10; LA HIJA Y EL HIJO

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

1x10

LA HIJA Y EL HIJO

Las reuniones del concejo eran aburridas, pero Aegon disfrutaba ir y causar una escena. Su abuelo lo dejaba porque era su niño consentido así que tenía mucho entretenimiento en la sala. Cuando iba se sentaba en las piernas de su abuelo con sus dragones y naves de madera esparcidas por la mesa, jugando mientras ellos hablaban de cosas aburridas. Su madre se sentaba en la mesa como la heredera y la reina también ocupaba un lugar en ella así que algunas veces era divertido escucharlas pelear. Aunque sus peleas terminaban apenas empezaban porque Aegon sufría un arrebato si trataban mal a su madre.

Ese día no tenían reunión del concejo porque el día anterior había alcanzado los cuatro veranos y su abuelo quería pasar un día solo con él, por eso se encontraba caminando por los pasillos agarrado de la mano del hombre. Habían tomado el almuerzo en los jardines, la comida favorita de Aegon, y ahora se dirigían a quién-sabe-dónde. Aegon iba sacudiendo su maraca feliz, casi saltando con cada paso que daba, una sonrisa inocente en sus labios que logra encantar a cualquiera.

—Algún día todo esto será tuyo—Viserys comenzó—, desde el Muro hasta Oldtown, todo será tuyo—Aegon levantó la cabeza para verlo—. Vas a sentarte en el trono de hierro y serás mejor Rey que todos tus ancestros, incluso que tu viejo abuelo.

Las puertas de la sala del trono fueron abiertas y Aegon miró la silla que tanto había odiado en su vida pasada. En esta vida solo la había visto una vez, cuando su padre regresó de la guerra y en ese entonces no le prestó atención porque reunirse con su padre había sido más importante. Viserys lo llevó hasta que estuvieron frente al trono, los dos mirándolo con diferentes sentimientos. Viserys se sentía orgulloso cuando lo veía, honrado de poder continuar con el legado de sus ancestros, pero Aegon se sentía temeroso. Aquel pedazo de metal le había quitado demasiadas cosas desde el segundo en el que fue engendrado, lo odiaba.

Lo odiaba con todo su corazón, pero era un peso que debía llevar.

—Serás Aegon de la casa Targaryen, segundo con el nombre—Viserys le hizo subir las escaleras hacía el trono—, un gran Rey.

Dejó que su abuelo lo sentara en el trono, por fuera lucía calmado y curioso, pero por dentro estaba gritando y pataleando. No quería ese maldito trono, quería huir y no verlo nunca más, hasta aceptaría el trono de Driftmark en lugar de ese. Sin embargo, estaba empeñado en ser un buen hermano mayor y no podía poner ese peso en los hombros de sus hermanos, debía salvarlos de eso. A fin de cuentas, no importaba en qué vida fuera, la hija y el hijo siempre pelearían por el trono.

—Abu—subió una mano y la puso en su cabeza—, Egg dey.

—Si, mi niño, serás un Rey—Viserys sonrió con ternura al verlo—. Tendrás tu propia corona, será más bonita que la mía.

—¡Blida, blida!—exclamó sacudiendo su maraca.

—Va a brillar mucho, claro—con cuidado levantó a su nieto y se sentó en el trono con el niño en sus piernas—. ¿Quieres que te cuente una historia?

Asintió recostándose en el pecho de su abuelo. Viserys le contó cómo construyeron el trono de hierro, acariciando su espalda durante todo el relato y asegurándose que estuviera cómodo. Había aprendido a ignorar el malestar que le causaba estar así con Viserys, pero a veces no podía dejar de pensar en lo mal padre que fue y posiblemente siga siendo. Todavía recuerda cuando Aemond perdió el ojo, al hombre sólo le había importado que llamaron a sus nietos bastardos, ni siquiera se preocupó por Aemond.

