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—Lalisa Manoban —pronunció Seung con cierta lentitud—. Entonces estás diciendo que la chica estaba con ella, ¿verdad? —en su mano había una foto que mostraba claramente el rostro de Kim.

—Sí, señor. Y esta es la tarjeta que me dio antes de irse —respondió con inocencia—. Señor, por favor ayúdenos a recuperar nuestro dinero. Ella no dejó nada por lo que hizo.

—Uh... Lee DaeHyun —murmuro leyendo la tarjeta con atención—. No se preocupe, queda todo en nuestras manos.

Un fuerte golpe se escuchó en todo aquel vacío y oscuro cuarto.

—Por favor ya no más —chilló DaeHyun adolorido.

—¡Habla de una buena vez! —gritó, golpeando nuevamente su mentón.

—¡Pero yo no sé nada! —se quejó, lágrimas manchaban su rostro.

—¿Dónde está Kim?

—No conozco a ninguna Kim —más sollozos se hicieron presentes—. Lo juro por mi mamá y, ella aún está viva.

—Entonces. ¿Qué significa este código? —alzó la voz de manera firme—. Lisa, recepcionista de banco.

—¿Qué código? Espere. ¿Lisa? —sorbió su nariz—. Eso no es un código. Nuestra recepcionista de banco se llama Lisa.

Seung lo miró directamente, comenzando a entender aquello de mejor manera.

—Así que hay alguien más —posó su mano cerca de su barbilla. Pensando en una nueva estrategia para emplear.

—Señor Shin, la tipa logró escapar —confesó JonHyun con cierto temor.

—¿Qué es esa tontería? ¿Cómo que logró escapar? —supoca paciencia fue acabándose—. Solo tenían que entregarle el dinero y tomar el diamante. Eso era todo.

—Kwang intentó tomarlo por la fuerza, pero...

—Pero no lo hizo —concluyó enojado.

—Jefe, había una chica con ella.

La fría mañana envolvió la ciudad. Lisa despertó con lentitud. Haciendo que lo primero que vieran sus ojos, fuera aquella botellita vacía en su mesita de noche, con una pequeña hoja de papel pegada al frente, que tenía por escrito un: "Lo siento".

Suspiró profundamente, anoche todo había sido tan confuso pero agradable a la vez. Teniendo como recuerdo principal las profundas palabras que la castaña le había dicho.

"Algún día".

Una leve sonrisa se dibujó en su rostro y decidió alistar sus cosas para ducharse e ir a trabajar.

Las tibias y pequeñas gotas empezaron a mojar todo su cuerpo, mientras que reposaba sus manos en la curvatura de su cuello. La imagen de lo sucedido anoche volvió a ella. La manera en que la coreana le sonreía, la emoción con la que bailaron, la delicadeza al momento en el que tomó su mano. Había sido tan inexplicable.

Los golpes en la puerta la descolocaron, haciendo que saliera de su trance. Cerró las cortinas y segundos después su abuela ya estaba ingresando al baño.

—¿Y qué te pasó a ti? ¿A qué hora llegaste anoche?

Lisa no contestó, demasiado ocupada en volver a plantar en su mente las facciones de aquella castaña.

—Ash —su abuela se quejó, tapando el inodoro para poder sentarse con comodidad—. Quiero que sepas que no soy demasiada anticuada. Así que... ¿Quién era?

"Jennie. Mentí sobre mi nombre pero juro que todo lo demás fue verdad."

—No lo sé.

—¿No lo sabes? ¿Pasaste toda la noche con ella y no le preguntaste su nombre? Ay no, no. Tampoco soy tan moderna —negó agitando ambas manos.

Lisa simplemente sonrió.

—Ahora lo entiendo. Finalmente te han robado el corazón, como el Wonseog.

—Hola, Banco de Seúl —habló claramente—. No, lo lamento, número equivocado.

Colgó la llamada, soltando un jadeo al ver a un señor sentado frente suyo, con un tipo parado a su costado. Su mirada era seria y sin carencia de alguna emoción. La pelinegra carraspeó incómoda y trató de sonreír con amabilidad.

—Buenos días. ¿En qué puedo ayudarlo?

—Cuenta.

—¿Qué?

—Estoy seguro que su cuenta bancaria ha crecido mucho en valor monetario con el dinero que te pagaron por hacer lo que hiciste anoche.

—¿Disculpe? —sonrió enternecida—. Está diciendo tonterías.

—Puede ser —asintió lentamente—. Tal vez para deshacerse de su soledad visitó ese sitio.

—AmorReal.com —habló el calvo, sonriendo burlonamente.

—¿Qué sucede en ese sitio, jovencita Manoban? —Seung se acercó para susurrar aquello.

