𝘁𝗵𝗲 𝗯𝗲𝗴𝗶𝗻𝗻𝗶𝗻𝗴 𝗼𝗳 𝗵𝗲𝗹𝗹

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⋅⋆❪ 𝗧𝗛𝗘 𝗢𝗧𝗛𝗘𝗥 𝗦𝗜𝗗𝗘 ❫⋆⋅
— ⋅ 𝙖𝙘𝙩 𝙞. 𝘥𝘪𝘴𝘢𝘱𝘱𝘦𝘢𝘳𝘦𝘥 𝘵𝘦𝘦𝘯𝘴

CHAPTER 005 : the beginning of hell
( episode the body n the flea and the acrobat )

Claire entró en el aula de biología con una mirada distraída y ausente. Su mente aún estaba aturdida por las noticias de la muerte de Will Byers y no había podido concentrarse desde entonces, cada vez que intentaba prestar atención en clase, su mente se desviaba hacia recuerdos del chico.

El profesor de biología continuó su lección, pero las palabras parecían difuminarse en el aire. El murmullo de la clase se mezclaba con el zumbido en sus oídos, haciendo que todo sonara lejano y poco importante. A pesar de sus esfuerzos por enfocarse en las explicaciones, no podía evitar que su cabeza estuviera ocupada por pensamientos tristes. Era agotador.

De repente, la puerta del aula se abrió y la secretaria del colegio apareció en el umbral. Claire la miró con curiosidad y se preguntó qué podría querer.

—¿Claire Fleming? —sonrió levemente cuando la encontró—. ¿Podrías venir, por favor?

Extrañada, se puso en pie, y siguió a la secretaria sin siquiera recoger sus cosas. Steve y Ben fijaron su mirada en la castaña, e incluso cuando ya no estaba a la vista, siguieron pensando en ella.

Claire fue dirigida al comedor, donde el oficial Powell y Callahan se encontraban sentados. Con el ceño fruncido, se sentó frente a ellos.

—¿De qué se trata esto? —preguntó, cruzándose de brazos.

—Es sólo una interrogación, nada fuera de lo común —le explicó Powell, revisando unos papeles—. Intentamos contactar a tu madre, Harlem Belch, para que estuviera presente, pero no responde sus llamadas.

—Sí, está ocupada. Ayuda a los Byers a organizar el funeral para Will —respondió Claire con un hilo de voz—. Pero pueden interrogarme sin ella, no me molesta.

Powell asintió mientras le entregaba unos papeles y un bolígrafo, era necesario que firmara la constancia para asegurar que ella había permitido la interrogación sin un adulto presente.

—¿La investigación es sobre Will o...?

—Es sobre la desaparición de Barbara Holland. —Claire alzó las cejas.

—No sabía que estaba desaparecida.

—Según los relatos de Nancy Wheeler, hubo una fiesta en casa de Steve Harrington hace unos días —habló Callahan—, ¿podrías hablarnos de eso?

—Dinos lo que recuerdas de esa noche.

—En realidad no pasó mucho —dijo ella mientras se inclinaba en la mesa—. Cuando llegué no sabía que había una fiesta. Hablé con Daniel, el hermano menor de Steve, por un buen rato y salí con los demás a la piscina cuando Nancy y Barbara llegaron. Los chicos comenzaron a beber gaseosas pero yo me alejé, no me sentía bien así que entré a la piscina.

—¿Te sentías mal? ¿sucedió algo?

Ella negó—. Fue la ansiedad.

—¿Y cuál fue el desencadenante? —insistió el oficial Callahan—. ¿Alcohol, drogas?

—No había nada de eso en la fiesta —aseguró la castaña sin pensarlo mucho—. Desde la muerte de mi padre suele suceder seguido, pueden revisar mis expedientes médicos.

—Eso no será necesario —le aseguró Powell—. ¿Qué sucedió luego de entrar a la piscina?

—Los demás hicieron lo mismo, a excepción de Barbara, ella desapareció por un buen rato. Creo que estaba en el baño —Powell escribió algo en sus notas mientras asentía—. Luego de eso entramos a la casa. Tommy y Carol fueron a la habitación principal, y Steve y Nancy a la del chico.

—¿Fue cuando Barbara se fue?

Claire asintió.

—La vi salir de la casa, y esa fue la última vez que supe de ella. Luego me quedé alrededor de una hora hablando con Danny y, cuando ya era casi media noche, volví a casa.

—Nancy dijo que tú la llevaste a casa. —indicó Callahan.

—Eso es cierto.

El comedor se quedó en silencio por unos segundos. Ambos oficiales terminaban de escribir en sus hojas y revisaban los testimonios anteriores, revisando que todo estuviera en orden.

—Y cuando los demás subieron a las habitaciones, ¿sabes qué hacían? —la chica se extrañó ante la pregunta.

—¿La respuesta es relevante para su investigación? —preguntó ella, dudando que lo fuera.

—Podría serlo —respondió Powell—. No queremos descartar nada.

Claire se removió incómoda en el asiento.

—Por lo que entiendo, Tommy y Carol son pareja, y Steve y Nancy están en algo —se encogió de hombros antes de proseguir—. Supongo que estaban aprovechando de la privacidad.

Claire esperaba que sus problemas se hubieran acabado para ese entonces, no quería lidiar con más situaciones por al menos una semana. Sin embargo, aquel no parecía ser su día.

Le había pedido a Ben un tiempo a solas, no quería hablar con nadie ese día, y él había aceptado sin mucho problema. Por eso, cuando las clases acabaron y salió al estacionamiento, se encontraba sola y Steve Harrington pudo acercarse a ella.

—Claire, ¡espera! —Steve la alcanzó a pesar de su rápido caminar y se interpuso entre ella y el autobús escolar—. ¿Qué fue lo que le dijiste a los oficiales esta mañana? Porque no quiero meterme en problemas y...

—Les dije la verdad, Steve —respondió con fastidio—. ¿Qué otra cosa debía decirles?

—Ya, pero con exactitud ¿qué dijiste? —insistió el chico, moviendo sus manos de forma exagerada.

—Escucha Steve, si sólo vas a hablarme para saber si tu trasero está a salvo, mejor no lo hagas.

Claire hizo el ademán de irse, el chico le dio el paso mientras bufaba y exclamaba:

—Dios, ¿cuál es tu problema? —la castaña se volteó hacia él—. No entiendo tu actitud.

—Y yo no te entiendo a ti —respondió—. Entiendo que estés molesto conmigo por cortar la comunicación y volver como si nada, pero esta actuación de chico popular no la soporto; y tampoco me lo trago.

—¿No te has detenido a pensar que tal vez es culpa tuya? Después de lo que hiciste, tuve que madurar.

—Créeme Steve —le dijo Claire entre risas—, hiciste cualquier cosa menos madurar.

Steve resopló y se vio visiblemente molesto. Le dirigió una mirada de determinación, pero Claire pudo identificar un dejo de tristeza.

—¿Qué esperas de mí, Claire? Me rompiste el corazón.

—Y esa nunca fue mi intención, lo sabes—exclamó Claire, elevando la voz—. Pero un corazón roto no te da el derecho de ser un idiota con todo el mundo, de fingir que no te importa nada más que ti mismo.

—Tú no eres nadie para decirme eso —dijo él, con un tono de disgusto—. Te fuiste de Hawkins y me dejaste aquí, estuve preocupado por ti, ¡durante meses, Claire! Estaba tan asustado con la idea de perderte que comenzaba a olvidar cualquier otra cosa. Y todo porque estabas tan deprimida que llegaste a lastimarte a ti misma, como si tu vida no valiera nada. No te paraste a pensar en la gente que se preocupaba por ti ni un segundo.

Los músculos del rostro de Claire se tensaron, paralizada en su lugar sintió sus ojos cristalizarse. Las lágrimas se acumulaban, nublando su vista.

—Estaba pasando un mal momento. —Exclamó ella, pero su voz se entrecortó, demostrando lo dolida que se sentía.

—No eras la única.

—¡Mi padre murió! —aulló Claire, con lágrimas cayendo por sus mejillas y un nudo en su garganta que no hacía más que crecer—. Perdí a mi hermana menor y mamá estaba... —el nudo de angustia le hizo imposible seguir hablando— el dolor que sentía no puedes compararlo con nada.

Claire miró sus ojos, el chico se mantenía a centímetros de ella con el ceño levemente fruncido y evitaba mirar sus ojos. No parecía comprender lo que intentaba decirle, lo difícil que fue para ella.

—La mudanza tampoco fue fácil para mí, no sabes todo lo que pase mientras estaba lejos.

—¿Y de quién es la culpa? —espetó él, volviendo a mirarla.

Ella rodó los ojos. Intentó controlar su respiración mientras limpiaba el rastro de lágrimas de su rostro, se mordió el labio inferior. Intentaba entender a Steve, colocarse en su lugar e imaginar como él se estaba sintiendo, sabía que al menos debía intentarlo.

—Tal vez pienses diferente —comenzó a decir ella mientras se acercaba a Steve, hablando con un tono más suave—, pero nunca deje de quererte. Sé que fui la responsable de nuestra ruptura, pero debes entender que intentaba protegerte. No quería arrastrarte conmigo al abismo en el que me encontraba, no quería que me vieras de esa forma. Y todo ese tiempo, cada vez que necesitaba un salvavidas, pensaba en ti. Aunque no estaba contigo, fuiste mi ancla durante estos dos años; fuiste una de mis razones por la que intentaba mejorar.

—Claire...

—Tal vez no te interese porque ya tienes una nueva vida, pero aún sigues siendo esa persona para mí.

Steve se acercó y miró profundamente a los ojos de Claire antes de acercarse lentamente para intentar besarla. Pero la castaña, a pesar de su corazón acelerado, se apartó a tiempo y puso una mano en el pecho de Steve, mirando al suelo con una mezcla de emoción y culpa.

—No creo que sea el momento.

—Yo creí que...

Steve se sintió avergonzado y confundido, algo molesto. Sabía que tenía sentimientos encontrados por Claire, pero tampoco quería herir a Nancy. Asintió, apretando los puños mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas para responder.

En ese momento, Danny, el hermano menor de Steve, apareció junto a ellos, caminando despreocupadamente hacia ellos. Al ver la tensión en el aire, no tardó en darse cuenta de lo que había ocurrido. Con una sonrisa traviesa, se acercó a su hermano mayor y dijo en voz alta.

—¡No me digas que intentaste besar a Claire! —exclamó Danny con diversión—. Creí que eras más inteligente.

Claire se sintió incómoda ante la burla de Danny, pero Steve solo rodó los ojos, tratando de desviar la atención.

—No es el momento, Danny. —respondió con un tono de voz serio.

Antes de darle la oportunidad a alguno de dirigirse a ella, Claire se alejó y caminó con paso decidido hacia la parada de autobuses, sintiendo un nudo en el estómago. Aunque le hubiera gustado aceptar aquel beso, sabía que no era lo correcto para ambos. Claire no lo aceptaría mientras Steve siguiera saliendo con Nancy Wheeler.

Justo cuando estaba a punto de subirse a uno de los autobuses, una bocina la hizo girar hacia la calle. Para su sorpresa, era Jonathan quien conducía el auto, y junto a él estaba Nancy, una combinación que Claire no había esperado ver. Aunque conocía a ambos, nunca los había visto interactuar de manera cercana.

—¡Claire, espera! —gritó Jonathan, mientras bajaban del auto.