O el pobre de Daeron que tuvo que crecer lejos de su familia porque su propio padre prefería ignorar a sus hijos. Era el menor de los cuatro y él se salvó de todo, pero no merecía crecer lejos de su familia. Ya ni recordaba cómo lucía su hermano, su pobre hermano que murió defendiendo el reclamo de alguien a quién no conocía. Quizás la que estuvo un poco mejor en ese tema fue Helaena porque a pesar de todo Viserys si le prestaba atención y ella parecía llevarse bien con el hombre. Si solo iba a prestarle atención a sus hijas, ¿por qué se empeñó en tener hijos? Ese era uno de los más grandes misterios de su vida. Aunque quizás si el hijo hubiera sido de la difunta Reina, su abuela Aemma, el hombre lo hubiera querido como a nadie en el mundo.

Cuando la historia terminó salieron de la sala del trono, tomados de las manos una vez más. Aegon iba con el mismo entusiasmo que antes, saltando con cada paso que daba y sonriendo en grande a todos los que pasaban a su lado. Podía estar muriendo por dentro, pero era un niño y era feliz en esta vida, debía aparentar. Su siguiente parada fue la habitación del Rey donde su abuelo le presentó su edificación de Valyria. Era un set muy bonito y a un niño de cuatro como Aegon le llamó mucho la atención. Tuvo que usar un banco para poder verlo, pero no le importó. El resto del día lo pasó ahí, aprendiendo la historia de Valyria y qué significaba cada cosa en la edificación de su abuelo.

—Aquí quiero que hagas tu propio lugar—señaló un espacio vacío—, te enseñaré a hacer tus propias figuras.

Su propio lugar. ¿Un templo en nombre de su madre? ¿Sería eso demasiado? No importaba, eso haría.

Cenó con su abuelo, otra vez sus comidas favoritas y le dejó tomar dos porciones de postre, con la promesa de no decirle a su madre. Después de cenar fue bañado por su madre y vestido para que su abuelo le leyera una historia. No le tomó mucho tiempo caer rendido ante el sueño, lo hizo escuchando la voz de su abuelo, viendo la figura de su madre moverse por la habitación en el fondo. Había sido un buen día y esperaba tener más días así con todo lo que se avecinaba.

—¡Papá!—Aegon corrió hacía su padre entre risas.

Estaban en Driftmark, dos días después de su día de nombre, para visitar a la familia. El sol brillaba con intensidad sobre su cabeza, pero el frío de la brisa marina mitigaba el calor, era la combinación perfecta para estar en la playa. Había estado recogiendo conchas con su tía Laena en la costa, poniéndolas en una cesta que se llenaba con cada diez pasos que daban, él pensaba hacer un regalo con ellas para las mujeres de su vida.

—¿Te diviertes con tu tía?—Su padre lo cargó apenas estuvo cerca.

—¡Si!—exclamó con una sonrisa.

—Este pequeño monstruo tiene mucha energía—Laena se acercó con una sonrisa y acomodó el gorro en la cabeza de su sobrino—, estaba tratando de convencerlo de regresar.

—Bueno, parece que es hora de regresar—Laenor besó la mejilla de su hijo—, tu abuelo quiere verte.

Solo eso bastó para que Aegon se dejara llevar de regreso sin protestas. Se despidió de Laena con muchos besos y risas, esos momentos con su tía eran apreciados como si fueran oro mismo, le daba miedo pensar en perderla, pero ya estaba ideando un plan para arreglar eso. Su madre lo bañó y él tuvo que luchar para no dormirse mientras lo vestían, quería ir a ver a su abuelo.

—Está cansado—señaló Rhaenyra pasando una mano por su cabello.

—Abu—balbuceó él parpadeando.

—Yo lo llevaré con mi padre y lo traeré de regreso—le aseguró Laenor.

Para demostrar que no estaba cansado, sí lo estaba, tomó la mano de su padre y no dejó que lo cargara. En el camino iba sacudiendo su maraca, como siempre, anunciando su presencia a los que pasaban en los pasillos. Fueron hacía la sala del trono de driftwood. Su abuelo estaba sentado en el trono y había más gente con él, pero Aegon solo reconocía a Vaemond Velaryon entre ellos. Sin importarle el resto de los presentes soltó la mano de su padre y corrió hacía su abuelo causando un escándalo. Corlys sonrió al verlo y lo levantó del suelo para sentarlo en sus piernas sin problema.

—Mi Lord...

