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┌────── ∘°❉°∘ ─────┐
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Eso ayuda mucho a que la historia crezca y
me da ánimos para continuar con
su desarrollo.
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  Ver a Camille de esa forma, tan rota y vulnerable, desequilibrada y sensible; provocó un cambio en mi cabeza. Quedé totalmente en shock ante tal imagen, y lo peor es que mi madre no se había percatado de que estaba viéndola siendo consolada por la Señora Xú, quien mandó señales a Tao para que me sacara de la cocina colocando un brazo sobre mi hombro y arrastrándome hacia mi habitación.

No pensé que, al entrar, Tao pudiera clavar su vista al tablero donde estaban los boletos de avión con la fecha de salida a Londres. 

—¿Camille estará bien? —Escuché a Tao preguntar cuando ingresamos a mi habitación. Su mirada pasó por todo el largo y ancho del tablero. Las fotos de mamá y de la abuela predominaban allí, junto a la fecha de exámenes que cerrarían el semestre en la Secundaria Higgs. Mi silencio fue una respuesta suficiente para él, pues no insistió y tampoco giró a ver mi mueca dubitativa. Siendo sincera, no había una respuesta cierta a su pregunta. Camille nunca había llegado a ese nivel de sensibilidad en mi presencia, siempre mostró tener el control de sus emociones. 

    Yan debió de entender algo que yo no podía a mi joven edad. Quizás, Yan y Camille se entendían más de lo que el joven Xú y yo podíamos imaginar. Las adultas estaban sobrepasando los problemas que podían traer los adolescentes a la vida de los adultos, y más en sus casos, que criaban a hijos sin tener una compañera o compañero apoyándolos. Eran las madres solteras y luchadoras que la mayoría de las mujeres admiraría, pero en secreto se contenían la una a la otra.

  Su amistad resultó ir a otros niveles. Antes, pensé que eran solo conocidas. Sin darme cuenta, las dos se habían acercado tanto que se volvieron compinches para desayunar juntas por gusto, y ya no para forzar un lazo de hermandad entre Tao y yo.

   La única que sabría si Camille podría salir de ése intenso momento era Yan, no yo, la niña que sólo le había traído problemas.

 —Entonces, ... ¿Te irás de Herne Bay devuelta a Londres?

 ¿Pueden culparme por enfadarme del cómo tocó lo que para mí era un delicado tema de conversación? Reí burlesca a la falta de empatía de su pregunta, a la ausencia de preocupación, de sentimentalismo. 

   Tao preguntó de la misma forma que uno pregunta sobre el precio de un bocadillo: Sin preocupación y sin divagar. No esperaba a que el muchacho llorara al enterarse que posiblemente ya no volvería a vernos a mí y a mi madre, pero me afectó que, tanto Camille y yo, le importáramos tan poca cosa como para no mostrar un poco de emoción.

  Crucé mis brazos dirigiéndome directo al tablero para descolgar los boletos de avión. Abrí el cajón de la mesa junto a mi cama y los escondí allí. Tao siguió la mirada de los boletos hasta que cerré el cajón, y luego compartimos interacción. Desvió su atención a fijarla otra vez en el tablero. Suspiró sonoramente y se mordió el labio inferior antes de balbucear. —Así que... de eso hablaban mi mamá y tu mamá.

   Decidí ignorar las palabras de Tao, tal cual lo venía haciendo desde hace bastante tiempo. Tomé asiento en mi escritorio y comencé a hacer mis deberes que no había terminado. Abrí mi computadora y empecé a teclear, redactando el informe de la historia de Literatura. 

—¿Fingirás que no estoy aquí?

    Otro suspiro escuché a mis espaldas. Tao parecía afectarle más el ego por no prestarle atención a que una hija de su padre se fuera de su vida. Rodé los ojos mientras continuaba cumpliendo con mi (no bueno, pero estable) rendimiento académico. Por el rabillo del ojo, observé que Xú se había sentado en mi cama a utilizar su teléfono, mandando mensajes con el fastidioso sonido del teclado reproduciéndose en un alto (e innecesario) volumen.

