Capítulo XLVIII

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Si creen que he terminado de hacerlos sufrir, pues no mis niños >:v

Bueno, después de huir varias amenazas y juntar una piscina de lágrimas,  llegamos a una escena triste. Pero es la última triste, de veras :v...

Si ponen la canción va a doler mas :3

02...

.

Pov. Elizabeth

No sé cuanto tiempo ha pasado exactamente desde aquellos sucesos que marcaron en el reino de Liones, el casi inicio de una innecesaria guerra santa y el día en que lo pierdo. Solo puedo decir que ha pasado casi al rededor de un mes desde aquel entonces...

Pudieron haberse perdido miles de vidas, familias e incluso el reino entero pudo pasar a la historia y con ella, al olvido; pero no fue así gracias a él y Zeldris, ¿Cuál fue el precio de aquella hazaña?. Lamentablemente, una muy alta.

Él cumplió su promesa, hizo todo en sus manos para protegerme,...  protegernos.

De poco a poco, el pueblo fue recobrando su estructura, los daños hechos fueron finalmente reparados, incluso mi padre pudo tomar cartas en el asunto para volver a ser digno de la confianza entre los plebeyos; el reino volvió a funcionar con el pasar de los días.

Hace una semana dejé de llorar, ahora me alivia que él está bien... o de eso me convencen todos; se preocupan mucho ya que, en mi estado, es problemático este tipo de sentimientos negativos. Ahora que estoy convencida, realmente es lo único que aun me queda de él y, a pesar de todo protocolo real, a pesar de la efímera contrariedad de mi familia, no me arrepiento de nada, todos terminaron aceptando que esperaba un hijo tuyo. Ojalá te lo hubiese dicho antes. 

Meliodas... sea donde sea que estés, estoy convencida de que volverás a mi y mientras espero ese momento, no te olvidaré, recordaré la iluminación en tu coraje y la confianza que transmitías en la calidez de tus manos... Amor mío, no lo olvidaré, lo prometo.

Fin de Pov. Elizabeth

[...]

La oji azul suspiró con pesadez al dejar aquel monto de flores tradicionales que encontró en aquel campo cerca del reino. Ese era su segunda visita en las ultimas semanas a la ofrenda de los hermanos, piedra situada a fueras del reino en un lugar despejado. 

Limpió sus finas lágrimas, sonriendo ligeramente dejando el pasado volar con la brisa primaveral al compas de sus cabellos y del flequillo que acariciaba la punta de su nariz. Una tranquilidad abundaba en su ser pues se había prometido dejar de recordarlo con lágrimas en los ojos, una sonrisa se dibujaría en su recuerdo a cambio pese al dolor de su corazón. 

 A pesar de la luz que siempre brindo y la naturaleza oscuridad en su corazón, a pesar de no haber escuchado a las advertencias de su hermano menor antes, a pesar de las cosas buenas y malas que sucedieron, las contradicciones entre ellos; él al fin estaría en paz. 

Una diosa, así como lo amo con todo su ser, con toda la maldad que él albergaba, solo lo dejo ir junto su sonrisa en el céfiro del oeste.

—Nos veremos, amor mío— musitó antes de darle la espada a la losa que mantenía los nombres de aquellos poderosos hombres que dejaron a dos corazones destrozados. Sin embargo, ella ya había dejado de lamentarse, ahora tenía de quien cuidar.

Mientras tanto, en el castillo de Liones, Diane suspiro por tercera vez recargada en la orilla del alto balcón. Una paz se brindaba desde el exterior a pesar de lo fúnebre que se había sentido en estas semanas.

—Diane— se poso a su lado la chica rubia de ojos miel, disfrutando del aire acariciando en su rostro, deleitándose con el hermoso día soleado de la mañana.

—Hey Elaine, buen día— sonrió ampliamente.

—¿Y Elizabeth?— esta suspiró con algo de pesadez simulado en su gesto.

—Haciendo lo mismo de todas las mañanas— soltó con algo de ironía. Duraron un tramo de minuto en silencio sin decir nada mas, discutir sobre el estado emocional de la albina era como un virus contagioso, uno que causaba dolor en su corazón y cristalizaban sus ojos. La rubia soltó un largo suspiró relamiendo sus labios. 

—¿Y ella no ha regresado?— la castaño capto de inmediato su pregunta, negando levemente en respuesta.

—Dijo que sería su ultima visita, no quería seguir torturándose. Perder a quien amas debe ser lo peor de la vida— apretó ligeramente los labios —¿Ban como sigue?— 

—Está mucho mejor, aunque sigue lamentándose.  Sigue pensando que fue el peor amigo— una tristeza se vio reflejado en sus pupilas. 

El peli blanco mas que nadie había sufrido, maldijo, grito, lloro como nunca. Se torturaba recordando lo inútil que había sido por su cobardía, porque eso fue lo que pasó por su cabeza en ese momento, tenia miedo de enfrentar a los arcángeles que no quiso intervenir, solo supo esperar a que alguien mas lo ayudara, se confió demasiado y eso fue lo peor del caso. Elaine sufría con su tristeza carmín.

