Capítulo XLVII

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Inserte meme: Hoy es un gran día para morir xdxd

Solo espero que estén bien emocionalmente...

03...

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—¡¿Cómo carajos...?!—

—Elizabeth, no vallas con ellos.— jadeo con una tristeza suplicante —Te lo pido, no te vallas— como naufragio en medio de la tempestad que libraba en sus ojos, la joven princesa aun estaba insegura de aquel hombre que le rogaba.

—Pero dijiste que no te importaba mas. Si me quedo aquí, sufrirás al igual que todos— musito con temor. Meliodas solo negó comenzando un camino de pasos cortos a ella.

—Porque me obligaron— su mirada se poso en el arcángel de cabellos largos, reprimiendo aquel sentimiento de rencor —Sabían que intentarías sacarme de ahí. Ludociel amenazó con matarte si lo hacías. ¿Entiendes? ¡No podía perderte!, incluso si lastimarte era la única manera de protegerte—apretó sus ojos en una lucha interna por derrumbarse ante ella.

—Meliodas...— alzó vestido, y sin detenerse en pensar, olvidando lo pasado, simplemente corrió a él para acogerlo en un abrazo que enseguida correspondió.

Por unos pocos, pero largos segundos, ambos desbordaban de aquel lugar como si de un recuentro después de años se tratara. Era tan reconfortante como nostálgico volver a sentir el latir entre sus brazos, el calor que despendían sus corazones, el sentimiento que afloraba nuevamente o simplemente, fortaleciéndose después de un largo periodo de vacío en su existir.

Pero aquella corta calma, simplemente quedó atrás, pues otra tormenta azotaría entre ellos.

—¡Maldito hijo de perra...!— esto provocó que los amantes se tensaran ante la ira del ser divino. El rubio se posiciono frente a Elizabeth a modo de protección en cuanto vio la postura de ataque de Ludociel —Él que morirá, serás tu... ¡¡Agh!!— antes de que pudiese tirar su ataque, un tercero lo lanzó lejos de ellos.

—¡Hermano!— exclamó Mael yendo donde el pelinegro yacía en el suelo con lesiones superficiales. Ambos voltearon de donde provenía ese ataque, encontrándose con ambos demonios.

—Al fin nos encontramos. Ludociel, Mael— exclamó con emoción el mas bajo.

—Ustedes...— gruño entre dientes el peli plateado.

—No saben lo ansioso que estoy por esto. Vamos Cusack, para esto venimos a este mediocre lugar— su mueca se distorsionó a la vez que volteaba a ver al rubio y la albina —¡Mi amo Meliodas!, es un gusto por fin verlo... ¡Ugh!, aunque veo que está con esa odiosa diosa— el aludido frunció el ceño.

—Meliodas, ¿lo conoces?— poso su mano en el hombro sin despegar la mirada de aquel temible hombre de cabello verde.

—No, pero hay que alejarnos de ellos por si acaso— retrocedio un par de veces.

—No tiene que temer, estoy para ayudarlo— sin embargo, este no observó que uno de los ataques de Mael fue directo a él, provocando un estruendo que sacudió la tierra, pero el ataque no chocó en él, si no del lado contrario.

El hombre se encontraba ileso con esa sonrisa de dientes afilados y mueca distorsionada, el arcángel logró esquivar por poco el contraataque del demonio.

—¡Maldición...!— gruño el oji azul.

—Permítame ser el distracto que le de el tiempo de huir, mi amo Meliodas— dicho esto, se unió en la lucha con su compañero de cabello rosa.

Por un momento, el rubio temió a ambos demonios, ¿realmente el era uno de ellos? Podía sentir su propia energía oscura latir con furia, rasgaba dentro de él con solo un objetivo claro, este era totalmente diferente a la ultima vez, este no era agresivo ni violento, no tenia deseos de herir a nadie, solo ansiaba proteger hasta al final a su princesa.

