Capítulo 1 - Desconocidos.

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El doctor estaba tumbado en su cama mirando el techo, se había despertado de golpe hacía un buen rato y le era imposible coger el sueño de nuevo. Observó la habitación que le habían 

dado que era bastante acogedora. No era muy grande, pero tenía muchas comodidades. En una pared había una ventana para poder ver el exterior con un cristal que podía tintarse para evitar que entrara luz. La cama era amplia y cómoda, con sábanas confortables y varios cojines y almohadas. También había un escritorio con un ordenador de última generación  y una cómoda silla, al lado del escritorio había un armario para su ropa, aunque dentro solo tenía la suya y una que le habían prestado que usaba de pijama. Otra de las paredes tenía una pantalla de televisión bastante amplia. Por último, había una puerta que llevaba a un aseo completo en cual incluía una buena ducha. Tenía todo el cuarto el suelo cubierto con una alfombra de color gris, pareces blancas y los muebles eran de un color madera claro.

Se giró hacía un lado mientras volvía a recordar todo lo que había ocurrido hacía unos días. Como se encontró de golpe con aquel ángel y como este le acorraló. El miedo y la impotencia que sintió de verse así. Intentaba recordar los últimos instantes, cuando miró a la Tardis, juraría que un segundo antes de cerrar los ojos vió iluminarse la luz del techo de esta. Quería creer que eso fue una señal de su nave, y por eso había llegado donde estaba ahora. Seguía atormentado por su error con el ángel, por verse alejado de lo único que quedaba de su hogar… Su hogar… De pronto se acordó de las palabras de Marythe, las que aseguraban que iban a Gallifrey. ¿No había otro lugar? No quería volver allí, no podía pisar ese lugar de nuevo. Hacía ya tanto que había asumido que Gallifrey había desaparecido que no podía asimilar verlo de nuevo.

Al final se cansó de darle tantas vueltas al tema, así que se levantó de la cama, se duchó, se puso su ropa habitual y se fue a dar un paseo por la nave. No llevaba muchos días en aquel lugar, pero ya era conocido por casi toda la tripulación. Por lo que recibió el saludo de varias personas en su larga caminata. 

Acabó en el comedor, así que cogió una bandeja y se puso a la cola para el desayuno. La sala era muy amplia. Si quisiera, podría comer toda la tripulación en él y aún sobraría algo de espacio. Habían largas mesas metalicas para veinte personas cada una, con sillas que parecían bastante comodas, todas de color negro. Carros con platos, cubiertos, servilletas y sobres con salsas varias. En el centro de la sala, había  un enorme mostrador donde estaba la comida, la cual te servían automáticamente conforme pasabas. Solo tenías que solicitar lo que querías y la cantidad. 

Cogió su comida y se sentó en una de las mesas. Al poco rato Leonard, uno de los agentes de seguridad que conoció cuando llegó se sentó a su lado y le saludó:

—Buenos días John Smith— Dijo alegremente

—¡Leonard! Buenos días. No hace falta que me llames por todo el nombre completo, puedes llamarme solo John, es más, prefiero que me llames Doctor.

—¿Doctor Smith?¿Doctor John?

—No, eres demasiado formal, jajaja. Solo Doctor.

—Como quieras Doctor. —Contestó el chico sonriendo—¿Qué, te habituas a la nave? Es enorme, a mi a veces aún me cuesta un poco orientarme en ella, son todos los pasillos y estancias tan parecidos…

Ambos se rieron un poco. El chico era delgado, pero atlético y de estatura media. Pelo moreno muy corto y liso, de piel color avellana y ojos verdes claro. El doctor dejó de reírse y le preguntó:

—¿Y Adam? Se hace raro no veros juntos.

—Bueno, hoy tiene un turno distinto al mio… ¡Pero no siempre estamos juntos!

—Huy, me parece que he preguntado algo indebido ¿Me equivoco?

—No, no es tu culpa. No sabes las normas. Mira, no me malinterpretes, me encanta estar con él, es mi persona favorita. Pero la comandante Marythe ha prohibido expresamente las relaciones entre la tripulación. No me gustaría ser expulsado y no le he confesado lo que siento—Dice Leonard con voz apenada.

—Bueno, no soy quien para decir nada, pero hay ciertas normas que no tienen sentido, yo a veces no he cumplido algunas. Nadie se va a enfadar por que te declares al hombre que amas. Siempre puede ser un secreto entre vosotros.

El doctor guiña el ojo y Leonard bebe nervioso un poco de café.

Un grito alto en la sala interrumpió la conversación y ambos miraron hacía el origen de este. El doctor se levantó rápidamente y vió que había un hombre de mediana edad en el suelo, el contenido de su bandeja estaba esparcido por todo el suelo y el grito había sido de una muchacha que se había asustado al verlo caer de golpe.

 —¡Se ha desplomado, que alguien me ayude, por favor!—Dijo la chica agachándose para mirar el estado de su compañero.

El doctor y Leonard se acercaron rápidamente donde estaba el hombre y el doctor comprobó sus constantes.

—No os preocupéis, está vivo. Parece que solo se ha desmayado.

Rápidamente llegaron un par de enfermeros con una camilla y se lo llevaron de allí. La chica intentó ir con ellos, pero estos le pidieron que se quedara allí.

—Tranquila, se va a poner bien —Le dijo el doctor a la muchacha que seguía mirando con lágrimas en los ojos hacia la puerta por donde se habían llevado al hombre.

—Es mi tío, el único familiar que me queda… Sí le pasara algo, yo…

—No le va a pasar nada, termina de desayunar tranquila y luego ve a la enfermeria—Dijo Leonard—. Seguro que luego estará mucho mejor.

La chica asintió con la cabeza y todo el mundo continuó con sus cosas.

— — — —

En la enfermería todo estaba en silencio. El hombre recién llegado estaba aún inconsciente en una de las camas, en la cama de su lado derecho había una mujer con la cara vendada casi por completo y a varias camas de distancia había un hombre con los brazos y los ojos también vendados. 

La enfermera entró a la sala y comenzó a acercarse a los pacientes para comprobar el estado de estos. Primero miró a la chica, la cual pareció quejarse un poco de dolor y ella le acomodó la almohada y le dió una pastilla con un poco de agua. Después fue a mirar al hombre inconsciente, comprobó su pulso y le tocó la piel para mirar su temperatura corporal. La chica sonrió tranquila y también le arregló la almohada, Ya iba a girarse para ir a comprobar al tercer paciente cuando notó un golpe fuerte en la cabeza. 

Se sintió muy dolorida y se comprobó con la mano si había sangre. Notó rápidamente que estaba fluyendo por su cabeza con rapidez y se giró asustada.

Entonces vio al hombre de las vendas en las manos y los ojos con un tubo alargado de metal y manchado de sangre en las manos.

—¿Qué, qué haces? ¡Seguridad!—Gritó la chica todo lo alto que pudo.

Ella comenzó a correr hacía la puerta y él se rió mucho, comenzó a seguirla con mucha rapidez, la alcanzó y volvió a golpearla haciendo que cayera al suelo desplomada, después miró al hombre recién llegado y al ver su estado de inconsciencia hizo un gesto de indiferencia. Se acercó a la mujer con la cara vendada, ella ya se estaba incorporando de la cama entre risas.  Al estar juntos se abrazaron y ella se apartó un poco las vendas de la boca para poder hablar.

—¡Los hemos engañado bien!—dijo riendo en voz alta.

—Sí cariño, verás, pronto la nave será nuestra.

Ambos se ríen mientras se quitan todas las vendas que llevaban. Su aspecto era exactamente igual al de los humanos, cerraron varias veces seguidas los ojos y estos cambiaron. El blanco era amarillo y tenían dos iris en vez de uno, todos de un color verde muy brillante.

— — — —

El doctor y Leonard salieron del comedor juntos mientras charlaban de cosas sobre la nave, al salir vieron dos personas en el suelo ensangrentadas. Leonard se tapó la boca con las manos al ver que uno de ellos era Adam.

—¡Adam, adam!—Gritó corriendo hacia él.

El doctor se acercó rápidamente y vió que estaba vivo, lo cual le alivió bastante.

—Doctor, ¿Quien ha podido hacerle esto?—preguntó Leonard apartando un poco el pelo rubio de Adam para poder limpiar la sangre que tenía en la cara.

—No, no lo sé… Voy a comprobar al otro herido.

Se acercó al otro hombre, el cual tenía heridas muy similares.

—Ninguno de los dos están muertos, al menos tenemos eso—Dijo el doctor intentando parecer calmado, aunque se notaba que estaba muy enfadado.

Se hizo un pesado silencio mientras Leonard limpiaba con su manga un poco mejor la herida de Adam. Al poco rato, unos enfermeros entraron, se quedaron un momento parados al ver a los heridos y comenzaron a subirlos a camillas.

