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    No pensé que la noche podría ser más ruidosa que el día. Los automóviles tocando bocinas a primera hora, gritos en el tráfico porque un conductor se quedó dormido en el semáforo, o las alarmas que despiertan a cada ser vivo a las siete de la mañana indicando el nuevo inicio de un trabajo o día de escuela. Todos esos sonidos fueron como susurros molestos a comparación de las voces gritándome, o rogándome, que pensara y siguiera dándole vueltas a mi amistad con Nelson.

     Lo último que escuché de Nick fue esa breve despedida cuando él y su madre me dejaron en el edificio, esperando a que yo ingresara antes de marcharse. En toda la noche, no había recibido ninguna notificación de mi teléfono que tuviera que ver con él. Había esperado que él respondiera mi último mensaje, preguntando si estaba bien después de lo que sucedió entre nosotros esa noche, pero no recibí respuesta. 

   La mente me comenzó a jugar malas pasadas (como siempre lo hace) luego de lo que escuché del rubio en su fiesta. Harry había dicho que Nick se había quedado con la peor de sus conquistas. Para la mala suerte de Harry, yo era lo bastante segura de mí misma para que sus palabras hirieran mi orgullo (claro, como si no hubiese llorado toda la noche pensando en cuánto me había herido la dignidad que su maldita boca de niño rico y mimado se atreviera a etiquetarme como una simple "conquista de Nelson"). 

   No quería presionar a Nick para que me diera una respuesta, tampoco sabía si ambos habíamos cometido un error al besarnos. Dios, no podía dejar en pesar en ello, y en cómo me sentí en ese momento. Sonaría una patética chica romántica hablando del joven que puso mi mundo de cabeza si se lo contara a alguien de lo que pasó, además, ¿Nick querría que los demás sepan de aquellos besos dulces, llenos de ternura y cariño, que nos dimos en la casa de Harry? No lo sé, creí que no iba a estar cómodo, teniendo en cuenta los rumores sobre sus "relaciones" pasadas.

  Mi vuelta a Londres se estaba acercando. Había hablado con mi abuela, y ella accedió a cuidarme al menos unas semanas, hasta que decidiera si realmente quería alejarme de Herne Bay y de todos aquellos que viven allí. Camille estaba completamente segura cuando me contó que las personas que vivían en esa ciudad, su trabajo, su amistad con la señora Xú, incluso con los padres de Ben Hope, toda persona y sitio en aquella ciudad de no más de doscientos mil habitantes había ganado completamente su corazón. Le dolería su partida, pero más le dolería distanciarnos entre nosotras después de todo el tiempo que pasamos viviendo juntas.

    Me había pasado horas mientras miraba los boletos de avión colgados en mi muro, a un lado de la fecha de partida. No pude no dibujar un gigantesco signo de pregunta. Antes, estaba completamente segura de lo que quería. Extrañaba a mi abuela más que nada en el mundo, su olor, su voz cantando las canciones que le gustaba a mamá, los bailes divertidos que hacía con Camille cuando su canción favorita sonaba por la radio. Mi abuela era una parte de todo lo que me daba la identidad de ser una Davis. Las videollamadas no eran suficientes para sentirme cerca de ella, y mi abuela había decidido no volver a subirse a un avión después de que casi le diera un infarto por las turbulencias. La única manera de ambas sentirnos unidas era yo visitándola (o volviendo permanentemente) en Londres, aun cuando ella me aconsejaba que Herne Bay tendría las respuestas que yo buscaba, y que mi madre me encomendó encontrar.

   Hablando de Jessica, su foto permanecía encuadrado sobre la mesa a un lado de mi cama. Sus ojos sonriendo a la cámara me transmitían nostalgia, lamentándome que no pueda volver a presenciar de esas sonrisas, ni tomarme una foto con ella. Las gotas de lluvia sonando de fondo, me permitían extrañar aquellos planes que tenía con mamá los días así. Ya no veríamos películas tristes mientras comíamos pizza, ignorando el horario que sea. No habría cobijas rodeándonos, tampoco sus abrazos que me transmitían el calor para apaciguar las lágrimas por la emoción de la película. No escucharía más su risa por los tontos chistes que un comediante soltó en un show, y que nosotras vimos la repetición esa misma mañana, tarde o noche, de lluvia.

"A veces me pregunto si me odiarás porque ya no siento la misma motivación para hablar sobre él con Tao, o si estas decepcionada porque me llevo mal con él"

Definitivamente, el día se estaba convirtiendo en una montaña rusa de emociones. Mi corazón latía débilmente, y no sabía por qué era.

  El destino, en vez de estar de mi lado, decidió amargarme una tarde más. Un invitado sorpresa arribó en mi cómodo departamento. Este día era algo diferente para mí, y tal vez para él. Había escuchado en el instituto (por Elle) que Charlie comenzó a pasar más tiempo en los descansos junto a Nick y el equipo de rugby (aunque apestaba jugando), en lugar de estar con sus mejores amigos. Esa situación hacía sentir bastante soledad a Tao, pues era el único quien le estaba dando la relevancia a esa distancia que el grupo de amigos comenzaba a tener. Isaac le quitaba la importancia al asunto, pues suponía que Charlie sólo quería mejorar en el deporte, que Tao debía apoyarlo, en vez de juzgarlo. Sin embargo, Tao estaba preocupado. Según él, los mismos chicos que antes insultaban a Charlie por su sexualidad, estaban "amigándose con él" pero Xú no se fiaba en lo absoluto. Temía que otro comentario homofóbico salga en la conversación y eso destruya todo el progreso que había hecho Charlie para salir del bullying.

   Él miraba el televisor con muchas expectativas de que algo en las noticias atrajera su atención, pero nada llegaba. Yan y Camille se quedaron en la cocina, hablando de cosas de adultas que sólo ellas entienden. Tao, de vez en cuando, me miraba de reojo, esperando que hablara. Mi vista sólo estaba en el teléfono sobre la mesa de la sala, esperanzada a que vibrara, indicando un mensaje. 

  Bostecé del cansancio. Mis ojeras evidenciaban la cantidad de horas que había pasado sin pegar el ojo en toda la noche. El ruido del televisor comenzaba a asemejarse como un agradable ruido blanco que acompañaba a la lluvia de fondo, dándome el ambiente perfecto para tomar una siesta. Sin embargo, evitaba que mis ojos se cerraran por más de dos segundos. No podía dormir con Tao junto a mí. La incomodidad de su presencia evitaba que yo pueda tener el lujo de dormir. 

Me alejé un poco de mi posición y tomé en mis manos unos almohadones del sofá. Lo abracé entre mis brazos a la par que cruzaba mis piernas sobre el sofá. Trataría de estar lo más cómoda posible, y si comenzaba a cabecear, al menos la almohada podría evitar el impacto.

   No me había dado cuenta de que Tao volvió a tomar el control de sus manos y buscó otros canales de televisión. No me preocupé ante su actitud de "Tu casa es mi casa". Además, teniendo en cuenta que otras cosas me importaban en aquel momento, como el desgraciado teléfono que aún no sonaba ni vibraba, poco me llamaba la atención qué programa elegiría el joven para ver.

   Desde el reporte del clima, programas de cocina o de supervivencia en una selva, hasta un canal religioso dónde celebraban una misa. No había muchas cosas por ver que a Tao le fascinara. Lo único constante en ese tiempo fue escuchar el sonido del botón del control remoto siendo presionado por pulgar del joven Xú, mientras soltaba un leve suspiro al no encontrar nada que le guste. Ante cada cambio de canal, yo respiraba casi igual de pesado que él al sentirme exhausta por todo lo que me atormentaba ese día.

  Las voces de Camille y de Yan se comenzaron a escuchar cada vez más fuertes. No tanto como una discusión, pero si algo que rápidamente hizo que tanto Tao como yo fijemos nuestra vista a la cocina. En sincronización, ambos nos miramos los rostros buscando una explicación al porqué la voz de Yan se volvía cada vez más dura, y Camille sólo le pedía bajar su volumen.

