabeza, sus hirientes palabras resonaban y parecían salir de ella, esparciéndose por toda la habitación.

Golpeó su cabeza, intentando que se detuvieran. Soltó un fuerte grito, otro luego de ese, y otro más después. Se abrazó a si misma mientras las lágrimas se deslizaron por sus mejillas rojas.

¿Por qué tenía que ser tan sumisa? ¿Por qué no podía tener la potestad de elegir? ¿Por qué su destino no era suyo... por qué no podía luchar por él?

A la mañana siguiente, Alysanne tuvo que estar lista para su reunión con el rey. Sus ánimos fueron nulos, y la sonrisa que siempre mostraba para transmitir comodidad y confianza, desapareció.

La ojiazul no lo esperaba con muchas ansias, pero aún así el tiempo pasó muy rápido.

El rey Targaryen y lady Alysanne se encontraron en el patio exterior del palacio.

—Su majestad —saludó, dando una pequeña reverencia.

El rey sonrió incómodo. Ninguno de los estaba muy complacido con la idea, pero aún así tenían el deber de cumplir. Ambos empezaron a caminar.

—No quiero sonar entrometido... —empezó a decir el Señor de los Siete Reinos al notarla apagada—, pero, ¿estás bien, Alysanne?

—Oh, por favor no me pregunte eso —pidió, forzando una sonrisa—. No puedo mentir tan bien en este instante.

—No creí que esta propuesta de alianza pudiera afectarte tanto.

—¿Puedo serle sincera?

—Lo apreciaría mucho.

Alysanne tomó el aire y la confianza antes de hablar.

—Si bien una gran parte es por Rhaenyra y la lealtad que yo he jurado tenerle —inició, clavando sus uñas en la piel de sus palmas—, otra parte esencial es por, mí. Majestad, yo siempre he sido obediente, toda mi vida se ha basado en servir a los demás, y no me he quejado.

Ella sintió que nuevamente sus ojos pronto sollozarían.

—Pero hace tiempo que estoy pensando en algo y eso, me pudre la mente.

—¿Qué es? —cuestionó Viserys, mostrándole que realmente le interesaba lo que le contaba.

—Soy insignificante en el reino, solo estoy para sonreír y someterme —respondió, soltando una risa seca.

El rey tuvo pena por la menor, él jamás pensó que ella podría sentirse así. La observó, e intentó ayudar: —Lady Alysanne, usted ayuda a demasiadas personas. Es una de las pocas personas que el reino ama sin ningún tipo de quejas. Mantiene la paz y la unidad.

—No tiene por qué mentir, majestad, ya lo he aceptado, solo, estoy cansada de ello.

—Podrías hacer el cambio, Alysanne.

—No lo creo.

—Si no confías en ti, entonces todo se tornará mucho más difícil, porque nadie lo hará —le dio una lección.

Alysa le sonrió en agradecimiento, ella realmente apreciaba que alguien pudiera escucharla y considerar realmente lo que dijera.

Continuaron caminando y platicando de cosas mucho más banales que, de vez en cuando, les hacían soltar un par de carcajadas.

Pero entonces, Alysanne recordó a Rhaenyra, su pequeña y rebelde Nyra.

Velaryon buscó la manera de tocar el tema. —Supongo que si podemos caminar a la vista de todo el reino, usted ya ha expresado su deseo de casarse.

—Se lo comenté a mi persona de confianza y, también a Rhaenyra —respondió el rey, entendiendo lo que quería decir.

—Ella...

—Ella aceptaría que yo me vuelva a casar, pero...

—No conmigo —concluyó Alysanne la idea.

—Yo entiendo realmente la gravedad del asunto, lo mucho que puede afectar lo que está ocurriendo a su amistad —dijo comprensivo.

—Así que así se siente estar entre la espada y la pared.

Viserys analizó sus palabras, encontrándolas muy aceptadas.

—Alysanne —llamó, notando la gran preocupación en su rostro—, admiro mucho tu lealtad, y realmente espero contar con esa bondad en el futuro. Sé lo difícil que puede resultarte, y por eso te prometo mi apoyo con lo que sea que decidas.

—¿Decidir...? —preguntó confundida.

—Si decides serle leal a Rhaenyra, yo seré quién elija a otra esposa, dejándote limpia de toda posible culpabilidad. Y si decides acatar lo que tu Casa te pide, de igual forma te apoyaré. La decisión está en tus manos.

—Eso es... —susurró, sintiendo que sus ojos volvían a llenarse de lágrimas—. Eso es muy considerado, y se lo agradezco, majestad. Veo nuevamente lo positivo que Aemma siempre repetía acerca de usted.

Y si bien Alysanne jamás podría generar un sentimiento de amor por Viserys como su compañero de vida, ella sí sentía un lazo de solidaridad, algo parecido a la maternidad que Aemma le había ofrecido sin excusas por tanto tiempo.

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JEMIISA ©

02/11/2022

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