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—Es tan linda —suspiró Lisa mientras aplicaba agua en la zona manchada de su remera—. Todos en el banco me van a envidiar —mordió su labio inferior, con la mirada brillante y emocionada.

Jennie resopló, acomodándose ella ropa para salir y correr fuera del alcance de Kwang y los demás.

Lástima que falló en el intento y una bala casi logra dañarla. Siguió en movimientos mientras más balas salían por doquier.

Gritos horrorizados se hicieron presentes, las personas huían alborotadas de los locales hacia quién sabe dónde.

Un tipo logró interceptar a Kim. Esta esquivó la patada y saltó haciendo que su pie chocara duramente contra la mandíbula contraria, dejándolo tirado al instante.

Un moreno se abalanzó contra ella, más Jennie se sostuvo de aquellos hombros para alzar su propio cuerpo y poder patear bruscamente al que venía detrás. Luego de eso empujó al moreno mientras golpeaba su abdomen y rostro, cogiendo su muñeca para darle una muy fría fractura de hueso. El tipo chilló y Kim terminó por patear su pecho hasta que este cayera con dureza sobre el ventanal, rompiéndolo rápidamente.

La castaña se alejó lo más que pudo, encontrando esta vez a un pelirrojo. Lo tomó del cuello de la camisa y con su rodilla hacía dolorosos impactos en el abdomen adverso, recibiendo quejidos para prontamente lanzarlo hacia otro local, rompiendo también la puerta que era de puro cristal.

Tres tipos seguían intactos, disparando con desespero hacia donde se movía Jennie. Al parecer una bala hizo contacto con su abdomen, pero esto no significó que se rendiría, por el contrario corrió con más intensidad.

—¡Maldita sea! —gruñó Kwang al ya no poder ver a Kim. Nuevamente se había escapado.

— Ah, Seulgi~ —con un suspiro enamorado, Lisa por fin salió del baño.

Caminó unos cuantos pasos y de pronto sus ojitos se abrieron desmesuradamente. Absolutamente todo a su alrededor estaba hecho un desastre.

Sillas rotas, mesas desordenadas, manchas de bebidas en todo el suelo, entró al restaurante buscando a la castaña, encontrando más desastre por todo el lugar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó la pelinegra con algo de desconcierto.

—Fue su AmorReal.com —respondió el recepcionista.

—¿AmorReal.com? —una tercera y grave voz se hizo presente—. Lisa. Yo soy Kang Seulgi —se señaló una chica más baja, castaña oscura y con un ramo de rosas.

—¿Qué?

—Lo siento tanto. Mi coche se quedó se quedó sin gasolina y mi celular no tenía batería.

Lisa temió al instante, mirando rápidamente al recepcionista.

—P-pero, ¿dónde está la otra Seulgi?

El hombre sacó de su bolsillo una larga lista, poniéndole frente a la vista de Lisa.

—Le dejó esta cuenta.

La tailandesa resopló enojada. ¿Podría salir algo peor?

—Voy a matarla —murmuró, tomando su bolso y abrigo.

—Espere, ¿quién va a pagar la cuenta? —fue detenida inmediatamente.

La pelinegra suspiró irritada. Había estado hablando con una desconocida casi toda la noche y esta le había dejado una cuenta demasiado costosa. ¿Qué rayos había hecho la chica?

Rápidamente Lisa recordó a DaeHyun, el gerente del banco que inútilmente trataba de coquetearle y siempre le invitaba a salir. Sabía que no era una gran idea pero de todos modos necesitaba salir de ahí.

—Mire —rebuscó en su bolso y de este sacó una pequeña tarjeta—. Llame a este número y pídale que deposite a mi nombre. Tome todo el dinero necesario.

El recepcionista asintió y se alejó de Lisa.

—Hey, espera —Seulgi fue tras de ella.

—¡A ti no quiero volver a ver, por tu culpa me metí un lío! —le gritó rápidamente para luego subir al coche y encender el motor.

La noche había caído en todo su esplendor y corría un gélido frío. Lisa manejaba con cautela pero su entrecejo estaba fruncido.

—AmorReal —siseó enojada—. Como me la
vuelva a encontrar juro que la atropello.

Sin ser consciente de sus palabras, y de lo que pasaba a su alrededor. La castaña que yacía a un costado de la carretera, se lanzó al notar que el coche de Lisa se aproximaba. La tailandesa solo pudo escuchar un fuerte golpe en el capó del auto y gritó con horror, frenando de inmediato.

—Mierda —susurró entre asustada y sorprendida, bajando del coche y acercándose al cuerpo que le daba la espalda—. L-lo siento, lo s-siento mucho —se puso de cuclillas—. ¿Es grave? ¿Se
encuentra bien?

—Sí, estoy bien —finalmente la de ojos gatunos volteó con una leve sonrisa. Borrando todo rastro de preocupación en la cara de Lisa.

—¡Tú!

—Hola, Jennie —se acomodó de costado, posando su peso en uno de sus codos y extendiendo la mano para saludarla.

—¿Qué?

—Mi nombre es Jennie.

—Sí, claro —respondió con sarcasmo—. ¿Piensas que voy a creerte luego de tantos problemas?

—De acuerdo, mentí sobre mi nombre. Pero te juro que todo lo demás es cierto —un leve jadeo salió de sus labios, echándose por completo en la desolada pista.

—Tranquila, tiene que verte un médico —comentó alarmada.

—No necesito un médico —respondió de inmediato—. Aunque quizás...

—¿Quizás qué?

—Un beso...

—¿Un beso? Pf, estás verdaderamente loca —habló con seriedad, alejándose de Jennie y levantándose por fin—. Yo me voy y, en verdad creo que necesitas un médico.

—Te vieron en el restaurante conmigo —se apresuró a decir. Deteniéndola de sus movimientos.

—¿Quiénes?

—Ahora piensan que sabes algo.

—¿Y yo que sé?

—Nada, pero ellos no lo saben.

—¿No saben que yo no sé nada?

—Ellos creen que sabes algo, pero no saben que en realidad tú no sabes nada.

—¿Y yo que sé?

—Nada.

—¿Y ellos lo saben?

—¡Ah, para! —se quejó adolorida—. ¡Dios, no será la bala, tú vas a matarme con tantas trabalenguas!

Lisa resopló y por más que hubiera deseado irse y no volver a ver jamás a Jennie, se detuvo para ayudarla, eso de que creían que era cercana a la castaña, le ponía a pensar que entraría en más problemas.

—Vamos a la orilla, justo donde el árbol —pidió Kim.

La menor se acercó nuevamente y juntas lograron llegar a dicho lugar. Jennie se sentó con extremo cuidado, haciendo un leve mohín.

—Escucha esto —se miraron fijamente—. Yo robé algo.

—¿Qué?

—Primero ayúdame y trae algún botiquín —Lisa se levantó y corrió al coche, agradeciendo internamente el tener un pequeño botiquín en su bolso -ingeniosa o quizás estúpida idea de su abuela- lo cogió y regresó hacia ella.

—¡Aquí está!

—Está bien, sujeta esta linterna —sacó de su bolsillo y le entregó el pequeño objeto—. Apunta la herida en cuanto yo saco la bala y coso la herida —Lisa obedeció y cerró los ojos disgustada. Odiaba ver sangre—. Muy bien, sigue así —le ánimo, sacándose la bala que casi nada la había dañado, roció alcohol y rápidamente se puso un trozo de gasa y la pegó con esparadrapo—. Eso es, nunca vi a alguien con tan buen pulso —prosiguió, asegurándose que Lisa siguiera con los ojos cerrados.

—¿Ya?

—No lo muevas, ya casi está —tomó el bolso y con cuidado sacó aquel preciado cubo. Guardándolo en el bolsillo de su pantalón—. Listo, gracias —Lisa resopló y apagó el aparato—. Ten toma esto —ella frunció el ceño. ¿De dónde había sacado eso?—. Bebe un poco, de seguro tienes sed.

Encogiéndose de hombros, Manoban abrió la delgada botella y lentamente empezó a tomar el líquido. Viendo a la vez como la coreana se reincorporó, sacándose su abrigo y luego la camiseta, quedando en un bonito brazier negro.

Sus ojos se agrandaron al observar el perfecto y muy bien trabajado abdomen de Jennie.

Bebió el contenido mucho más deprisa, casi sin darse cuenta de que lo había terminado por completo.

A los segundos, un hincón se hizo presente en su cabeza. Frunció los labios ante el leve dolor y miró a su alrededor.

—E-espera. ¿Qué tiene esto? ¿Quién eres?

—Mi nombre es Jennie Kim —tiró su camiseta manchada de sangre al suelo y solo se puso el abrigo—. Criminal internacional —comentó con normalidad—. Una esquizofrénica patológica y psicópata, necesito ayuda psiquiátrica.

—¿Qué?

Kim sonrió y se puso de cuclillas frente la menor.

—No es cierto, pero te dirán eso.

—¿Qué le has puesto al agua?

—Algunos sedantes.

—¿Por qué?

—Lo sabrás después. Tu solo escucha esto. ¿Vale? —Lisa medio adormilada, asintió con lentitud—.
Vendrán dos clases de personas. Primero, agentes del Gobierno. Y segundo, los que no lo son —Lisa trató de no cerrar los ojos—. Todos te preguntarán por mí. Si no les dices nada, te dirán que te van a llevar a un "lugar seguro" —hizo comillas con los dedos.

—¿P-por qué entre comillas? — murmuró pesadamente.

—Mírame. Habrá una pistola escondida en el coche de traslado.

—¿Una pistola?

—Si el auto es un Skoda, estará en el asiento del conductor. Si es un Toyota, bajo el asiento del copiloto.

—D-de acuerdo —quería dormir tan mal.

—Tomarás el arma y utilízala para poder huir.

—¿Huir?

—Si te preguntan por mí, les dirás que no me conoces de ningún lado.

—No te conozco —murmuró bajito, arrastrando las letras y cerrando de a poco los ojos—. N-no te conozco.

—Perfecto —asintió, dejando que la cabeza de Lisa se recostara en su hombro.

Acarició las finas hebras de la pelinegra, sabiendo que esta ya había caído profundamente dormida.

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