Capítulo Uno: Tokio

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Un rayo seguido de un relámpago, ilumina una casa hogar maltrecha; sucia. Ahí, iluminado solo por una luz tenue, forzando la mirada de sus ojos; la punta de un lápiz toca el papel. Pero no de manera fina. De manera temblorosa y nerviosa, matando toda esperanza de una buena caligrafía. 

Es momento de hacer las paces. Escribir a casa... Querida mamá. Vieja bruja. ¿Cómo estás? Habla tu hijo favorito. Ya sabes, el de garras peludas. Al que corriste de su casa cuando apenas tenía ocho años. Quizás quieras saber de mí. ¿Cómo sobreviví a esa edad? Bien sabrás que mi factor es inservible si no bebo, o me alimento. La verdad es que descubrí que las ardillas crudas no saben tan mal... Una vez que te acostumbras.  

La luz de la tarde, se abre paso al entrar entre las persianas de una cortina semi abierta; hacia una oficina del todo cerrada y sofocante. Donde un hombre con los brazos sujetos por detrás de su espalda aguarda. 

Los golpeteos a su puerta dan señal de un invitado. Y, mirando con la boca semi abierta hacia la nada, se gira para así caminar hasta su silla por detrás de su escritorio; exclamando al acomodarse:

—¡Pase! 

La mujer que entró era joven, de pelo negro hasta el cuello, y una frente del todo vistosa. La cual venía bien vestida y con una hoja amarilla sujeta en su mano derecha. 

—Muy impresionante, señorita... ¿Hines? —preguntaba el hombre momentos después, con el documento en mano.

—Carol. Hines Carol —corrigió la mujer sentada más al frente. 

—Bien, señorita Carol. Veo que viene de la NASA. Sé que lo dice nuestra solicitud. Pero lo pregunto ahora. ¿Ha estado expuesta a algún tipo de radiación o irradiación en un tiempo cercano a este encuentro? Hace una semana, unos meses incluso.

—No señor —respondió algo nerviosa Hines. 

—¿Se sometería al detector de mentiras para comprobarlo? —preguntó de regreso el hombre alzando un poco ambas cejas. 

—Por supuesto señor —respondió la mujer sin vacilación alguna. Como una especie de robot.  

—Y dígame, señorita Carol, ¿usted ama a su país? 

—Nací aquí —respondió Hines—. Mis padres vinieron en busca del sueño americano. Y he estado aquí desde entonces. Soy tan orgullosa de mi patria como cualquier otro estadounidense. 

—¿Es una espía rusa? —preguntó de manera abrupta el hombre. 

—No —exclamó ofendida la mujer; retrayéndose en su silla.  

—¿Se sometería al detector de mentiras para comprobarlo? —preguntó el hombre sin vacilar ni un segundo.

—Claro que sí. Pero no entiendo el por qué de la pregunta. 

—Porque este proyecto dejará al Sputnik como una inversión tonta. Habló de tomar la delantera decisiva en la carrera armamentística. ¿Le interesa? Porque si acepta, ya no podrá salir hasta que el proyecto sea concluido. 

—Acepto —respondió decisiva y un poco aterrada Hines. 

—Entonces empaqué sus cosas. Nos movemos a Canadá. 

Los sonidos de disparos retumban mientras aquel que responde al nombre de Logan, jala el gatillo de su revolver: en una zona de tiros, con sus gafas y orejeras de protección. 

Paso mis noches en la Profecía, ¿sabes? Es un refugio para cristianos caídos. Mentí para entrar. Hey, es algo gratis. Tú siempre fuiste muy cristiana, madre. Orabas toda las noches por mí. Bueno, orabas por los que estaban junto a mí.

Una botella de alcohol, de un vidrió verde oscuro cae en lo que parece un lapso de tiempo lento. Cada cristal se separa de a poco, en una imagen tan hermosa como ordinaria. Por encima, en un viejo sillón sucio y polvoriento, Logan mira su cuarto cuatro por cuatro: la "sala". Pronto fija su vista en una esquina, en donde una rata merodea en busca de algo que comer, para solo segundos después, girar su cabeza hacia él; chillando al mismo tiempo que un trueno. 

Pero por primera vez, me gustaría que oraras por mí. 

Los disparos del arma retumban cada vez más fuerte, volviéndose relámpagos que atormentan al hombre rudo que ahora se abraza las piernas a la orilla de su cama. 

