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⋅⋆❪ 𝗧𝗛𝗘 𝗢𝗧𝗛𝗘𝗥 𝗦𝗜𝗗𝗘 ❫⋆⋅
— ⋅ 𝙖𝙘𝙩 𝙞. 𝘥𝘪𝘴𝘢𝘱𝘱𝘦𝘢𝘳𝘦𝘥 𝘵𝘦𝘦𝘯𝘴

CHAPTER 004 : support from a friend
( episode holly, jolly n the body )


—Creo que se está volviendo loca.

Claire se volteó a ver a Jonathan mientras seguía con su tarea de lavar los trastes, mientras que el chico lo secaba. Era temprano en la mañana, una vez más Caire y su madre habían ido a la casa de los Byers para ayudar con el desayuno, y ambos chicos se encontraban limpiando mientras las mujeres estaban en la sala, charlando.

—Jonah —murmuró ella—, debes entender que tu madre puede actuar de forma irracional. La pérdida de un hijo no es fácil.

—Lo sé, pero esto es diferente —insistía—. Esta mañana desperté y la escuché hablando, hablaba con Will. Ella creía que estaba en las luces, que podía comunicarse con él a través de ellas. Estaba tan convencida.

—¿Pero por qué creía eso? —inquirió Claire con el ceño fruncido. La idea le parecía extraña y sabía que algo debió pasar para que Joyce creyera eso.

—Coincidencias supongo —Jonathan se encogió de hombros—. También dijo algo sobre un monstruo en la pared.

—¿Un monstruo? —repitió la castaña, alarmada.

No tuvieron oportunidad de seguir hablando al respecto. Harlem entró a la cocina y ambos se callaron de forma abrupta, intentando no actuar de forma sospechosa.

Y aunque su charla sobre luces y monstruos fue breve, Claire no dejó de pensar en ello durante toda la mañana. Llegó a clases con una mirada perturbada, y su atención estaba puesta en todas partes menos en sus profesores o compañeros.

Sí, a Claire le fascinaba el terror y el suspenso, eran de sus géneros favoritos en cualquier tipo de entretención, desde libros a películas. Sin embargo, pensar en monstruos viviendo con ellos en la vida real le ponía los pelos de punta. Poltergeist se convirtió en su película favorita desde su estreno, pero no creía poder sobrevivir a una experiencia como aquella, entidades paranormales y otras dimensiones...

El timbre de la escuela resonó, sacando a Claire de su ensimismamiento. Su segunda clase del día había terminado, la hora del almuerzo acababa de comenzar y la chica no recordaba ni una sola palabra de lo que sus profesores explicaron durante las clases.

De forma apresurada se levantó y guardó sus pertenencias en la mochila, caminó por los pasillos de la secundaria Hawkins, evitando el bullicio y la multitud de estudiantes que se apresuraban de un lado a otro. Su mente estaba inquieta, y necesitaba encontrar un poco de tranquilidad. Dirigiéndose a su casillero, esperaba encontrar un breve respiro.

Sin embargo, al doblar la esquina y acercarse a su casillero, Claire se encontró con una escena que no esperaba. Frente a ella, estaban Steve Harrington y Nancy Wheeler, besándose mientras ignoraban a los demás a su alrededor. Parecía que aquello era una situación común para los demás estudiantes.

Disgustada, Claire desvió la mirada, incapaz de soportar la imagen frente a ella. Continuó caminando, pero su mente se llenó de pensamientos confusos y dolorosos. Se preguntaba por qué Steve no se había acercado a ella, por qué había sido ignorada de esa manera luego de hacer lo imposible para visitarlo la noche anterior.

—Repugnante, ¿no es así? —comentó Ben Wheeler al aparecer a su lado, observando de reojo a la pareja en los casilleros—. Deberías escucharlos cuando están en su habitación, creen que están siendo disimulados pero, creéme, no lo son.

—No necesito escuchar los detalles, gracias —se apresuró a decir Claire, quedándose en silencio antes de agregar—: ¿Sabes que anoche fui a dejar a tu hermana a tu casa?

Mientras decía aquello, el pelinegro mostró una mueca de disgusto cuando dijo: hermana.

—Supuse que no estaba —respondió—. El completo silencio y paz en la casa me dio una idea.

