𝗼𝗹𝗱 𝗳𝗿𝗶𝗲𝗻𝗱𝘀, 𝗻𝗲𝘄 𝗳𝗿𝗶𝗲𝗻𝗱𝘀

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⋅⋆❪ 𝗧𝗛𝗘 𝗢𝗧𝗛𝗘𝗥 𝗦𝗜𝗗𝗘 ❫⋆⋅
— ⋅ 𝙖𝙘𝙩 𝙞. 𝘥𝘪𝘴𝘢𝘱𝘱𝘦𝘢𝘳𝘦𝘥 𝘵𝘦𝘦𝘯𝘴

CHAPTER 002 : old friends, new friends
( episode the weirdo on maple street )

A Claire Fleming no le encantaba la idea de madrugar. Usualmente se le hacía difícil salir de la cama para ir a la escuela y llegar a tiempo, por lo que despertarse antes de las seis treinta de la mañana un día de semana era un suplicio.

Cuando la alarma resonó por su habitación una hora antes de lo previsto, la chica soltó unos gruñidos antes de levantarse e ir a la ducha. A esas horas el buen humor no la acompañaba, pero se repetía una y otra vez que lo estaba haciendo por Jonathan y Joyce.

Aquella mañana su madre y ella habían decidido despertarse antes de lo acostumbrado para ir a casa de los Byers y ayudarlos con el desayuno y otros temas, era lo menos que podían hacer luego de no obtener ninguna pista en la búsqueda de la noche anterior.

—Joy, por favor —insistía Harlem en la mesa de la cocina, acercandole a Joyce el plato con desayuno por tercera vez—, debes comer.

—No puedo comer. —repetía con la voz cansada.

—Necesito que comas —la otra mujer no se daba por vencida—, debes mantenerte con fuerzas. Lo necesitas.

—No, no quiero —volvió a decir Joyce de forma distraída. Claire y Jonathan habían terminado de prepararse sus tazas de café y finalmente se habían sentado a la mesa junto a las mujeres—. Jonathan. Jonathan, la fotocopiadora abre en treinta minutos.

—Lo sé.

—No quiero que vayas solo.

—Te dije que lo haría.

—Y ya le dije a Jonah que yo lo acompañaría —agregó Claire, en un intento de apaciguar las preocupaciones de la mujer—, no estará solo.

Joyce asintió repetidas veces con la mirada perdida en el vacío—: Necesitamos unas 200 o 300 copias, ¿cuánto cuestan? ¿Diez centavos?

—Joyce —la detuvo Harlem posando su mano sobre uno de los antebrazos de Joyce—. Los chicos se encargaran, ya tienen todo listo y tú no tienes que preocuparte por eso, ¿sí? Debes intentar no perder el control.

La mujer bajó la mirada, sus ojos se cristalizaron.

—Lo siento, de verdad. —Se disculpó, mirando a los presentes.

Tres fuertes golpes en la puerta principal se llevaron la atención de Joyce, quien le dio una calada a su cigarrillo y se levantó de un salto, dirigiéndose a la puerta.

Jonathan la siguió por detrás, mientras que Claire y Harlem se quedaban allí, permitiéndoles tener ese momento a solas junto al oficial de policía. Sabían que las noticias que podrían entregarles eran privadas, y no querían cruzar ninguna barrera.

Ambas se habían mantenido en silencio, terminando de comer los huevos revueltos y tostadas, esperando por alguna señal para intervenir.

—¡Era él! —la voz de Joyce llegó hasta donde se encontraban—. Por favor, tienes que creer lo que digo.

Madre e hija compartieron una mirada, con un leve asentimiento se levantaron de la mesa y se acercaron a la sala, con paso precavido para no interrumpir de forma brusca.

—¿Y crees que no sé cómo se oye la respiración de mi hijo? ¿no reconocerías la de tu hija?

A un lado de Claire, Harlem soltó un grito ahogado. Con una tensa expresión se adelantó y llegó junto a Joyce y el oficial, el incómodo silencio e intercambio de miradas fue roto por ella.

—Hop, lo siento mucho —se disculpó Harlem en nombre de Joyce con una expresión de empatía, sus ojos expresaban lo que sus palabras no podían—. Lo dijo sin pensar.