¿Alguna vez te sentiste sola y en peligro madre? ¿Sentiste con cada fibra de tu maldito y asqueroso ser que algo estaba por sucederte? ¿Qué por cada noche?, ¿por cada hora y minuto se acercaba algo doloroso? ¿Y ese algo lo tendrías que enfrentar sola?

Otro relámpago alumbra la habitación mugrienta del mutante. Con él mirando hacia la calle—por detrás de una ventana—, con el torso desnudo.

Como cuando Cristo sabía y temía por su pronta crucifixión. Contando los días. Aterrado. Resignado.  

Una pantalla verdosa—proveniente de una computadora— se iluminaba al mismo tiempo que resaltaba un informe letra por letra. 

Nombre del sujeto: Logan. 

Conducta maniática y posibles tendencias autodestructivas, probablemente por su abuso crónico de alcohol. Posible desorden nervioso o psicosis... 

Riesgo del sujeto: Máximo.  

Jesús aceptó su crucifixión para salvarnos de nuestros pecados. ¿Pero yo qué pecados debo salvar? ¿Los tuyos madre? ¿Los de mi padre? ¿Los míos? 

Un carcayu enfermo, salpicando espuma camina en una jaula cuadrada, apenas y puede moverse con libertad. En eso, una sombra humanoide lo baña; el animal ruge. Dos disparos. Su sangre cae fuera de las cuencas de sus ojos. 

 Mis pecados nacieron a base de la necesidad de sobrevivir. De hacerme fuerte. Madre, ¿eso debe ser castigado? Después de que tú. Tú me juzgaste. Te revolcaste con un maldito psicópata. Un maldito asesino. Un violador. Te sentiste culpable y sentiste asco de solo verme. Porque yo soy tu pecado. Soy el hijo de un animal y ahora debo pagar por ello. Debo pagar por tus pecados.  

Una manada de lobos, huyen desesperados por las pesadas nieves canadienses. Justo cuando unas trampas, activan un mecanismo que atrapa a varios de ellos en redes. 

Te condenaste. Me condenaste.  

Los disparos se detienen, Logan baja y guarda su revolver en su funda; toma su saco y se dirige hacia la salida más próxima; pasando por un pasillo y unos escalones. 

No sé si sigas viva madre. Pero si existe Dios. Si realmente es capaz de verlo todo. Espero que cuando mueras—quizás lo estés ya—, te pudras en el infierno. 

Logan sale a la calle, camina hacia el final de la acera en donde lo espera su auto prestado: un Caterham Super Seven. Sus manos tiemblan al tomar el volante. 

—Señor Logan —escucha a su derecha.

Él gira la cabeza temblando, sabiendo lo que viene. Dos hombres, armados. Un destello. El sonido retumbante del arma. Soledad. Oscuridad.

Con amor: tu hijo.

El sol sobresale por una típica casa japonesa, tocando sus dulces jardines, mientras el viento menea las flores de cerezo; ondeándolas suevamente en sus ramas. Y por debajo de estos árboles, sentada y con la cabeza inclinada, dejando que el viento mueva su cabello a la par con las flores; hay una mujer. De cálido y hermoso cabello lizo; mirada tierna. Deslizando la puerta, sale del hogar Logan, con el torso al descubierto pero con sus pantalones puestos. Entonces, para en la entrada, y la observa. La mira como si fuese la última vez. 

Ella, pronto siente la mirada de aquel que más ama. Gira la cabeza, le sonríe, se levanta; camina a su encuentro. 

—Logan Chan —dice al estar frente a él—, ¿dormiste bien? 

—Mejor que nunca —respondió Logan, sonriendo; solo para ella. Y ella, solo le da una sonrisa disimulada; ocultando su sentir—. Ven conmigo Mariko —pidió bajando los dos escalones; tomándola de los brazos sin lastimarla—. Sé que es egoísta pedirte que dejes Japón. Pero te amo. Te amo con inmensa locura —exclamó meneando la cabeza, junto con una sonrisa nerviosa.

—Te amo, Logan Chan —exclamó Mariko rozando la mejilla del hombre—. Pero mis responsabilidades son... irrompibles. Y te amo demasiado, para pedirte que entres en mi mundo. Eres de buen corazón mi amor. Y el ver mi verdadero linaje; lo que soy... Solo te destruiría. 

—Nada puede destruirme Mariko... —dijo, ganándose la mirada profunda y sería de su amada. 

