v. peace

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

⸙ ࣪ ۰ ‣ CAPÍTULO CINCO
⚔️   paz  🪙

cualquiera es poderoso para hacer

Cuando una nueva mañana llegó, y la luz del sol se expandió por todo el reino, Alysanne recién despertó.

Ella había decidido que quería descansar por lo menos un día, dedicarse tiempo a sí misma sin importar los demás, por lo que se había asegurado que ese sería su día.

Al estar preparada para levantarse de su cama, se estiró y colocó una bata. No llamó a ningún sirviente aún, solo fue por una copa de vino antes de caminar hacia el balcón y observar al Desembarco Del Rey desde ahí. Se mantuvo en esa actividad por varios minutos, pensando, recordando.

Al aburrirse, decidió dar un paseo por el patio exterior. Llamó a dos mucamas que la ayudarán a vestir y salió al estar lista, se había colocado un vestido azul que mantenía como siempre la elegancia, pero aún así era ligero y le permitía mucha movilidad por el pantalón que traía oculto adentro.

Al salir de su habitación, saludó a su guardia, quien sorprendido por aquella acción solo pudo asentir, y continuó su camino.

Alysanne saludaba a quien se le cruzará por el pasillo, como lo hacía antes, cuando Aemma estaba entre ellos y la paz reinaba.

Su plan de día tranquilo se vio truncado cuando vio a una Rhaenyra cruzar enfadada, yendo por otro pasillo.

Alysa lamentó no poder ignorarla, por lo que sin dudar ni un segundo la siguió.

—¡Rhaenyra! —llamó al verla cerca de su habitación para que la esperará y entrarán juntas—. Aguarda.

Pero al parecer ese llamado solo la hizo apresurarse más. Al final Alysanne tuvo que prácticamente correr y entrar con suerte al dormitorio.

—Por los Siete Reinos, por poco y tu guardia me cerraba la puerta en la cara, Rhaenyra.

—Veo que no entiendes claras señales —dijo, dando la vuelta como una fiera a punto de atacar—. No te quiero aquí, Alysanne, ¿por qué no vas a dar otro paseo con algún pretendiente? Lo que sea con tal de que te vayas.

—Tenemos que hablar —mencionó lo obvio, pero al parecer no para Rhaenyra.

—No necesito que hablemos, las cosas me han quedado muy claras. —El expresivo rostro de la princesa fue suficiente alerta, pero Alysanne no se rindió.

—Rhaenyra, por todos los dragones, deja esta actitud tan, infantil.

—¿Infantil? ¡Tú aceptaste casarte con mi padre! Al parecer una Velaryon siempre quiere llegar al trono, de una u otra manera.

Alysanne negó con la cabeza y tomó el puente de su nariz.

—No hagas falsas acusaciones por favor. No se ha concretado nada —informó, y Rhaenyra quiso hablar, pero la detuvo al continuar: —Y no pasará nada, ¿entiendes? No voy a casarme con tu padre, y no solo por la lealtad y el amor que te tengo, también por mí, porque puede ser lo que ordena mi familia, pero no es lo que yo quiero.

La Targaryen se quedó callada, le había quedado claro que había juzgado terriblemente mal.

—Tu padre me dio la oportunidad de decidir, lo que le agradeceré por siempre.

Entonces, Rhaenyra rompió en llanto y la abrazó.

—Lo siento... —murmuró—. Lo siento, solo que ahora ya no puedo confiar en nadie. Todos son desleales.

Alysanne la acogió en sus brazos, acariciándole el cabello con calma. Ella entendía que Rhaenyra iba a tomar mal la situación, así que no se sentía mal por lo que la menor le había dicho en un momento de furia.

—Tranquila, Nyra —reconfortó, oyéndola sollozar—. Está bien, todo lo está.

Como todos, la heredera al trono también tenía momentos de debilidad.

—No es cierto... —susurró sin apartarse, aferrándose más a la Velaryon—. No lo es.