—Vámonos, debo buscar un lugar seguro para ti— tomó su mano y tiro de ella al interior del castillo, donde evitando que fueran atacados por uno de los destellos que ambos se lanzaban mutuamente por donde quiera, provocando que las paredes temblaran y se formaran grietas en el concreto, amenazando con derrumbarse.

—¡Cuidado!— aviso la princesa apuntando la parte de arriba de la torre, pues uno de los demonios chocó contra una la superficie, provocando que grandes pedazos de piedra cayeran al suelo, obstruyéndoles la salida.

—Mierda...— el oji verde volteo la mirada en un gruñido de frustración, encontrando el paso libre al otro lado —Por aquí, rápido— guío a pasos rápidos, pues la pelea del exterior se estaba haciendo mas intensa y dura a cada segundo que transcurría.

Ambos contrincantes parecían igualarse en cuanto poder mágico, los ataques lograban esquivar mientras algunos los herían de gravedad; pero los arcángeles llevaban la ventaja en cuanto fuerza y energía, sus cuerpos fácilmente se trataban y con ellas sus poderes vitales, al cambio de los demonios que tardaban en reponerse . 

Mientras la diosa y el demonio corrían al lado contrario del cataclismo que sucumbía el castillo, una figura femenina demasiado reconocida se acercaba a ellos con un rostro cansado y preocupado, sus cabellos dorados quedaron sueltos ante la agitación de su trote y su respiración estaba descontrolada como jadeante al ver a aquellas personas cercanas.

—Gelda, ¿Qué haces aquí?, es peligroso— alerto la platinada.

—Vi a Zeldris pasar por aquí, pero luego escuche el estruendo...— jadeo observando el lugar de ataque —¿Él está bien?, ¿Dónde esta?, ¿Qué esta pasando aquí?— tomo a la princesa por lo hombros totalmente en estado alterado. La oji azul le vio preocupada sin saber que decir o como comenzar a explicarle lo que pasaba, ¿Cómo explicar que aquel él que ama es un ser demoniaco?

Sin embargo, un cegador resplandor alumbró el lugar semi nocturno, seguido de un fuerte fragor que retumbo los suelos de Liones, proveniente del lugar de batalla. Dos de ellos finalmente habían caído.

—Hay que irnos lo antes posible— sugerido el demonio a ambas féminas —Buscaremos a Zel después— antes de que siquiera pudiera dar un paso mas, el pelinegro de largos cabellos  apareció frente a ellos con un aspecto que transmitía un miedo voraz.

Su ceño fruncido, soltaba bocanadas, la sangre de su cuerpo comenzaba a evaporarse al igual que sus heridas desaparecían al instante. Sus alas predominaban al igual que su posición de ataque dirigido al demonio de ojos verdes. Meliodas en seguida se puso a la defensiva frente a ambas, preparándose para cualquier ataque o golpe.

—Tu no vas a ningún lado— sin dar tiempo a responder, lanzó un ataque de luz que lanzo con violencia al rubio contra escombros, provocando que estos se desmoronaran al instante y este sufriera ligeras heridas superficiales.

Fácilmente se levanto del suelo a la vez que sus ojos comenzaban a tornarse oscuros como la noche y un pequeño remolino por encima de su ojo derecho. Por otro lado, la albina se vio preocupada por él, nuevamente estaba pasando.

—¡Meliodas!— el arcángel Ludociel se lanzo contra el rubio, dando inicio a una batalla interminable entre ellos. Para sorpresa del pelinegro, Meliodas perfectamente podía evitar todos su ataques directos.

—Vámonos Elizabeth, no intervengas en esto— el peli plateado la tomo con fuerza de la mano, desinteresado si le provocaba un daño o no. Por el contrario, Elizabeth cambio sus ojos azules a un dorado furioso dejando que sus predominantes pupilas arcaicas intimidaran al hombre.

—Gelda, corre y busca a Zeldris— esta asintió temblorosa para adentrase entre las ruinas del castillo en busca del azabache de ojos verdes, dejando a ambos en un ambiente tenso y desafiante —Tu, ¡¡suéltame Mael!!— sin medirse, su mano resplandeció enormemente en color blanco, dándole un golpe al arcángel, logrando zafarse de su fuerte agarre e ir con su amado rubio en su ayuda.

