Al año siguiente, Yoongi empezó a tomar clases de piano en una escuela de artes. Jimin lo siguió aunque él no supiera tocar ningún instrumento, le pidió de mil y un formas a su mamá que lo dejara acompañar a su hyung, y la señora Park aceptó, prometiéndose a sí misma que llevaría a Jimin un rato a ver y ya.

—Hyung...— el castaño susurró en la oreja del mayor, ambos estaban sentados en el suelo, formando una media luna con otros niños mientras un hombre joven sentado sobre un piano los introducía a la clase— ¿t-tenemos que escucharle tooodoo?— Jimin estaba un poco aburrido, cambiaba sin parar la posición de  sus piernas y jugaba con sus manos.

—Tú quisiste venir aquí, si sigues hablando y moviéndote nos van a botar— habló algo preocupado el pálido niño, esperando que el otro entendiera la importancia de estar en silencio en aquellos momentos.

Jimin formó un puchero con sus labios, estaba decepcionado, pensó que iba a ser más divertido o por lo menos que podría oír a su hyung tocar. Entonces en la pequeña sala se empezó a oír una melodía alegre y rápida, el maestro les mostraba un poco de lo que podrían llegar a hacer si eran atentos en las lecciones. Jimin se enderezó en su asiento rápidamente y empezó a moverse de un lado a otro, agregándole pequeños saltitos a su baile sentado.Los niños de atrás empezaron a reírse bastante y el maestro paró la música para ver que sucedía.

Todas las miradas estaban en ellos dos, Yoongi tenía mucha vergüenza.