16; PRÍNCIPE DEL PUEBLO

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PRÍNCIPE DEL PUEBLO

La cabeza de Aegon se sentía como si la estuvieran presionando por todos lados y la luz que golpeaba sus párpados no ayudaba en nada. Había sentido manos tocándolo por todos lados y la voz desesperada de su madre llamando, pero cada vez que intentaba hablar sentía una punzada en la cabeza. Quería ocultarse de todo, meterse bajo las sábanas y dejar que sus padres se deshicieran del dolor, pero no podía moverse sin sentir que estaba pasando por fuego de dragón. Podía abrir los ojos, ver las formas borrosas sobre su cabeza, podía escuchar las voces a su alrededor y sentir las manos que lo tocaban, pero no reaccionaba bien a ello. Se sentía abrumado con tantas cosas pasando al mismo tiempo.

Necesitaba que lo dejaran solo.

Quería...

Mamá...

La palabra salió como un susurro apenas audible, acompañada de un quejido cuando alguien tocó su pecho.

—Mamá está aquí, pedazo de cielo—la dulce voz de su madre se escuchó entre todas las demás—, siempre estará aquí.

Un suspiro se le escapó y el nudo de tensión que sentía en todo su cuerpo se disipó. Todo estaba bien, su madre estaba ahí, no lo iba a dejar solo, no dejaría que nadie le hiciera daño.

No volvió a abrir los ojos en un rato, esperando a que todos se alejaran y su cuerpo dejará de sentirse como si estuviera flotando sobre agua. Cuando por fin pudo abrirlos no encontró ningún rostro borroso frente a él, tampoco escuchaba voces, pero podía sentir que alguien estaba cerca. Con cuidado giró la cabeza a la derecha y sus ojos cayeron sobre la figura de su madre, estaba dándole la espalda, haciendo algo en la mesa, y Aegon no pudo luchar contra el puchero que se formó en sus labios. Abrió la boca para llamarla, pero entonces sintió algo tocando su brazo, como si alguien lo hubiera tocado para llamar su atención. Parpadeo confundido y bajó la mirada, sus ojos se encontraron con los ojos violetas de su hermano menor, Jacaerys, que estaba acostado a su lado mirándolo con ojos expectantes.

¿Cuánto tiempo llevaba ahí?

—¿Jace?—su voz salió ronca, pero el niño sonrió satisfecho y cerró su pequeña mano en la manga de la camisa de su hermano mayor.

—¿Aegon?—escuchó la voz de su madre antes de escuchar sus pasos apresurados. —Gracias a los dioses, ¿quieres un poco de agua? El maester dijo que debías tomar algo cuando despertaras.

Sin esperar por una respuesta su madre agarró la copa que descansaba en la mesita junto a la cama y tomó asiento junto a sus hijos para poder ayudarlo a beber. Él no protestó, realmente necesitaba beber algo para quitar esa sensación de sequedad de su boca. Su madre le ayudó a sentarse y beber el agua con cuidado de que no se ahogara, Jace en ningún momento soltó la manga de su hermano.

—No sabes el susto que nos diste, mi pedazo de cielo, estuvimos tan preocupados por ti—Rhaenyra le sonrió mientras lo ayudaba a acostarse otra vez.

—¿Papá?

No había escuchado a su padre entre las personas que invadieron la habitación momentos antes así que asumió que no se encontraba, pero eso era extraño. Si él estuviera enfermo su padre estaría a su lado, ¿no?

—Tu padre abandonó la ciudad ayer, fueron en busca de Otto Hightower—aquello le hizo fruncir el entrecejo—. Otto será condenado por orquestar tu envenenamiento.

¿Envenenamiento?

Su cara se arrugó en un gesto de confusión. ¿Acaso no había sido solo un ataque de pánico?

—Estuviste dormido por cinco días, cariño—la mano cálida de su madre le acarició la mejilla.

Oh.

¿Cinco días? Asintió a su madre sin saber que decir porque ¿qué demonios iba a decir? Fue envenenado, cosa que debió esperar sinceramente. Había expulsado a Otto de la Fortaleza y disminuyó el apoyo que el hombre y su hija recibían en la corte. Se podría hasta decir que él tenía más poder sobre la corona que la esposa del Rey. Tomando todo eso en cuenta, era más que claro que alguien intentará eliminarlo del tablero, tenía sentido cuando era el jugador más fuerte. Y si fuese cualquier otro idiota ya estaría muerto, pero como era el favorito de los dioses había sobrevivido.

¡Ja! Pobres inútiles, ni matar a alguien saben.

Se movió con algo de dificultad para quitar algo de presión a su espalda que ya lo estaba matando, necesitaba levantarse de esa cama cuanto antes, pero estaba seguro de que si se levantaba iba a estar besando el suelo en menos de un segundo. Su madre lo ayudó y pasó una mano por su espalda, al ver el puchero en el rostro de su hijo mayor sonrió.

