𝗮 𝘀𝗮𝗳𝗲 𝗽𝗹𝗮𝗰𝗲

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⋅⋆❪ 𝗧𝗛𝗘 𝗢𝗧𝗛𝗘𝗥 𝗦𝗜𝗗𝗘 ❫⋆⋅
— ⋅ 𝙖𝙘𝙩 𝙞. 𝘥𝘪𝘴𝘢𝘱𝘱𝘦𝘢𝘳𝘦𝘥 𝘵𝘦𝘦𝘯𝘴

CHAPTER 008 : a safe place
( episode the upside down )
  
 

Claire recobró la conciencia con un dolor agudo en su abdomen y una sensación de confusión. Sabía que se encontraba en la biblioteca del pueblo, pero esta había sido transformada en un tipo nido para el monstruo. Miró a su alrededor con confusión, sintiendo una opresión en el pecho. El lugar estaba lleno de membranas que se entrelazaban por todas partes, como si fueran venas que se nutrían de todos los cuerpos en descomposición que se encontraban esparcidos por el área.

Su corazón dio un vuelco cuando su mirada se posó en Will, quien estaba inconsciente y sostenido por las mismas membranas grotescas que lo habían atrapado en la pared. El pánico se apoderó de Claire, su único pensamiento era ir en su ayuda, un instinto desesperado la impulsó a moverse hacia él para intentar liberarlo, pero antes de que pudiera moverse, las membranas que la rodeaban comenzaron a contraerse, inmovilizando todas sus extremidades.

Claire gritó de frustración y angustia. Entonces, para su horror, una de las membranas pareció dirigirse deliberadamente hacia la herida en su abdomen, abriéndose paso a través de su piel y adentrándose en su cuerpo. De sus labios brotó un agónico chillido de dolor mientras la membrana se introducía en ella, y su visión se nubló. El dolor era insoportable, y la angustia la envolvió antes de que volviera a caer en la inconsciencia.

Jim Hopper y Joyce Byers entraron a la biblioteca en completo sigilo. Traían puestos trajes especiales y máscaras de oxígeno que los protegían del ambiente hostil de aquella dimensión, las esporas a su alrededor eran elementos desconocidos y ninguno sabía las consecuencias que tendría entrar en contacto directo con ellas.

Mantenían sus linternas encendidas y en alto, buscando en cada centímetro del lugar por pistas de los desaparecidos. Hopper iba al mando, pasaba por cada pasillo de libreros asegurándose de no dejar ni un solo espacio sin revisar. Joyce iba detrás de él, con sus manos temblorosas buscando vagamente. Su mente se había alejado de lo que ocurría en ese momento luego de ver rastros de sangre.

Era un camino, como si el Demogorgon lo hubiera dejado a propósito para ellos. Lo siguieron con prisa, sabiendo en el fondo que lo llevaría a uno de los chicos; la sangre estaba fresca.

El rastro los llevó hasta una de las salas interiores de la biblioteca, Joyce observaba cada uno de los cadáveres con pánico y, más adelante, Hopper se paralizó por unos segundos. La luz de su linterna estaba quieta, iluminando el cuerpo ya en descomposición de Barbara Holland; estaba muerta.

Su mano tembló ante la imagen, y entonces, el corazón de Hopper dió un vuelco en su pecho. Tan sólo a unos metros de distancia encontró un segundo cuerpo en el suelo, atrapado por las membranas e inconsciente. Deseo firmemente que aún estuviera con vida.

Sin perder tiempo, el hombre se dejó caer de forma brusca a un lado del cuerpo de Claire. Su estado no era como el de la otra chica. Tenía sangre fresca manchando su camiseta y, aunque estaba pálida, no parecía muerta del todo.

Rápidamente quitó las membranas que inmovilizaban los brazos de la chica y levantó la parte superior de su cuerpo, dejándolo reposar sobre sus piernas mientras se acercaba a su pecho. No pudo sentir un latido.

No tardó ni un sólo segundo en reaccionar, Hopper comenzó las maniobras de reanimación, tratando desesperadamente de devolverle la vida a Claire. Cada compresión en su pecho y cada respiración artificial eran un esfuerzo angustioso por salvarla, y el recuerdo de Harlem lo mantenía de rendirse, pero a pesar de sus intentos, ella no respondía. Su cuerpo se agitaba sin vida, sin dar señales de una respuesta.