Mientras tanto, Meliodas huía y evitaba los ataques de Ludociel sin dificultad, pero comenzaba a cansarse. Le preocupaba el hecho que estaba destruyendo todo el lado norte del castillo y él seguía sin poder defenderse, o mas bien, temía a hacerlo.

—Te lo advertimos maldito demonio. Este será tu fin— vocifero con extraño cinismo, podía sentir su victoria tan cerca, solo tenia que dar el golpe final y acabar con él y los suyos.

El demonio rubio espero a que este hiciera su movimiento, quizás con un poco de suerte lograría que el impacto se desviara o contratacarlo, sin embargo, esto no llego, pues al momento de apuntar, un tercero le hirió gravemente el brazo y parte del rostro.

—¡Meliodas, defiéndete!—  indico la princesa con agitación, preparándose para darle un segundo ataque al arcángel.

—¡¿Si me salgo de control?!, ¡¿si te hago daño de nuevo?!— cuestiono con temor.

—No lo harás, solo haz...¡Agh!— Ludociel la había golpeado en un momento de descuido. Su cuerpo impacto contra uno de los cristales, provocándole profundos corte en varias partes de su cuerpo.

—Maldita seas, diosa Elizabeth— gruño con repugnancia y rencor. ¿En serio ella era la sucesora del clan de las diosas?, era totalmente patética como miserable. Por otro lado, el rubio amplio los ojos sorpresivamente al ver como ella haba caído herida al suelo compacto.

—¡Elizabeth!— la marca de su rostro incremento dolorosamente, dirigiendo una mirada de muerte al ser alado —¡¡Pagaras por eso!!—

Por otro lado, la rubia seguía buscando por cada rincón del castillo, pero no había señales de que alguien transitara. Estaba totalmente solitario, su tacones resonaban en cada paso mientras se opacaban con el estrepitoso caos provocado por aquellos especies sobrenaturales.

Sus ojos violetas no paraban de buscarlo con urgencia, su corazón se aceleraba con mayor preocupación. No fue después de unos minutos que encontró al hombre de baja estatura.

—Zeldris— este volteo a su llamado, provocándole un escalofrió al volver a verla. Era una extraña felicidad en el momento equivocado, pues no estaban en condiciones de dar explicaciones ni en el tiempo de detenerse a hablar de lo pasado y el presente.

—Gelda, ¡¿que haces aquí?!, ¡¡no es seguro esto!!—

—Viene por ti, están en peligro tu hermano y Elizabeth—no necesito escuchar nada más para comenzar a correr en dirección de la pelea que se daba a una larga distancia de ellos.

Ludociel cayó al suelo escupiendo una gran cantidad de sangre de su boca y de heridas en su cuerpo, gruñendo al demonio que lo había dejado en tan malas condiciones. Sentía un profundo odio y rencor que oscurecían sus ojos, su cuerpo se preparaba para dar su ultimo golpe y acabar con ese hombre de una vez por todas sin piedad. Lo haría lamentarse el resto de su vida, se vengaría de cada dolor que le produjo, le daría a su demonio interior ese placer sanguinario que tanto anhelaba; sin embargo, un ataque similar a la fuerza del sol lo lanzo lejos del varón azabache.

—Mael— musito como un poco de dolor. El menor ayudo a este a levantarse de l suelo mientras mantenía una mirada serena, un arrepentimiento futuro se veía en sus ojos.

—Supongo que debo terminar con esto— suspiro volteando a ver al demonio de determinado carácter frívolo, como animal salvaje a apunto de matar a su presa. El arcángel de la muerte solo desenvaino una espada sagrada, brillosa y filosa como las plumas que decoraban sus alas, tenía un plan y estaba dispuesto a seguirlo sin vuelta atrás —No lo tomes personal, pero no puedo dejar a Elizabeth en manos de alguien como tu— dijo con el afán de provocarlo.