—El maester recomendó masajear tu espalda, supongo que debe ser incómodo—él volvió a asentir—. Lo haré cuando Jacaerys sea llevado a tomar su siesta, por el momento no te esfuerces.

Sus ojos fueron a su hermano otra vez que mordía la sábana que lo arropaba. ¿Así se veía de chiquito? No pudo evitar hacer una mueca al ver toda la baba que su hermano había expulsado de su boca. Ah, de haber sabido que así se veía nunca lo hubiera hecho. Aunque aquello le había ganado varios puntos con la gente porque, según ellos, era demasiado tierno. Él lo veía asqueroso, ¿qué tiene de tierno la baba? Nunca entendería a la gente.

Viendo a Jacaerys no pudo evitar preguntarse cómo estarían Helaena y Aemond, no estuvo con ellos por cinco días y no dudaba en que estuvieran usando este asunto para envenenarlos en su contra. Estaba seguro que todos usarían eso para atacarlo y atacar a su madre, la gente era como buitres después de todo, no dudaban en atacar cuando alguien mostraba el más mínimo atisbo de debilidad. Los pocos aliados que le quedaban a los Hightower sin duda moverían todos los hilos para usar esto, para ellos sería fácil argumentar que la acusación contra Otto era producto de la rivalidad entre la Reina y la Princesa. Tendría que prepararse para pelear con la gente cuando eso pasara, no dejaría que todo su trabajo se derrumbase solo porque fue envenenado.

Primero que nada, aprovecharía esta oportunidad para aumentar la simpatía que la gente le tenía. Después se aseguraría de seguir con su plan de recorrer el reino con su familia, así la gente vería que su madre era la única opción para heredar el trono. Cuando todo eso sucediera pensaría en otra estrategia, el viaje duraría meses así que no había apuro, él ya había calculado que culminarían su viaje cerca del primer verano de Jacaerys. Justo a tiempo para que su madre anunciara que estaba en espera de su tercer hijo, Lucerys.

Escuchó la voz de su madre entre todos sus pensamientos, estaba cantando una canción de cuna en valyrio, la que solían cantarle cuando era un bebé que apenas podía mantener los ojos abiertos por más de un minuto. Llevó sus ojos a su madre y se encontró con una sonrisa hermosa y unos ojos llenos de amor a los que ya se había acostumbrado. Rhaenyra le acarició la mejilla y él le regresó la sonrisa. Aún se preguntaba si así hubieran sido las cosas de haber sido cercano a su hermana mayor en su vida pasada, no dejaba de pensar en esa posibilidad y aquello le formaba un nudo en el pecho porque recordaba todo el dolor por el que pasaron todas sus vidas. En esa vida ninguno de ellos estaba destinado a ser feliz, pero en esta vida él se aseguraría de que lo fueran. Merecían ser felices y si él debía dar su vida para que ese sueño se hiciera realidad entonces no dudaría en hacerlo.

Hizo una promesa y no iba a romperla.

Jacaerys fue removido de la habitación no mucho después y Rhaenyra no dudó en masajear la espalda dolorida de su hijo mayor que quedó dormido ni bien sintió el olor del aceite de lavanda. La Princesa besó la cabeza de su hijo antes de levantarse para dejarlo descansar, aunque ya había despertado y sabía que estaba bien, Rhaenyra se rehusaba a dejarlo solo. Tras darle una última mirada a su hijo regresó a la mesa para seguir con lo que estaba haciendo antes, escribir cartas a los amigos de su hijo. En unos escasos tres días Cassandra Baratheon y Clement Celtigar estarían con ellos, ambos niños viajando sin descanso para llegar cuanto antes a ver a su amigo y asegurarse que estuviese bien. Ella no podía evitar sentirse alegre de que su hijo tuviera amigos tan fieles como ellos, también se sentía aliviada porque eso significaba que su hijo tenía personas que pelearían por él en el futuro. Ella ya podía ver a los siete siendo parte clave para la paz del reino.

Quizás no estaría presente para ver a su hijo convertirse en Rey, pero al menos podría dejarlo en buena compañía.

Aegon volvió a despertar cuando el sol se estaba ocultando, su espalda ya no dolía tanto como antes, pero aún sentía una presión que no se iba del todo. Con cuidado se movió hasta que pudo sentarse, de verdad esperaba que nadie fuese a intentar matarlo otra vez porque estar todo el día en cama apestaba. Él quería levantarse y salir de la Fortaleza. Quería volar, realmente.

—Realmente estás despierto—una voz se escuchó a su derecha haciéndolo saltar en su lugar.

Se giró rápido hacía la voz y se volvió a sobresaltar cuando vio a la persona junto a su cama. Clement Celtigar estaba sentado en una silla viéndolo con curiosidad y preocupación. ¿Qué rayos hacía ahí? ¿Cuándo había llegado?