—¡A ti no te corresponde alejarla de esa manera! ¡Mi esposo la esperó años!

—Nunca la había escuchado tan enojada. —Confesó Tao mientras se disponía a apagar el televisor y levantarse del sillón.

   No sabía del porqué no fue Yan o Camille, cuyos gritos me alertaron un poco, o fue el mismo Tao que se dirigió corriendo a la cocina a saber qué sucedía con su madre, lo que ocasionó que yo dejara el sofá a la velocidad de la luz. Por un momento, pensé que sólo podían ser risas o una torpe discusión que se podría resolver al instante. Descubrí que era una idea errónea al chocar contra la espalda de Tao, quien estaba en la entrada de la cocina, presenciando la calurosa y tensa charla entre Camille y Yan.

—¿En serio piensas que tú tienes opinión sobre esto? —Lo preguntó como burla mi tutora. Bufó luego que soltaba una risa irónica. —Ni tú, ni tu esposo muerto tiene opinión sobre esto. ¡Ni siquiera yo que soy su madre! —Camille golpeó la mesada de la cocina al terminar las últimas palabras. Su rostro estaba levemente sonrojado por el enfurecimiento. Yan se tomaba de los cabellos de la frente, demasiado afectada por la situación.

—Escucha, sé que las cosas entre ellos no están bien. También soy madre, me doy cuenta de las cosas. —Yan trató de apaciguar el ambiente después de unos segundos de silencio. —Ella puede hablar conmigo si quiere saber. No necesitan irse.

   Tao acercó su rostro al mío tratando de que escuche su susurro: —¿De qué están discutiendo?

No fue necesario dar muchas vueltas al asunto. Todo indicaba que Camille le había comunicado a Yan que nos iríamos de Herne Bay en poco tiempo, y parecía afectarle bastante la noticia. Sin embargo, no entendía la razón.

—Creo que me hago una idea. —respondí con el mismo nivel de voz que él. —No deberíamos estar escuchando. Vámonos de aquí, maceta. —Tomé un el hombro de Tao y lo atraje levemente para que no perdiera el equilibrio, pero trataba de que él entendiera la importancia de irnos de la cocina. Aquello era una discusión de adultas, que por más que fuera (o no) de mi interés o mi partida a Herne Bay, a ninguna de las mujeres les gustaría que estuviéramos oyendo su conversación. 

En el camino a la sala, un sonido de plato rompiéndose nos hizo regresarnos a la cocina. Un plato había sido arrojado por Camille al lavamanos con brutalidad, que luego se terminó rompiendo. Ella intentó gritar, pero se limitó a taparse a sí misma la boca y comenzar a llorar. Yan, por primera vez, fijó su vista en nosotros.

   Ver a Camille de esa forma, tan rota y vulnerable, desequilibrada y sensible, hizo un cambio en mi cabeza. Quedé totalmente en shock ante tal imagen, y lo peor es que mi madre no se había percatado de que estaba viéndola siendo consolada por la Señora Xú, quien mandó señales a Tao para que me sacara de la cocina colocando un brazo sobre mi hombro y arrastrándome hacia mi habitación.

  No pensé que, al entrar, Tao pudiera clavar su vista al tablero donde estaban los boletos de avión con la fecha de salida a Londres. 






HOLAAA TANTO TIEMPO

¿Cómo están? Espero me disculpen con el capítulo corto, es que estoy super ocupada. Espero les haya gustado de todas formas.

¿Como piensan que será la reacción de Tao al ver los boletos? ¿Se enojará o se pondrá feliz porque Anabelle se iría de su vida, tal cual el le pidió la primera vez? ¿O creen que ya le agarró cariño? Los leooo

Otra cosa, posible spoiler: ¿Se acuerdan que hablé que ese día había una tormenta? ¿En qué episodio de la serie Heartstopper está lloviendo? Se harán una idea de lo que pasará.



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