—Deduzco que no se llevan bien.

—Deduces bien —pero Ben no parecía realmente interesado en hablar de su relación con Nancy—. Entonces, ¿dónde estuvieron Nancy y tú anoche?

—En casa de Steve Harrington. —le informó la castaña.

—¿Ya arreglaron sus problemas? —curioseo, con la mirada fija en ella, buscando señales en su movimiento corporal.

—No fue posible —bufó con resentimiento—, él tuvo toda su atención puesta en Nancy toda la noche.

—¿A qué te refieres?

Claire no estaba segura de que fuera de su incumbencia contar lo sucedido entre Nancy y Steve la noche anterior, mucho menos al hermano con el que no se llevaban bien. Más, le dijo de todos modos, sin ahorrarse los detalles.

—Así que la señorita perfecta no es una santa. —exclamó Ben con una sonrisa de satisfacción.

Antes de ir a comer decidieron tomar un descanso. Se dirigieron a la salida de la escuela y buscar un lugar tranquilo para relajarse, se dirigieron hacia uno de los escondites de Ben y sus amigos, donde se encontraron con Eddie.

Al ver a Claire y Ben acercarse, les saludó con una leve sonrisa. Claire, sin embargo, notó que Eddie estaba sacando cigarrillos de su bolsillo. Inmediatamente, sintió una ansia expandirse por su cuerpo. La idea de fumar y la presencia de los cigarrillos desencadenaron una respuesta de necesidad en ella, una vez más comenzaba a sentir aquella ansiedad que había sentido la noche anterior.

Sabía que fumar no era una decisión inteligente para ella, que debía resistir la tentación, pero la ansiedad que surgía de la necesidad era abrumadora. Tratando de controlarse a sí misma, desvió la mirada de los cigarrillos y se centró en la conversación.

Ben, ajeno a la incomodidad de Claire, entabló una charla animada con Eddie, compartiendo anécdotas y riendo juntos.

—¿Estás bien? —le preguntó Eddie entonces con una mirada de preocupación, sin pasar por alto su incomodidad.

Claire se limitó a devolverle la mirada y asentir, como respuesta, el chico extendió su mano y le ofreció su cigarrillo.

Sabía que no debía, pero aceptó de todas formas. Sus nervios se apaciguaron en el momento en que el cigarrillo se posó entre sus labios y el humo llenó sus pulmones, exhalando todas sus preocupaciones en unos segundos.

Ben y Eddie charlaban de un tema que Claire no comprendía del todo, pero escuchaba de forma atenta. Eso, hasta que divisaron a un profesor caminando cerca de su escondite. Sin querer arriesgarse a ganar una semana de detención, apagaron los cigarrillos y volvieron a los interiores de la secundaria. Eddie fue a los baños mientras que Claire y Ben se dirigían finalmente al comedor para almorzar.

Sosteniendo bandejas con su almuerzo, recorrieron la gran sala en busca de asientos libres para ambos. Habían divisado una mesa vacía casi al fondo, justo a un lado de la salida de emergencia, pero Claire supo que harían una parada cuando Ben notó que Nancy estaba almorzando con Steve, Tommy y Carol a tan solo unas mesas de distancia.

La chica los vio acercarse, e ignorando la sonrisa traviesa que su hermano mostraba, dirigió su mirada hacia Claire. Su mirada no era amistosa, suponía que aún seguía molesta por su charla la noche anterior, aun así le dijo:

—Quería hablar contigo, Claire —se inclinó sobre la mesa mientras hablaba—. ¿Viste a Barb mientras nosotros estábamos... arriba? ¿antes de irte?

—Creí que ella era amiga tuya, no mía. —respondió Claire con un tono cortante.

—¿Qué sucedió, Nance? —le preguntó Ben con un falso interés—. ¿Estabas tan necesitada que no pudiste despedirte de tu mejor amiga?

Claire rodó los ojos e intentó reprimir una sonrisa burlona mientras a Nancy se le coloreaban las mejillas y Ben comenzaba a fingir jadeos y exclamaciones de satisfacción. Por un segundo la mirada de Claire se cruzó unos segundos con la de Steve, quien se quedó viéndola de igual manera, aunque ella fue la que se encargó de cortar ese contacto visual.