Meliodas solo gruño ante esto, esta vez no permitiría que le quitaran a su mujer de sus brazos, pelearía con uñas y dientes por ella, mataría por ella, incluso, moriría por ella.

El oji azul se acerco peligrosamente al demonio herido sosteniendo firmante el arma sagrado que seguramente lo mantendría nuevamente sellado o incluso matarlo al instante. Los ojos oscuros del azabache menor captaron esa escena a unos cuantos metros de ellos.

 —Meliodas— jadeo dándole una mirada de preocupación a la rubia —Debo ir Gelda, no hay opción— esta negó soltando lágrimas saladas de sus orbes, no quería perderlo, a pesar de todo lo que paso entre ellos y lo corto que fue, cualquier adversidad ahora era insignificante, pero eso no tendría sentido si lo volvía a perder.

—No, no... espera, no Zel...— ahogo su llanto.

—Es mi hermano, no lo voy a dejar— pero esta solo lo tomo de la mano suplicante. Este le miro con tristeza soltando un suspiro tranquilizante —Gelda...— descendió un poco para acunar su pálido rostro, depositando un casto beso en sus labios rosados —Fue un placer conocerte. Y lo siento, por todo— se soltó de ella para ir donde el arcángel y el demonio mantenían un mortal contacto visual.

—¡No, Zeldris!— trato de alcanzarlo, pero este ya se encontraba en camino, alertándose al momento que el brazo del de ojos azules tomaba impulso para acabar con la vida de Meliodas de una vez por todas.

—¡Hermano!— antes de que esto pudiese impactar contra él, el pelinegro se atravesó en medio de la espada y su hermano, siendo el menor de los demonios quien soltara un suspiro en tintas carmines.

Los ojos de Meliodas se ampliaron con horror al ver el extremo del arma atravesar su cuerpo, la sangre caía de su cuerpo débil e inmóvil por el impacto. Nuevamente esa escena ante sus ojos, como aquella vez cuando Zaratras se interpuso entre él y su muerte, solo que ets vez era su propia sangre. 

—Zeldris...— musito con dolor al momento que vio el cuerpo de su hermano caer al suelo, sin dar indicios que este continuara consiente.

—¡¡¡Zel!!!— grito agonizante la mujer rubia, que había presenciado con consternación la forma en que su vida fue arrebatada. Antes de que esta pudiese acercarse, Ludociel mando una fuerte ráfaga que la mando a golpearse contra los escombros.

—¡Gelda!— musito débil la diosa peli plateada tratando de crear un ataque, pero Ludociel simplemente lanzo rayos de luz que perforaron su pecho sin piedad alguna. A estas alturas, no le importaba ya si aquella mujer moría o no —¡¡ Aaah!!— jadeo cayendo bruscamente al suelo.

Su pecho rapidamente comenzó a derramar su propia sangre, sentía como ese calor se extendía en su piel empapando su vestido en un terrible teñido escarlata. El aire le faltaba, era como si se ahogara con su propio río rojo, las lagrimas comenzaban a caer de sus comisuras, como si supiera que ese seria sus últimos momentos.

—Justo como hace cinco años— el peli plateado imito una voz mas grave. Un click  sonó en su cabeza. En ese momento lo comprendió, había sido el mismo que asesino a sangre fría al líder de los caballeros sacros. El causante de su sufrimiento desde hacia tiempo atarse, el que intento secuestras a Elizabeth; todo cobraba sentido —Creo que es mejor terminar con esto— 

Meliodas seguía en shock, observaba el panorama justo como en sus constantes pesadillas. Ella tenía una herida en el pecho en un suelo rojo, la destrucción del castillo, la desolación del reino, la cantidad de plumas impuras que flotaban alrededor del aire. Su piel estaba manchada en esa materia negra, la impotencia que sentía en ese momento.

—Elizabeth, Zeldris...¡Kgh!— un par de lágrimas resbalaron de sus ojos antes que el color negro tomara posesión de su cuerpo —¡¡Maldito hijo de...!!¡¡Aggh!!— un par de espadas atravesaron dos de sus corazones. —¡¡Grr!!, ¡¡Gyaa!!— otro par perforaron su pecho llevándolo a escupir una gran cantidad de sangre. Pese al dolor, esto solo alimentaba mas su ira —Elizabeth, yo lo prometí, no te fallare. No otra vez— 

Solo faltaban tres de los órganos vitales, sin embargo, la materia negra se expandió rapidamente en su cuerpo envolviéndolo por completo a modo de escudo. Destellos rojos salían disparados, auras purpuras... estaba a punto de liberar ese poder por completo, el poder del rey demonio comenzaba a manifestarse causando pánico y confusión en el arcángel Ludociel.

—Espera, que...— retrocedio ligeramente —¡Mátalo rápido!— ordeno rapidamente al oji azul, quien solo le volteo a ver con una decepción en sus ojos.

—Lo siento...— fue lo ultimo que musito para confusión de su hermano prosiguiendo con atacar al demonio al mismo tiempo que el monstruoso poder arrasaba con una parte del territorio en el que se encontraban, destruyéndose así mismo junto los dos seres divinos.

—N-No...Meliodas...— 

[...]

Una calidez brotaba de su pecho; agradable y aliviador. Parpadeo un par de veces encontrándose con el rostro lloroso de la diosa de cabello rosado que terminaba de tratar su herida. Para alivio de esta, no fue tan grave como lo pensaba.

—Nerobasta...— se levanto del suelo, encontrándose con el caos a su alrededor —Diosas... ¿en donde esta Meliodas?— cuestiono con urgencia, decepcionada de la respuesta negativa de la mujer. 

Sin decir o preguntar nada más, solo se levantó del suelo tambaleándose ligeramente. Aun se sentía débil y su cuerpo pesado, pero necesitaba verlo, necesitaba saber si estaba bien. Mientras tanto, la rubia ya estaba mejorada gracias a Nerobasta, y al igual que la oji azul, no dudo en buscar al joven azabache entre las ruinas.

—¡¡Zeldris!!— la rubia fue rapidamente al lugar donde vio que cayó el cuerpo del demonio, encontrándolo muy mal herido entre entre la neblina de polvo y escombros  —Zeldris, respóndeme — se tumbo de rodillas quitándole la espada que aun le atravesaba el tórax, tomándolo temblorosamente de su rostro lastimado —¿Zeldris?— su voz fue decayendo al igual que el agua salada en sus ojos. Por mas que tratara de animarlo, por mas que trataba por hacerlo reaccionar el parecía ya no respirar —Oh no, no, ¡¡no!!, ¡¡reacciona, por favor!!— jadeo para sacar su llanto mientras se abrazaba a su cuerpo sin vida aparente.

Su corazón dolía dejándose llorar en su cuerpo silenciosamente.

Mientras tanto, la princesa había logrado encontrarlo con todas esas heridas en su cuerpo que chorrearon en cascadas carmines. Su cuerpo totalmente lastimado y hemorragias que no se detenían al igual que las lagrimas de la joven diosa.

—¡Señor Meliodas!— rapidamente quedo de rodillas, dejando que su cabeza se reposara en sus piernas —Meliodas. No, por favor... idiota, ¿por que?...— acaricio su rostro dejando que sus lagrimas lloviera en él —Eres un gran tonto, porque tuviste que...— no pudo terminar de decir, las palabras se enredaron en su garganta quebrantada.

—Elizabeth— musito débilmente, entre abriendo los ojos para verle —Pro...prometí protegerte... y aun...aunque yo muera, yo cumplí mi palabra, mi p-princesa— sonrió con pesadez ignorando el inmenso dolor que sentía, dolor que ni con toda su oscuridad sería capaz de aliviar.

—No, no digas eso—  exigió temblorosa —Estarás bien, yo se que si... por favor, resiste— sus ojos se cerraron con impotencia, si no hasta que una pequeña y casta caricia rozo sus mejillas llevándola a abrir sus ojos azules y ver como este sonreía mientras daba su ultimo suspiro entre ojos llorosos.