—No puedes sanar de todo, Logan. 

Entonces el prado se volvió nieve, las flores en hojas ordinarias, Japón en Canadá, el pasado en presente, y el hombre enamorado, en un hombre solo. 

Logan camina, escuchando las pisadas que yacen bajo sus pies al tocar la nieve; buscando. Pronto llega a un campo abierto, en donde lo escucha. Escucha sus pisadas, sus rugidos. Y en menos de un parpadeo, el animal sale de su escondite. 

Este solo da pequeños gruñidos de advertencia, los cuales pasan a un pequeño grito, para al final rugir con todas sus fuerzas mientras enfoca su dirección hacia el mutante. Logan lo observa, nota como desde su pie derecho cojea, llora. Tiene en su lomo una flecha clavada. El animal se sobrepone en sus patas traseras, dejando a la vista sus garras. Logan retrocede un paso, y deja salir las propias. 

Y entonces, el tiempo se ralentiza. Al borde de la adrenalina sus sentidos vuelan al máximo. «Hizo un pequeño gruñido antes de levantarse. Sus músculos deben estar tiesos. Por cada movimiento que hace, su cuerpo a de arder» piensa. El tiempo vuelve a su estatus normal, el oso arroja su zarpazo, pero Logan gira el torso esquivándolo de manera sencilla, sintiendo como el tiempo se ralentiza de nuevo. «Ese aroma tóxico. Que me provoca cierto raspón en la garganta. Lo conozco». El tiempo regresa, el grizzly opta por embestir a Logan y atinarle una fuerte mordida en la clavícula. «La mordida llega a mis huesos» piensa al caer—de manera lenta también—. «Cuando toque el suelo, jalará y desgarrará mi piel. Dos segundos para sanar». El tiempo regresa, la espalda y nunca de Wolverine golpean la nieve; la levantan. El oso tira, la marea de sangre no tarda en aparecer. Logan ruge, el oso, ni siquiera traga la carne. En vez de eso atina un zarpazo contra el estómago del mutante. «Piel, sangre y tripas. Cuatro segundos para sanar». Logan gira aún por debajo del oso, logrando arrojar sus garras del lado derecho contra la pata del mismo. «Sangre. Ira. Adrenalina». El oso se para de nuevo en sus patas traseras, como si no supiera que ahora carece de una pata. Logan gruñe antes de saltar para así aferrarse a su cuello. El animal se agita y ruge en desesperación. Wolverine alza su brazo izquierdo, sus garras salen una vez más. Su rostro se deforma, se arrepiente. No lo quiere hacer. Pero aun así arroja sus garras; clavándolas por detrás del lomo del grizzly. Un último alarido sale de las fauces del oso, antes de caer. Y de entre su cuerpo muerto, ejerce victorioso Wolverine; transpirando. Su mirada refleja ira. Pero no hacia el animal. De manera brusca, toma el palo de flecha para arrancarla. Pronto lleva la punta de flecha a su nariz, la olfatea.  

La tormenta avecina el desastre, que ahora el hombre regordete ignora al bajar su tarro de cerveza. Justo cuando escucha unos fuertes pasos que terminan por abrir la puerta de manera brusca. 

De manera instintiva, todos giran la mirada hacia el hombre de cara de pocos amigos. Este, da un pequeño respiro furioso, y camina más lento. Pero sin borrar esa mirada de rabia; teniendo la flecha sujeta en su mano derecha. Pronto llegó a la barra, sentándose junto al hombre rechoncho, que apenas y lo mira de reojo. Logan alza la ceja, y con la cabeza le indica al encargado que quiere un trago. 

—Hola, mi nombre es Logan —dice fijando su mirada al hombre que ahora se siente un tanto atemorizado. 

—Murray —responde nervioso el mismo; sin verle. 

—¿Es tuya la camioneta de afuera?, ¿la qué está llena de pieles? —le cuestiona. 

—¿Quién quiere saber? —pregunta Murray girando; mirando al mutante directo a los ojos mientras trata de mostrarse seguro; en busca de intimidar. 

—¿Reconoces esto? —pregunta Wolverine, alzando la flecha de manera invertida. 

—No sé que es eso. Nunca había visto una flecha como esa... —responde el hombre mientras apoya su mano derecha en la barra. Notándose en su mano un temblor.  

—Bueno. Yo te diré lo que es. —Wolverine alza la flecha para así clavarla en la dorsal derecha del cazador. 

—¡Maldito hijo de perra! —grita Murray casi al instante, tomando la flecha pero sin poder arrancarla. 

—Oye amigo —exclama un hombre levantándose de su asiento, para de esta manera tomar el hombro de Logan. Pero en respuesta este le suelta un codazo directo en la nariz. 

—¿Algún otro? —pregunta girando por detrás de sí, notando que todos se encontraban completamente intimidados. Y el único que se atrevió a ponerse en pie, fue un hombre para ayudar al chico que ahora yacía tendido boca arriba; tomándose de su nariz sangrante—. Bien —dijo girando de nuevo hacia Murray—. Lo que tienes en la mano, Murray, es una flecha envenenada que hasta donde sé es ilegal. Ahora, pregúntame en donde la encontré. —Pero Murray parecía ido en la flecha que ahora lo aprisionaba—. Dije... —Logan se irguió para de esta manera tomar la flecha, haciéndola girar un poco de manera lenta; provocando el llanto del hombre—. que me preguntaras. 

—¿Don-donde la encontraste? —se esforzó el hombre por preguntar. 

—Bueno. Curioso que preguntes —mencionó Logan alzando un poco la cabeza—. Estaba en el lomo de un oso grizzly. El cazador que le disparó, no tuvo las pelotas ni la habilidad para seguir al animal y terminar con su sufrimiento. Muy posiblemente creyó que el veneno haría el trabajo sucio. Pero esa dosis no era suficiente para terminar con animal así. En vez de eso, el veneno se filtró en su cuerpo. El dolor lo desoriento y lo enloqueció. Y por culpa de la estupidez del cazador, siete hombres, tres mujeres, cinco niños, y un oso pagaron el precio. — La mirada del hombre hacia Logan, solo podía ser de terror puro—. Prepárate para hacerle una pequeña visita a la policía montada. 

—Yo no enveneno mis flechas —respondió Murray en medio de un llanto. 

—Entonces no tienes nada de que preocuparte.

Y en un acto de desesperación, el hombre tomó su tarro con la mano libre para así estamparlo contra la nariz del mutante. Este retrocedió al mismo tiempo que el susodicho arrancaba la flecha de su dorsal. Cuanto Logan giró, ya tenía al hombre embistiéndolo. Murray, gritando, clavó la flecha en el pectoral derecho de Logan. Pero entonces su grito cesó, al darse cuenta de que había clavado una flecha en donde debería estar el corazón de una persona. Alzó la cabeza y miró con temor el rostro enfurecido de Wolverine. Este lo tomó de su muñeca para hacerla retroceder—sacando la flecha en el acto—. Murray estaba en completo shock, manteniendo en todo momento la boca abierta. 

—Bub —exclamó el mutante mientras lo tomaba del cuello de su playera—, como esperaba que intentaras algo así. 

Los presentes solo vieron volar a Murray por los aires, el cual terminó por caer encima de la barra; rompiendo varias botellas. Sangre salía de su boca mientras gritaba y pedía por auxilio. Pero entonces Wolverine se acercó para de esta manera tomarlo del cuello y sobreponer su puño derecho contra su cara: dejando salir sus garras. Murray cerró los ojos creyendo que moriría, pero al abrirlos segundos después, notó que las garras del mutante solo le estaban rozando la nariz. Por momentos, Logan calmó su mirada; retrayendo sus garras para tomar al hombre de su chaleco y levantarlo de manera brusca. 

—¡Camina! —le dijo al mismo tiempo que lo tomaba del brazo. 

—El veneno —le dijo el hombre—, el veneno me matará. 

—Entonces apresúrate. 

Aquellos dos hombres sacaban a Logan de su Caterham Super Seven. Cada uno de un brazo. Aquellas armas no eran más que tranquilizantes. 

—Este tipo es condenadamente pesado —dijo el que lo sujeta del brazo derecho. 

Pero entonces, este recibió un golpe en la quijada por parte del mismo Logan. 

—¿Pero qué...? —intentó preguntar el hombre de la izquierda, pero silenciado por un fuerte codazo en la nariz. 

Y aprovechando la impresión del momento, Logan se abalanzó contra el primer hombre que golpeó; manteniéndolo en el suelo para así arrojar sus puños una y otra vez. Pronto la nieve se manchó de sangre. 

—¡Maldito! —gritó el segundo antes de tomar a Logan del cuello y nunca. Pero pronto su gritó orquestó la silenciosa calle. Logan le estaba mordiendo el brazo con el cual el sujeto pretendía asfixiarlo. 

—¡Dios mío! —gritó el sujeto del suelo al ver como Logan sacudía la cabeza como un perro; arrancando el pedazo de piel de su compañero. 

—¡Mierda! —gritó el hombre de la herida, cayendo boca arriba.

Pero cuando Logan se disponía a huir, el primer sujeto lo tomó de la espalda; alzando sus brazos al presionar su nuca. 

—¡No podré sostenerlo mucho! —gritó. 

Eufórico, el hombre con la mordida en su brazo se levantó y desenfundó su pistola, para con el mango de esta golpear la quijada de Logan; el cual cayó inconsciente de regreso a la nieve.

—¡Imbécil! —gritó el que sostenía con anterioridad a Logan—. Creo que le rompiste algo. 

—¡El desgraciado me arrancó un pedazo de piel! —respondió ofendido el segundo antes de guardar su arma; tomándose así de su herida, la cual no paraba de sangrar. 

—El Profesor dijo que lo quería sin daños. Si nos metemos en problemas, tú tomaras la responsabilidad —aseguró—. Ahora ayúdame a subirlo a nuestro auto. 

—¡¿Estás loco?! Mi brazo está... 

—¿Tu brazo o tu vida? —respondió el compañero; mirando como el segundo sujeto asentía con la cabeza.

 —Hagámoslo rápido. 

Burbujas de aire era lo que ascendía en el tarro de cerveza de Logan, y el cual de un solo fondo logró terminar, devolviéndola de golpe a la barra para así exclamar: 

—¡Otra! 

La cantinera tomó el tarro para así al girarse, rellenarlo. 

—¿Bebes para olvidar? —le cuestionó al entregarle la bebida.   

—"¿Morirías por ellos?

—Te amo..." 

—A veces —respondió seco Logan. 

—¿Y las otras? —preguntó la mujer.

Ante la pregunta, Logan miró fijo las burbujas de aire que sobresalían por encima de la cerveza. Estas pasaron a ser burbujas de un líquido rojo que iba envolviéndolo. Su pelo y barba habían sido cortados. Tubos moldeables y metales similares a agujas de acupuntura, pero más gruesas y metálicas habían penetrado todo su cuerpo desnudo. Pronto el líquido lo envolvió en aquel tanque de plexiglás; flotando en este y permitiéndole respirar gracias a una máscara de oxígeno; que también estaba sujeta a unos tubos. 

—Estado cardiaco estable —informaba Hines más al frente, rodeada de varias computadoras, cuyos teclados desprendían unas luces de diferentes tonalidades brillantes. Como verde, amarillo y rojo. Siendo esa luz, la iluminación más agradable. Debido a que la gran mayoría del cuarto de laboratorio, era de un color tenue y pobre—, doctor Cornelius —dijo alzando su cabeza hacia el frente. 

—¿Caballeros? —exclamó una segunda voz por detrás del Doctor Cornelius. 

—Profesor —exclamó Cornelius mientras sacaba unas gafas por debajo de su saco; colocándoselas con cierto nerviosismo—. El tanque está lleno. 

—¿Cómo está el sujeto? —preguntó el Profesor girando hacia el tanque mientras cruzaba los brazos. 

—Tuvo una... pelea —respondió nervioso Cornelius. 

—Dije estrictamente que lo quería en óptimas condiciones —exclamó algo molesto el Profesor, mirando al doctor por encima del hombro. 

—No había otra opción. Al parecer el sedante falló y... 

—¿Alguna herida? —interrumpió el Profesor. 

—Solo fue un golpe... 

—No podemos permitirnos ningún fluido externo dentro del tanque —volvió a interrumpir. 

—Yo mismo lo examiné. Está limpió... 

—Disculpe, ¿Profesor?, ¿Doctor Cornelius? —exclamó Hines un tanto nerviosa—, ¿podemos comenzar? 

Cornelius solo asintió con la cabeza antes de responder: 

—Comencemos. 

Al instante, Hines introdujo un código en aquel extraño teclado, recibiendo en la pantalla un mensaje en letras verdes. 

—Alimentación conductiva, estable —informó Hines. 

—Comience la inyección de adamantium —ordenó el Profesor. 

Carol asintió antes de presionar una tecla, notándose como el cuerpo de Logan se retraía para quedar en posición fetal. 