—Continua—le pidió Corlys con sus ojos puestos en su nieto.

Aegon se quedó tranquilo escuchando lo que hablaban, cosas de comercio, viajes y esas cosas. Le pareció interesante lo que hablaban, ¿no podría ser heredero de Driftmark mejor? Parecía más interesante que ser Rey. A la derecha de su padre Laenor notó el interés de su hijo en la conversación, como miraba a las personas y a su abuelo con los ojos bien abiertos brillando de curiosidad. Quizás debía hablar con Rhaenyra sobre tener otro hijo y cambiar la herencia. Sabía que eso sería un problema, pero valía la pena por la felicidad de su hijo.

Uno a uno los hombres fueron saliendo de la sala hasta que solo quedó la familia Velaryon. Aegon aprovechó para demandar la atención de su abuelo, interrumpiendo lo que Vaemond estaba por decir. A quién le importaba lo que tenía por decir, Aegon era más importante. La ventaja de ser hijo único era que todos le prestaban atención en la más mínima cosa.

—Abu—llamó sacudiendo su maraca.

—¿Quieres ver el regalo que tengo para ti?—Eso iluminó el rostro de Aegon. —Claro que quieres.

Un guardía se acercó entonces con algo en las manos, no había que ser un genio para notar que era una espada. Aegon contuvo la respiración cuando su padre la agarró por él, la hoja brillo cuando fue desenfundada y él tuvo que tragarse su jadeo de sorpresa. Era acero valyrio y cuando su padre le acercó el mango para que lo viera notó que todo el mango asemejaba escamas de dragón. Agarró el mango con ambas manos y sintió el peso que su padre le dejaba cargar.

—La mejor espada para mi nieto—Corlys pasó una mano por su espalda—, estoy seguro que serás un gran guerrero cuando crezcas.

Lo sería, por ellos. Dejó ir la espada para que su padre la guardará una vez más, pero nunca dejó de verla. Antes creía que Dark Sister y Blackfyre eran las espadas más bonitas que había visto, pero esa era aún más bonita, solo debía ponerle un buen nombre.

—Escuché que estabas en la playa con tu tía—su abuelo llamó su atención—, debes estar cansado, ve a descansar.

Corlys besó su cabeza y se levantó con él en brazos para pasarlo a su hijo. Aegon abrazó a su padre y descansó su cabeza en su segundo lugar favorito, el hombro de su papá. El primero siempre sería el espacio en medio de sus padres en la cama. Ese día durmió de lo más tranquilo acurrucado entre sus padres.

Se quedaron varios días en Driftmark, días en los que Aegon corría detrás de su tía y sus abuelos como el niño lleno de energía que era. Regresaron un día por la mañana, él iba sobre Syrax con su madre, y fueron recibidos con un gran desayuno. Claro que él aprovechó esa oportunidad para presumir el regalo de su abuelo Corlys, su abuelo frunció el rostro y comenzó a murmurar sobre buscar un buen regalo para él. A Aegon le causaba gracia la pelea silenciosa de sus abuelos por ser el favorito porque ninguno de los dos se comparaba con su abuela Nys.

—Egg—Helaena lo llamó.

Aegon levantó la mirada de sus juguetes justo a tiempo para ver como Helaena se soltaba de la mesa y comenzaba a caminar hacía él. Detrás de ellos las cuidadoras jadearon de sorpresa al ver como él apañaba a su hermana, tía, cuando llegó a su lado. La niña comenzó a reír aplaudiendo y él sintió que podía llorar.

—Bien hecho, Hela—Aegon besó su frente sonriendo.

Helaena se acomodó en el regazo de su sobrino y estiró su mano para agarrar el dragón de madera más cercano. Comenzaron su juego así, sentados juntos y sacudiendo los dragones por todos lados. Estaban tan bien concentrados en su juego que no se dieron cuenta cuando alguien más llegó, solo lo notaron cuando Helaena fue removida de su lugar.

—¿Qué estás haciendo?—la voz de Alicent resonó por la habitación.

Aegon levantó la mirada confundido, ¿ahora qué?

—Dagon—dijo sacudiendo su juguete.