—¿Qué...cuándo...ah?—ni siquiera sabía qué preguntar, su amigo lo había tomado por sorpresa.

—Acabo de llegar, no he dormido en varios días—confesó el menor, por unos días—, pero quería verte.

Clement se bajó de la silla y se trepó en la cama para poder verlo de cerca.

—El viaje desde la Isla Zarpa toma casi una semana y...

—Ujum, pero vinimos más rápido y sin descanso—sacudió una mano para restarle importancia, después se dejó caer sobre la cama suspirando de cansancio—. ¿Estás bien?

—Si—frunció el entrecejo al ver como su amigo se tapaba con la sabana—. Desperté ayer...creo.

—La Princesa dijo que fue ayer—ante la mención de su madre levantó la mirada para buscarla y la encontró en una silla leyendo un libro, alejada de la cama para darles privacidad—. Cassandra llegará en unos días más, mañana si no tiene problemas en el camino.

—¿Acaso vienen todos?—esperaba que si, después de estar al borde de la muerte apreciaba más a sus amigos.

—Uh, no, sabes que para Cregan y Alan está muy lejos, Aliandra envió mensajes y Joffrey dijo que sería imposible para él llegar tan rápido como Cassandra o yo.

Aegon asintió y dejó que su amigo se acomodara en la cama para dormir. Saber que había viajado sin descanso para verlo y asegurarse que estaba bien hizo que su corazón doliera. En su vida pasada no había tenido amigos, ni siquiera se llevaba bien con sus hermanos, pero en esa vida tenía seis grandes amigos. Cuando los conoció en su celebración no pensó que realmente fueran a convertirse en grandes amigos, pero por suerte habían congeniado tan bien como para establecer un lazo fuerte. Ahora solo le quedaba pedirle a los dioses que no rompieran ese lazo, quería mantener esa amistad para toda la vida.

Cuando su madre se dio cuenta que Clement estaba dormido le dejó leer las cartas de sus amigos, había una de cada uno, y le aseguró que ya había enviado respuestas. Con ayuda puso moverse hasta la mesa, se sentía extraño caminar después de estar acostado tanto tiempo, pero no se rindió hasta que estuvo sentado en una silla. Primero comió porque realmente tenía mucha hambre, y después se dispuso a escribir cartas a sus amigos, menos a Cassandra porque a ella la vería al día siguiente. Los mensajes fueron enviados a primera hora el día siguiente y Cassandra Baratheon apareció a la hora del almuerzo con una sonrisa enorme y tanta energía que Aegon se sorprendió.

—Estábamos tan preocupados por ti, Egg—la mayor le sonrió tomando sus manos—. No vuelvas a darnos ese susto, queda totalmente prohibido para ti, ¿bien?

Rhaenyra y Laena tuvieron que cubrir sus bocas para contener sus risas ante la declaración de la niña que no dudó en abrazar a sus dos amigos.

—Me asfixias—Clement se quejó—. El veneno no mató a Aegon, pero tú lo harás. ¡Hey!

Cassandra le pellizcó la mejilla al escucharlo y Aegon no pudo contener su risa. Ah, como amaba a sus amigos.

—Estoy bien, Cassandra—le aseguró con una sonrisa—, lamento haberlos asustado.

—Más te vale que lo lamentes—lo señalo con un dedo acusador—, no pude dormir porque estaba muy preocupada.

—No parece—murmuró Clement sobando su mejilla.

—Deberías descansar, luego podemos comer los tres juntos—sugirió Aegon a la mayor de sus amigas.

—Buena idea, me muero de sueño—se bajó de la cama de un salto—. Los veo después, no vayan a meterse en problemas.

Cassandra se despidió de Rhaenyra con una reverencia y abandonó la habitación siendo escoltada por Criston. Clement suspiró con cansancio y se bajó de la cama también, diciendo que iría a buscar algo en su habitación. Aegon lo vio irse y suspiro antes de bajarse de la cama, ojalá él también pudiera salir de la habitación, ya sentía que se estaba volviendo loco de estar ahí encerrado.

—¿Por qué no comen en el jardín?—preguntó su madre cuando se sentó a su lado, rodeándolo con un brazo para dejar un beso en su cabeza.

—¿Puedo salir?—la miró con esperanza en sus ojos.

—Sería bueno que los dos salieran, llevan más de cinco días encerrados aquí—comentó Laena, sentada frente a ellos con Jacaerys en brazos.

¡Libertad! ¡Al fin!

Aegon estaba feliz por salir, tomó un baño y se vistió tan rápido como podía, deseaba salir de una vez por todas. Aún se sentía algo débil y el maester no estaba seguro de dejarlo salir, pero él insistió tanto que lo dejaron salir casi sin problema. La única condición era que no se esforzara de más. Ver algo que no fuesen las paredes de la habitación de sus padres se sintió como la primera vez que despertó en esa vida, magnífico.