—Creí que estaba sedado —dijo Hines. 

—Es un reflejo —respondió Cornelius. 

Colapso de adamantium veintinueve en uno —exclamó de manera rápida Hines. 

—¿Qué hay del cardiotacómetro? —preguntó el Profesor. 

—Elevado —respondió Carol—. Más de lo esperado. Infusión en marcha —exclamó para que en solo segundos después, el cuerpo comenzara a agitarse—. Opone resistencia.

Al mismo tiempo, un fuerte "veep" comenzó a escucharse por todo el laboratorio. E Hines, podría jurar que Logan estaba gritando. 

—¿Señor? —preguntó la cantinera sacando de su trance a Logan—. ¿A veces qué? 

—A veces bebo para recordar —respondió Logan antes de tomar su tarro.  

—Eres un hombre difícil de encontrar Logan —le dijo una voz a su izquierda: masculina. 

—¿Pero qué mier...? —Logan quedo en seco al girar—. ¿Asano?  

—Si te interesa saber, se te extraña en la agencia...

Unas risas vinieron solo momentos después, en una mesa circular. La charla de dos viejos amigos. 

—Has cambiado mucho, Asano —le dijo Logan. 

—Y tú no has cambiado nada —respondió Asano. 

—Solo físicamente —respondió Logan—. Por eso espero que no estés aquí para intentar convencerme de regresar a la agencia—dijo—. Ya estoy harto de jugar al bueno. 

—El cazador del oso no diría eso...

—Eso fue diferente —aseguró Logan—. Había un animal herido. Eso ya es algo personal. 

—Logan, es respecto a Mariko... 

—¡Mariko! —gritó Logan—. ¿Qué?, ¿qué pasa con ella? ¿Está bien?

—No puedo decirte nada hasta llevarte a Japón. Mi agencia quiere la total participación de Wolverine...

La fina tela de las sabanas, se movía y se elevaba en una noche tibia. Una mano masculina, áspera, roza la cálida piel de una mujer tan suave como la ceda.

—Mariko —exclama Logan tomándola del hombro—, no quiero irme. 

—Logan Chan —dice ella al girarse; al tomarlo con dulzura de las mejillas—. En dos años, solo seré un fantasma de tu pasado. Y los fantasmas, no pueden atormentarte. Olvídame, no soy digna de tu corazón. Yo recordaré por ambos. Porque mi amor por ti, siempre será eterno...   

Un avión surcaba los cielos nocturnos, con Asano mirando a su compañero, el cual abrazaba un portafolio; notándose el estrés en su cara por cada turbulencia. 

—¿Qué hay ahí? —le preguntó. 

—Es información clasificada hasta llegar a Japón —respondió Logan en forma de burla. 

—Bien —respondió Asano—. Tan pronto aterricemos en Tokio, buscaremos el hotel más cercano para darte los detalles. 

—¡Tenemos que parar! —ordenó Cornelius al mismo tiempo que Hines presionaba un teclado en la computadora para detener el proceso del adamantium. 

—No, continúe —ordenó el Profesor  

—Si su ritmo cardiaco sigue creciendo morirá —increpó Cornelius—. No es Superman. 

—Quizás lo sea —exclamó Carol. 

—¿Qué? —preguntó el Profesor dándose la vuelta por completo. 

—Investigue el historial del señor Logan —afirmó Hines—. Le dispararon al menos cinco veces. 

—Tipo duro —exclamó el Profesor en medio de un movimiento de labios sarcástico. 

—No hay cicatrices en su cuerpo de esos acontecimientos —afirmó Carol, notando la mirada sorprendida del Profesor. 

—Doctor Cornelius. ¿No dijo usted que lo habían lastimado a noche? 

—Sí.

—¿Y dónde están sus heridas? —preguntó al mismo tiempo que giraba hacia el tanque. 

—De hecho —dijo Carol—. El informe de nuestra gente, avisaba de una quijada dislocada. Pero los informes del Doctor Cornelius la mostraron en óptimas condiciones. Creímos que fue un simple error de nuestros hombres. Y, quizás parezca algo sin importancia. Pero hace veinte minutos rapamos su cabello y se le depiló. Ahora su cabello está prácticamente regenerado. Al igual que su barba y vellos  corporales.   

—Esto es mejor de lo que planee —exclamó en medio de una sonrisa el Profesor. 