La castaña avanzó por el pasillo y se asomó, observó al hombre que se encontraba en la sala. Tenía una complexión robusta y musculosa, y una barba cerrada y áspera, que se encontraba ligeramente desaliñada. El hombre se había alejado unos pasos para recuperarse del comentario, y en cuanto se volteó para enfrentarse a sus viejas amigas una vez más, su mirada se posó brevemente en Claire.

Ella intentó sonreírle , pero lo único que pudo mostrar fue una extraña mueca. Su historia con el oficial Hopper era algo que no le gustaba recordar; no porque fuera mala, sino que involuntariamente relacionaba todo lo que tenía que ver con ese hombre con el día del accidente. Él había sido el primer oficial en llegar a la escena del accidente, y se mantuvo a su lado todo el tiempo hasta que la ambulancia llegó, le dió ánimos para no darse por vencido. Para no cerrar los ojos.

—¿Ya supiste algo de Lonnie? —preguntó el oficial finalmente.

—No.

—Ya pasó mucho, haré que lo investiguen. —determinó, dando por terminada la conversación.

Hopper salió de la casa dejando a Joyce más frustrada de lo que se encontraba antes, maldiciendo y murmurando por lo bajo. Su madre y Jonathan estaban demasiado ocupados intentando calmarla, tanto que ninguno vio cuando Claire se dirigió a la salida, siguiendo al hombre hasta su camioneta.

—Es agradable verte una vez más —mencionó el oficial en cuanto llegó a su lado, echando un vistazo a su aspecto—, ¿estás bien?

—No —respondió Claire sin rodeos—, aún no en realidad.

Hopper no mencionó nada al respecto, asintió un par de veces y en completo silencio sacó un cigarrillo de su bolsillo.

—¿Y tú? —le preguntó Claire de vuelta, aunque podía suponer la respuesta.

—Supongo que estamos igual. —Hopper le dio una gran calada a su cigarrillo, asegurándose de exhalar el humo lejos de ella.

—Agradezco todo lo que estás haciendo por encontrar a Will, y sé que Joyce se siente igual.

—Es mi trabajo.

—Claro —Claire oprimió sus labios antes de volver a hablar—. Si hay algo en lo que pueda ayudar…

—Sólo mantente a salvo.

Hopper no se quedó para seguir charlando. Dejando sola a la chica, se subió a su camioneta y se alejó con rapidez de la propiedad.

Claire y Jonathan caminaban juntos por las calles de Hawkins, el sol brillaba sobre ellos, iluminando el camino hacia la pequeña tienda de fotocopias en la esquina.

La chica agarraba nerviosamente la mochila, mientras Jonathan sostenía el cartel con la foto de Will y una descripción detallada. Al entrar en la tienda, el sonido de la campanilla anunció su llegada: el interior estaba iluminado por luces fluorescentes y el zumbido de las máquinas de fotocopias llenaba el aire. Un amable empleado los saludó desde el mostrador, listo para ayudarlos en su tarea.

Claire le dio un ligero apretón en el brazo, transmitiendo su apoyo silencioso. Ambos se acercaron al mostrador y explicaron su situación al empleado, quien asintió comprensivamente y les indicó cómo utilizar la máquina de fotocopias.

Con manos temblorosas pero decididas, Jonathan colocó el cartel sobre el cristal de la máquina y siguió las instrucciones del empleado para hacer las copias necesarias. El sonido del mecanismo de la fotocopiadora llenó la habitación mientras las hojas se deslizaban y se acumulaban en una bandeja.

A su lado, Claire observaba ansiosamente cada copia que salía, verificando que la imagen y la información estuvieran claras y legibles. Después de un tiempo que pareció eterno, Jonathan retiró la última copia de la máquina y exhaló profundamente. Tenían en sus manos un montón de letreros, listos para ser distribuidos por todo Hawkins.

Con el objetivo cumplido, Claire y Jonathan abandonaron la tienda de fotocopias, cargados con las copias de los letreros. El ambiente era ligeramente incómodo debido al silencio sepulcral entre ambos, ninguno estaba seguro de que decir.