—Nadie aquí tuvo la culpa, el destino supongo que solo hace lo suyo, actuar sobre las acciones de la gente— respondió Diane con calidez.

—Al menos Elizabeth ya está bien, sus malestares han mejorado gracias a Merlín. Dijo que el bebé no presenta alteraciones ni corre riesgos graves— por otro lado, el anuncio de la llegada de un nuevo integrante en la familia había sido la alegría que ilumino esos días grises, fue aquello que sustituyó el dolor en el corazón de la princesa al saber que cuidaría de alguien en un futuro.

—Me alegra saber que almenas todo vuelve a lo que era— 

[...]

Pov. Gelda

Fue difícil comprenderlo en un principio y eso me hace sentir culpable. Lo juzgue en contra de mis sentimientos, estaba tan aferrada a este sentimiento y con miedo a la repentina soledad que yo misma acabe con nuestro lazo. 

No le di oportunidad alguna de hablarme con la verdad y cuando tuve la oportunidad, solo lo dejé ir. Sin embargo, en ese casto segundo, con ese pequeño roce me mostro mas de lo que era necesario para demostrar que nunca mintió respecto a sus sentimientos. Aun podía sentir la calidez de sus comisuras contra mis titubeantes labios.

Tan corto y hermosos que dolería para toda la vida de distintas formas. Solo me queda suspirar y pensar hasta agobiarme, enterrar los colmillos en mi lengua para distraerme del dolor psicológico; pero ni con todo el dolor en mi boca, ni la sangre derramada se compara con tu agria pérdida, solo me queda confiar en ella.

Un día más, un intento más... no hay nada que perder.

Fin de Pov. Gelda

—Gelda— la rubia volteo a ver a la fémina que recién llegaba de su nostálgica visita —¿Sigue ahí en la habitación?— asintió en un suspiro.

—Si, trata de terminar de sanar las heridas. Me preocupa que termine con sus energías— la leve risa de la oji azul le desconcertó un poco.

—Si hay una cualidad en las diosas es la curación— Gelda solo desvió la mirada, detestaba las falsas ilusiones, su corazón no podía una más —Tranquila, estoy segura de que en algún momento volverá—

—Eso espero, Nerobasta—

Mientras tanto, en una de las habitaciones del castillo, la princesa sentada a la orilla de la cama, observaba como esa enorme cicatriz finalmente había terminado de desaparecer de su cuerpo. Finalmente había terminado de borrar esas heridas marcadas en su piel pálida, sin embargo, el dolor aun se mantenía reflejado en su entrecejo fruncido.

—Por favor, tiene que funcionar—  suplico en un murmuro, como las últimas veces anteriores —Por favor, vuelve...— tomó su rostro esperando pacientemente a que este mostrara una reacción, sin embargo, ante su cesar del día, sus ojos se vieron con ilusión a momento que aquella marca negra en su frente comenzó a desaparecer lentamente. 

Sus ojos fruncieron al momento de abrirlos lentamente, encontrándose con ojos verdes, parpadeando un para de veces dejando que sus pupilas se ampliaran. En seguida reconoció la silueta de cabellera plateada, soltando un ligero gruñido de incomodidad al momento de querer levantarse.

—¿Elizabeth?— esta sonrió levemente soltando el aire.

—Hola, Zel— una lágrima resbalo por su mejilla —Me alegra que volvieras a despertar— este volteo a ver a los lados, percatándose que se encontraba en una de la habitaciones del castillo.

—¿Qué paso?— una serie de recuerdos invadieron su mente —¡¿Dónde esta mi hermano?!, ¿Dónde esta Meliodas?— la pequeña sonrisa de Elizabeth desapareció para ser sustituido con una sombría mirada escondida en un cabizbaja.

En ese momento , el azabache interpretó su silencio, al parecer no había tenido la misma suerte que él. Decidió no decir nada mas que resoplar apretando los labios.

—Lamento mucho tu pérdida, me imagino que significo mucho para ti— un largo suspiro acompaño una sonrisa algo irónica. Acompaño su gesto de una mirada despreocupada y melancólica.

—Tranquila...— ladeo su comisura derecha —Cusack fue como una figura paterna, más que mi propio padre. Me enseño todo lo que sabía y sin él no habría llegado aquí. Le debo eso— la albina le observo mirar a la nada, respirando ligeramente como si intentara calmar ese tormento en su mente. 

Una sonrisa se formo ante la idea que cruzo en su cabeza.

—Oye, Gelda esta aquí— este amplio ambos ojos, volteándola a ver con un extraño brillo ilusivo e infantil. 

—¿De verdad?— asintió ligeramente.