Aún se sentía molesta, resentida, y no quería pasar más tiempo frente a ellos. Agarrando el brazo de Ben, la castaña jaló de él y lo guio lejos de aquella mesa, pidiéndole entre murmullos y risas que detuviera su imitación. A pesar de que no debería burlarse de la sexualidad de otras personas, no podía evitar reírse mientras se alejaban.

Las clases ya habían terminado. Claire se dirigía hacia el estacionamiento para subirse al autobús e ir regreso a casa cuando se encontró con Jonathan, lo que le sorprendió, puesto que creyó que estaría con su madre en casa o en cualquier otro lugar, menos en la escuela.

Jonathan se acercó a ella con una leve sonrisa, pero no le explicó porque se encontraba allí. Tampoco le preguntó. Aceptó su oferta de llevarla a casa, después de todo el autobús no era su transporte preferido, demasiadas paradas y mucho ruido, era incómodo.

Se acercaron al auto del chico, y a lo lejos notaron que Steve y sus amigos se encontraban allí, parecían estar esperándolos, apoyados en el auto de Jonathan mientras charlaban sin mucha preocupación.

—¿Qué es lo que quieren? —preguntó Claire en cuanto se acercaron, sin ánimos de lidiar con ellos y sus actitudes superiores y egocéntricas.

Sin importar que fuera lo que buscaban, no sería bueno.

—Esto no se trata de ti, Claire —le dijo Steve, bajándose del capote del auto y acercándose a Jonathan—. Hola, amigo.

—¿Qué es todo esto? —preguntó el chico.

—Nicole nos hablaba de tu labor artística, ya sabes. —divagó Steve.

—Solo tiene palabras de elogio. —comentó Carol por detrás.

—Parece genial. —agregó Tommy con una sonrisa perversa.

—Y nos encantaría echarle un vistazo, ¿sabes? —Steve sonrió con aire resuelto—. Como conocedores del arte.

—No sé de qué hablan. —respondió Jonathan con rapidez.

—¿Por qué no se pierden? —exclamó Claire, adelantándose—. ¿No hay un partido al que deben asistir? Aquí nadie los echará de menos.

—Dije que esto no se trata de ti. —le repitió Steve volteándose hacia ella.

Alarmada por el agresivo tono de voz utilizado, la castaña dio un par de pasos hacia atrás, dándole la oportunidad a Tommy para acercarse a Jonathan y quitarle el bolso de sus manos. El chico se puso nervioso, intentando recuperar sus pertenencias con desesperación.

—Por favor —pidió—, dame mi bolso. No, es...

—Está temblando —señaló Steve, tomando el bolso que Tommy le entregaba—. Debe tener algo que ocultar.

Abrió el bolso y revisó el contenido de forma rápida, sacando a la luz un montón de fotos recién reveladas. Una a una, Steve comenzó a revisarlas; su expresión no le daba buena espina a Claire. ¿Qué era lo que mostraban?

—Cielos. —murmuraba Steve.

—Déjame ver —pidió Tommy, tomando algunas fotos—. Cielos, Claire, ¿desde cuando tienes estos pechos? Es claro que ayer no mire bien.

El temor invadió su cuerpo al escuchar aquellas palabras, y la expresión de Tommy no ayudo en nada. Steve se volvió hacia él de inmediato y le arrebató las fotografías.

—Sí, esto no es nada enfermizo. —dijo Carol luego de observar las imágenes.

—¿Qué está pasando? —preguntó entonces Claire, con voz temblorosa.

—Será mejor que te alejes de este pervertido. —Le dijo Steve, acercándose a Claire e interponiéndose entre ella y Jonathan.

La castaña aceptó las fotografías que Steve le estaba entregando y observó cada una de ellas. Todas parecían ser de la noche anterior, fotos donde se veía al grupo bebiendo o disfrutando en la piscina, otras eran de Nancy en las que se le veía quitándose la ropa y un par la tenían a ella como protagonista, mientras se quitaba la ropa para entrar a la piscina.

—Buscaba a mi hermano. —se defendió Jonathan.

—No —dijo Steve—. No, esto es acoso.

