4. The rescue

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El cielo se tornó de un azul oscuro brillante. Estaba empezando a anochecer y dentro de tres horas (después del baile y del banquete) se celebraría la batalla para derrotar al dragón.

Las chicas llevaban los vestidos más bonitos de sus roperos y yo... Yo iba hecha un asco.

Seguía con el vestido de esta mañana, pero se había rasgado al jugar con Ryan y Reese. Añadiendo las manchas de barro y que aún tenía el delantal puesto después de lavar los platos y limpiar toda la casa.

No me importaba. No iba a ir a la fiesta. Al menos, es lo que la familia Herron pensaba.

El sol seguía en el cielo, pero bajaba poco a poco dándome a entender que me quedaba poco tiempo.

—Adela, querida ¿Enserio quieres quedarte aquí sola? —la mujer acarició mi cabeza y sonreí—. Te lo pasarás muy bien si vienes. Puede que incluso conozcas a algún muchacho.

—No, gracias señora. Estoy algo cansada y no me apetece ir de fiesta —mentí lo mejor que pude y me quité el delantal.

—Puedo quedarme contigo —se ofreció Zach—. No es seguro que estés sola a estas horas de la noche.

—Tranquilo Zachary, estaré bien —le miré con firmeza, obligándolo a que cerrara la bocaza y él asintió con el ceño fruncido.

La señora Herron suspiró.

—Está bien —aceptó—. Quédate y cuida la casa. Pero si te aburres no dudes en venir.

Asentí con mi mejor sonrisa y los Herron me abrazaron de forma de despedida.
Salieron por la puerta y por fin me quedé sola.

Arrojé el delantal en mis manos al suelo y salí de la casa en la dirección contraria a los Herron. Solo esperaba a que Jack siguiera en el establo.

—¡Jack! —grité en cuanto le vi cerrar la puerta.

Él frunció el ceño mirando de dónde provenía mi voz hasta que se topó conmigo.

—¿Adela? ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en la fiesta?

—Ese no es mi plan esta noche —se centró en mis palabras—. Mejor entremos, no quiero que nadie me escuche.

Él asintió y volvió a abrir la puerta de su casa, la cual estaba a compuerta con el establo.

—Necesito a Tonitrua —dije sin más.

—¿Para?

Suspiré. Creía que me dejaría coger la yegua y ya, no quería responder tantas preguntas.

—Voy a salvar al dragón —susurré y él saltó en su sitio.

—¡¿Estás loca?! —susurró medio gritando—. Te van a meter en el calabozo.

—No me van a pillar ¿Vale? Todo el mundo estará en el baile, podré liberar al dragón sin problema.

—¿Dónde le vas a esconder?

—Mmm... Eso ya lo veré —Jack rodó los ojos—. Déjame a Tonitrua, Alba es muy vieja y necesito algo rápido para llegar la bosque.

Alba era la yegua de la familia Herron. Una hermosa y mansa yegua color pardo, pero muy lenta debido a los años que llevaba en la familia.

Tonitrua era una de los muchos caballos que poseía Jack, mi yegua preferida por su vitalidad y rapidez.

Jack se quedó callado pensando su respuesta y suspiró.

—Vale —sonreí—. Pero solo para que cuando Lavender crezca, crea que soy un héroe.

Lavender Avery, la pequeña hija de Jack de solo un añito. Una hermosa niñita que amaba jugar con los animales.

—Solo me diste un caballo —reí—. Ni que tú hubieras salvado al dragón.

Me miró mal y sonreí con diversión.

(...)

El viento despeinaba mi cabello y chocaba contra mi cara con fuerza. Me agarraba al pelaje de Tonitrua firmemente con temor a caer.

El bosque era espeso y parecía que no llegaba el momento en el que viera al dragón enjaulado.

Hasta que la enorme jaula se hizo visible a lo lejos y reducí la marcha de Tonitrua.

Me bajé de su lomo con cuidado y la até a un pequeño árbol lo suficientemente lejos para que ningún guardia la descubriera. Aunque parecía que no había ninguno.

Caminé sigilosa hacia la enorme jaula. El dragón gruñía constantemente gimiendo de dolor (por sus heridas) e intentando liberarse de las cadenas que no le dejaban moverse libremente por la jaula.

Era una escena horrible.

Pisé una rama y enseguida el dragón me observó con sus fríos ojos.

—Tranquilo —dije avanzando lentamente—, no te voy a hacer daño, bonito —soltó un bufido y me eché para atrás—. Solo quiero liberarte.

Soltó otro pequeño bufido, pero está vez no me aparté y me atreví a soltar las cadenas a los costados de la jaula, para que empezara a creer que en verdad le quería ayudar.

Se sacudió un poco cuando estuvo libre y ladeó la cabeza.

—¿Ves? No soy mala.

Acerqué mi mano, pero su gruñido me hizo saber que todavía no me creía.

—Vale, vale —suspiré y observé de cerca sus escamas—. Me gusta mucho tu color —sonreí—. Me recuerda al cielo nocturno —se acercó un poco a mí, curioso—. Quizás te llamas así; Nox Caelo —ladeó su cabeza y la apoyó contra la jaula. Respiró con fuerza y todo el aire chocó contra mi cuerpo haciéndome reír—. Te gusta ¿eh? Te llamaré así de ahora en adelante.

Acaricié su cabeza y por suerte él se dejó tocar.

—¿Cómo lo ha hecho?

Me giré sobresaltado con esa voz y pude distinguir una silueta masculina entre las sombras.

—¿Cómo ha calmado a esa bestia?

Fruncí el ceño y entrecerré los ojos intentando visualizarlo mejor.

—¿Quién ha dicho que sea una bestia?

—Los libros —dió un paso más adelante—, nuestros antepasados —otro más—, la gente —suspiró y pude ver por fin su rostro cuando dió el último paso que le colocaba en la luz—; Todo el mundo.

Era rubio. Alto y de tez pálida. Labios rosados y ojos grises con motas azules en ellos. Vestía ropas de cualquier lacayo, así que no me preocupé porque me fuera a arrestar.

—Los rumores no forman a una persona —contesté y acaricié de nuevo al gran animal.

—Pero eso no es una persona —rió un poco—. Y tampoco parece un unicornio.

—¿Por qué tratáis al unicornio como criatura divina y a este pequeño como una bestia salvaje?

Se quedó callado pensativo y al final sonrió.

—¿Puedo saber cómo os llamáis?

—Adela —alcé una ceja—. ¿Usted?

—Corbyn.

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