—E...Elizabeth...—  su mano cayó al suelo al mismo tiempo que sus ojos se cerraban para no volver a abrirlos.

—¡No! Por favor Meliodas. Abre los ojos, ¡ábrelos, te lo pido!— se aferró a su cuerpo en un intento desesperado por que reaccionara, pero no había nada que cumpliera con ese deseo  — Noo,¡¡¡ Meliodas!!!— abrazó su cuerpo y su cabeza atrayéndolo a ella mientras lloraba con un dolor en su corazón, finalizando con un terrible grito de agonía que resonó como eco en la inmensidad del reino. Un grito que erizaba y dejaba un nudo en la garganta. 

El lamento de una diosa en pena.

[...]

—Altezas ¿podrían darme un momento a solas con la princesa Elizabeth, por favor...?—

En cuanto las mayores abandonaron la habitación, Meliodas se sentó al lado de la peli plata, buscando la manera de como decirle que ahora estará siempre detrás de ella con la finalidad de protegerla de cualquier peligro.

Con cuidado, acarició la cabellera plateada de esta como acostumbraba a hacerlo ; al sentir el metal en su cabeza ella se sorprendió y volteo a mirarlo fijamente como este cerraba sus ojos sonriéndole amablemente.

—¿Esta bien?— pregunto el oji verde a lo que esta se sonrojo levemente ante su sonrisa relajada. Solo asintió apartando la mirada —Verá, su padre me dio la tarea de ser su caballero personal...— la albina agrandó los ojos por la sorpresa mirándolo anonada con el ceño ligeramente fruncido —Eso si usted está de acuerdo— finalizó con una risita que le dejo accediendo sin pensar.

Toc toc

La albina suspiro saliendo de sus recuerdos de hace cinco años ante el leve llamado de la puerta. Había sido difícil, pero había logrado calmarse en su habitación a pesar de la cruel realidad que ahora debía enfrentar.

—¿Elizabeth?— el suave llamado de la mujer de cabello lilas llamo su atención.

—Margaret, Verónica— un alivio se vio en sus ojos al verlas nuevamente, estaba mas que feliz por saber que ellas junto a su padre y la mujer azabache estuvieran bien después de todo el tiempo en el que estuvieron sellados bajo el hechizo del arcángel.

Ambas se situaron al lado de ella brindándole su apoyo mientras la abrazaban por los lados de manera comprensiva y protectora.

—Sir Ban nos contó todo— comenzó la mayor acariciando su cabello —Todo esta bien Eli, todo terminó— esta soltó un sollozo, escondiéndose entre sus manos.

—Es mi culpa— soltó un fuerte respingo —Es mi culpa, volvió a suceder. Dos vidas se perdieron, como la ultima vez...— esta vez, la sensación fue mas intensa que la ultima vez, sus hermanas no mencionaron nada mas, solo dejando que desahogara sus penas.

—Ya no llores mas, no hay nada que se pueda hacer—

Lloraba amargamente, y al igual que hace cinco años atrás, ella era sutilmente consolada por sus hermanas hasta que después de unos minutos, él estaría tocando la puerta para pedir un momento a solas. Ese momento donde le brindaría su apoyo y consolación para dar inicio a su relación, sin embargo, esta vez no sería así. 

Él ya no estaba ahí.

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Aah dulce, dulce sufrimiento :3

¿Recuerdan que una vez bromee sobre la muerte de Zeldris y la de Meliodas?, pues dije "mejor si y de paso a los dos" >:3

Miren lo positivo, Ludociel ha muerto, que dolor, que dolor, que pena 🎶 XD

Solo queda saber que pasara con Gelda y Elizabeth, ¿cómo superaran el dolor al perder a sus amados ?. Bueno, en el siguiente veremos un pov de cada una y pues ya... :v

Aquí en caja de sufrimiento, por favor derramen sus lágrimas que me voy a bañar con ellas :3

Hasta la próxima *se va corriendo antes de que la maten*

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