Confundida, Claire se detuvo en su lugar mientras Jonathan y Nancy se acercaban. Antes de que pudiera preguntar qué estaba pasando, Jonathan tomó la palabra.

—Tienes que acompañarnos. —dijo seriamente.

—¿A dónde? —preguntó Claire con curiosidad, sin entender del todo la situación.

Juntos, se adentraron en la escuela y durante el camino, Jonathan intentó explicarle más detalles sobre la situación. Claire intentó escuchar atentamente, pero su mente seguía distraída.

—No entiendo de qué hablas Jonah —murmuraba Claire mientras los seguía, intentando llevarles el paso—. Y tampoco estoy de humor para...

—Nancy dice que vio al monstruo —le exclamó el chico—. El monstruo del que mi madre hablaba.

—¿El qué salía de la pared y no tenía cara?

Jonathan y Nancy asintieron frente a ella, un temblor recorrió su espalda baja. Pensando en lo que aquello podía significar, siguió a Jonathan por los pasillos de la escuela. Llegaron al aula dónde se reunía el taller de fotografía y las chicas fueron guiadas hasta un cuarto iluminado únicamente por luces rojas.

Jonathan sacó las herramientas de su bolso junto a una fotografía, entretanto, Nancy se quedaba a su lado para observar con el ceño fruncido cada movimiento que realizaba y Claire se movía por el cuarto, observando con curiosidad el lugar y cada una de las fotografías que estaban colgadas allí, muchas de ellas eran espectaculares.

—¿Qué estás...?

—Ilumino. Agrando. —se limitaba a explicarle Jonathan, concentrado en su tarea.

—¿Tu mamá te dijo alguna otra cosa? —preguntaba Nancy—. ¿Adónde pudo haber ido o...?

—No, sólo que salió de la pared.

Jonathan terminó de hacer su magia con la fotografía y procedió a meterla en un contenedor con un líquido extraño.

—¿Cuánto tiempo lleva esto? —preguntó Claire a unos metros de distancia, ahora inspeccionaba los objetos que se encontraban sobre el único estante del lugar.

—Solo un poco más.

—¿Hace mucho que te dedicas a esto? —curioseo Nancy, bastante interesada con lo que el chico estaba haciendo.

—¿A qué?

—¿A la fotografía?

—Sí —admitió Jonathan—. Supongo que prefiero observar a las personas en vez de...

—Hablarles. —concluyó Nancy.

—Sé que es raro. —dijo, dedicándole una mirada a Nancy.

—No.

—No, sí lo es. Pero es que, a veces, las personas no dicen lo que realmente piensan. Pero si captas el momento justo, la fotografía dice más. Es solo que...

Sin embargo no terminó de explicarse, la fotografía se había aclarado y la expresión de Nancy se iluminó.

—Es eso —aseguró—. Eso es lo que vi.

Claire dejó a un lado la cámara que estaba examinando y se acercó a la pareja, se levantó en la punta de sus pies y viendo sobre el hombro de Jonathan, vio lo que Nancy señalaba. Se trataba de un cuerpo humanoide, pero retorcido y desfigurado. Su cuerpo era delgado y espigado, con extremidades largas y delgadas que terminan en garras afiladas. Sin embargo, su cabeza no era del todo distinguible.

—Parece salido de Alien —comentó Claire, ganándose una mirada de extrañeza por parte de Nancy—. Ya sabes, la película del 79, dirigida por Ridley Scott... no sabes de qué hablo, está bien.

—Mi mamá... —balbuceó Jonathan—. Pensé que estaba loca porque dijo que ese no era el cuerpo de Will, que él estaba vivo.

—Y si él está vivo...

—Entonces Barbara...

—Solo debemos encontrarlos. —dijo Nancy.

—Y con ellos, a este monstruo. —señaló Claire, con preocupación.

El funeral de Will Byers se llevaría a cabo esa mañana y era claro en la casa Fleming, Claire iba de un lado a otro sintiéndose irritada y Harlem no hablaba mucho, parecía protegerse en su silencio.