Fue Jonathan quien se animó a romper el silencio:

—¿Por qué tu madre insiste tanto en que uses tus patines? —preguntó, recordando la leve discusión que Claire y su madre habían tenido antes de salir de la casa.

Harlem había llevado sus patines a escondidas y se los entregó, diciéndole que era hora de superar ese miedo y volver a patinar como antes lo hacía.

—He evitado usarlos desde que me mudé —le comentó la chica—. Y ella cree que, ahora que estamos de vuelta en Hawkins, todo puede ser igual que antes. Eso incluye utilizar mis patines.

—¿Y qué harás?

—Bueno —Claire pareció meditar la respuesta por unos segundos—… si los ocupo podría llegar mucho antes a la escuela.

La expresión de Jonathan demostró que no coincidía con ella.

—Eso es imposible.

—¡Claro que no! —la castaña sonrió ante la idea que iluminó su mente—. ¿Quieres apostar?

—Hecho —aceptó el chico de inmediato—. Sólo porque es una apuesta segura.

—Ya lo veremos.

Claire se apoyó en el auto de Jonathan para calzarse el par de patines blancos que había llevado colgando en su mochila, lo hizo rápido, sin mucho problema. Quería distraer al chico, aunque fueran solo unos minutos.

Cuando estuvo lista, Jonathan encendió el motor y ella se puso en posición, concentrados y preparados para partir con la carrera.

—Uno… —gritó el chico.

—Dos…

—¡Tres!

Partieron al mismo tiempo pero el auto fue más rápido y pronto lo perdió de vista, más,
Claire no perdió la confianza. Ella conocía buenos atajos y no dudaba de que lo lograría, sin embargo, no dejaba de sentirse extraño.

Volvía a estar sobre ruedas luego de dos largos años, pero eso no significó una disminución o pérdida de sus habilidades, seguía siendo igual de buena. Su equilibrio no flaqueaba y las desgastadas ruedas seguían siendo rápidas y confiables. Parecía que su madre tenía razón, no había nada de malo en volver a patinar.

Mientras se deslizaba por las calles del pueblo, diferentes recuerdos le venían a la cabeza: caminatas familiares, los lugares a los que solían ir a comer los fines de semana, la vez que su padre le enseñó a patinar y las múltiples caídas que tuvo mientras aprendía. Volver a sentir el viento chocar contra su rostro y aquel bienestar que saturaba su cuerpo era una sensación familiar, era como tener a su padre junto a ella, a su lado una vez más. Como si nunca se hubiera ido.

Llegó a la secundaria Hawkins con una gran sonrisa, la cúal se extendió aún más Jonathan se estacionó frente a la escuela tan solo segundos después de que ella llegara.

—¿Cómo lo hiciste? Ni siquiera estás sudando.

—Es un secreto.

Sin nada más que decir ambos se adentraron en los pasillos de la escuela, acercándose al tablón de anuncio. Allí sería el primer lugar donde pondrían un cartel, luego seguirían por el resto del pueblo.

Jonathan había insistido en que no era necesario que lo acompañara, no quería hacer que faltara a clases cuando estaba recién incorporándose. Sin embargo, Claire era terca y ya lo había decidido, no cambiaría de opinión.

—Dios, qué deprimente.

A unos metros de ellos se encontraban Steve Harrington junto a sus dos buenos amigos Tommy H y Carol, junto a Nancy Wheeler y Barbara Holland. El grupo había detenido su charla para voltearse y observar a Jonathan, con desagrado. principalmente

—¿Deberíamos decirle algo? —sugirió Nancy al grupo.

—No creo que sepa hablar. —se burló Carol.

—¿Cuánto apuestan a que él lo mató? —dijo Tommy, con una sonrisa burlesca en su rostro.

—Cállate. —le espetó Steve, golpeándole el hombro.

—¿Y por qué Fleming lo está acompañando? Creí que ustedes eran amigos —cuestionó Carol, observando a Steve—. ¿O ahora le gustan los raritos?

Steve no respondió; con la mandíbula apretada observaba a la castaña, quien no había pasado por alto la conversación que estaban teniendo. El lugar estaba lo suficientemente vacío como para escuchar su charla, aunque ellos no parecían estar al tanto de ello.