Saludó a los guardias y los miembros de la corte que no había visto desde que se desmayó, y cada uno le expresó que siempre rezaron por su recuperación. Sin duda entre todos esos reencuentros su favorito fue el de Sir Harrold. Lo vio en el jardín, de pie junto al Rey y la Mano del Rey, el hombre le sonrió y puso una mano sobre su cabeza mientras le decía que estaba aliviado de verlo bien. Él le regresó la sonrisa y lo abrazó. Si, tenía favoritismo entre los guardias, pero nadie lo podía culpar porque Sir Harrold también era el favorito de su madre. De tal madre tal hijo.

—Tus amigos están por allá—su abuelo señaló una mesa bajo la sombra de un árbol donde se podía ver a su amigos esperando por él—, no los hagas esperar.

Comer con sus amigos al aire libre fue un alivio para él, era lo más cercano que estaría de ir a volar en un buen tiempo. Desde que se despertó había deseado poder ir a ver a sus dragones, pero naturalmente su madre se había negado, así que solo podía escuchar a Caníbal rugir cuando volaba sobre la fortaleza todos los días. Como en ese momento que escuchó el rugido del dragón y pudo ver su silueta pasar sobre ellos.

—¿Es tu dragón?—preguntó Clement mirando la silueta que se alejaba por el horizonte.

—Caníbal—confirmó cuando el dragón desapareció de su vista.

—¿Por qué no le cambiaste el nombre?—Cassandra lo miró con una ceja levantada.

—Quise ponerle Stardust, pero no le gustó—bromeó y ella puso los ojos en blanco. —Me gusta Caníbal, hace que la gente le tenga miedo y eso hace que me tengan respeto por reclamarlo.

—¿Cómo lo reclamaste?

Se encogió de hombros, no iba a decirles que realmente casi mancha sus pantalones la primera vez que vio al dragón. Sin olvidar que él no reclamó a Caníbal, Caníbal lo reclamó a él por órdenes de los dioses. Si, no podía decir eso, pensarían que estaba loco.

—Solo pasó, tenemos una conexión especial.

—Seguro pensó que eras tan...tu que no podrías cuidarte solo—Cassandra lo miró con seriedad y él se ofendió.

Era cierto, pero no había necesidad de decirlo en voz alta.

—Seguramente olió que eras un inútil—asintió Clement.

—Puedo hacer que les corten las lenguas, ¿saben?—los dos se encogieron de hombros.

—Como si tuvieras las agallas.

El pan que iba a comerse terminó en el rostro de Clement que gritó de sorpresa al no esperarse el ataque. Cassandra se pegó en la frente con la palma de su mano y negó con la cabeza cuando los escuchó gritarse entre ellos.

—Ojalá Aliandra hubiera venido—murmuró la niña viendo como los dos se levantaban y comenzaban a empujarse.

Nadie se metió a detenerlos porque sabían que era una pelea amistosa y más que pelear estaban jugando. Aunque, claro, no duraron mucho así porque Aegon aún estaba débil y después de unos momentos sintió que el aire le faltaba así que tuvo que sentarse para descansar. Como postre comieron las galletas favoritas de Aegon, el joven Príncipe casi llora cuando mordió la primera porque extrañaba comerlas.

—Ya entiendo por qué te gustan tanto—Cassandra hizo una mueca de disgusto al escuchar a Clement hablar con la boca llena.

—Es desagradable que hagas eso—le dijo.

Clement le respondió abriendo la boca y Cassandra lo miró mal, Aegon solo se dedicó a comer su quinta galleta en paz. Deberían darle un aumento a su niñera favorita solo por esas galletas.

Estaba tan concentrado en comer que no se dio cuenta cuando sus amigos comenzaron a discutir hasta que uno de ellos tiró su vaso con leche haciendo que se manchara. Los tres se quedaron quietos, mirando el vaso volteado en la mesa. Aegon frunció el entrecejo y miró a sus amigos. Así fue como acabaron corriendo por el jardín entre gritos con Criston que intentaba agarrarlos para que no corrieran porque, se suponía, Aegon no podía esforzarse de más.

Iban a regañarlo, pero valía la pena si podía pasar un buen rato con sus amigos.

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NOTA:

Tengo desde el primero intentando terminar este capitulo, pero me la pase en la calle todos estos días así que no pude sentarme a escribir. Hoy comienzo mi curso de verano y es virtual, eso significa escribir durante las clases así que trataré de concentrarme en esta historia desde hoy.

Amo la amistad de los siete niños, ya quiero escribirlos de adultos. ¿Creen que esa amistad sobreviva a todo lo que se avecina?

Espero que les haya gustado, gracias por leer, lucienne.

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