   Mientras cada uno trataba de distraerse en distintas actividades, las voces que predominaban en la cocina se trasladaron a la sala. Esta vez, las causantes del escándalo habían cesado la discusión. Desde la ubicación del pelinegro le resultaría difícil oírlas. No obstante, mi escritorio estaba más cerca de la puerta. Trataba de ignorar la tentación de escuchar lo que Camille le decía a Yan, pero era imposible. Una le respondía con serenidad a la otra aquello que en la cocina no podía debido a las emociones fuertes.

Le dije que ella hable contigo, y me dijo que... —Titubeó un poco mi tutora. —Tú le hablarás del amor de su vida, del padre de Tao. Ella quiere que alguien le cuente cosas su padre viéndolo siempre desde los ojos de un hijo. —No sé qué tipo de reacción habrá hecho Yan en ese instante, pues el tono de voz de Camille cambió a una más apenada. —No hay mucho que nosotras podamos hacer para convencer a Belle. No quiere que obligues a Tao, era algo que él debía decidir querer contarle cosas del Señor Xú o no. Sin embargo, Anabelle decidió por él, y prefiere ahorrarle las molestias después de mucho tiempo en Herne Bay.

¿Por eso deciden irse? 

Ella quiere irse, Yan. Y yo amo mi empleo aquí, adoro trabajar con los Señores Hope. Por primera vez, puedo sacar licencia si mi niña está enferma, aunque yo no la haya gestado. —Una pequeña pausa entre las oraciones. Camille se oía diferente, como si sollozara mientras hablaba. —Por Dios Santo, me quieren en mi trabajo, amo mi puesto, adoro la casa que Belle y yo decoramos, adoro tener una amiga que entienda lo que es criar a una adolescente. 

Pero más amas a Anabelle.

   Volví a mirar de reojo a Tao, siendo más consciente de lo que yo ocasionaba por el hecho de no volver a relacionar con él.

¿Valía la pena darme una décima octava oportunidad con Tao? Acababa de comprender que esta estúpida interacción que nuestras madres se esforzaban en crear entre nosotros valía más de lo que yo pensaba. Lo que para mí era un fracaso, y tener la necesidad de retomar mi vida en Londres, para Camille y Yan era lo más importante del mundo, y lograba que me sintiera mal.

    Darme cuenta, además, de que Tao era capaz de hacerme volver a Londres, de tener ese control sobre mí incluso siendo el más grande imbécil, era un golpe a mi ego y dignidad. 

   Continué tecleando como si eso ayudara a despejar mi mente. Ni siquiera prestaba atención a mis redacciones, simplemente estaba copiando palabra por palabra del documento digital al informe. Sabía que la Anabelle del Futuro se enfadaría al tener que corregir todo.

    Tao era alguien empático, sincero, cortés (dependiendo de la persona), gracioso y amigable. O bueno, al menos sus mejores amigos lo describen así. Mientras tanto, Tao me trataba como si él estuviese hablando con Harry Greene, el idiota que molestaba a Charlie cada vez que lo cruzaba miradas con el de rulos. Entre nosotros, pocas veces hubo momentos de paz, y esas veces consistía en mantenernos en silencio para no discutir frente a nuestras madres.

    La sobreprotección que tenía sobre sus amigos era tierna y muy envidiable. Personas con las que él no compartía sangre él las defendía y cuidaba con su vida. ¿Por qué no podía sentirme mal porque mi propio hermanastro no le interesaba ni mi propio estado de salud si no es porque su madre lo trajo a mi casa aquella vez? Charlie, Elle y Isaac contaban que tenían una buena persona a su lado, pero yo sólo conocía a un fastidioso adolescente que prefería cortarse un dedo antes de hablar seriamente conmigo, el mismo que no le importó ir mencionando sobre el beso entre Ben y yo a casi toda la maldita secundaria.

   Como si el mundo le hubiera dado cuerda a ese maldito muñeco, Tao me dirigió la palabra, interrumpiéndome mis pensamientos.

—¿No crees que tu mamá y mi mamá pasan mucho tiempo juntas? —escuché la voz del joven acostado en mi cama. Ni siquiera me fijé en cuál era la expresión en su cara al hacer esa pregunta. —Creo que se llevan excesivamente bien.

    Pocas ganas tenía de responder a sus preguntas. No sabía si sería bueno darle una última oportunidad para tener una relación de hermanos estable. No buscaba que él me invitara a sus cumpleaños todos los años, o pasar navidades con él. Digo, no me importaría que aquello ocurriese, pero en ese momento, donde mi ansiedad y estrés estaban a sus límites, yo sabía que cualquier conversación que podría llegar a tener con Tao (sea una seria, o una pasivo-agresivo, como siempre) eran un avance.

—Son buenas amigas. Creo que no hay más que eso. Camille me lo diría. —Respondí a duras penas. 

—¿Cuándo le dirás a tus amigos que te vas a Londres? —Cambió de tema abruptamente. Cerré fuertemente mi computadora y giré en mi silla para verlo a la cara. ¿Qué? ¿A caso le importaba quien era conocedor de no tan misterioso secreto? ¿Así de la nada le brotó ese interés?

"Dios, te juro que yo trato de ser gentil con este ser, con este espécimen, pero parece querer desafiar los límites de la mayor paciencia que tengo". —Fue lo que pensé al escucharlo. Sin duda, Tao buscaba llevar la conversación de un pasivo-agresivo a un agresivo-bofetada.

Respiré profundamente antes de hacerle una pregunta honesta. —Tao, ¿Eres torpe o estas ensayando para una obra? 

—Oye, no me hables así. —Se sentó en mi cama con rapidez y con una clara mueca de enojo.

    El recuerdo de aquella tarde que pasé en el campo junto a los amigos de Tao y viendo a Nick entrenar llegó a mi cabeza. Aquel día le había pedido a Elle que invitara a Imogen a compartir cuarto juntas, pues dejé en claro que la semana que se haría el viaje a Francia, yo volvería a Londres. Un malestar volvió a resurgir en mi pecho al darme cuenta de que Tao no había prestado atención a nada de lo que comenté esa tarde.

—Tao, todos lo saben. —Suspiré. —Hace días dije que no iría a París porque iría a Londres.

—¿Pero saben que no volverás? —volvió a cuestionar. —¿Cuándo se los vas a decir? ¿Esperaste a que Elle se encariñara contigo para luego irte y no avisarle?

—¿Sólo importa Elle aquí? —pregunté ofendida. —Camille y yo nos vamos, como tú quisiste el primer día que te conocí, ¿Y sólo te importa lo que Elle piense si me voy o no?

   El silencio reinó por unos breves segundos. No quería alagar, pero yo tenía más punto que él, o eso pensaba.

Mi dignidad, ya bien en el piso por todos los errores que cometí en el semestre, decidió embarrar más la conversación para tener más respuestas de su parte que preguntas absurdas que no valían la pena. —Ya que estamos de preguntones. —Decidí cambiar de tema a uno más relevante para los dos. —¿Cuándo me ibas a decir que fuiste el soplón que le contó a todos sobre lo que pasó entre Ben y yo en Truham? 

  El rostro de Tao cambió repentinamente. Pasó de confundido a devastación. Sus cejas se relajaron, pero sus ojos habían perdido cierto brillo, se veían apagados, sin vida. Su mirada pasó de mi persona al suelo, como si sintiera el pesar de la culpa sobre sus hombros. —¿Cómo te enteraste? —preguntó con la voz apagada. Parecía no creerse que lo hubiera enfrentado de esa manera. Él buscaba hacerme sentir culpable por querer seguir mi felicidad a Londres, y yo lo hice sentir culpable con una acción que él ocasionó un sin fin de problemas entre Imogen (por haberle guardado secretos), con Nick, con Elle (por haberle dejado plantada) y el mismo Ben, quien se ganó una buena bofetada por Imogen (superbién merecido).

—¿Importa cómo me enteré? —No le veía el sentido a la pregunta. ¿Se suponía que jamás me enteraría? —Tao, ¿Por qué lo contaste? ¿Por qué crees que tenías el derecho de contar algo que pasó en privado y tergiversarlo a como tú quieras?

—Sólo conté que ustedes se besaron, con ganas. Nada más. ¿Dónde hay tergiversación en eso? —La contestación de su parte me causaron náuseas, como si estuviese orgulloso de lo que hizo. —No quería contarlo al mundo, sólo se me escapó. Me equivoqué, ¿Si? Nadie murió por eso.