—¿Quieres verla?— no necesito una respuesta oral para comprender esa expresividad anhelante. Por otro lado, la de luceros morados se mantenía perdida con el panorama de la aldea. Sus habitantes volvían a disfrutar de sus días laborales y extracurriculares, así como el clima —Gelda— esta le volteo a ver sin animo —Al fin ha funcionado—

[...]

—¿Gelda?— esta camino lentamente hacia el azabache, dejando que los reos en sus mejillas brillaran en su felicidad de volverlo a ver.

—¡Oh, Zel!— sin previo aviso, se abrazo a él dejando que su cuerpo temblara en su agarre  —Estaba tan angustiada...— musito con ligera voz ronca opacada con su alivio. El demonio acaricio sus cabellos amarillos a modo de consolación.

—Lo lamento— comenzó nervioso —Lamento todo lo que paso, lo que te dije, lo que te oculte— tomo distancia de ella para verle a los ojos, limpiando los rastros de agua en sus mejillas —Debí decirte que era un demonio, que no era lo que aparentaba. No debí lastimarme ni envolverte en todo esto y...— el índice de la fémina se posaron sobre sus labios a la vez que esta sonría con diversión.

—Shh... ya basta Zel— acuno su rostro —Lo que me importa ahora es que tu estas aquí conmigo. A salvo y con vida— la distancia entre sus rostros fue haciéndose mas escasa, dejando la respiración del otro chocar contra la punta de sus narices.

—Y esta vez no me separaré de ti— terminó de decir para volver a juntar sus labios como la primera vez, dejando que ese sentimiento volviera a brotar después de creerla una flor infértil, sin embargo ahora podían decir que existían los milagros.

Por otro lado, entre los corredizos del castillo, llegaba a su aposento que paso de largo para ir a la habitación izquierda, adentrándose a ese cuarto apenas iluminado.

Levanto las gruesas telas de las cortinas, dejando que los rayos del sol iluminaran su rostro calmado sobre esos ojos cerrados. Camino hasta la colchada superficie, tumbándose sobre la orilla donde soltó un jadeo quebrantado.

—Sé que tu también puedes volver— acaricio con cuidado sus incoloras mejillas, dejando que sus lágrimas rociaran su rostro relajado —Por favor, regresa a mi...— se abrazó a su cabellera dorada acorrucándolo en su pecho como lo hacia cada día con la esperanza de que el volvería a abrir los ojos.

Retenía su intensa necesidad de llorar cada vez que trataba de sanar esas marcas en su cuerpo, pero por una razón, esas siete marcas en su tórax y pecho no desaparecían, se mantenían constantes a pesar de haber cerrado en mucho tiempo. 

Podía sentir sus palpitares, podía adivinar que estaba ahí, pero no completamente, ¿Qué estaba mal entonces? Solo no resistió y soltó sus lagrimas estancadas como océano tempestuoso, sollozando en silencio mientras lo resguardaba entre sus brazos. 

Abrió los ojos lentamente al sentir esa intranquilidad, sus parpados pesaban mientras recobraba la conciencia de poco en poco y el dolor de su cuerpo se iba dispersando.

—Ugh...— emitió un quejido que alerto a la albina quien rapidamente se separo a comprobar que no fuera su imaginación jugándole una mala broma. Le vio fruncir el entre cejo ligeramente, ocasionando que su corazón latiera sin control.

—¿M-Meliodas?— parpadeo un par de veces, cesando con su tristeza, dejando que un par de lagrimas resbalaran por sus mejillas —Meliodas...— este amplio los ojos en un verde cristalino ante su dulce llamado, observando sus orbes tintineantes como estrellas de la marea, como la ilusión de haber encontrado el camino después de tiempo perdido. 

—P-Princesa...— murmuro sonriendo débilmente.

—¡¡Meliodas!!— en un jadeo, sin aguantar su emoción, cubrió su cuerpo en un cálido abrazo tembloroso, dejando nuevamente el paso a la llave de su euforia acompañada de las gotas de sus ojos  —¡Diosas! Creí que te había perdido, no sabes la falta que me hacías... Meliodas...— lo estrujo aun más, temiendo a volver a perderlo.

—No llores, Elizabeth— con un brazo rodeo su espalda baja mientras que con la otra , enredo su mano en su largo cabello dejando que esta se escondiera en su hombro —No importa lo que pase, siempre regresare a ti...—

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Díganme que en serio no se creyeron que los mataría XD

Perdónenme, pero en serio tenía que hacerlo, amo jugar con sus mentes y sacar algo sorpresivo de ultimo momento (Aunque creo que ustedes solos se convencieron que esto terminaría mal, yo solo alimente esa idea)

Pero cálmense que esto todavía no se acaba, quedan dos capítulos más señores :'D 

Díganme, ¿Qué les pareció?, ¿Qué creen que ahora prosigue en la historia?

Sin más, gracias por leer y ahora si me pueden golpear, pero no me arrepiento de nada >:3

Psdta. En el siguiente capítulo les explicaré porque revivieron, así que no me anden con: "no tiene lógica que revivan y blah, blah, blah..." ¬ ¬

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