—Han aparecido otros dos, esto ya no es coincidencia—dijo uno de ellos frustrado.

—¿Hay más heridos?—Preguntó el doctor.

—Si, una de nuestras compañeras fue hace un rato a ver a los enfermos, nos pareció escucharla gritar y al comprobar si estaba bien  la hemos encontrado en el suelo herida de gravedad. Tras eso hemos salido a avisar a los agentes de seguridad y nos hemos encontrado un par de cocineros que estaban igual de mal heridos. ¡Alguien nos está atacando!

Leonard que sujetaba la mano de Adam, miró al doctor y dijo:

—Tenemos que encontrarles, no pueden herir a más gente…

—Te prometo que los encontraré, tú quédate cuidando de Adam.

—No, por favor, déjame ayudarte. Tengo que hacerlo, quiero saber quién le ha herido.

El doctor asintió con la cabeza y Leonard besó la mano de Adam.

—No te mueras, por favor, tengo muchas cosas que decirte, 

—¿Se puede saber qué está pasando en mi nave?—preguntó Marythe irrumpiendo de pronto en el pasillo desde una de las puertas.

—Comandante, alguien está atacando a la tripulación— Contestó una de los enfermeros.

—Está bien, yo me encargo. ¿alguna pista?

—Solo hemos encontrado unas vendas en el suelo de la enfermería con polvo gris.

—¿Polvo gris? ¡Marythe, te acompaño!—Dijo el doctor.

—Sí, yo también iré—Afirmó Leonard.

—Supongo que contra más mejor—Contestó ella indiferente—. Vamos, en marcha.

Leonard miró un instante a Adam, le acarició el rostro y se fue con el doctor y Marythe.

— — — —


Los tres caminaban por una de las salas de máquinas, el rastro de heridos les había llevado hasta allí. Ya habían contabilizado una docena de ellos, ninguno estaba muerto, pero sí que tenían todos heridas muy graves que necesitaban atención. Habían ido avisando a los enfermeros, que ya parecían algo cansados de transportar heridos y atenderlos, pero seguian haciéndolo encantados. 

En la sala de máquinas hacía bastante calor y costaba un poco respirar. Caminaban con cautela en una posición triangular. Escucharon unas risas a la lejanía y se pusieron más alerta.

—¿Quienes sois? —Grito Marythe al aire.

Las risas se acentuaron más y continuaron caminando en dirección hacía ellas.

Sin aviso, saltó de encima de una enorme máquina el hombre con el tubo de acero en las manos.

—Sólo sois tres, esto no me costará.

Marythe le apuntó con la pistola y el doctor gritó:

—No van a haber más heridos, será mejor que nos tranquilicemos.

El hombre se rió un poco y miró al doctor:

—¿Tú quién eres? ¡No hueles a humano!

—Soy el doctor, y no, no soy humano, ¿Quién eres tú? ¿Por qué hieres a la gente de esta tripulación?

—No tengo que darte ninguna explicación, doctor. 

El hombre empezó a correr hacia ellos y Marythe disparó al aire para asustarle, lo cual no hizo el efecto deseado y él le atacó. Leonard la apartó como pudo y recibió el golpe en un brazo. El dolor fue intenso, el doctor se giró, pero recibió un empujón de la mujer que apareció de golpe. Marythe le disparó dos veces sin pensarlo y la mujer cayó al suelo.

El hombre que entró en cólera, dio varios golpes desesperados al aire haciendo que los otros se apartaron unos pasos. Cogió a su compañera del suelo, los miró a los tres con mucha rabia y salió corriendo de la sala.

—¿Estáis bien?—preguntó el doctor—. ¿Leonard, cómo está tu brazo?

—No está roto, solo duele mucho. No te preocupes.

—Está bien, me alegro—Dijo sonriente, para ponerse serio en un instante y miró a la comandante—. ¡Marythe, le has disparado, creo que está muerta!

—Ella nos atacó primero…

—Pero eso no es motivo para disparar a matar. Solo te ha empujado y tú le disparas, no había motivo.

—¿De que vas Smith? Parece que estés con ellos. Escucha, esta es mi nave, yo mando, no tú. Así que no me hables de que debo hacer y lo que no. Si no te gusta, te largas…

El doctor suspiró resignado y dijo:

—Si tan solo supiera de qué raza son podría saber cuales son sus motivos e intentar hablar con ellos.