—Supongo que se comprenden entre sí. Ella volvió el día que el rarito desapareció , ¿no? —Nancy y Barbara asintieron al mismo tiempo—. Yo digo que lo hicieron juntos.

—¿De qué hablas?

—De la muerte del chico, ¿o sigues creyendo que es una santa luego de lo que le hizo a su padre?

El rostro de Claire se había enrojecido por completo, a su lado, Jonathan podía notar la tensa mirada que tenía.

—No te vayas sin mí. —le ordenó la chica, dejando su mochila en el suelo.

Le preguntó qué era lo que haría, pero Claire no le dio una respuesta. Dio media vuelta y se deslizó por el pasillo hacia el grupo de chicos populares, ellos no le habían quitado la mirada de encima, y Claire tampoco. Con una mirada desafiante se detuvo frente a Tommy, quien la miraba con burla, sin tomarla en serio.

—¿Algo que quieras decirme a la cara? —cuestionó, con una ceja alzada.

El chico la miró de abajo hacia arriba con una sonrisa petulante.

—Nada que no hayas escuchado.

Claire soltó un bufido lleno de gracia.

—¿Sabes que es interesante? Como, a pesar de todo este tiempo, sigues siendo un idiota egocentrico.

Tommy compartió una sonrisa con Carol—. ¿Eso es lo mejor que…?

Fue un movimiento rápido, Claire lanzó un puñetazo directo al rostro de Tommy antes de que terminara de formular la pregunta. El sonido del golpe resonó en el pasillo, seguido de un silencio momentáneo mientras el resto del grupo observaban atónitos.

Tommy tambaleó hacia atrás, sujetándose la mejilla, sorprendido y avergonzado por el contraataque. Claire se mantuvo erguida, su expresión desafiante y segura.

—No te atrevas a hablar de mi padre una vez más. —declaró con voz firme.

Claire se giró y patinó lejos de la escena mientras se escuchaban unos ruidos técnicos desde los altavoces, un par de segundos después escucharon hablar a la secretaria de la escuela:

—Atención, docentes y alumnos. Hoy a las 20:00 horas, habrá una reunión en el campo de fútbol en apoyo de Will Byers y su familia. Invitamos a todos a asistir. En la dirección aún se aceptan voluntarios para los equipos de búsqueda.

Jonathan no esperó más para salir de aquel lugar. En cuanto llegó a su lado y recogió su mochila, Claire posó una de sus manos en el hombro de Jonathan, sujetándose firmemente y permitiéndose ser arrastrada por sus movimientos. Sus patines se deslizaban de manera impecable por el estacionamiento, hasta que llegaron junto al auto.

—Eso fue increíble. —le comentó el chico con una sonrisa, subiendo al auto.

—Las clases de defensa personal al fin dieron sus frutos.

Jonathan la observó de reojo mientras encendía el auto y se alejaba de la secundaria. Claire ya no emanaba aquel aire de seguridad y confianza, tampoco parecía feliz y orgullosa por lo que había hecho. Era claro que el comentario de Tommy había afectado más de lo que él pensó.

—¿Estás bien?

—Sí. —murmuró la chica a su lado.

Había sido una pregunta tonta.

Gracias a lo que su madre le había contado, Jonathan estaba al tanto de que Claire y su padre sufrieron de un accidente dos años atrás, uno que acabó con la vida de su padre. No recordaba exactamente cómo sucedió, pero sí que había sido un accidente; un conductor ebrio o algo por el estilo.

—Lo siento por eso —se disculpó entonces la chica—, es un tema complicado.

—No lo volveré a mencionar.

—Que sea complicado no significa que no pueda hablar de ello. Puedes preguntar si es lo que quieres, no me molesta. —le aseguró.

Jonathan la examinó por unos segundos antes de contestar.

—Es un comentario en realidad, más que una pregunta.

—Lanzalo. —lo animó.

—Sé que no soy quien para decirlo pero —Jonathan soltó un suspiro—… sabes que el accidente no fue tu culpa, ¿cierto?

Claire se quedó paralizada en su lugar, observando al chico a su lado. Era como si hubiera leído sus pensamientos y estuviera intentando aliviar sus preocupaciones.
Desvió la mirada en cuanto su vista se nublo a causa de las lágrimas. Sí, por supuesto que sabía que no tenía la culpa, muy en el fondo lo sabía, solo que aun no era capaz de aceptarlo.