—Solo estaban jugando, Majestad—una de las doncellas de su madre se acercó de inmediato para agarrarlo y alejarlo de la mujer.

—Les he dicho que no lo dejen acercarse mucho a mi hija—Aegon se encogió en su lugar.

—Solo jugaban, Majestad—repitió otra de las cuidadoras—, son niños.

Aegon abrazó a la doncella de su madre que lo cargó dejando que escondiera su rostro en su hombro. Las lágrimas no iban a tardar, pero quería mantenerlas hasta que se fuera, no quería llorar frente a Helaena y ponerla triste.

—Está es la última vez que dejó a mi hija jugar con este...—se calló a sí misma.

El insulto no dicho fue suficiente para hacerlo llorar. El pequeño sollozo que se le escapó fue el comienzo del llanto que nadie podía calmar. Alicent se fue de la habitación hecha una furia con Helaena en brazos y sus doncellas siguiéndola.

—Ya, ya, príncipe, no tiene que hacer caso a eso—la doncella que lo cargaba le susurro.

Siguió llorando hasta que apareció su madre con el entrecejo fruncido y ganas de pegarle a alguien evidentes. Solo dejó de llorar cuando estuvo en sus brazos mientras una doncella le explicaba lo que había pasado, sintió a su madre tensarse, pero se relajó de inmediato cuando él se quejó.

Rhaenyra lo dejó en su habitación cuando se quedó dormido y mandó a llamar a su esposo. Laenor apareció confundido, pero no dijo nada cuando ella le pidió quedarse con Aegon. La heredera caminó por los pasillos de la fortaleza con propósito, todos los que se cruzaban en su camino se hacían a un lado, Criston iba detrás de ella a una distancia que no provocara la ira de la princesa. Sin importarle nada irrumpió en la habitación de su padre encontrándose con Daemon de pie cerca de la chimenea hablando con el hombre. Los dos la miraron confundidos con su arrebato, pero Viserys lo entendió apenas la vio. Algo había pasado con Aegon.

—¿Qué pasa?—preguntó Viserys.

—Tu esposa otra vez hizo llorar a mi hijo—escupió el título con rabia—, quiero que se disculpe de rodillas.

—Rhaenyra—su padre le dio una mirada que decía cálmate—. ¿Podrías explicar qué sucedió?

—Insulto a mi hijo solo por querer jugar con Helaena, no es la primera vez—apretó sus manos con fuerza, la rabia comenzando a nublarle la vista—. Lo deje pasar antes, pero es suficiente, no voy a permitir que siga insultando a mi hijo.

—Yo hablaré con ella—le aseguró Viserys.

—No quiero que esto se vuelva a repetir, mi hijo no merece esta clase de trato, es solo un niño—miró a Daemon observaba el intercambio con interés—. No me importa si es la Reina, a la próxima ofensa no me voy a contener.

Después que la heredera abandonara la habitación igual de molesta que cuando llegó Daemon miró a su hermano que suspiro cansado. El príncipe dejó salir una risa y se sentó en una silla con las piernas cruzadas, lo que venía estaría bueno y no se lo perdería por nada del mundo. Viserys mandó a llamar a su esposa, ignorando la sonrisa maliciosa de su hermano que no se movió de su silla cuando le lanzó una mirada de advertencia. Alicent llegó con el rostro neutro, sus ojos pasando por Daemon antes de posarse en el Rey.

—Rhaenyra está molesta—comenzó mirando a su esposa con seriedad para darle peso a sus palabras—, dice qué hiciste llorar a Aegon mientras jugaba con Helaena.

—Sabes que no me gusta que dejes a nuestra hija jugar con él—miró a Daemon que miraba todo con diversión en los ojos—, el príncipe es volátil, le gusta agredir a los demás.

—Aegon es solo un niño, Alicent—Viserys pasó una mano por su rostro, cansado de lidiar con eso—. Sabes que le gusta jugar con Helaena y nunca le ha hecho daño, incluso juega con Aemond.

—Por el momento—la mujer no dio su brazo a torcer—. No quiero que mi hija pase mucho tiempo con él—Daemon dejó salir una carcajada seca—. ¿Debe el príncipe estar aquí escuchando esta conversación?

