II. Si el fondo del mar hablará

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En retrospectiva, no tomó una buena decisión al llegar a la cabaña. El fuerte viento y la tormenta ponen a prueba la resistencia de la antigua construcción junto al faro.

Miles sonríe al pensar en lo mucho que su padre abría amado este clima; "viejo tonto" piensa mientras da un sorbo a su café. El cristal de la ventana se agita cuando una ola golpea la roca y él lo toma como una señal. Los Wellerman siempre han sido una familia supersticiosa y, si una ola llega tan lejos como para alcanzar el faro, es un mal augurio.

Tomando la primer chamarra que encuentra, sale deprisa de la cabaña a buscar a Hali.

Estar cerca de la orilla le pone nervioso, aún así hay algo hipnótico en la forma en que la chica permanece hincada viendo hacia abajo con atención.

—Hay algo ahí abajo. —menciona la joven.

—¿Qué es, coralito?

Uniéndose a su hija, Miles toma asiento y mira abajo con nerviosismo.

—No veo nada. —comenta aliviado el hombre.

—Se fue, —responde tranquila —estoy segura que era una mujer.

Un leve dolor de cabeza desconcentra al mayor, la chica mira un momento a su padre antes de ponerse de pie.

—Deberíamos entrar, este clima no debe ser bueno para tus achaques. —comenta burlona ofreciendo su mano.

—No estoy tan viejo, —rie, poniéndose de pie —ya sabes que odio el mar.

—Entonces, ¿porqué siempre venimos aquí?

Miles queda en silencio un momento, escuchando como el mar atenúa su movimiento y el aire arrastra consigo algunas gotas; permanece un instante observando el fondo del mar, con aquella pregunta rondando su mente.

—Vamos, mi pierna comienza a doler. —dice Hali tomando de la mano a su padre.

El interior de la cabaña no es más brillante que el exterior; a pesar de que el gigante reloj antiguo marca las 3 de la tarde, la iluminación bien podría ser la de pasadas las 8 de la noche. Hali se apresura a encender una vela mientras Miles se dirige a la cocina con poco entusiasmo.

"Nota mental: revisar el almacén, si la comida se acaba no pueden seguir aquí"

Notando la increíblemente poca variedad de latas de sopa y atún, opta por preparar algo cálido para ambos. El silencio acentúa su dolor de cabeza por lo que distraídamente comienza a tararear una saloma que vagamente recuerda haber escuchado cantar a su padre durante uno de sus viajes de pesca.

Pronto la comida estuvo lista y servida, el hombre deja ambos platos en la mesa.

—Pronto abra tormenta. —comenta después de un rato, cansado del silencio.

—¿Qué te da esa impresión? —el sarcasmo es evidente en la voz de la chica.

— Un Wellerman nunca toma a juego estas cosas. —recita automáticamente las enseñanzas familiares.

—Como digas, —responde malhumorada —¿Sabes? Mamá siempre dijo que debiste cambiar tu apellido cuando nos mudamos a la ciudad, tu amor por el mar es prácticamente inexistente...

—Eso no es cierto, —interrumpe molesto —y deja de hablar de Miranda, ella no está aquí.

—Pero yo solo estaba...

—¡Dije que no hablemos de ella!

Si alguno de los dos pudiera salir corriendo lo habría hecho, en cambio Miles solo observa a Hali ponerse de pie y caminar al otro extremo de la habitación.

Suelta un suspiro cansado y toma los platos antes de dirigirse a la cocina, aún molesto por la breve discusión. "Nota mental: disculparme... olvídalo".

—¡Ah!...

Un grito molesto escapa de sus labios cuando suelta uno de los platos y éste se quiebra en el suelo. Agachándose a recogerlos, no deja de quejarse en voz baja hasta que algo llama su atención.

Miles...hey, Miles...

El hombre sacude la cabeza, golpeando débilmente su oreja con la palma de la mano.

El ruido no se detiene.

Irritado, se pone de pie dispuesto a regañar a su hija si está jugando algún tipo de broma. Lo que ve en la ventana le deja helado.

Miles...¿Porqué estás aquí, Miles?

Incrédulo, Miles frota sus ojos con fuerza y parpadea sin lograr que aquella visión desaparezca: frente a él, la vista del acuosa y oscura revela la silueta de una mujer, apenas distinguible de entre los azules y verdes del mar. No se mueve, ni siquiera es capaz de ver los rasgos de aquella persona pero algo en ella llama su atención.

¿Porqué regresaste?

—Tu...tu no debes estar aquí...—empieza a balbucear el hombre sin apartar la vista.

No debiste venir aquí

—No tenía otra opción, yo solo quería estar con mi niña

Mentiroso

—No, yo...

¡MENTIROSO!

Un golpe en el cristal fue suficiente para romperlo. De la grieta en la ventana, el agua del exterior se filtra e inunda la habitación rápidamente. Luchando por mantener su rostro fuera del agua, Miles empieza a nadar hacia la salida con una sola idea en mente "aún puedo llegar con Hali, solo unos segundos más"

—¡Papá!

Miles abre los ojos y tose violentamente.

—¡Papá! Por Dios, me asustaste.

Los gritos de aquella mujer siguen resonando en su cabeza, pero la vista del padre se aclara al enfocarse en su hija arrodillada frente a él.

—Hali... ¡El agua!-grita alterado, volteando a ver a su alrededor—¿Pero qué...?

Nada. No un rastro del desastre que debía haber estado ahí.

Parpadea varias veces, esperando que la próxima vez que abriera los ojos se encontraría bajo el agua con aquella silueta frente a él.

—...ay papá, te cortaste.

La voz de su hija lo despierta de su ensoñación, notando la profunda herida causada por un trozo de porcelana que había estado sujetando con fuerza. La sangre brillante y rojiza le recuerda los ojos de la criatura en su alucinación.

—¿Desde cuándo una herida se ve así?

—¿De qué hablas...?

Voltea a ver hacia su mano, sintiendo su voz fallar con forme terminaba la frase. En medio de la sangre, un agujero oscuro del que pequeñas venas negras brotan confirmando el mal presagio: la clara imagen de un barco destruido por una tormenta se forma en su palma.

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