Mi estabilidad mental murió, estúpida maceta invertida.

—Tergiversaste la historia en la parte de que nos "besamos con ganas" con Ben —Utilicé mis dedos para formar las comillas. —Tao, no fue así. No quiero discutir, sólo tienes que creer en lo que te digo. No fue un beso con ganas, no sé qué viste.

—No creo que haya sido forzado. 

Ahora, el silencio fue de mi parte.

  En mi cabeza la escena se volvió a repetir. Todo lo que sucedió en aquel salón. Es increíble lo que las siete palabras podían provocar en mi sistema. Aun cuando las cosas con Ben se habían "aclarado", para mí era asqueroso volver a tener la sensación de sus manos en mi cintura con brusquedad, y sus labios sobre los míos de una forma forzosa. 

    Cada vez que me miraba al espejo con el uniforme escolar, de fondo escuchaba las súplicas hacia Ben para que se detuviera. Era obvio que su voz, los sonidos de los besos, el golpe de mi cabeza contra la pared, todo no se olvidaría de la noche a la mañana. Tener a Tao diciendo que no sospechaba la brutalidad que sufrí ese día, y que recordé a Jessica cada vez que cerraba mis ojos para dormir, me daba cuenta de que Tao no me conocía en lo absoluto y, en consecuencia, opinaba de mis actos y me insultaba sin entender mis reacciones ante sus palabras.

—Lo fue. —Respondí cuando el silencio parecía ser más tortuoso por su rostro lleno de duda y misterio. Sus cejas dejaron de fruncirse una vez más, y sus ojos no se abrieron ante la sorpresa de mi contestación, pero si pareció cambiar miradas cada tanto. Sus ojos viajaban de mi persona al suelo, como si intentara recordar con exactitud la escena. —Le pedí que me llevase al salón de arte, nos encontramos en el pasillo. Me llevó a otro lado. Nick nos encontró y se dio cuenta de lo que pasaba, por eso me viste saliendo con él después de verme con Ben. 

—Yo... No sabía. 

Otra vez, un tortuoso silencio para ambos. 
La tensión entre ambos podía cortarse con el simple gesto de los dos formando una tijera. La cabeza de Tao era un misterio para mí, y seguro que para él mi cabeza era igual de un mundo de incertidumbres.

El trueno de la tormenta nos sobresaltó por igual, seguido de los toqueteos en la puerta de mi habitación. Me levanté de la silla y abrí, la dulce imagen de Yan junto a una sonrisa apareció a nuestra vista. —Anabelle, fue un gusto verlas hoy. —Tomó mis hombros y los apretó suavemente como muestra de afecto. Dirigió su vista a Tao, quien comenzaba a levantarse de la cama. —Hijo, tenemos que irnos antes de que la calle se haga intransitable por la tormenta. Durará hasta la noche.

   Nos despedimos sólo con un asentimiento de cabeza con el otro adolescente, al contrario, a Yan la abracé con sumo cariño. Camille, al cruzarnos en la sala, me avisó que acompañaría a la familia Xú hasta la recepción, y me pidió que preparara té mientras ella se iba. Asentí a su pedido antes de que se fuera.

No tenía en cuenta que cierto pelirrojo arribaría a mi departamento mojado y con ciertas confesiones para hacerme.





Hola campeonas de américa!!!! Perdónenme, tenía que decirlo.

Hola a todos y todas que estén siguiendo las actualizaciones de esta linda historia. Me tardé mucho, y discúlpenme, es que estaba estudiando mucho y me super desconecté de Wattpad hasta hace unos días.

Para aquellas personas que estén leyendo Sujeto MH y Global Shipe, les pido paciencia. Estaba adelantando otras novelas en otra cuenta (además de este capítulo, que necesitaba que ocurra este enfrentamiento entre Tao y Anabelle sobre el beso con Ben).

Les gustó el capítulo? que esperan para el siguiente? Acepto cualquier sugerencia y pedido para dedicatoria de capítulos. 

Muchas gracias por los mensajes que dejan en mi perfil y en los comentarios, ayudan mucho <3

Nos estaremos leyendo!!

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