—Estoy trabajando en ello. —respondió con la voz ahogada.

—Han pasado dos años..

—Y sigo luchando con las consecuencias hasta el dia de hoy.

Hubo un largo silencio antes de que Jonathan continuara la conversación.

—¿Por qué crees que fue tu culpa?

Claire sonrió apenada—. Nos dirigíamos a una competencia de patinaje, le dije a papá que quería pasar por una malteada antes de irnos. Fue un desvío que nunca hacíamos, si hubiéramos seguido nuestro camino usual… Supongo que es lógico pensar que fue mi responsabilidad.

No lo era. Jonathan sabía aquello, pero supuso que no serviría de nada decírselo una vez más, intentar razonar con ella. Claire ya debió escuchar centenares de personas que le decían lo mismo y una más no marcaría la diferencia. Sus palabras no convencerían a Claire de que tan solo fue su desafortunado destino, añadiendo que, para Jonathan, las palabras no eran un fuerte.

Decidió mejor poner algo de música, la canción perfecta que ella podría disfrutar y tal vez hacerla sentir mejor en ese momento. Claire agradeció las acciones del chico en su interior, él era la primera persona que reaccionaba de una manera distinta a la usual.

—No iremos a colgar carteles —agregó entonces—. Iremos a ver a mi padre.

A Claire no le molestaba la idea mientras fuera de ayuda para Jonathan, aunque fuera solo de apoyo moral.

—¿Crees que Will pueda estar escondido allí?

—No, creo que es una idiotez.

Ella asintió y no hizo más preguntas, era claro de que Jonathan tenía sus razones. El resto del viaje transcurrió con bastante rapidez y pronto llegaron a su ciudad destino, que los esperaba con una leve llovizna y un clima grisáceo.

—Aquí es. —murmuró el chico, aparcando el auto frente a una casa común.

Bajaron y la castaña se quedó de pie, observando la deprimente calle que la rodeaba. Su mirada siguió a Jonathan, quién se dirigía con determinación hacia la entrada. Claire se apresuró a imitarlo, caminando a paso tranquilo, ahora con sus botas puestas.

Jonathan llamó a la puerta con vigor, ávido por ser atendido y verificar el lugar en la búsqueda de su hermano menor.

—¿Hola? —exclamaba, llamando una y otra vez a la puerta.

Una joven mujer apareció por la abertura, con el pelirrojo cabello enmarañado y húmedo no demostraba una actitud muy amigable, parecía malhumorada ante la actitud del menor.

—¿Se te ofrece algo? —Cuestionó, observando al chico frente a ella y luego a Claire, que estaba un par de metros atrás, esperando.

—Sí, ¿está Lonnie?

—En el fondo —señaló con la mirada—. ¿Qué quieres?

—Echar un vistazo. —Dijo, pasando por el lado de la mujer y entrando a la casa sin invitación previa.

—¿Qué crees que haces? —Sin embargo, no había mucho que ella pudiera hacer para evitar la intrusión.

—No tardaré. —prometió.

Mientras tanto Jonathan examinaba cada habitación del lugar, la mujer volvió su mirada hacia Claire con las cejas alzadas, esperaba que ella actuara igual de impaciente que su amigo.

—¿Y tú? ¿vas a entrar o te quedarás allí parada?

No estaba segura de que debía hacer exactamente, ambas opciones eran nefastas y sin mucho trabajo decidió entrar tras su amigo, echando un vistazo al desorden de la sala. Se llevó una sorpresa cuando, al salir de una de las habitaciones, Jonathan fue embestido contra la pared por un hombre mayor con cabello gris.

—¡Suéltame! —articuló el chico, quitándose a su padre de encima.

—Maldita sea, te hiciste más fuerte. —comentó el hombre sin quitar la mirada sobre su hijo, golpeando su pecho.

—¿Podrían explicarme qué pasa? —pidió la pelirroja, moviendo las manos con exageración luego de acercarse por el pasillo.

—Jonathan, ella es Cynthia —le presentó Lonnie, mirando de reojo a la mujer—. Cynthia, él es Jonathan. Mi hijo mayor.