Una sensación de impotencia y devastación lo invadió mientras se daba cuenta de que no había logrado salvar a la joven. Imaginó lo destrozada que estaría su madre al enterarse de la pérdida, ¿cómo podría decírselo? No tendría las agallas. Dos años atrás le dió la noticia de la muerte de su esposo, estuvo con ella cuando sufrio el aborto espontaneo y sostuvo su mano durante las cirugias de Claire. ¿Cómo podría llenarse de valor para decirle a Harlem Belch que el último rastro de su familia había desaparecido?

Con los ojos llenos de lágrimas, se arrodilló junto al cuerpo inerte de Claire. Quería lamentarse, pero no tenía tiempo. Los gritos de Joyce hicieron que el oficial volviera a la realidad, aún tenían que salvar a alguien más.

—¡Will! ¡Will!

Se puso de pie de un salto y se acercó a Joyce. La mujer había encontrado a su hijo colgado en la pared como un trofeo, sin color en la piel y con membranas rodeándolo por completo. Lo más aterrador era otra cosa, a diferencia de lo que había visto, una de las membranas había interrumpido por la boca de Will y parecía adentrarse por todo su interior.

—¡Hopper! ¡Dios mío! ¡Debes ayudarlo a salir!

La tensión en la habitación era palpable. Sin titubear, apartó a Joyce de su camino y se dirigió hacia el joven. Con fuerza descomunal, agarró la cabeza de Will y tiró con todas sus fuerzas de la membrana que se insertaba en su boca. La lucha fue desgarradora, y el sonido de la membrana siendo arrancada resonaba en la habitación mientras hacía todo lo posible para liberar a Will.

Finalmente, con un último esfuerzo, Hopper logró arrancar la membrana y la arrojó lejos de ellos. Will cayó al suelo, liberado de su prisión, pero su cuerpo yacía inmóvil. Hopper se arrodilló junto a él y, con manos temblorosas, buscó un pulso en su cuello.

—No respira, no está respirando. —decía Joyce de manera histérica.

—Joyce, escúchame. Tienes que tranquilizarte ¿si? —le pidió Hopper, que no podía lidiar con tantas emociones a la vez—. Acomódale la cabeza hacia atrás y levántale su mentón.

El oficial había comenzado a aplicar compresiones en el pecho de Will, intentando reanimarlo como había hecho con Claire.

—Cuando yo te diga tápale las fosas nasales y respira en su boca, dos veces.

—Sí, está bien.

—Un segundo, y haces pausa. Veintidós, veintitrés, veinticuatro, veinticinco... treinta. ¡Ahora! ¡Rápido!

Joyce siguiendo sus instrucciones, tapó las fosas nasales de Will y respiro dos veces en su boca. El pánico corría por sus venas.

—¡Vamos, niño! —exclamó Hopper volviendo hacer las compresiones.

—Will, cariño, escúchame —Joyce comenzó a hablar—. Soy yo, tú mamá, y te quiero muchísimo. Te quiero más que a nada en el mundo. Por favor...

—¡Vamos, Will! Tú puedes hacerlo.

—Por favor, despierta. Respira.

—Despierta. ¡Despierta ya! Tienes que respirar.

Hopper no se detuvo a pesar de la falta de respuesta. La desesperación lo impulsaba a seguir intentándolo, pero cuando las maniobras tradicionales de reanimación no parecían tener éxito, decidió tomar medidas más drásticas. Dejó de presionar el pecho y, con un gesto de desesperación y determinación, comenzó a dar fuertes golpes en su pecho, tratando de estimular su corazón inerte.

El sonido de los golpes resonaba en la habitación, y Hopper seguía con un frenesí de esfuerzo. Sabía que no podía permitirse perder a alguien más después de Claire.

—¡Por favor, respira! —Joyce se lamentaba—. ¡Por favor!

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Will reaccionó. Su cuerpo convulsionó, y un sonido ahogado escapó de sus labios mientras recuperaba la conciencia. Hopper se apartó de él, dejando escapar un suspiro de alivio y gratitud.

