El año siguiente transcurrió tan normal como podría transcurrir, lleno de aquellos chicos y su gran y adorable amistad. Jimin persiguiendo a Yoongi y Yoongi mostrandole a Park cada vez más facetas de sí mismo que nadie en el mundo conocía. 

Min Yoongi cocinero, cuando para el día de la amistad casi quema la cocina de su mamá solo para hacerle a Jimin sus galletas favoritas sabor a coco. Min Yoongi actor, cuando se las ingenió para convencer a la señora Park de que ambos iban a ir a estudiar hasta tarde en la escuela, pero en realidad se escaparon a la colina para atrapar luciérnagas. El año siguiente a ese también se desbloquearon facetas como Min Yoongi entrenador, el cuál fue el apoyo de Jimin para cuando este necesitaba mejorar su condición física, según el doctor.

Y cómo pasarlo por alto, que a los quince años, Park Jimin iba a ser testigo vivo de un Min Yoongi enamorado.

Escucharon bien, enamorado. Solo que esta faceta a Jimin lo puso algo triste por dentro, el hecho de pensar en su hyung siendo el súper héroe de alguien más, siendo tan lindo con otra persona como lo era con él.

—Hyung, desde que encontré ese poema de amor en su libreta... no me ha querido decir quién le gusta.— inquirió el castaño joven sentado al lado de su mayor en el piano— ¿porqué no me lo dice?— apoyó su mentón en el hombro del pelinegro, haciendo un pucherito con sus labios.

Yoongi estaba bastante tenso, ya había dejado de tocar.

—Jimin— llamó luego de tragar saliva.

—¿Sí?— preguntó  esperanzado el menor de ambos.

—No te importa.

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Por cierto ¿Sopa de pollo o de carne?