—Yo visité ese lugar una vez —rió levemente aquel tipo—. Se pone muy interesante por la noche —Seung alzó su mirada con molestia.

—S-solo fue para nuestra investigación, señor. I-investigación, nada más, solo eso —se excusó arrepentido, volviendo a reincorporarse para no estar cerca de su jefe.

Seung resopló, volviendo a ver a la chica.

—Soy Bak Seung —mostró su placa—. Agente del Gobierno. Así que será mejor que venga conmigo a la comisaría. Habrá simples preguntas y respuestas, pero si lo prefieres, podemos hablar aquí mismo. Delante de todos.

Lisa titubeó nerviosa, la situación la estaba asfixiando de tal manera que se sentía atrapada y en un gran problema. No tuvo más remedio que aceptar. Disculpándose y saliendo rápidamente del banco en compañía de ambos tipos.

Subieron al coche, dejando que Lisa se sentara atrás para más comodidad. El ayudante de Seung prendió el motor y tomaron rumbo hacia la carretera central.

—Jovencita Manoban —empezó—. La mujer con la que estuvo anoche es una criminal internacional. Una esquizofrénica patológica-

—Y psicópata que necesita ayuda psiquiátrica —completó la frase, haciendo que Seung volteara a mirarla—. Ella me dijo que usted diría eso.

—Como lo había pensado, ella es demasiado inteligente. Simplemente te está utilizando —le entregó la tablet que llevaba en sus manos—. Solo mira esto.

Lisa tomó el aparato y observó aquel vídeo. Uno que claramente mostraba el momento exacto en el que Jennie metía el cubo dentro de su bolso. La tailandesa no podía creerlo. ¿De verdad había hecho eso?

—Los delincuente como ella son muy encantadores. Pueden drogarte y hasta matarte —Lisa levantó la vista asustada—. Pueden llevarse tu vida, jovencita Manoban.

La mencionada miró a través de la ventana, entrando levemente en pánico.

—Disculpe, pero ya pasamos la comisaría —levantó su dedo índice, tratando de señalar con torpeza.

—Sí, pero tu vida está en peligro; por lo que te estamos llevando a un lugar seguro.

La pelinegra sonrió con nerviosismo.

—Ajá, un "lugar seguro" —murmuró haciendo comillas con sus dedos.

—Exacto. ¿Pero por qué lo dices entre comillas?

—Uh, por nada —Seung dirigió su vista al frente, dando por culminada la conversación.

"Si es un Skoda, estará debajo del asiento izquierdo. Si es un Toyota, estará debajo del asiento derecho." La voz de Jennie resonó en su mente.

—¿Qué auto es este?

—Es un Honda. ¿Por qué? —contestó el otro tipo.

Lisa resopló disgustada.

— Eh... no, nada, es que es lindo. ¿Cuál es el kilometraje?

Mierda, piensa en algo, maldijo internamente.
Llevando su mano bajo su propio asiento y tantear por dentro.

—Es de 10 - 12 en la carretera. Aunque también depende del manejo —sonrió—. Si estamos persiguiendo a alguien, usamos más el freno y el acelerador. En ese caso, el kilometraje cae cerca de 7 - 7,5 —Seung tocó su hombro—. ¿Si, señor?

— ¿Acaso lo quieres vender? —le recriminó con sarcasmo y enojo.

El calvo carraspeó.

—No, señor, lo lamento mucho.

Para ese entonces y aquella gran distracción. Lisa abrió desmesuradamente sus ojitos al sentir por fin una pistola debajo del asiento. Con sigilo la sacó, observándola entre sus manos. Jamás en toda su aburrida y corta vida había tocado un arma.

—¡Detenga el auto! —gritó, apuntando el arma hacia los otros dos.

Seung se sorprendió por unos instantes.

—¿De dónde conseguiste el arma?

—¡Detén el auto! —volvió a gritar.

—No le hagas caso, sigue conduciendo. Ella no hará nada.

Lisa apuntó al conductor.

—¡Dame el arma! —intentó quitársela. Lisa entró en pánico, como sea quitó el seguro y soltando el gatillo, disparó hacia el frente, atravesando la ventana gracias a la bala.

—¡Yo no hice eso! —se excusó.

—¡Dame el arma maldita sea!

—¡Ni siquiera sé cómo usar una!

—¡Ahora!

Los gritos y el forcejeo entre Lisa y Seung empezaron. Justo en el preciso momento en el que una castaña imponente, de gafas oscuras, chaleco de cuero y gorro de lana gris, aparecía detrás del coche, en una gran y lujosa motocicleta roja. Manejando con excesiva velocidad y con un revólver en su mano izquierda. Disparando a la perfección hacia las ventanas de retrovisor y quebrándolas al instante.

—¡Ahí está ella! —exclamó Seung.

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