—¿A qué te refieres? —preguntó, preocupándose.

—Daemon —nombró, intentando calmarse para poder articular bien la reveladora oración—. Él robó el huevo de dragón que le pertenecía a mi hermano.

Ambas se habían apartado un poco, y ahora podían observar sus reacciones detalladamente.

—¿Qué...? —preguntó Alysa, sorprendida—. ¿Daemon hizo eso?

Rhaenyra suspiró antes de tomar asiento, mientras que Alysanne se quedó perpleja, pensando en lo que le decían.

—Dijo que, con mucho gusto, él, Príncipe de Rocadragón y heredero legítimo del Trono de Hierro —empezó a comentarle lo que había oído en la reunión del Consejo Privado—, informaba que estaba por tener una segunda esposa.

Alysanne apenas podía terminar de procesar lo que oía, quedando doblemente pasmada. No entendía cómo Daemon iba a volver a casarse. Le dolió en el fondo, pero no lo expresó.

—Ella está embarazada, y dice que un huevo de dragón se colocará en el pesebre como manda la tradición de la casa Targaryen.

—Se ha vuelto loco —fue lo único que pudo deducir—. Ha perdido toda la poca prudencia que haya podido tener, ¿pero qué le ocurre?

—Invitó a mi padre a su boda, en dos días —detalló con la mirada perdida.

Rhaenyra era una de las pocas personas que tenía en alta estima a Daemon, lo apreciaba y consideraba una agradable compañía. Pero, ahora se encontraba decepcionada.

—Y lo peor, Alysanne... —continuó—, fue que se llevó a Celui de Dreamfyre, el que escogí para el príncipe Baelon, mi hermano.

—¿Qué decidió hacer el rey? —interrogó, decidiendo sentarse luego de tantas noticias.

—Traer a Daemon de vuelta.

—Iré con su majestad.

—No irá. Otto Hightower lo convenció de ir él, se está preparando al igual que a varios de la Guardia Real.

Alysanne pensó en ello, y no pudo estar tranquila. Ella necesitaba conocer que podía estar ocurriendo con Daemon para que llegará a ese punto. Al mirar a Rhaenyra, vio que tomaba el collar que adornaba su cuello con fastidio.

—¿Podrías quitarme esto? —pidió como si la asfixiará.

Alysanne accedió, aún cuando aquella petición la confundía. Quitó del cuello de la heredera el collar de acero Valyrio, detallando la belleza que poseía entre sus dedos.

—Toma —le quiso entregar su pertenencia, pero la princesa se denegó.

—Deséchalo, o quédatelo, no me importa. Ya no lo quiero más —dijo, evitando mirar el objeto.

Alysanne lo guardó entre sus dedos. Ambas se quedaron sentadas en silencio por un momento, analizando aún la información que habían recibido.

Si bien era Rhaenyra quien actuaba primero, fue la descendiente del mar en esa oportunidad.

—Necesito hacer algo —informó, dirigiéndose a la salida—. Mantén la calma, todo pronto se solucionará.

Alysanne había ido por su dragón; Rhagar, una majestuosidad a los ojos de quien sea. Un dragón macho que se había desarrollado impresionantemente rápido, creciendo lo suficientemente grande como para cubrir una gran parte de la ciudad con sus alas, con un fuego tan caliente que podía calcinar a su totalidad la armadura de un caballero. Sus escamas de color plateado, con reflejos azules verdosos o reflejos del color del fuego. Unos ojos morados brillantes. Era un dragón igual de especial que su jinete.

—¿Ha solicitado el permiso indicado? —preguntó uno de los guardias que resguardaba el hogar de los dragones.

La seguridad había aumentado por lo que había ocurrido con Daemon.

—¿Permiso para llevarme a mi dragón?

—Debe comprender la situación —pidió, sintiéndose un poco nervioso con la situación.

Lady Alysanne se presentaba demasiado enojada e imponente, lo que resultaba muy inusual. Ella se mantenía comúnmente dulce y comprensiva, agradable y amorosa. Pero ahora, ahora ella se veía totalmente distinta. 

—No me haga hacer esto.

—Son órdenes, mi señora.

Pero las órdenes o lo correcto le importaron muy poco a la Velaryon.

—¡RHAGAR! —llamó con fuerza.

Por un momento no ocurrió nada, hasta que se oyeron los pasos fuertes de un dragón resonar por el lugar. Los guardias que estaban se hicieron a aún lado mientras envainan sus espadas.

Alysanne no tardó mucho en verlo aproximarse, siendo que sus escamas, al igual que sus ojos, resaltaban aún en la tenue luz de la cueva.

—Tú y yo tenemos una pequeña tarea, Rhagar —informó, acariciando su pecho cuando él se inclinó hacia ella—. Vamos a volar —susurró.

Y tal como lo dijo, minutos después se la vio montada en su dragón, alejándose de la Fortaleza Roja sin preocuparse por las consecuencias que podía estar dejando atrás.

Aún no era muy tarde, por lo que el sol seguía alumbrando y haciendo brillar el cabello plateado de Alysanne, al igual que las escamas de Rhagar.

Fue un viaje pacífico hasta Rocadragón, no muy largo por la velocidad en la que iba Rhagar. En el camino, Alysanne pudo observar algo inusual en la grande cueva que se encontraba en la parte posterior de Montedragón. Ella juró ver la sombra de un enorme dragón.

No se preocupó mucho por eso.

Sentir el viento en su rostro la hizo sentir tan libre, estuvo prácticamente en el cielo. La paz recorrió cada parte de su ser por todo el tiempo que pudo durar.

Cuando estuvo cerca, vio el puente de Rocadragón que llevaba al castillo, y supo que debía aterrizar ahí.

El estruendo que causó el aterrizaje del dragón movió el suelo y alertó a las Capas Doradas de Daemon.

—¡Pido una audiencia con el príncipe de Rocadragón! —informó, aún sin descender, añadiéndole un tono burlesco a la manera en la que se refería al Targaryen—. ¡Ahora!

Vio cómo se movilizaban, y algunos se quedaban mirando el dragón con asombro, embelesados. No pasó mucho para que Daemon la observará desde uno de los balcones del castillo, la imagen que obtuvo fue la de una Alysanne empoderada, a la cual, podía jurar, sus ojos le brillaban con un morado muy intenso, como los de su dragón. Como siempre y sin importar las circunstancias, Daemon sonrió al verla.

La Velaryon descendió del dragón cuando vio al hermano del rey acercarse sin ningún tipo de arma para defenderse, solo él, sin la compañía de ningún guardia.

—Puedo jurar que eres la última persona que esperé aquí —comentó, acercándose más a ella y al dragón sin miedo—. Siempre logras sorprenderme, Alysanne —admitió.

Rhagar rugió contra Daemon al verlo tan cerca, pero la Velaryon logró calmarlo sin mucho problema.

—¿Esperas pasar? —cuestionó el Targaryen mientras la veía concentrada en el dragón.

—Si su majestad lo permite —respondió, utilizando el sarcasmo.

Daemon soltó una pequeña carcajada antes de regresar al castillo. Para Alysanne, ese había sido un claro "sígueme". Dejó al dragón luego de varias caricias y susurros de que no tardaría.

Ambos caminaron unos minutos hasta llegar a la Sala Principal, un dragón tendido sobre el vientre por el cual se entraba a través de su boca abierta.

—¿Te gusta lo que ves? —interrogó al verla interesada por todo a su alrededor.

—Un palacio digno de la heredera Rhaenyra —contestó, mirándolo directamente a los ojos, como él hacía.

—No recuerdo haberte invitado —mencionó, dando cortos pasos hasta el centro del lugar, donde se había situado la ojiazul.

—Bueno, creí que, como tú entraste tantas veces a mi habitación sin preguntar, yo podía hacer lo mismo —expuso, sonriéndole falsamente.

Ambos se detallaron de pies a cabeza, estando frente a frente en un ambiente de privacidad, como muchas veces en el pasado.

—Esperaba al rey, a Rhaenyra por lo menos —comentó con intenciones de rebajarla—. Pero a ti, a ti jamás ya que... ¿Cómo lo digo sin sonar cruel?

—¿Soy, nada? —interrogó sin sentirse insultada, ya estaba aprendiendo a superar esa inseguridad, se estaba obligando a superarse—. Sí, es un buen motivo.

—Tu semblante es muy distinto —opinó, un poco distraído por el violeta que aún reflejaba su mirada.

—Y tú sigues siendo el mismo imprudente —comentó con supuesta decepción, alargando las palabras en tanto salían de su boca—. ¿Robar ese huevo de dragón, Daemon?

—Creí que venías a algo más, quizás a mi boda —confesó sus falsas ilusiones. Él sabía bien el por qué de su presencia.

—¿Tu segunda boda? —preguntó antes de negar con la cabeza—. No, además no fui invitada. Y si te soy sincera, esperé que si ibas a volver a casarte, sería con alguien mejor que una prostituta —explicó.

—Te pido respeto —dijo, endureciendo su tono de voz—. Ella ahora tiene en su vientre a mi hijo.

—¿Estás seguro de eso? —preguntó. Alysanne en el camino había estado pensando en el mazo de probabilidades—. ¿Acaso las prostitutas no evitan esa posibilidad de arruinar la vida que llevan?

Fue ahí que Alysanne vio detrás de Daemon la silueta de una mujer intentando pasar desapercibida.

—¿Viniste solo a arruinar mi dicha con tus insinuaciones? —interrogó el príncipe, tomando su brazo.

—Creí que tenías mejores gustos —quiso continuar con aquel tema.

—¿Lo dices por ti? —A lo que Daemon accedió—. Alysanne, fuimos como la flama una vela, y bien sabes que se apaga.

Alysanne tomó la mano de Daemon que aprisionaba su brazo, y la llevó curiosamente a su rostro.

—¿Y ella, Daemon? ¿Acaso puede ser más que yo?

El Targaryen se perdió en la mirada de la Velaryon, en sus labios y en cómo su pecho subía y bajaba lentamente como si la situación no le estuviera provocando nada.

Y Daemon quiso negárselo, pero le fue imposible. Él no creía que alguien podría superar a su Alysa.

—Devuelve lo que no te pertenece, Daemon, y acaba con tu guerra —dijo su petición en un susurro, llevando su mano libre al pecho del príncipe—. Date una tregua.

Daemon se sintió hechizado con sus palabras. Alysanne no había perdido aquel poder que tenía sobre el de cabello rubio platinado.

Puede Daemon haberle hecho perder los estribos, pero Alysanne también había logrado bajar sus defensas.

La mano del Targaryen bajó hasta el cuello de la Velaryon, y ejerció un poco de presión.

Bien, la situación no estaba pasando como ninguno lo había esperado, pero para nada los molestaba.

—¿Lo devolverás? —insistió con voz suave, haciendo que la mirará al tomarlo por el mentón.

—Lo haré —susurró al acercarse a su oído.

Y entonces, con un corto movimiento, sus labios se unieron y la llama en el interior de ambos pudo ser finalmente libre. Tanta tensión acumulada se expresó en un beso necesitado, apasionado y ferviente. Uno, dos, no llevaron la cuenta, no les importó por lo mucho que habían estado esperando ese momento.

No fueron conscientes de nada, solo dejaron que la pasión los envolviera sin importar lo que ocurriría luego, a quienes lastimarían, o en qué se meterían. Solo querían estar juntos un instante.

¡voten y comenten! 🔥
























































































































JEMIISA ©
03/11/2022

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro