Break the rules | ChaerJi

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"Las reglas estaban por todos lados, y más para los ángeles. Ambas rompieron las reglas una vez hablaron, y las terminaron de romper la vez que los sentimientos por la otra empezaron a salir a flote.

No era lo aceptado, menos lo bien visto, aunque realmente no hacían nada malo".

Original: Doonkyu

El mal y el bien, tan contrarios, pero a la vez tan bien complementados. La vida se trataba de eso, nunca había punto entre medio; un día estabas muy feliz, la vida parecía sonreírte, otros días todo podía cambiar, y nada estaba bien. Eran sentimientos destinos y muy diferentes, pero si se combinaban, actuaban a la perfección.

Era algo visto como prohibido, malo de combinar. El mal y el bien deben ir por separado, nunca juntos. Si se juntaba, tendrían consecuencias.

"Rompieron las reglas. ¿Qué se les pasaba por la cabeza?" preguntó enfadado el líder de los ángeles buenos, conocido por ser tranquilo, amable y sincero. Aunque algunos ángeles no eran demasiado sonrientes cómo muchos pensaban que eran, de igual forma buscaban la tranquilidad en el mundo, protegiendo cada uno a una persona diferente.

"No pueden estar juntas".

No podían fraternizar con los contrarios, estaba prohibido hablar con los ángeles malos. Era una regla, una regla que se rompió.

"Va a ser la primera y última vez que estoy de acuerdo con este idiota. Esto es estúpido" dijo el hombre de alas negras al igual que su pelo y ropa, cruzado de brazos enojado.

Los ángeles, cada uno siendo dividido por una línea amarilla, donde cada líder del territorio estaban frente a las ángeles inferiores que tenían sus cabezas agachadas, mirando al suelo arrodilladas.

Estaban siendo juzgadas frente a todos sus compañeros. Bien dicen que los polos opuestos se atraen, pero peor era cuando para la vista de otros era algo horrible y fuera de lo normal, no siendo aceptable.

[...]

Las ángeles con alas blancas hablaban y compartían tranquilas, serenas en sus lugares. Algunas estaban en otras partes, cuidando y vigilando al humano que les asignaron en su momento.

—¡Chaer, Chaer! —llamó Yuna sonriente, su pelo negro contrastando con su vestimenta blanca al igual que sus alas.

Chaeryeong se dirigió a ella a paso relajado, con sus manos guardadas en sus bolsillos. Todas iban vestidas parecidas; ella iba vestida con una camisa blanca, pantalones blancos que se amoldaban perfectamente a sus piernas y sus zapatos relucientes del mismo color que parte de su vestimenta.

—Hey —habló serena una vez estuvo cerca de su mejor amiga.

— Oh, vamos, muéstrame una sonrisita al menos —pidió haciendo un mohín. La pelirroja hizo una mueca y sonrió mostrando sus dientes por unos segundos, ya que apenas vio a Yuna feliz con el resultado, volvió a su expresión anterior—. ¿Qué tal te ha ido en el mundo de los vivos? ¿Los del otro bando te molestaron? Uh, ¿viste a Hwang por ahí?

—No, todo tranquilo —dijo simple, esquivando la última pregunta. Pasó su mano por su cuello mientras lo estiraba y relajaba, y no más dejando a la vista por dos segundos una marca rojiza ubicada cerca de su clavícula.

—Espera, espera —habló la otra. Chaeryeong le miró.

Yuna apartó su mano y agrandó sus ojos sorprendida al ver un chupetón en su cuello. Miró acusatoriamente a la chica, mientras que ella, nerviosa volvió a acomodar el cuello de su camisa para ocultar bien ese chupetón.

—¿Quién te hizo eso? —cuestionó sorprendida.

—Eso no importa, solo no se lo digas a nadie, menos a Dongwook —pidió preocupada. De por sí no quería que sus demás compañeras se enteren, menos el líder de los ángeles "buenos".

Yuna suspiró y asintió.

—Está bien, pero, ¿al menos puedes decirme quién fue? —Chaeryeong negó con la cabeza mirando hacia abajo, avergonzada de la situación—. Unnie... —suplicó.

—Debo irme —avisó dándose la vuelta para irse de una vez, volviendo al mundo de los vivos y ocultarse por ahí el resto del día si era posible.

Eso no pasó desapercibido para una ángel de alas negras al igual que su vestimenta quien salió detrás de la otra ángel, fijándose bien si alguien estaba cerca y que pudiera verla. Al comprobar que no había nadie a su alrededor, la siguió sigilosa.

Chaeryeong se había ido a un bosque que era como el centro de atención para muchos, ya que tenía un lago con flores de loto preciosas que hacían la vista mucho más bonita, e incluso romántica para algunos.

Escondiéndose entre los árboles, y aprovechando que las personas presentes mirando las flores en el lago no podían verla escondida, suspiró y caminó tranquila. Miró curiosa atrás cuando escuchó pisadas detrás de ella. Lo próximo que sintió fue unas manos en su cintura al igual que su espalda chocando con un árbol.

—¿Qué haces? —preguntó en un susurro, mirando a todos lados alarmado por si había alguien de sus compañeras que pudiera verla.

—Tranquila, no hay nadie —solo cuando la ángel de alas blancas comprobó que era verdad, se tranquilizó, poniendo sus manos en el cuello de la contraria para acercarla más hacia si. Cortaron la distancia cuando sus narices rozaron, juntando sus labios finalmente.

¿Cómo algo que para muchos no era aceptado se sentía correcto? Porque, aunque parecía incorrecto, se sentía todo lo contrario.

Tenían una relación a escondidas, porque de por sí ya había un poco de problemas que entre ángeles empiecen una relación, peor si eran de otros bandos.

Tampoco había empezado como si nada, algo de la noche a la mañana; meses atrás a Chaeryeong se le asignó cuidar a un humano, y mientras ella procuraba que no le pase nada malo y vaya todo con seguridad, venía Yeji a arruinar eso e intentar arruinar un poco de esa felicidad y tranquilidad. Ambas tuvieron una discusión, ninguna quería dar su brazo a torcer. Y cuando el turno de ambas terminó y regresaban, iban a ser testigos de un posible accidente ya que una madre y su hijo de no más de cinco años, cruzaban a la otra calle aprovechando que el semáforo marcaba rojo, pero un conductor obstinado e irresponsable no miró eso y avanzó sin más.

Mientras Chaeryeong fue a proteger a la madre y su hijo cubriéndolos con su cuerpo y alas, Yeji desvió al conductor hasta que se estrelló con un poste, quien terminó herido e internado en un hospital.

No pidieron gustarse, los sentimientos enamorados fueron saliendo sin previo aviso hasta que, a escondidas, las conversaciones pasaron a ser bromas, luego a leves coquetos y paseos por Seúl, pronto a roces de sus manos al caminar, y, para terminar, con un beso que se repitió muchas veces más.

No se habían descuidado en ningún momento siempre que se veían; hasta ese día.

Seguían besándose ignorando a su alrededor, porque en ese momento, para ellas, todo daba igual.

Un ángel de alas negras estaba detrás de una chica, sonriendo de forma burlona. Si daba un paso, y, si quería, podría llegar a botarla al lago. Pero antes de que pasara eso, un ángel de alas blancas llegó, empezando una pequeña discusión entre ambos, diciendo cómo principal que querían ayudar a la chica, claro que cada uno a su forma.

Y mientras el ángel de alas negras, Choi Beomgyu, negaba con su cabeza y chasqueaba con su lengua, miró entre los árboles, viendo unas alas negras y otras blancas juntas.

Entrecerró los ojos confundido, dejando de lado a Jungkook, el ángel de alas blancas que vigilaba que la chica no se caiga. Pero el pelinegro confuso, miró a donde Beomgyu miraba, estando también confundido al ver dos cuerpos de ángeles juntos, y lo que parecía ser, abrazados.

Ambos se acercaron un poco para ver con más claridad, y es que estas se estaban besando de vez en cuando, dándose cortos besos en los labios.

—No pensaba que te tomaras tan en serio tu papel, Yeji —habló Beomgyu cruzado de brazos y sonriendo burlón. La pareja se separó de inmediato, sintiendo el frio pasar por su cuerpo. Voltearon y se encontraron, cada una, con sus compañeros.

—Y-Yo, debo decirle esto a Dongwook hyung. Con permiso —dijo Jungkook volviendo atrás e irse sin más.

—¡No, Jungkook! —Chaeryeong se apartó de la pelinegra para ir detrás de su compañero mayor e intentar conversar, aunque ya se había ido.

Beomgyu soltó una pequeña risa, pareciéndole graciosa y absurda la conversación.

—Gongyoo estará muy interesado en esto —fue lo ultimo que dijo antes de retirarse.

Yeji se quedó en su lugar estática, sin poder hablar si quiera. Y por primera vez sintió miedo, y no solo por ella, sino que también por su pareja.

Y lejos del mundo de los seres vivos, de vuelta a sus lugares donde los demás ángeles, iban a ser juzgadas.

Ambos líderes se pusieron frente a sus ángeles de brazos cruzados, un poco cerca, pero manteniendo su distancia por la línea. Las ángeles estaban arrodilladas y con la cabeza mirando al suelo, sus manos unidas en sus espaldas y solo esperando su castigo.

—Rompieron las reglas. ¿Qué se les pasaba por la cabeza? —preguntó enfadado Dongwook.

—Va a ser la primera y última vez que estoy de acuerdo con este idiota; esto es estúpido —habló Gongyoo.

—¿Hace cuánto que ocurre esto, Chaeryeong? —Chaeryeong cerró sus ojos con fuerza al igual que sus labios, soltando un suspiro.

—Seis meses —confesó.

—¿Este es un sucio juego para aprovecharte de la débil, Yeji? —la mencionada frunció su ceño por cómo se le dirigió a su novia, levantado su mirada para mirar directamente a su líder.

—No señor, Lee Chaeryeong me gusta. Y por cierto, no le diga débil que puede ser todo, pero menos eso —para terminar, hizo una mueca y bajó su cabeza nuevamente. Solo quería escuchar su castigo de una vez por todas.

—Hay que seguir las reglas, y saben que esto no está permitido —habló Dongwook—. Si tanto se gustan, y esta estupidez que tienen va en serio, vamos a aprovechar eso —ambas ángeles tomaron aire, preparándose para lo peor, apretando sus manos.

—Como castigo, ambas dejaran sus puestos acá y serán enviados al mundo de los vivos. Sin ángeles que las proteja, a no ser que una de sus estúpidas compañeras quiera hacerlo por voluntad propia —dijo Gongyoo, mirando serio y desafiante a Hwang, aunque estuviera con la cabeza agachada.

—Seré bueno. Si lo que dicen es verdad, de que se aman y todo eso, en el mundo de los vivos se volverán a encontrar y hacer lo que ustedes quieran, pero tampoco crean que lo tendrán fácil.

—Ambas nacerán en distintas partes, y es probable que les tome años volver a encontrarse. Tampoco van a recordar esto, a no ser que se encuentren y su amor este sea real, recordaran sus nombres y que fueron pareja anteriormente. Un castigo genial, ¿no? —sonrió Gongyoo de forma burlona—. Así que, adelantemos esto de una vez.

Yuna, quien miraba todo junto a otros ángeles, avanzó nerviosa para pedir algo.

—Señor, antes de que Chaeryeong se vaya... —la pelirroja elevó su mirada par ver a su mejor amiga—. ¿Puedo despedirme? —preguntó. Otra ángel que estaba entre los de alas negras avanzó.

—Yo también quiero despedirme, señor —pidió Ryujin mirando a Yeji.

—Dos minutos, no más ni menos —dictaminó Dongwook.

Lad ángeles que no serían juzgadas se acercaron a donde sus mejores amigas para despedirse, abrazándolas.

—No te preocupes —susurró Yuna —, yo te ayudaré en tu vida, ¿sí? —la contraria asintió, abrazándola fuertemente.

—Si algunos de estos idiotas intentan hacerte algo, te juro que soy capaz de convertirme en un ángel de los otros solo para cuidarte, ¿bien? No importa si intentan hacer algo, lo evitaré a toda costa. Lo prometo —susurró esta vez Ryujin.

—Lo sé, confío en ti, Ryu —respondió Yeji.

—¡Listo! Se acabó el tiempo de despedidas —anunció desinteresado Gongyoo. Terminaron los abrazos, alejándose de ellas—. Empecemos su castigo.

Y antes de que una luz cegadora se hiciera presente, la pareja se miró y se acercaron hasta estar sobre la línea, entrelazando sus manos sin importarles los demás.

En días distintos, Hwang Yeji y Lee Chaeryeong nacieron, tan cerca, pero sin saber de la existencia de la otra. Una por Busan, y la otra en Daegu, una naciendo en marzo de 2000, y, por otro lado, otra naciendo en octubre de 2001.

[...]

Varios trabajadores iban encaminándose a sus casas. Las calles iluminadas por los faroles y tiendas al irse oscureciendo, las personas iban a su ritmo a sus hogares, algunos aprovechando para comer en algún puesto de comida, otros comprando algunas cosas para llevar a casa, y otros simplemente esperaban un autobús para irse.

—Aquí tiene, tteokbokki y ramen picante, que lo disfrute —dijo la mesera entregando el pedido en una bolsa, ya que era comida para llevar.

—Muchas gracias —agradeció Yeji sonriendo, dándose la vuelta para tomar un taxi e irse a su departamento luego de la larga jornada de universidad y luego trabajo, tendría que llegar a su piso para poder acabar trabajos.

Caminando tranquila por las calles, empezó a mirar las tiendas a ver si había algo de su interés.

En una tienda de decoraciones, había una pequeña escultura de dos niñas tomadas de las manos con alitas en sus espaldas. Era todo de un gris claro, quizás no muy decorado ni con muchos detalles bonitos o atrayentes, pero logró captar la atención de la chica.

Cuando iba a entrar, vio de reojo unas alas blancas y otras negras. Confusa y sorprendida miró a un lado chocando con una chica de piel pálida y pelo rojo que llevaba un vestido blanco.

Sintió un liquido caliente en su pecho, además del aroma a café que impregnó parte de su cuerpo.

—Mierda, lo siento —se disculpó la pelirroja sin mirarla, solo observando el desastre que había hecho y en donde había acabado su delicioso café sin azúcar. Yeji miró su camisa y solo suspiró.

—Está bien, da igual —dijo sin más, sin interesarle su camisa ya. Estaba muy cansada como para enfadarse por un accidente. Cuando la otra intentó hablar, miró hacia la más alta y las palabras se terminaron, ambas mirándose buscando una respuesta en la contraria, sintiendo un dejavú—. ¿Chaeryeong? —preguntó sin pensar.

—Cómo sab- Uh, t-tú... ¿Tú te llamas Yeji? —ella asintió. Chaeryeong estaba (muy) confundida, sin entender porqué siquiera sabía el nombre de la chica. Su corazón se sentía cálido y tranquilo, ¿eso era normal? No recordaba haberse sentido así nunca, cómo si la conociera y hubieran compartido una vida.

— ¿Nos hemos visto antes? Es solo que, no sé cómo sé tu nombre —habló algo divertida.

—Según yo no, pero no lo sé. Esto es raro —respondió de igual forma.

Quizás ambas no recordaban al cien por cien sus anteriores vidas, ni que habían sido pareja, pero los sentimientos que nacieron en su momento seguían intactos, guardados en el fondo de sus mentes para que cuando retomaran todo, vuelvan a ser liberados como la primera vez.

—¿Puedo invitarte un café? Digo, el tuyo se desparramó todo en mí —propuso la mayor.

—De hecho, yo debería invitarte para pagar cuentas —la, ahora pelinegra de una mecha fucsia asintió, sonriéndole estúpidamente. Empezaron a caminar mientras conversaban por las calles de Seúl, dirigiéndose a la cafetería para poder tomar algo.

Cuando la noche llegó por completo, y ya eran más de las diez. Ambas intercambiaron números de celular para poder seguir conversando luego, despidiéndose para irse a sus casas finalmente.

Cada una llegó a su departamento con una sensación curiosa, entre adrenalina y euforia a la vez.

Mientras Yeji se iba a sentar en su silla frente a su escritorio para empezar a trabajar, aprovechando el rato en que su comida de recalentaba, Chaeryeong se iba directo a la cama y poder conversar con una de sus mejores amigas, Lia, y contarle lo que pasó a ver si estaba loca.

Ambas fruncieron sus ceños confundidas y extrañadas al ver cada una dos plumas frente a ellas; una pluma negra y otra blanca reposaba encima del computador de Yeji, mientras que otras dos similares reposaban en la almohada de Chaeryeong.

Luego de más de veinte años, ambas se volvían a reencontrar. Y el castigo estaba hecho, ya se había cumplido.

A veces, romper las reglas no era tan malo como se decía.

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