—Eso es —Joyce dejó salir toda preocupación y abrazó a su hijo—. Por Dios, eso es. Eso es, respira.

Hopper se quitó la máscara de oxígeno, posicionandola en el rostro de Will mientras no dejaba de ver el cuerpo de Claire metros más allá. Como si hubiera leído su mente, sin aliento Will intentó hablar:

—Claire... —murmuró a duras penas.

Sin embargo, el silencio que siguió a su pregunta llenó la habitación, y nadie respondió. Los adultos intercambiaron miradas preocupadas, sabiendo que lo mejor era no decir nada. No en ese momento al menos.

Con cuidado, ayudaron a Will, que aún estaba casi inconsciente, a ponerse de pie. Su cuerpo temblaba, y sus piernas apenas lo sostenían. Con un brazo alrededor de los hombros de Will, Hopper lo apoyó mientras lo guiaba hacia la salida de la biblioteca, lejos de las horribles membranas que habían atrapado a ambos.

Sin embargo, ante la ausencia de una víctima, las membranas comenzaron a moverse una vez más en busca de una nueva presa; un cuerpo tibio al que aferrarse. Y el cuerpo de Claire era perfecto para ello.

Las membranas se movieron nuevamente, extendiéndose y buscando aferrarse al cuerpo de Claire. Los estremecimientos del material viscoso la sacaron de su aturdimiento, y Claire recuperó la conciencia una vez más.

Al darse cuenta de que estaba siendo aprisionada nuevamente, una ola de pánico y dolor la invadió, pero también encendió una chispa de determinación en su interior. Un deseo de sobrevivir. A pesar del dolor, Claire luchó con todas sus fuerzas, comenzó a forcejear contra las membranas que la rodeaban, sintiendo cómo se resistían en su lucha por atraparla de nuevo.

Gritó de angustia y frustración mientras sus manos se aferraban a las viscosas estructuras, tratando de desgarrarlas y liberarse. El dolor en su abdomen y la sensación de asfixia no la detuvieron. Claire estaba decidida a salvarse, a sobrevivir y volver con su madre.

No estaba segura de cómo sucedió, pero Hopper apareció en su campo visual y, tal como hizo con Will, desgarró y cortó las membranas que se retorcían en su cuerpo y arrancó de un tirón la que se insertaba por el corte de su abdomen.

Claire estaba lívida, parecía que iba a desmayarse una vez más.

—Quedate conmigo, niña —la voz de Hopper se escuchaba lejana—. Sigue luchando, vamos a salir de aquí ¿sí? Tienes que luchar.

Claire emergió de la inconsciencia, rodeada por el zumbido de las máquinas y los tenues murmullos de una habitación de hospital. Al principio, la confusión la envolvió, incapaz de recordar lo que había sucedido. Sin embargo, en un instante, los recuerdos regresaron de manera abrumadora, como un golpe repentino.

Sus ojos se abrieron de par en par, y su expresión reflejaba preocupación mientras buscaba desesperadamente la mirada de alguien conocido. Estaba rodeada de distintas máquinas y todo a su alrededor era de un color blanquecino, tenía varios tubos por su cuerpo, le estaban administrando diversos líquidos y oxígeno.

Vio que no estaba sola. Steve Harrington se encontraba junto a ella, sentado en un pequeño sofá y durmiendo con la mitad de su cuerpo apoyado en la camilla, su madre por otro lado se encontraba  en el sofá, por su aspecto sabía que sólo estaba descansando los ojos.

—¿Mamá? —la voz de Claire se escuchó rasposa y grave.

Harlem se levantó de un salto y de inmediato se acercó hacia su hija. Su rostro estaba hinchado y sus ojos estaban rojos e irritados, pero lo único que demostraba en ese momento era la preocupación y alivio que sentía por tener a su hija sana y salva a su lado. Steve también se había despertado, estaba incorporándose en el sofá y se mantuvo al margen.

—Will. ¿Dónde está Will? —mencionó Claire, su voz se escuchó rasposa—. Él estaba en peligro y yo no... no pude ayudarlo. ¿Dónde está?