—Muy bien Asano —decía Logan entrando a un cuarto lujoso, con ventanas a los alrededores que permitían ver todo Tokio; dejando su maleta en una mesita de noche—, comienza a hablar —dijo mientras se giraba para acercarse a su amigo.

—Mariko esta casada —respondió en seco Asano. 

—¿Qué? —preguntó Logan en medio de un retroceso. 

—Es por Shingen, el padre de Mariko. Murió, o se creyó por muerto durante la infancia de ella. Pero, al parecer ha regresado de entre los muertos. Ha reclamado su título de Oyabun, en el clan Yashida. 

—Yakusa —afirmó Logan entre dientes; cerrando el puño. 

—Busca unificar a los Yakusa. Y para conseguir solidificar sus conexiones con la pandilla Noburo-Hideki; ofreció la mano de su hija. —Logan dio un breve rugido antes de encaminarse hacia su maletín—. ¿Qué haces? 

—¿Dónde?, ¿dónde está Mariko? —preguntó Logan.   

—En las colinas, a trescientos kilómetros de aquí. Frente a la ciudad de Agarashima.  

 —Iré por ella —respondió Logan llegando a la mesita de noche. 

—No es lo que quiere la agencia. Shingen quiere el control criminal de todo Tokio. Necesitamos que nos ayudes a desmantelarlos. 

—Lo haré una vez saque a Mariko de ahí —aseguró Logan mientras liberaba los seguros de su maletín. 

—Mariko es muy tradicional, y lo sabes —le dijo Asano—. Por honor, hará todo lo que su padre le ordene.  

—Eso no me impedirá intentarlo —respondió Logan. 

—Si haces lo que creo que vas a hacer... Logan, yo no podré ayudarte. La agencia negará lasos contigo. Me podrían pedir hasta arrestarte. 

—Viejo amigo —respondió Logan alzando la tapa de su maletín—. Quiero verte intentarlo. 

Dos perros mestizos, de pelaje negro reposaban fuera de una gran fortaleza japonesa. Encadenados a la misma, alzaban las cabezas al escuchar un crujido entre los arbustos. De manera instintiva, estos comenzaron a gruñir y mostrar los dientes. Y lo hicieron, hasta que aquel intruso dejo ver la cabeza.

Los animales chillaron un poco antes de agachar la cabeza y retroceder. Por su parte, Wolverine se acercó a los muros de la torre para de esta manera saltar; usando sus garras para encajarlas en la pared y poder comenzar a trepar por ella.

Un bello jardín artificial, lleno de riachuelos y césped, es en dónde una mujer—por encima de unos escalones—, reza al frente de una gran estatua de Buda. Ella no mira en sí la estatua. Mantiene los ojos cerrados. Oculta su cara en la sombra de la misma. Y en su mente lo ve. Ve la puerta deslizable abriéndose. Aquella sombra bañar las habitaciones. Ella, abre los ojos al mismo tiempo que...

—Mariko —habla Logan; por detrás de ella.

—Rezaba porque no vinieras, Logan —respondió Mariko fría, triste; notándose un pequeño raspón en su garganta.

—Vine en cuanto me enteré, Mariko Chan.

—No me llames así. No tienes el derecho...

—Mariko... —habló herido Logan, subiendo por los escalones.

—Por favor vete —pidió la mujer, inclinando más la cabeza—. Lo que hubo alguna vez entre nosotros, terminó.

—Esto no se trata de nosotros —le dijo Logan llegando al último escalón.

Estoy casada —dijo abrupta, casi llorando—. Solo vete... te lo ruego.

—Mariko —dijo Logan tomándola del hombro—. Mariko mirarme.

Pero entonces el rostro de Wolverine se aterrorizó; retrocedió entre los escalones y su labio inferior tembló. El rostro de su amada, estaba herido. El ojo derecho morado. La mejilla izquierda inflamada. El labio superior partido.

—Solo vete, Logan Chan —dijo mientras una lágrima caía de su ojo dañado—. No me avergüences más, te lo ruego. ¡Te odió! —gritó entre llantos, como si al hablar, su corazón fuera apuñalado—. ¡Nunca te ame! ¡Vete! ¡Vete por favor!... —exclamó para así caer rendida al suelo. 

—Mariko —repitió el héroe, subiendo una vez más por los escalones—. ¿Quién...? —la inhalación de Wolverine daba señal a su dolor—. ¿Quién te hizo esto?

—Acompáñame —evadió la respuesta la mujer, levantándose.