—¿Hablar? ¿Les has visto con ganas de hablar? ¿Y qué dices de que no son humanos?  Eran como nosotros— Dijo ella.

—Parecían humanos—Dijo Leonard—. Pero sus ojos eran muy raros, al menos eso me ha parecido… Nunca había visto unos ojos así

—Bueno, basta de cháchara, debemos seguirles antes de que causen más daño.

Los tres corrieron de nuevo hacía afuera y siguieron el rastro de sangre que iba dejando la mujer. Pasó un buen rato hasta que encontraron al hombre con la mujer en sus brazos, él al verlos soltó un grito y entró a la sala que tenía más cerca. Ellos tres, sin pararse un momento, entraron a ella. Al verlos allí parados, el doctor dijo:

—¿De donde sois? Por favor, hablad conmigo, puedo ayudaros. Decidme que quereis. No tiene que haber más heridos

—¿Pero por qué eres tan pesado? no queremos nada, solo la nave.

—¿La nave, y por eso herís a toda la gente?

—Eso lo hacemos porque es divertido—Contestó la mujer con voz débil.

—¿Divertido? ¿Os parece divertido dejar a la gente casi muerta?—pregunta Marythe apuntando con el arma a ambos.

—Sí, si os matamos se acaba la diversión, pero si os herimos y esperamos a que os cureis, podemos atacar de nuevo, y aún encima vosotros tendréis miedo en el cuerpo…

El doctor les miró de nuevo y dijo: 

—Quiero saber quienes sois, pero no dejaré que dañeis a una sola persona más, eso os lo garantizo.

Marythe miró la zona de la sala en la que estaban, sonrió y dijo:

—Tú lo has intentado, Smith. Me toca a mí afrontar esto.

Entró por pequeño pasillo y cerró la puerta para que ni Leonard ni el doctor pudieran entrar.

—¡Espera, Marythe, déjanos entrar!

El doctor sacó el destornillador sónico del bolsillo e intentó abrir la puerta sin éxito:

—Leonard, ¿Tú sabes a dónde lleva esta sala?

—Creo que a las escotillas… ¡Va a intentar expulsarlos de la nave!

El doctor lo miró con expresión de impotencia en su rostro, pegó en la puerta y miró por la pequeña ventana que tenía.

—¡No lo hagas Marythe, déjame hablar con ellos de nuevo! No han matado a nadie, han sido crueles, no lo voy a negar. Sé que pagarán por ello, pero no los mates ¡No lo hagas!

Marythe miró al doctor y dijo:

—No dejaré que hagan mas daño. Lo siento

El hombre, aún con la mujer en brazos miró con odio a Marythe y dijo:

—¿Te crees mejor que yo? Ella acaba de morir, tú la has matado, ¡Has matado a mi mujer!

—Tú has matado a la gente de mi tripulación.

—No he matado a nadie, fijate. Tú eres una asesina y no yo. Fijate que ironía. ¿Que me impide que te mate?

Ella caminaba hacia él apuntándole a la cabeza y el hombre con ira en los ojos andaba hacía atrás.

—Me marcharé de la nave, déjame irme. 

—No puedo dejarte ir, lo siento, has hecho demasiado daño.

Marythe miró al doctor que golpeaba la puerta desesperado. Ella cerró los ojos y empujó al hombre hacía una pequeña sala. 

—¡Fuera de mi nave!—Dijo ella mientras pulsaba un botón.

El hombre confuso miró a su alrededor y vió que no había salida. Entonces fue todo muy rápido, se abrió una compuerta y la pareja salió disparada de la nave.

Marythe se giró y caminó hacia sus compañeros. Abrió la puerta y miró al doctor.

—Eres un blando, Smith, y no quiero eso en mi nave. ¡Leonard, llévate a este hombre a su habitación y asegúrate de que no pueda salir sin mi permiso!

—Pero comandante.

—¡Hazlo, es una orden!

Leonard miró al doctor con pena y le dijo:

—Lo siento mucho doctor, no quiero hacer esto…

—No te preocupes Leonard, es tu deber. No estoy enfadado contigo. Marythe, no quiero estar en tu nave, podrías haber sido fantástica, pero fuiste igual de horrible que ellos. Estoy decepcionado.

—No necesito tu aprobación doctor, he hecho lo que tenía que hacer. ¡Leonard, llévatelo!

Hubo un silencio incómodo y Leonard se llevó al doctor con gesto amargo.

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