—Está en recuperación, cariño —le aseguró su madre con voz tranquila y reconfortante—. Will estará bien.

Un suspiro de alivio escapó de los labios de Claire, el alivio la inundó y, finalmente, pudo relajarse, permitiéndose recostarse mientras recuperaba sus fuerzas. Sólo entonces notó que su pierna estaba vendada y la herida en el abdomen ya no le dolía, supuso que la habían curado mientras dormía.

—¿Cómo te sientes? ¿hay algo que necesites?

—Agua.

Harlem le acercó el vaso, y mientras Claire bebía el refrescante líquido, la mirada de su madre estaba llena de adoración, como si estuviera contemplando un milagro. Claire sabía cuánto la había preocupado su desaparición.

Cuando ella dejó el vaso a un lado, su madre no pudo contenerse más y se abalanzó hacia ella en un abrazo cálido y apretado. Se sentía afortunada de tenerla de vuelta a su lado, sabía que no podía perder la esperanza. Las lágrimas de felicidad se deslizaban por los ojos de su madre mientras seguía apretando su cuerpo con fuerza, como si nunca quisiera soltarla. Claire sintió la calidez de su cuerpo y se aferró a ese abrazo como si fuera su refugio después de la pesadilla que había vivido.

—Estoy tan aliviada de que estés despierta, a mi lado... —murmuraba Harlem contra su oreja—. No podía dejar de pensar, creí que no volvería a tenerte entre mis brazos.

—Lo siento, lo siento mamá, yo no quería preocuparte... lo siento tanto...

Su madre se quedó con ella unos minutos más, sin querer romper el contacto físico. Dejó un par de besos en su frente y se levantó de la camilla solo por responsabilidad, no quería separarse de su hija pero debía ir por los doctores para que revisaran el estado de Claire y se aseguraran de que todo estaba bien.

Cuando Harlem salió de la habitación, Steve se quedó sólo junto a su amiga. Claire no estaba segura de que decir o hacer. En vez de actuar, fijó su mirada en uno de los cables que se encontraba conectado a su muñeca, jugaba con él mientras pensaba qué decir. No era fácil, y su última conversación no había quedado con un final claro.

—Lo sé ahora.

La chica levantó su mirada, con el ceño fruncido ante las palabras de Steve. No entendía a qué se refería y, por unos segundos, su atención se desvió a las heridas sin sanar que decoraban su rostro.

—¿A qué te refieres?

—No quiero que mantengamos distancia el uno del otro. Te quiero en mi vida Claire, y todo lo que ha pasado estos últimos días —soltó un pesado suspiro—. No sé qué haría sin ti, no quiero perderte de nuevo.

—Steve...

—Quiero a mi mejor amiga de vuelta en mi vida —el chico no la dejó hablar—. Quiero compartir cada momento importante contigo, y sé que estos últimos años me he convertido en un idiota, todos me lo repiten, pero puedo tratar de cambiar. Ahora que estás de vuelta, no tengo razón para estar enojado con el mundo.

Claire alzó las cejas con un leve gesto de diversión.

—¿Dices que es culpa mía que te hayas convertido en un idiota? —inquirió ella.

—Sí, algo así.

Una carcajada brotó de su garganta y su mirada se conectó con la de Steve por unos segundos, entonces, sin verlo venir, se vio enfrascada por los brazos del chico, que apretaban con fuerza su cuerpo mientras posaba su mentón sobre la cabeza de la chica.

Una sensación de calidez y familiaridad que había extrañado profundamente la inundó. Era como si el tiempo hubiera estado detenido durante todo ese tiempo que estuvo lejos de él y finalmente todo volviera a la normalidad. Su cercanía le recordó la seguridad que sentía en su presencia. Había extrañado la comodidad que él le transmitía, la sensación de que siempre estaría allí para ella.

—No vuelvas a hacer algo como esto, sabes bien que odio los hospitales —murmuró Steve mientras se separaba de ella—. Y no esperaba tener que volver aquí para encontrarme en la misma situación que dos años atrás, temiendo por tu vida.

—Ya estoy bien —Claire le dio una leve sonrisa—. Y prometo que no vas a perderme pronto.