Claire se acercó a la escena, quedándose a un lado de la mujer y observando a Jonathan con un gesto de preocupación. Will no estaba allí, y notaba que la simple presencia de su padre lo molestaba aún más.

Una sonrisa de regocijo apareció en el rostro de Lonnie cuando la vio allí, dándole una mirada de abajo hacia arriba, sin pena alguna.

—A ti no te conozco —le dedicó una sonrisa—, ¿ella es tu novia, Jonathan? Vaya, no eres un rarito del todo, ¿no?

—Repugnante. —murmuró Claire con un gesto de disgusto, retrocediendo un paso.

Ignorando a Lonnie, continuaron revisando cada lugar de la casa, donde no había rastros de Will ni de nadie más. Finalmente, como última oportunidad, se dirigieron al jardín para revisar el auto, Jonathan no quería dejar pasar ningún lugar.

—Observen esta belleza —les comentó Lonnie, cuando llegaron junto a automóvil, que lucía un terminado negro con dorado—. Debieron verla cuando la compré, me llevó un año, pero ya casi termino.

Y Claire debía admitir que en realidad había hecho un buen trabajo. No se acercó mucho, pero mientras el chico revisaba el interior del auto, ella les echó un vistazo a las terminaciones y los arreglos.

—No está nada mal —confirmó la chica en un murmuro demasiado alto, ganándose una mala mirada por parte de Jonathan—… para que alguien como tú se haya encargado. —agregó.

Quedó satisfecho con el comentario de la chica y prosiguió con su búsqueda, dirigiéndose esta vez al portaequipajes del auto.

—¿En serio? ¿Por qué también no me revisas el trasero? —como respuesta, Jonathan cerró la cubierta de un golpe—. Te dije lo mismo que le dije a la policía: No está aquí y nunca lo estuvo.

—Entonces ¿por qué no llamaste a mamá? —cuestionó el chico, volviendo a acercarse a Lonnie.

—No sé, se... —parloteó con desgano—. Supuse que ella había olvidado dónde estaba él. Que se había perdido. Ese niño nunca supo cuidarse.

—Esto no es un chiste —decía Jonathan—. Hay equipos de búsqueda, periodistas...

Claire se acercó a su amigo, quedándose a un lado con el ceño fruncido y dijo—: Todo el pueblo está preocupado por Will.

—Hopper no sigue siendo jefe, ¿o sí?

Ninguno respondió y Lonnie estuvo satisfecho con eso.

—Hopper es un buen jefe —le debatió Claire—, se preocupa en serio.

—La preocupación no siempre es suficiente. Dile a tu madre que debe sacarlos de ese infierno —dijo Lonnie dirigiéndose a su hijo—. Vengan aquí a la ciudad. Aquí la gente es más real, y podría verlos más.

Jonathan levantó la mirada, con recelo y luego bufó de manera incrédula, negando levemente.

—¿Piensas que no deseo verlos?

—Sé que no. —afirmó con seguridad.

—Esas son ideas que te metió tu madre, ¿ella sabe que estás aquí? —preguntó, sabiendo ya la respuesta a esa pregunta—. ¿Un hijo desaparece, y el otro anda dando vueltas por ahí con su noviecita? Qué buena madre.

—Mucho mejor de lo que tú podrías ofrecerles, dios —espetó Claire con desagrado—. Larguémonos de aquí.

—Lo único que digo es que quizá no sea yo el desgraciado. —exclamó el hombre, levantando sus hombros mientras ambos chicos se alejaban.

Jonathan volteó una vez más, sacando un folleto de su bolso y entregándoselo a Lonnie con un golpe en el pecho.

—Por si olvidaste su rostro. —y sin más se alejó junto a Claire.

—¡Adiós, maldito miserable!

—Entonces, ¿ya te has puesto al día con tus amigos?

Claire sonrió ante la pregunta de Jonathan, le provocaba gracia que pensara que tenía un gran círculo social. Observó a su alrededor antes de contestar. Se habían pasado toda la tarde repartiendo y colgando los carteles por el pueblo y, al atardecer, pudieron tomarse un descanso al terminar. Se encontraban estacionados frente a un parque, disfrutando de unas hamburguesas y refrescos con música de fondo.