Una puerta se deslizó hacia la izquierda, dejando entrar a Mariko, seguida por Logan—el cual se retiraba el casco de encima—, a un cuarto iluminado. Mariko paro al frente de una estantería que sostenía dos katanas. 

—Una espada por sí misma no tiene valor alguno, Logan —dijo ella mientras tomaba la funda de una, para así en un rápido movimiento sacarla hacia su izquierda; cortando el aire—. Es la historia lo que la hace especial. Estas hojas —continuó volviéndola a guardar—, fueron forjadas por Masamune: El Forjador Supremo. Y son tan filosas, resistentes y letales, como hace ochocientos años. Estas espadas son el alma de mi familia. Nos representan —afirmó volviendo a dejar la katana en su lugar—. Se trata del deber y el honor. Te amo Logan. Te amo como la primera vez que te vi. Pero no podemos estar juntos. Debo atender a mi deber

 —Esto no se trata de que estemos juntos Mariko —afirmó Logan mientras avanzaba para tomarla del brazo—. Eres un ser humano. No pueden darte como moneda de cambio. 

—Si Shingen dio su palabra de honor —dijo abrupta Mariko mientras retraía el brazo—, es mi obligación-por deber y honor-, hacerla cumplir. Si no puedes comprender eso, amor mío. No me conoces. Ni a las tradiciones de Japón. 

—Las conozco mejor que nadie, Mariko —respondió Logan dejando su casco en la misma mesa dónde reposaban las katanas—. Pero no por ser una tradición, signifique que esté bien. —Logan avanzó hasta poder estar frente a ella, tomándola con cuidado así del mentón—. Solo mírate Mariko. No lo amas. Te golpea. Y eso tu padre lo permite. Lo permite solo por cumplir una deuda. ¿Qué hay de honorable en eso? ¿Qué mayor honor Mariko, que gobernarse a sí mismo?  

—Logan —exclamó Mariko en medio de un suspiro—, de verdad los sien...

—¡Mariko! —gritó una voz profunda y furiosa; abriendo la puerta que estaba más al fondo.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡Se te ordenó de manera específica que me esperaras en nuestros aposentos! ¡Si sigues desobedeciéndome, no me dejas más opción que reprenderte! 

—Dijiste tus últimas palabras bub —exclamó Logan empezando a caminar hacia él, con ambos puños cerrados. 

—¿Quién eres tú? —preguntó el hombre—. ¡Mariko!, ¿te has atrevido a...? 

Pronto Logan tomó al hombre del cuello, elevándolo por encima del suelo para de esta forma estrellarlo contra la pared más por delante.

—Mejor elige bien tus últimas palabras. 

—¿Tienes idea de quién soy? 

—Mala elección —respondió Wolverine mientras cerraba el puño derecho, dejando salir sus garras. 

—¡Logan no! —gritó Mariko corriéndome tras él, llorando, tomando del brazo al héroe—. ¡No lo mates por favor! 

—Te golpea Mariko. Si no acabo con él lo seguirá haciendo —respondió el mutante envuelto en su cólera. 

—Si realmente me amas. Si lo que sientes por mí vale algo en tu corazón, Logan Chan; lo dejarás vivir. 

El esposo de Mariko, no podía dejar de fijar su vista en los ojos furiosos de Wolverine. Pero ante esa frase de la mujer, aquellos ojos se apaciguaron. Logan bajó la mirada mientras soltaba del cuello a aquel hombre, el cual no tardo en llevarse las manos al mismo para toser. 

—No solo vine aquí por ti —dijo Logan mientras se daba la vuelta; para mirar a Mariko—. Fui contratado. Para terminar con el crimen organizado de tu padre. La próxima vez que vea a este tipo, no seré tan amable —afirmó para de esta manera ir hacia la mesa en donde reposaba su casco; colocándoselo—. Tenías razón. No puedo ser parte de tu mundo —afirmó mientras volvía a ponerse una vez más frente a ella—. Pero por el amor que alguna vez sentí por ti. Voy a destruirlo. Eso es honor. 

Wolverine bajó la mirada mientras se encaminó a la puerta más cercana. Mariko, solo pudo caer en sus rodillas, envuelta en llanto. El rostro de Wolverine decayó y suspiro luchando contra él mismo, para no girarse e intentar consolarla. Pero al cruzar por la puerta, varios shuriken se clavaron en la piel de su hombro. Logan dejó escapar un quejido antes de desmayarse.   

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