No le devolvió la sonrisa. En cambio, su mirada bajó hasta su mano que reposaba a su costado y Steve no tardó en alcanzarla, entrelazando sus dedos con los suyos mientras acariciaba el dorso con su pulgar. Claire experimentó un cosquilleo en la boca de su estómago, pero no se trataba de mariposas.

Los amigos no se guardan secretos, ellos nunca lo habían hecho. Desde que se conocieron se contaban cada secreto e idea que pasaba por sus cabezas, conocían cada aspecto de su vida. Sabía que debía contarle de los nuevos peligros en Hawkins, ¿pero cómo? No era algo fácil de explicar, él creería que había perdido la cabeza. Al menos, cualquier persona con sentido común pensaría aquello.

—Steve, hay algo que deberías saber —murmuró luego de unos segundos—. Sobre lo que me ocurrió.

—No tienes que hacerlo ahora.

—Esto es importante. —insistió ella.

El chico levantó la mirada y sus labios se fruncieron en una especie de sonrisa.

—Ya lo sé todo. Dimensiones paralelas, monstruos y todas esas cosas —Steve le dió un apretón a su mano—. Luego te explicaré todo, pero ahora deberías descansar ¿sí? No deberías pensar en eso.

—¿Mi madre? ¿Ella...?

—No, ella no lo sabe —Claire se sintió aliviada ante esa respuesta—. Tampoco tu seguidor número uno, por si te lo preguntabas. —mencionó aquello con un tono distinto, burlón.

—¿Seguidor número uno?

—Benjamin Wheeler —mencionó el nombre con lentitud, como si se le dificultara—. Ayudó a tu madre con la búsqueda y todo eso, repartió volantes con tu cara e interrogó a todo el maldito pueblo. Se nota que te quiere.

—¿Sientes celos, Harrington? —inquirió Claire, reprimiendo carcajadas de burla.

—No, por supuesto que no —dijo, y se dirigió a la puerta cuando escucharon unos golpes—. ¿Por qué lo estaría?

Steve abrió la puerta y Claire encontró a Joyce detrás del umbral, con una sonrisa entró a la habitación empujando una silla de ruedas en la que se encontraba Will, por su aspecto, parecía estar sintiéndose mucho mejor.

—¿Cómo te encuentras, tesoro? —la saludó la señora Byers, dejando a Will a su lado en la camilla—. Will quería pasar a saludar.

—Sé que debes descansar, pero hice algo para ti.

El chico estiró su brazo y le entregó a Claire una hoja doblada por la mitad, al abrirla pudo observar un dibujo hecho por él. Llenó de colores cálidos, retrataba a una chica con grandes alas blancas en su espalda y una aureola sobre su cabeza.

—Eres tú —le explicó con emoción—. Te dibujo como un ángel porque eso es lo que eres para mí, fuiste mi guardiana y me protegiste. Mi ángel guardián —la chica no pudo evitar sonreír con ternura—. Mamá dice que debería llamarte querubín, pero no me gusta como suena.

—Este es el mejor regalo que he recibido en toda mi vida, muchas gracias Will —a Claire le hubiera gustado darle un abrazo, pero aún no podía moverse del todo por lo que se conformó con tomar su mano—. No veo la hora de llegar a casa y poder pegarlo en mi habitación.

En los días que siguieron, Claire y Will compartieron innumerables momentos juntos mientras ambos se recuperaban por completo de sus heridas en el hospital. A cada momento estaban siendo monitoreados por distintos médicos y enfermeras, que se aseguraban que su salud se restableciera sin contratiempos. Parecía ser que ellos eran sus pacientes más importantes.

En medio de sus conversaciones y la compañía mutua, Claire comenzó a sentir un cariño especial floreciendo en su corazón por Will. A pesar de las circunstancias extraordinarias en las que se habían encontrado, un fuerte lazo comenzaba a surgir. Después de todo, Claire había sacrificado su propia vida para proteger a Will, y aquel vínculo no desaparecería fácilmente.

Mientras contemplaba el giro que había dado su vida, Claire experimentó una sensación de gratitud. No se arrepentía de los peligros y desafíos que había enfrentado, no cuando le había dado la oportunidad de acercarse a Will.

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