Claire no estaba segura de que pensar al respecto, por más inocentes que fueran las intenciones de Jonathan, no había excusa razonable para tomar fotos íntimas de otras personas. Las suyas no estaban del todo mal, después de todo ella sabía que estaba siendo vista por Steve y sus amigos al meterse a la piscina, sin embargo, el caso de Nancy era diferente. Las fotografías fueron tomadas desde la vista de una ventana, de la habitación de Steve para ser exactos, y era claro que habían sido momentos antes de que ella y el chico se acostaran. Era un momento de intimidad.

—¿Qué ocurre? —preguntó Nancy, quien se había acercado luego de ver la escena desde lejos.

—Aquí está la protagonista. —se burló Tommy.

—¿Qué?

—Anoche este enfermo nos espió —le explicó Carol—. Seguramente iba a guardar esta para después. —y le entregó una de sus fotografías.

—Se nota que sabe que estuvo mal, pero —comenzó a decir Steve mientras Jonathan mantenía la mirada en el suelo—... Eso pasa con los pervertidos... está en su naturaleza, no pueden evitarlo

Luego de reunir todas las fotografías en sus manos, rompió cada una de ellas.

—Así que... habrá que quitarle su juguete.

—Steve. —reclamó Claire de forma automática, recordaba haber escuchado alguna vez que esa cámara era especial para el chico.

—No, por favor, la cámara no. —pidió Jonathan.

—Steve, solo entrégale la cámara —le siguió Claire—. Tú mismo lo dijiste: sabe que hizo mal. Que se disculpe por lo que hizo y prometa no hacerlo de nuevo, puede enmendarlo.

—¿Por qué lo estás defendiendo, Claire? —cuestionó Steve con la cámara en mano—. ¿Viste la fotos que tomó de ti? ¿lo que pudo haber hecho con ellas?

Ella no respondió.

—¿Sabes qué? Tienes razón —aceptó Steve luego de unos momentos, acercándose a Jonathan—. Aquí tienes.

Jonathan se acercó para agarrar su cámara pero antes de tener la oportunidad, Steve la dejó caer al suelo, provocando que la lente se rompiera.

—Vámonos, está por empezar el partido. —y sin más se dio media vuelta, yéndose.

—Bu. —se burló Tommy yéndose junto a Nicole y Carol.

Jonathan se agachó para recoger los pedazos de las fotos mientras Claire observaba, aun pensando en lo que acababa de pasar.

—¡Nance! —le gritó Steve—. ¡Vamos!

La chica también seguía allí, pero antes de seguir las órdenes del chico, se agachó junto a Jonathan y recogió los pedazos de una de las fotos, guardándolas rápidamente y yendo a encontrarse con sus amigos. Más, Steve no se movió ante su llegada.

—Deberías venir con nosotros —le dijo en voz alta—, veremos el partido y...

—Estoy bien. —lo cortó Claire.

Steve se quedó inmóvil por unos segundos, esperando que ella cambiara de opinión. No lo hizo. Se dio por vencido y se alejó junto al resto de sus amigos.

—No lo pensé en el momento —le murmuró entonces Jonathan, quien seguía recogiendo las fotos destrozadas—, sé que estuvo mal.

—Vaya que lo estuvo. —asintió Claire.

—¿Estás molesta?

Claire frunció los labios.

—Necesito tiempo para digerir todo esto —se disculpó con la mirada mientras se alejaba—, te veré después.

Ya no se sentía bien, estaba incómoda. Por supuesto que aún quería ayudar con la búsqueda de Will y apoyarlo, pero creía que lo mejor era tener un tiempo a solas. Darse un respiro.

Jonathan podría haber aceptado que lo que hizo estuvo mal, pero eso no quitaba el hecho en sí. La castaña también estaba segura de que era un buen chico que cometió un error, pero, por alguna razón, la situación desencadenaba una serie de recuerdos en su cabeza. Memorias en las que no quería pensar.

El sol se había ocultado detrás del horizonte y la oscuridad envolvía el vecindario cuando Claire finalmente llegó a casa. Cerró la puerta detrás de ella y se quitó la chaqueta, sintiendo el alivio de poder finalmente descansar.

Mientras caminaba hacia la cocina para prepararse una taza de té, algo llamó su atención en la mesa del comedor. Había una nota allí, escrita a mano. Claire se acercó rápidamente y la tomó en sus manos, leyendo el número de teléfono escrito en ella, abajo del número tenía escrito: “número de mi trabajo”.

Intrigada, Claire decidió llamar a su madre para saber por qué le había dejado ese número. Se suponía que debía estar en casa pues su turno en su nuevo trabajo como secretaria en la morgue de la ciudad había terminado hace un par de horas. Marcó los dígitos en el teléfono y esperó mientras sonaba. Su madre contestó al otro lado de la línea, y Claire pudo escuchar la preocupación en su voz.

—¿Mamá, estás bien? —preguntó Claire, confundida—. ¿Sucedió algo?

Hubo una breve pausa antes de que su madre respondiera con voz temblorosa:

—Claire, han encontrado el cuerpo de Will.

Claire se quedó atónita. Su corazón empezó a latir rápidamente y sintió un nudo en la garganta. No podía creer que el pequeño Will Byers, el chico que conocía desde pequeño y había estado desaparecido durante días, había sido encontrado. Había tenido esperanzas de que la búsqueda desesperada por todo el pueblo resultara en su encuentro, pero no esperaba que fuera su cuerpo sin vida.

Las lágrimas llenaron los ojos de la castaña mientras intentaba procesar la devastadora noticia. En ese momento, su mente se volvió hacia Jonathan. Sabía que estaría destrozado.

Sin pensarlo dos veces, Claire se dirigió al garaje de su casa. Encendió las luces y encontró las llaves del auto de su difunto padre. Sabía que Jonathan necesitaba de la compañía de alguien, el consuelo, y aunque no esperaba volver a ocupar ese auto, se trataba de una emergencia.

Conduciendo por las calles oscuras, Claire recordó los momentos que había compartido con Will y Jonathan. Recordó las aventuras de su infancia, cuando sus madres estaban charlando en la cocina durante horas y ellos grababan breves películas y exploraban el bosque juntos. Ahora, todo eso parecía haberse desvanecido en un instante.

Finalmente, llegó a la casa de los Byers. El ambiente estaba cargado de tristeza y silencio, con más de una patrulla estacionada en los terrenos. Claire se acercó a la puerta principal y la abrió, se encontraba entreabierta. Jonathan apareció en su campo de visión, su rostro mostrando la angustia y el dolor que sentía.

Sin decir una palabra, Claire se acercó y abrazó a Jonathan con fuerza. Podía sentir su pesar y su tristeza, y él correspondió al abrazo con igual intensidad, escondiendo el rostro en el cuello de su cuello mientras dejaba escapar leves sollozos.

—Joyce. —La voz de Hopper hizo que ambos adolescentes se separaran, Claire supuso que estaba allí para explicarle las teorías de la muerte de Will y darle toda la información que tenían hasta el momento.

—No, tú... tú no entiendes —La mujer se veía distraída, no parecía querer escuchar la voz de Hopper—. Hablé con él. Hace media hora.

Se acercó a un pequeño armario que tenía en una de las paredes, abriendo las puertas y observando el interior.

—Estaba... estaba aquí —Sacó unas luces navideñas para enseñárselas al hombre—. Me estaba hablando con esto.

—¿Hablando? —Repitió Hopper.

—Ajá, un parpadeo para sí y dos para no. Y... y... —Dejó a un lado las luces y se dirigió a la pared donde se encontraba el sofá, había pintado todo el abecedario con pintura negra y acomodado más luces—- Y luego hice esto para que pudiéramos hablar. Porque se esconde... de eso —Apuntó repetidas veces otra de las paredes—. De esa cosa.

—¿Lo que salió por la pared? ¿Y te persiguió?

—Sí. —A Claire le sorprendió notar lo segura que se veía la mujer de sus palabras.

—Mamá —Jonathan se acercó a Joyce con una expresión de cansancio—. Basta, tienes que parar. —Decía, sujetándola de los brazos.

—No. ¡Lo está persiguiendo! —Exclamó ella—. ¡Está en peligro! Tenemos que encontrarlo. De verdad, ¡hay que encontrarlo!

—¿Y qué es esta cosa? ¿Una especie de animal? —Preguntó Hopper.

Claire no entendía si lo hacía para intentar calmarla o para escuchar el resto de sus teorías, tal vez Hopper le creía.

—No, no era —A Joyce le costó trabajo encontrar las palabras para describirlo—... casi humano, ¡pero no lo era! Tenía unos brazos largos y no... no tenía cara.

Jonathan, incapaz de seguir escuchando las palabras sin sentido de su madre, se fue rápidamente de la sala hacia su habitación. Claire lo vio pasar mientras Hopper preguntaba.

—¿Así que no tenía cara?

Claire no se quedó a escuchar el resto de las palabras de Joyce, se encaminó por el pasillo y se detuvo frente a la puerta de la habitación de Jonathan.

—Jonathan, déjame entrar. —dijo Claire voz suave pero decidida.

Solo bastaron unos segundos para que la puerta se abriera, Claire entró en su habitación con cuidado, cerrando la puerta detrás de ella.

Se miraron en silencio por un momento antes de que Claire caminara hacia él y lo abrazara con cariño. Jonathan dejó caer su cabeza sobre el hombro de Claire y se aferró a ella, permitiéndose finalmente dejar salir todo el dolor y la tristeza que había estado reprimiendo.

Las lágrimas de Jonathan se mezclaron con los sollozos y susurros tranquilizadores de Claire mientras ella lo sostenía con firmeza. Sabía que no había necesidad de palabras en ese momento, solo quería reconfortarlo en lo posible y darle su apoyo.

Claire se sentó en la cama, y Jonathan se acostó a su lado, aun aferrándose a ella. Ella envolvió su brazo alrededor de él. Allí, en la oscuridad de la habitación, pasaron horas en esa posición. Claire permaneció a su lado, permitiéndole expresar libremente su dolor.

Finalmente, el cansancio y la calma se apoderaron de ellos. Las lágrimas se detuvieron, dejando un sentimiento de agotamiento y aceptación en su lugar. Claire permaneció allí, acurrucada a su lado, hasta que el sueño envolvió a Jonathan y se quedó dormido. Su respiración se volvió lenta y tranquila, Claire se mantuvo vigilante, asegurándose de que estuviera tranquilo. Estaba decidida a estar allí para él, no lo dejaría solo en su dolor.

A la mañana siguiente, los primeros rayos de sol se filtraban por las cortinas de la habitación de Jonathan. Claire y él despertaron lentamente. Después de un momento, la castaña se levantó de la cama y estiró los brazos, tratando de alejar la rigidez de la noche anterior. Se acercó a la ventana y abrió las cortinas, dejando que la luz matutina llenara la habitación.

—Es hora —murmuró Claire—, si no salimos pronto se nos hará tarde.

Jonathan asintió, sintiendo un nudo en la garganta mientras se levantaba de la cama. Juntos, se prepararon en silencio y se dirigieron hacia la sala, dónde encontraron a Joyce durmiendo con un hacha en la mano. Jonathan se acercó para despertarla mientras Claire iba a encender el auto.

Sin decir una palabra, Joyce y Jonathan subieron al automóvil, y Claire condujo en silencio hacia la morgue. Las calles pasaban frente a ellos, pero sus pensamientos estaban centrados en Will, cuando llegaron a la morgue la chica se tomó un momento para respirar profundamente antes de entrar por la puerta mientras sus acompañantes se adelantaban.

Era difícil, y no sólo porque conoció a Will, sino porque toda esa situación le recordaba a los momentos previos al funeral de su padre. La última despedida.

Claire entró en la morgue con pasos vacilantes, sintiendo una mezcla de ansiedad y tristeza en su corazón. A pesar de que no era su primer encuentro con la muerte, la realidad de estar allí para identificar el cuerpo de Will le pesaba enormemente.

—¿Claire?

El escritorio de su madre se encontraba a la derecha. La mujer se encontraba sentada, con sus anteojos puestos, su rostro reflejaba compasión y preocupación. Se acercó rápidamente a ella, buscando el apoyo que solo ella podía brindarle en ese momento.

Harlem envolvió sus brazos alrededor de ella, ofreciendo un abrazo cálido y reconfortante

—Todo va a estar bien cariño —murmuró contra su oreja—, Will ya está descansando.

Claire asintió con gratitud y se secó las lágrimas. Permitió a su madre seguir con su trabajo y fue a la pequeña sala de espera que estaba justo al frente, Jim Hopper ya se encontraba allí, sentado y esperando por los Byers.

—Oficial Hopper. —dijo la chica en forma de saludo.