La castaña había terminado de calzarse sus zapatos de tacón negros cuando tocaron el timbre de la casa repetidas veces, ella se apresuró en dirigirse a la entrada. Debía ser el señor o la señora Harrington, habían quedado la noche anterior en que Danny las acompañaría al funeral, aunque no eran amigo de Will, creía que lo correcto era asistir. Después de todo, eran compañeros de clases desde pequeños.

—¡Voy! —gritó Claire en su trayecto a la puerta principal—. ¡Ya voy!

Abrió la puerta de un tirón, dejando ver a Danny Harrington detrás de ella, Steve se encontraba detrás de él. Ella se sorprendió de verlo allí, creyó que uno de sus padres iba a llevar a Danny.

—¿Cómo te sientes, Danny? ¿todo bien?

El menor asintió con una leve sonrisa, y no se abstuvo a darle un fuerte abrazo.

—Entremos, mamá estará lista en unos minutos.

Danny se adelantó y desapareció por la puerta luego de despedirse rápidamente de su hermano, Claire iba a seguirlo pero Steve la detuvo.

—Hey, ¿podemos hablar?

—¿Sobre qué? —preguntó Claire volteándose, sin ánimos.

Steve la observó de arriba hacia abajo cuando ella estuvo frente a él, le dio una leve sonrisa antes de volver a hablar.

—Te ves linda. —Mencionó él, miraba su vestido negro y la chaqueta de cuero que traía encima, la reconocía, antes había pertenecido a su padre.

—¿De eso quieres hablar?

—No, no. Es sobre la noche anterior —especificó él—, el día de la fiesta.

A Claire no le agradó pensar en ello.

—¿Qué? ¿Quieres que te dé consejos sobre cómo coquetear mejor o sobre sexo? Porque, por lo que Danny me dijo, estoy segura de que tienes cubierta esa área.

—Por favor —le pidió con cansancio—. Viniste en el auto de tu padre, Claire. El auto en el que te accidentaste.

—Sí, ¿y? —intentó quitarle importancia, un día atrás le hubiera parecido atento de su parte que finalmente notara aquel detalle, pero ya no. No quería hablar de ello—. No tenía otra forma de llegar, mamá no estaba en casa.

—¡Pues eso es algo importante! —se exaltó Steve—. Hace dos años no pudiste terminar de arreglar el auto porque no soportabas verlo, ¿y ahora lo conduces? Eso es un gran paso y... y lo hiciste para hablar conmigo.

—¿Y te tomó todo este tiempo darte cuenta de eso? Incluso durante nuestra pelea de ayer...

—Dame una segunda oportunidad, ¿sí? Estoy intentando acostumbrarme a tu regreso.

—Pensé en llamarte, ¿sabes? Pero creí que sería raro hacerlo luego de meses, ya sabes —Claire fingió sostener un teléfono con su mano—: ¡Hola Steve! ¿Me recuerdas? Soy Claire, tu mejor amiga y novia que te sacó de su vida sin previo aviso, solo quería decirte que volveré a Hawkins en un par de días.

Steve la miró sin gracia alguna.

—Pues fue lo mismo que aparecer en el baño de la secundaria sin previo aviso.

Claire se pasó las manos por el cabello, dándose unos segundos para calmarse y pensar en la situación.

—Escucha, ya tienes una nueva vida formada sin mí —Claire fijó su mirada en él, recordando su fallido intento de besarla—. No quiero entrometerme en eso. Tal vez lo mejor sea mantenernos alejados el uno del otro.

—Yo... no se si eso es lo que quiero, estoy confundido.

Claire intentó reprimir la sonrisa que amenazaba con mostrarse. Lo que menos quería en ese momento era volver a desmoronar la vida de Steve.

—Solo debo poner unas cosas en orden, hablar con Nancy... —Claire bufó con gracia.

—Esa chica se siente demasiado intimidada con mi presencia.

—¿Y no debería? —inquirió el chico.

La castaña levantó la mirada, ya sin rastros de gracia—. Lo que pasó ayer... esa no era mi intención cuando te dije todo aquello. Mi prioridad ahora mismo no es volver a ser tu novia Steve, quiero que eso esté claro. Sólo quiero a mi mejor amigo de vuelta y volver a sentirme cómoda en este pueblo.

Steve bajó la mirada y asintió varias veces, se quedaron en silencio hasta que Harlem y Danny aparecieron por la puerta, listos para partir al funeral.

—¿Qué hiciste? —le preguntó Danny a su hermano mayor—. No me digas que intentaste besarla una vez más, porque ayer te dije que...

—¿Por qué no dejas de hablar? —espetó Steve, "abrazando" a su hermano menor al pasar uno de sus brazos por el cuello del chico.

Harlem observó a ambos adolescentes con sorpresa y una leve sonrisa, más, prefirió no comentar al respecto. No quería incomodar a nadie.

—¿Ya estás lista, linda?

—Sí, lo estoy —respondió Claire—. Vámonos antes de que se nos haga tarde.

La chica liberó a Danny del agarre y se lo llevó al auto, Harlem le dio un abrazó a Steve.

—Es un gusto verte, cariño.

Sin más interrupciones, se dirigieron hacia la iglesia donde se realizaría la ceremonia. Claire pudo ver a la familia Byers recibiendo el pésame de las personas que llegaban. La madre de Will estaba visiblemente afectada, mientras que Jonathan intentaba mantener la calma.

Al notar la presencia de Lonnie Byers, el padre de Will, el corazón de Claire se encogió. Lo encontraba desagradable y distante, y sabía que su relación con su hijo no había sido la mejor. No podía entender cómo alguien podía ser tan indiferente ante la pérdida de su propio hijo.

Claire se acercó con cuidado, sintiendo una mezcla de tristeza y enojo. Mientras daba el pésame a la familia, evitó mirar a Lonnie a los ojos, temiendo que su desprecio fuera evidente en su rostro. En su lugar, dirigió su mirada hacia Joyce, la madre de Will, quien parecía agradecer las palabras de apoyo y consuelo.

Después de expresar sus condolencias, Claire se apartó un poco del grupo y se sentó junto a Jonathan frente al hoyo dónde se encontraba el ataúd. Observó a las personas que iban llegando, todas con expresiones de tristeza y compasión. La atmósfera era sombría y llena de dolor, y las palabras de los presentes resonaban como susurros melancólicos.

Era extraño para ella, toda la situación la confundía. Si sus "descubrimientos" de la tarde anterior eran ciertos, todo indicaba que, fuera lo que fuera que estuviera en el ataúd, no era el cuerpo de Will.

—¿Qué crees que es lo que está allí? —preguntó Claire, sin dejar de mirar el ataúd.

—No lo sé...

—Es escalofriante —murmuró—, pensar que alguien hizo una réplica exacta de su cuerpo.

No volvieron a hablar luego de que la ceremonia comenzó, Claire se había quedado sentada junto a Jonathan y había entrelazado su brazo con el del chico. Para los demás, parecía que estuviera reconfortando al chico, pero en realidad la chica necesitaba de aquel apoyo; el cementerio le recordaba a su padre y el funeral.

—No temas, porque yo estoy contigo. No te inquietes, porque yo soy tu Dios. Yo te fortalezco. Si, yo te ayudo. Yo te sostengo con mi diestra victoriosa —recitaba el hombre a cargo de la ceremonia—. En momentos como este, nos cuestionamos nuestra fe. ¿Como, si es verdaderamente benévolo, pudo Dios quitarnos a alguien tan joven, tan inocente? Sería fácil alejarnos de Él, pero debemos recordar que nada, ni siquiera esta tragedia, puede distanciarnos de Su amor. Hoy venimos a buscar consuelo en la verdad de la Biblia y a apoyar a Will y su familia...

Uno a uno los invitados fueron lanzando rosas amarillas sobre el ataúd antes de retirarse. Claire se despidió de la familia Byers y, mientras su madre se quedaba hablando con Joyce, ella se alejó de la multitud.

Fue a sentarse a un árbol lejano, necesitando un momento a solas. Para respirar, y dejar los pensamientos negativos a un lado. Un par de minutos después, unas pisadas cercanas lograron que la chica se sobresaltara, volteó hacia su lado derecho y vio a dos chicos acercarse.

Ambos chicos se sentaron a cada lado de Claire, sacando del bolsillo un mapa que habían marcado con anterioridad.

—Aquí es donde estamos seguros de que estuvo, ¿no? —preguntó Jonathan, revisando una vez más los papeles.

—Así que ahí está...

—La casa de Steve. —señaló Claire.

—Ahí está el bosque donde encontraron la bicicleta de Will, y ahí está mi casa. —afirmo Jonathan.

—Está todo muy cerca. —observó Nancy, haciendo un círculo con los tres puntos.

—Si. Exacto —dijo Jonathan—. Está todo a menos de dos kilómetros. Sea lo que sea esa cosa, no se aleja mucho.

—Entonces, ¿quieren ir allí? —les preguntó, sin estar segura de su decisión.

—Quizá no encontremos nada.

—Yo encontré algo —dijo Nancy—. Y si lo vemos, ¿entonces qué?

—Lo matamos. —afirmó Jonathan de manera decidida.

Claire pensó en aquella idea y todo lo que podía ir mal, había leído y visto demasiadas historias de terror, su mente estaba generando muchas ideas de su futuro; y no le agradaban. Sabía que, para garantizar que todos salieran con vida de esa aventura, necesitaban armas. Armas letales que pudieran ser efectivas contra un monstruo sin rosto, aunque ¿cómo podían matar algo que no conocían? ¿cómo saber cuáles eran sus puntos débiles? La castaña no tenía idea de cómo podrían lograrlo.

Entonces, a su lado, Jonathan se levantó de un saltó.

—¿A dónde vas? —pregunto Claire, viendo al chico alejarse.

—Vigilen que no venga nadie. —respondió siguiendo con su camino mientras Nancy iba tras él.

La chica restante se levantó sin mucha prisa, quitó cualquier rastro de tierra y hojas de su ropa y se puso en pie, apresurándose a llegar junto a sus amigos. Jonathan estaba subiéndose a un auto negro, intentando abrir el cajón.

—¿Qué haces?

—Denme un segundo.

Claire miraba atentamente lo que el chico hacía, vio como que pudo abrir exitosamente el cajón y de allí sacaba una pistola y cajas de municiones.

—¿En serio? —preguntó Nancy.

—¿Qué haremos cuando lo encontremos? ¿Le tomamos otra foto? ¿Le gritamos? —soltó Jonathan de forma irónica.

—Es una pésima idea.

—Sí, pero es la mejor que tenemos —le espetó Jonathan—. Puedes contarle a alguien, pero no te creerán. Lo sabes.

—Tú mamá sí nos creería.

—Ya sufrió suficiente.

—¿Pueden dejar de discutir? —pidió Claire—. Tal como Jonathan dijo, no tenemos otro plan. Y tenemos que matar a ese monstruo lo antes posible, preferiblemente antes de que se lleve a alguien más.

—Entonces tenemos una pistola... —Habló Nancy.

—Dos —corrigió la castaña—. Tengo una en casa.

El trío se separó, habían quedado en reunirse dentro de una hora y, mientras tanto, iban a sus respectivas casas para prepararse y reunir lo necesario para la búsqueda.

Primero, Harlem dejó a Danny en la casa Harrington, y entonces se dirigieron a su casa. Una vez en su destino, no perdió el tiempo. Un vestido no era la prenda preferible para una caza de monstruos, por lo que se cambió a algo más práctico y preparó su mochila con posibles elementos que podrían necesitar. Comida, botellas de agua, una linterna y navajas, además de la pistola que tenían escondida bajo una madera suelta del baño.