—Las únicas personas con las que hablaba antes de mi mudanza eran Steve y tú —respondió ella—, así que podría decirse que he hecho la mitad del trabajo.

Jonathan le echó un vistazo—. ¿No has hablado con él?

—Nuestro reencuentro no fue el ideal —Claire mostró una mueca—. Fue repentino y es justo que él siga molesto, quiero darle su espacio. Además…

Claire recordó su actitud en la escuela con desagrado.

—Se ha vuelto un idiota.

Jonathan se quedó en silencio, no debatió el comentario. Parecía estar de acuerdo.

—¿Fue la única ocasión en la que intentaste hablar con él?

—Bueno —Claire se mordió el interior del labio, avergonzada—, se podría decir que escapé. Luego él se acercó a mí al final de las clases.

—¿Y?

—No salió muy bien—confesó—. Parecía estar a la defensiva y fue incómodo, no parecía gustarle la idea de que lo vieran conmigo.

Jonathan asintió.

—Podrías intentar hablar con él en un lugar más privado, dónde se sienta cómodo. Si es que te sientes preparada para hablar con él, por supuesto. —se apresuró a añadir.

Claire sonrió—. Es una buena idea.

Aquella noche no perdió el tiempo, y siguió el consejo de Jonathan.

Cuando llegó a casa su madre estaba terminando de preparar la cena, ella ayudó en lo que pudo y mientras comían, evitó hablarle de su día. No quería que se preocupara por ella al enterarse que faltó a clases, o que la regañara por acompañar a Jonathan con su padre. En pocas palabras, Claire quería ahorrarse problemas.

Y entonces, cuando Harlem le comentó que esa noche iría a quedarse en casa de los Byers, supo que era el momento. Sí perdía esa oportunidad de visitar la casa de los Harrington, tal vez no volvería a tener una pronto.

Sin embargo, salir durante la noche sin el permiso de su madre requeriría de ciertos sacrificios, y uno de ellos no esperaba tener que hacerlo tan pronto.

Su madre se había ido hace al menos treinta minutos, el mismo tiempo que había estado de pie, en el frío, observando fijamente las cadenas oxidadas en la puerta del taller de su padre. El auto de su padre se encontraba dentro, el cúal había heredado luego de su muerte. Nunca lo había utilizado por supuesto, no había vuelto a subirse desde el accidente y tampoco fue capaz de terminarlo por completo.

Aquella había sido su misión luego de su recuperación, su forma de distraerse de la realidad, más, no tuvo la fortaleza para terminarlo. No pudo.

Claire chasqueó la lengua, cansada de seguir esperando, de seguir siendo controlada por sus traumas. Sin pensarlo más, se adelantó a la puerta y uso su llave para abrir el candado y tirar las cadenas al suelo.

Las puertas se abrieron con un chirrido y la iluminación de las luces exteriores iluminaron parte del taller, se quedó paralizada frente a la entrada. La mezcla de emociones la abrumó mientras inhalaba el familiar aroma a aceite y metal.

El corazón le latía con fuerza en su pecho mientras daba unos pasos vacilantes hacia el interior y su mirada se posaba en el Gran Torino accidentado que yacía en el centro del taller. Siempre había amado ese auto de color negro, aún cuando era el mismo automóvil en el que casi pierde la vida y donde su padre...

—Ya basta. —exclamó la chica, en un intento de alejar esos pensamientos.

Era un remolino de recuerdos dolorosos y sin resolver que inundaban su mente. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar el día del accidente, la sensación de impacto, el sonido del metal retorciéndose y el caos que siguió. Sólo dos días, 48 horas en las que todos los recuerdos y fantasmas que había logrado superar en Lenora volvieron, más fuertes que nunca.

Con las manos temblorosas se acercó al vehículo, sintiendo la frialdad del metal bajo sus dedos. Recordaba cada abolladura y rasguño con detalle, había memorizado cada uno de ellos como una forma de castigo.

No fue rápido, pero Claire logró entrar al auto, encender el motor y dejar atrás el taller. Se tomó su tiempo, pero lo hizó. Algo que dos años atrás no fue capaz de terminar, lo estaba haciendo, en el momento apropiado.

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