—Claire —dijo de igual modo—, lamento todo esto. —agregó de forma sincera, se le notaba agitado y ansioso.

—Te ves alterado. —hizo notar la menor.

Hopper jugó brevemente con su sobrero para luego apuntar el pasillo y luego a Harlem.

—¿Por qué demoran tanto?

—Bueno, sin Gary aquí, las cosas se han puesto un poco caóticas —explicó la mujer mientras rellenaba unos formularios—. Intentamos poner las cosas en orden, pero no es tan fácil.

—¿Sin Gary? —repitió el oficial—. ¿A qué te refieres?

—Creí que te habían informado —respondió Harlem confusa—. Los estatales enviaron a Gary a casa anoche, dijeron que ellos se encargarían de la autopsia.

—¿Por qué los estatales se encargarían de la autopsia?

No era algo común, Harlem lo sabía, pero no tenía ninguna explicación que darle al respecto.

Se quedaron en silencio unos segundos, hasta que escucharon unos apresurados pasos por el pasillo. Jonathan pronto apareció en la sala de espera, parecía agobiado y a punto de explotar. Lloraba en silencio cuando se sentó a un lado de Hopper.

—¿Y tú mamá qué tal? —le preguntó el oficial.

Jonathan suspiró—. No lo sé.

—¿Cuánto tiempo lleva así, con lo de las luces, lo de Will y lo de la pared? —el hombre murmuraba para asegurarse de que Harlem a unos metros de distancia no escuchara, no quería que la única amiga de Joyce la creyera una lunática.

—Desde la primera llamada, supongo —respondió, dándose unos momentos para pensar—. Sé que tuvo problemas de ansiedad... en el pasado. Pero esto... no sé.

—Me preocupa lo que podría ser.

—Estará bien —le aseguró Jonathan—. Estaremos bien. Mi mamá... es fuerte.

—Sí, lo es —Una leve sonrisa de orgullo apareció en el rostro de Hopper mientras colocaba una mano sobre el hombro del chico—. Tú también lo eres.

Entonces escucharon gritos que provenían de la habitación continua, dónde estaba el cuerpo de Will. Un fuerte portazo retumbó en el lugar y las exclamaciones se volvieron entendibles:

—¡Señora! ¡Señora! Necesito que firme.

Entonces Joyce apareció en la sala, seguida por el forense.

—¡No! ¡No sé de quién es ese cuerpo de ahí, pero no es de mi hijo! —Exclamaba Joyce de forma alterada.

—Joyce, espera un segundo. —le pidió Hopper.

—¡No! —exclamó, dirigiéndose hacia la salida.

—¡Mamá!

—Señora, yo... —seguía diciendo el forense— ¡Señora!

Joyce no hizo caso a las peticiones de nadie, harta de la situación salió del lugar, caminando a prisa mientras Jonathan tomaba su chaqueta con urgencia para salir tras su madre.

—¿Por qué creería que no es Will? —cuestionó Claire, poniéndose de pie.

—Quién lo sabría. —soltó Hopper con cansancio.

Harlem se había puesto en pie también, dirigiéndose hacia su hija y llevándola hacia un rincón.

—No te preocupes por ellos —le pidió—, yo los acompañaré de ahora en adelante ¿sí? Los ayudaré con el funeral y todo ese asunto, pero te necesito lejos por el día.

—Pero quiero ayudar. —insistió la menor.

—No quiero que esto te afecte más de lo debido.

Claire entendió las razones de su madre y pronto acepto a su petición, sin embargo, antes de salir y dirigirse a la escuela, le hizo una pregunta que había estado ocupando su mente desde la noche anterior.

—¿Crees que fue una mala idea volver a Hawkins?

—¿Por qué piensas eso?

Ella se encogió de hombros—. Will desapareció la misma noche que volvimos, y parece que todos estos problemas en el pueblo comenzaron con nuestra llegada.

Su madre negó suavemente ante su explicación, y no se abstuvo de mostrarle una leve sonrisa.

—No creo que haya sido una mala idea haber regresado, de hecho, estoy segura de que fue el momento adecuado. Estamos aquí y podemos apoyar a Joyce y Jonathan en un momento difícil, estamos a su lado esperando ser de ayuda para sobrellevar toda esta tragedia.

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