A pesar de no mentirle con frecuencia a su madre, Claire tenía una gran naturalidad para hacerlo. Le informó que saldría con Jonathan y Nancy para distraer al chico y su madre aceptó de inmediato, deseándole lo mejor y dejando un beso en su frente.

Con el auto de Harlem se dirigió al punto de encuentro, aparcando a un lado del bosque caminó entre las árboles, encontrando a Jonathan en una parte deforestada del lugar. Había colocado una serie de latas a lo lejos, sobre unos troncos cortados, e intentaba probar su puntería.

—Nancy aún no llega —informó Jonathan—. Mientras deberíamos practicar el tiro, ¿has disparado antes?

—Practiqué mi puntería en Lenora, unos oficiales me ayudaron —ante la interrogativa mirada de Jonathan la chica se explicó mejor—. El padre de mi exnovio era oficial, él siempre pasaba su tiempo allí así que, con el tiempo, decidí aprender.

—¿Por alguna razón en especial?

La castaña bajo la mirada, disgustada—. Defensa personal, nunca está de más. —Se limitó a decir.

Claire se aclaró la garganta, volviendo la vista a su objetivo, intentando de esa manera borrar los malos recuerdos. Agarró la pistola con seguridad y, luego de quitarle el seguro, apunto a una lata vacía de cerveza. Relajó sus hombros y mente mientras cerraba su ojo izquierdo, apuntó bien y al exhalar, disparó. La bala dio justo en el centro.

—Si, creo que lo hago bien —comentó Claire mirando a Jonathan—. Hazlo tú ahora.

Jonathan agarró su pistola con ambas manos y luego de apuntar disparó, sin embargo, no le dio al primer intento. Tampoco al segundo, ni al tercero.

—Se supone que debes darles a las latas, ¿cierto? —pregunto Nancy, apareciendo entre los árboles.

—No, en realidad, ¿ves los espacios entre las latas? Estoy apuntando ahí.

—Ah, claro. —comentó Nancy con gracia, dejando su bolso en el suelo.

—¿Disparaste alguna vez? —le preguntó Jonathan.

—¿Conoces a mis padres? —dijo Nancy como respuesta.

—Yo no disparo desde los 10 años —comentó Jonathan—. En mi cumpleaños, mi papá me llevó a cazar. Me obligo a matar a un conejo.

—¿Un conejo?

—Si —dijo Jonathan—. Supongo que pensó que me haría más hombre. Lloré una semana entera.

—Cielos. —se sorprendió.

—Si —afirmó él—. Supongo que él y mamá se amaron en algún momento, pero... yo me perdí esa parte.

—Si...

—Apunta y dispara. —le explicó Jonathan luego de entregarle su arma a la recién llegada.

—Yo creo que mis padres nunca se amaron. —dijo Nancy.

—Por algo se habrán casado.

—Mi mamá era joven —dijo Nancy preparándose para disparar—. Mi papá era mayor, pero tenía un buen empleo, dinero, era de buena familia. Así que compraron una casa bonita al final de una calle cerrada y formaron su familia tradicional.

—Al diablo con eso. —dijo Jonathan.

—Sí. Al diablo con eso. —y disparó, dando en el blanco.

Jonathan le dedicó una mirada rápida a Claire—. ¿Cómo eran tus padres?

—Perfectos —dijo ella con una mirada ausente—, se amaban demasiado y su historia terminó muy pronto. Eran felices, nuestra vida era como un cuento de hadas —bufó sin gracia—. Entonces papá murió, y mamá nunca volvió a ser la misma, aunque se esfuerza en ocultarlo. Las almas gemelas... por más linda que sea la idea, no todo es color de rosa. Algo sale mal, y la vida no vuelve a ser la misma.

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