—Están hablando de mi sobrino, no veo por qué no debería estar presente—el príncipe levantó una ceja.

—Es la última vez que levantas un insulto contra mi nieto, Alicent—declaró el Rey—. Aegon, Helaena y Aemond son niños, déjalos que jueguen juntos, ellos son el futuro de la casa y deben estar unidos.

—El príncipe Aegon es agresivo y lo sabes—la mujer comenzó a perder la paciencia—, no me sentaré a ver cómo agrede a mis hijos en alguno de sus arrebatos.

La mujer se dio la vuelta para abandonar la habitación ignorando los llamados de su esposo. Daemon se levantó de su silla cuando la puerta se cerró y se despidió de su hermano, por más entretenido que le había parecido el asunto debía velar por el bien de su familia. En el tiempo que llevaba conviviendo con el hijo de su sobrina no podía negar que se había encariñado un poco con él, a pesar de que el niño parecía odiarlo la mitad del tiempo.

Aegon despertó con el sonido de la voz de Daemon, su entrecejo se frunció y se removió un poco en la cama abriendo los ojos. Lo primero que vio fue a su madre caminando de un lado a otro, después vio a su padre y Daemon sentados en el sofá hablando de algo que no entendía del todo. ¿Había pasado algo? Con pereza se estiró dejando salir un sonido que alertó a todos que estaba despierto. La primera en llegar a su lado fue su madre que le sonrió sentándose en la cama para que él pudiera recostarse a su lado mientras despertaba del todo.

—¿Te sientes mejor, pedazo de cielo?—él asintió. —Te trajeron tus galletas favoritas, la leche está fría, pero puedo mandar a que la calienten.

—Eta—murmuró aún medio dormido.

—Ven aquí.

Fue levantado de la cama con cuidado y llevado al sofá dónde su padre lo recibió con los brazos abiertos.

—Mon—extendió una mano para saludar a su tío que asintió como saludo.

Recostó su cabeza en el pecho de su padre y cerró los ojos, casi volviendo a dormir, casi porque apenas sintió el olor de la galleta abrió los ojos. Comió su galleta en silencio, escuchándolos hablar sobre cuándo deberían comenzar su entrenamiento, su madre decía que aún era muy pequeño, pero su padre y su tío decían que tenía la edad perfecta para empezar. Al final ganaron los hombres y se decidió que comenzaría en una semana cuando Daemon regresara de su viaje porque quería estar ahí para su primera lección.

Al terminar su galleta y la leche lo dejaron ir a jugar un rato. Se entretuvo jugando con sus barcos de madera mientras su padre le enseñaba a Daemon la espada que le había regalado su abuelo Corlys. Escuchó a Daemon despedirse tiempo después y él como buen sobrino se despidió de la mejor forma que podía, lanzándole un dragón de madera porque se iba a ir sin despedirse, qué maleducado.

—Mon—sacudió su mano en despedida con una sonrisa de inocencia.

—Maldito mocoso—murmuró Daemon agarrando el dragón de madera del suelo.

Daemon se llevó el juguete y Aegon lloró porque se lo había regalado su tía. Nada más esperaría a que regrese de su viaje para hacerle la vida imposible al roba juguete, por lo menos no se había llevado su maraca.

■■■■

NOTA:

¡Feliz lunes de Thicker Than Water! y encima, ¡Mi cumpleaños!

Ando haciendo actualización de todo así que los invito a pasar por mis otras historias y la que voy a publicar nueva más tarde. La historia es de Visenya reencarnando en Rhaenyra, será corta y tendrá cosas un poco fuertes. Allá si veremos de verdad a Rhaenyra la Cruel.

Oficialmente Daemon es el hombre más buscado por la corona, su delito fue robarse un juguete preciado de su sobrino, la recompensa es poder pasar el día con el preciado nieto del rey.

Ahora que ando en eso de escribir extras de mis historias terminadas me acordé que alguien dijo que esta historia era la segunda oportunidad de Laenor de cuidar a Aegon y déjenme decirles que si lloré, en Burning Fire pudo cuidarlo por poco tiempo y al final no pudo protegerlo, pero aquí si puede.

Espero les haya gustado, gracias por leer, lu.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro