17; EL JINETE Y EL DRAGÓN

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EL JINETE Y EL DRAGÓN

—Bruja—susurró Clement ocultándose detrás de Aegon.

—Inútil—le gritó Cassandra cruzándose de brazos mientras les daba la espalda.

—Solo les pregunté si querían conocer a Sunfyre—murmuró Aegon.

Ya habían pasado tres días desde que sus amigos llegaron de visita y su madre pensó que sería bueno que saliera de la Fortaleza. Para poder salir tendría que ir con sir Criston, sir Harwin, sir Harrold, y algunos capas doradas. Quizás sea una exageración, pero él no iba a decirle eso a su mamá sabiendo el susto que se había llevado cuando casi se muere.

—No gracias, puedo tener sangre valyria, pero no es sangre de jinete de dragón—Clement le palmeó el hombro—. No quiero ser comida de dragón.

—Sunfyre no come gente, ese es Caníbal—lo corrigió.

—¿No estará él ahí?—Cassandra lo miró por sobre su hombro.

—Ya no come gente.

—¡Acabas de decir que si lo hace!

—¿Por qué gritas?

—¡Porque estoy a punto de convertirme en comida de dragón!

—¡Que no te van a comer!

—¡Dejen de gritar los dos!—la mayor los agarró por los hombros para separarlos. —Iremos a ver a los dragones, dioses, que molestos.

Aegon hizo un puchero inconscientemente. No era molesto, era un buen niño, todos se lo decían siempre.

Los tres fueron llevados a la fosa en un carruaje para evitar que Aegon se esforzará, él realmente quería ir a caballo y casi grita de frustración cuando sus amigos lo arrastraron al carruaje, pero no podía oponerse si no quería quedarse encerrado. Salir del carruaje y ver a sus dragones le dio un sentimiento de paz que solo asociaba con ellos. Ignorando a todos corrió hasta que se estrelló con el costado del cuello de Caníbal, el dragón gruñó, pero no se movió para alejarlo. Se sentía tan bien estar de regreso con ellos.

¿Me extrañaron?—Sunfyre rugió acercándose, metiéndose bajo la cabeza de Caníbal para poder alcanzarlo. —Yo también los extrañe.

Acarició a Sunfyre como si fuese un perrito, con varias palmaditas en la cabeza, antes de que Caníbal gruñera y se moviera para alejarse de ellos.

Gruñón—se giró para mirar a sus amigos que lo miraban desde una distancia...considerable—. Ven Sunfyre, quiero presentarte a alguien.

Sunfyre lo siguió como el dragón obediente que era, todo lo contrario a la enorme bestia negra que ya había alzado el vuelo. Aegon levantó la cabeza para verlo y deseo poder ir con él, quería volar.

—Cassandra, Clement, este es Sunfyre—presentó con una sonrisa de orgullo.

—Es más bonito de cerca—Clement lo miró con los ojos bien abiertos.

—Claro que lo es, es mi dragón.

—¿Acaso que sea tu dragón tiene algo que ver?—Cassandra levantó una ceja. —Aparte, ¿no dijiste que primeramente no había sido para ti?

—Cierto, dijiste que era para tu tío Baelon y después para Aemond.

Otra vez, ¿por qué era necesario tener amigos?

Bien podría ser un pequeño dragón solitario volando por el mundo en busca de paz. Pero entonces quizás acabaría como Otto o Larys, amargado y siendo una rata por el resto de su vida. El solo pensamiento le causó escalofríos, no quería ser como ellos en el futuro.

Por eso prefiero a los otros—murmuró ofendido.

Por eso prefiero a Alan—Clement le mostró la lengua.

—No hablen valyrio que no los entiendo—se quejó Cassandra.

Se quedaron en la fosa un buen rato, Aegon les mostró los pocos huevos de dragón que había y ambos se mostraron maravillados al ver la variedad de colores. Sunfyre siempre se mantuvo cerca y Caníbal no regresó en todo el rato que estuvieron ahí, cosa que preocupó a Aegon porque habían enviado un mensajero de las paredes de la ciudad a informar que el dragón se había alejado de la ciudad y no alcanzaron a ver hacía dónde se dirigía. Ya habían tenido el problema de que Caníbal se iba a los asentamientos cercanos y se comía el ganado de la gente, pero él mismo lo corrigió al pedir que le hicieran una pequeña granja cerca de la ciudad para que el dragón pudiera cazar. A veces hasta se iban a Dragonstone a cazar al ganado que vivía libremente a los pies de Dragonmont. Que se haya ido solo lejos de la ciudad era preocupante.

Por eso decidió que era mejor regresar a la Fortaleza, para avisarle a su abuelo y a su madre. Se despidió de sus amigos cerca de la sala del trono y siguió su camino acompañado de sir Harrold y sir Criston. La puerta de la sala del consejo estaba abierta y los guardias cuidandolas hicieron una reverencia al verlo llegar, adentro estaban su abuelo y Lord Lyonel que guardaron silencio apenas lo vieron.

—Pensé que aún estarías en la fosa—su abuelo le sonrió poniendo una mano en su cabeza cuando estuvo cerca.

—Quise regresar para avisar que...uh—sus ojos fueron a Lord Lyonel que revisaba unos documentos en la mesa—. Vieron a Caníbal alejarse de la ciudad y ya ha pasado un tiempo desde que se fue.

—Ya veo, no te preocupes, tendré todo listo en caso de que acabe comiendo el ganado de otra persona—él asintió con una sonrisa—. Aunque, esperemos que solo haya ido a Dragonstone. ¿No vieron a dónde se fue?

—No, dijeron que se perdió entre las nubes así que no están seguros.

Se quedó con su abuelo, viendo como trataba con ciertas situaciones de urgencia, absorbiendo todo el aprendizaje que podía en ese momento. Le gustaba escuchar cómo manejaban los asuntos del reino, en su vida pasada hubiera dicho que era una pérdida de tiempo, pero en esta le parecía la forma más valiosa de pasar el tiempo. Todo ese conocimiento le sería de ayuda en el futuro, a él y a su madre. Ambos serían buenos reyes.

Su interés en los temas inspiró a su abuelo que, después de decidir llevarlo a caminar, no dudó en contarle sobre el reinado de Jaehaerys I y como su padre, Baelon, había sido Mano del Rey. Aquel pedazo de información llamó su atención y no dudó en preguntar muchas cosas al respecto. De verdad que era una lástima el no haber conocido a su bisabuelo, le hubiera gustado preguntarle algunas cosas, se escucha como una persona que él admiraría tanto en su vida pasada como en esta. Aunque de haber sobrevivido seguramente él no hubiera existido.

¿Era realmente malo eso? No.

Si él no hubiera existido su familia no hubiera estado en guerra, no hubiera tenido que haber una usurpación, seguramente todos hubieran sido felices porque él era el problema. Fue el problema desde antes de nacer y siguió siéndolo hasta el día de su muerte. Incluso en esta vida era un problema, pero al menos ahora era un problema controlado por los dioses, sabía que si se desviaba de su objetivo sería su fin.

—Serás un gran Rey, Aegon—su abuelo se detuvo para verlo, su sonrisa y sus ojos llenos de orgullo.

—¿Cómo estás tan seguro?—preguntó él con la voz suave, lleno de inseguridades y a punto de ponerse a llorar.

¿Realmente era merecedor? ¿Realmente podía llegar a ser un buen Rey? Tenía miedo, estaba aterrado, no iba a negarlo. Nunca se sintió listo, incluso cuando se llamaba a sí mismo Rey sabía, en el fondo, que no se lo merecía, que no estaba listo. Ahora que todos creían en él era peor.

—Has estudiado, te has preparado, puedo decir que incluso más que yo. Tienes siete veranos y ya demuestras tener buena cabeza para resolver problemas—una lágrima se deslizó por su mejilla y Viserys la limpió enseguida—. Vas a ser el mejor Rey que Poniente jamás haya visto, hablaran de tu reinado por muchos años, no dudes de ti.

No pudo contenerse, se lanzó a abrazarlo y dejó salir un sollozo que sacudió todo su cuerpo. Esas palabras, llenas de amor, eran las que necesitó en su vida pasada cuando todos a su alrededor no paraban de decirle que era un inutil. Necesitó que su padre se las dijera en ese entonces y nunca llegaron, pero ahora podía escucharlas de su propia boca, solo que ya no era su papá.

Era su abuelo y lo agradecía porque Laenor Velaryon era el mejor padre que jamás pudo haber pedido. Laenor era todo lo que necesitaba y más. Siempre lo trataba con amor, no dudaba en recordarle lo orgulloso que estaba de él, lo ayudaba cuando lo necesitaba, y desde el primer día se mantuvo a su lado apoyándolo.

Laenor y Rhaenyra eran todo lo que necesitaba para sanar.

—¿Qué pasa? ¿Por qué llora mi pedazo de cielo?—la voz de su madre lo alcanzó en medio de su llanto.

—Solo hablábamos de lo buen Rey que será—Viserys respondió, aún acariciando su cabeza para calmarlo.

—Oh, mi niño—sintió manos cálidas en sus hombros antes de ser alejado de su abuelo. Sus ojos cayeron en su madre que estaba agachada para poder estar a su altura. —Eres el niño más inteligente que conozco, la gente ya te quiere, vas a ser un buen Rey. No dudes de ti, mi amor, todos sabemos que puedes hacerlo.

Él asintió y dejó que su madre limpiara sus lágrimas. No había palabras suficientes para expresar lo mucho que amaba a su madre.

—¿Cuándo regresará papá?

Contando que estuvo inconsciente por cinco días, no había visto a su padre en casi dos semanas, lo extrañaba.

—Por eso estaba buscándolos—su madre se levantó para mirar a su abuelo—. Llegó un mensaje de Lord Corlys, lograron aprender a Otto y están navegando de regreso, avisó que Laenor se adelantó para llegar antes.

—¡Si!—exclamó emocionado. —Si el mensaje llegó recién eso quiere decir que papá llegará hoy.

—O mañana, no sab...

—¡Tenemos que recibirlo!—interrumpió lo que estaba diciendo su abuelo.

Sin esperar a que le dijeran algo se alejó corriendo hacía el interior de la Fortaleza, seguramente con sir Criston siguiéndolo. Deberían darle un aumento al hombre, pasaba la mayor parte de su día corriendo detrás de Aegon, estaba seguro que se ejercitaba más cuidándolo que en el campo de entrenamiento.

Corrió por toda la Fortaleza hasta la entrada principal ignorando a todos los que se cruzaban en su camino. Sabía que, por lógica, no era seguro que su padre llegase ese día, pero no importaba en ese momento. Si tenía que dormir en las escaleras hasta que llegase lo haría. El exterior de la Fortaleza estaba movido, como siempre, los sirvientes que lo vieron salir no dudaron en saludarlo y preguntarle si necesitaba algo, él solo negó con la cabeza y se quedó parado al inicio de las escaleras. Escuchó pasos apresurados a sus espaldas, seguramente Criston lo había alcanzado al fin, pero no se molestó en ver si era él. Sus ojos estaban puestos en las puertas abiertas que llevaban a la ciudad, la puerta por la que salía para ir a la fosa todo el tiempo. En ese momento estaban ingresando comerciantes, proveedores de la corona, y en medio de toda la gente Aegon logró distinguir algo que llamó su atención.

—¡Papá!—gritó llamando la atención, más de lo que ya había hecho con su sola presencia.

Laenor iba entrando por las puertas, en medio de los comerciantes, y al escuchar la voz de su hijo hizo que el caballo se detuviera. Sus pies apenas y tocaron el suelo cuando sintió un cuerpo más pequeño chocar con el suyo.

Papá—Aegon sollozo abrazando con fuerza a su padre—, estás aquí.

—Aegon, déjame verte—las manos de Laenor empujaron a su hijo para verlo—. Realmente estás despierto.

Aegon lloró con más fuerza al ver que su padre estaba llorando también. Tenía siete veranos ya, pero cuando su padre lo levantó para sostenerlo como si fuese un bebé, no se negó. Ocultó su rostro en el hombro de su padre y se aferró a él con fuerza. No importaba cuantos veranos tuviera, siempre se sentiría como un bebé indefenso en los brazos de sus padres.

—No sabes lo asustado que estaba, mi pequeña águila—Laenor murmuró en el hombro de su hijo, apretándolo con fuerza—, pensé que te iba a perder.

Escucharlo hizo que Aegon llorase aún más, a pesar de saber que no era su culpa, se sentía un poco culpable por haberlos preocupado tanto. La gente a su alrededor los miraba con algo de lástima, algunos limpiando las lágrimas que se les escaparon al ver la escena de padre e hijo. Laenor acomodo a su hijo en sus brazos y avanzó hacía el interior de la Fortaleza justo cuando Rhaenyra iba saliendo, la Princesa le sonrió y pasó una mano por la espalda de su hijo cuando se acercaron.

Aegon no soltó a su padre, solo para que se limpiara y cambiara su ropa, se mantuvo aferrado a él como si no hubiera un mañana. Su madre había reído de él, pero lo dejó ser mientras ella se ocupaba de Jacaerys. Con la cabeza apoyada en el pecho de su padre, sus ojos puestos en su madre y Jacaerys, Aegon pensó una vez más que era muy afortunado de haber tenido esa segunda oportunidad. Puede que no se lo merezca, pero está agradecido de tener esa oportunidad de vivir lo que siempre quiso.

Sentir el amor incondicional de un padre y una madre era todo lo que siempre había querido, lo demás no importaba, solo quería algo que se le fue negado desde antes de nacer. Y por fin, gracias a los dioses, lo tenía.

—Los amo—dijo cuando sus padres se quedaron en silencio—, los amo mucho.

—Nosotros también te amamos mucho, ¿verdad, Jace?—Rhaenyra se acercó a ellos y se sentó a su lado, Jacaerys se rio y estiró una mano hacia su padre y su hermano.

—Mis dos ángeles—Laenor sonrió viendo a sus hijos, su razón de ser—, los amo como no tienen idea.

—Son los mejores papás del mundo—dijo con toda la seriedad que un niño de siete podría expresar, que era mucha si era él.

—Y tu eres el mejor hijo del mundo—Rhaenyra le pellizcó la mejilla—, mi pequeño Príncipe dorado.

Lo dudaba, realmente lo dudaba, pero no iba a contradecirla. Rhaenyra no conocía ninguno de sus pecados, no sabía los horrores que había cometido en su vida pasada, ella pensaba que él era un niño con el alma pura. Si ellos supieran todo no estarían mimándolo, no lo mirarían más de dos veces, así como hacían en su vida pasada donde ni siquiera parecían notar que existía. La única persona que parecía notar su existencia era Alicent y solo era para recordarle que era un fracaso, y después para tratar de manipularlo cuando lograron usurpar el trono.

Ese día durmió con sus padres como cuando era más chico y al día siguiente paseo por la ciudad con sus amigos y su madre. No había sido fácil convencer a Rhaenyra de dejarlos ir, pero cuando Aegon le sugirió que fuese con ellos porque así la gente podría sentirse más cerca de la corona no tuvo más remedio que aceptar porque tenía razón. Recorrer la ciudad le recordó momentos que no quería recordar de su vida pasada, pero se tragó sus penas para jugar bien su papel de Príncipe perfecto. No se le hizo difícil hacer que la gente lo aceptasen a él y su madre, tenía un encanto natural que sabía usar a su favor.

Cassandra y Clement también disfrutaron de la salida, y entre los tres compraron regalos para el resto de sus amigos, regalos que prometieron entregarles cuando comiencen su viaje en dos meses. Dos meses porque era el tiempo que le tomaba a Cregan llegar del Norte y el heredero de Winterfell ya había enviado un mensaje para avisar que su viaje al sur había comenzado. Cregan se encontraría con Joffrey en el camino y los dos seguirán su viaje al sur juntos. Por otro lado, su padre le había avisado que Alan y Aliandra venían con la flota Velaryon que transportaba a Otto. Todo el viaje ya estaba planeado, solo faltaba que hiciera de Otto comida de dragón.

—Caníbal no ha regresado—murmuró al ver un peluche relleno que era parecido a su dragón.

—¿No deberían buscarlo?—preguntó Casandra—¿Es bueno que se vaya solo un día entero?

—No, pero envíe a Sunfyre por él y regresó solo—hizo un puchero inconscientemente—. Tendré que ir a buscarlo yo mismo...

—Le pediremos a tu tía Laena que lo busque en Dragonstone—su madre se metió en la conversación—, aún no puedes volar largas distancias con Sunfyre.

Aquel recordatorio le hizo querer gritar. Sunfyre aún era muy pequeño como para llevarlo largas distancias, por eso siempre volaba con Caníbal.

—¡Aegon, mira!—Clement llamó desde el fondo.

El resto del día pasó así, con ellos corriendo por la ciudad. Hasta alcanzaron a jugar con varios niños en la calle mientras su madre hablaba con algunas personas. La mayoría preguntaba por él, queriendo saber cómo estaba después de haber sido envenenado, sobre todo las madres que sentían simpatía con la joven Princesa que estuvo a punto de perder a su primer hijo. Su madre prometió hacer un orfanato para que los niños ya no estuvieran en las calles y fueran víctimas de adultos que solo veían presas fáciles en ellos.

En su regreso a la Fortaleza hicieron una carrera que dejaron ganar a Cassandra. Fue un buen día, otro día más para recordarle todo lo que podría perder si no hacía las cosas bien. Ya no era solo su familia la que saldría lastimada si fallaba, ahora sus amigos estaban involucrados por el simple hecho de ser sus amigos. Tenía al Norte de su lado por Cregan, el Valle por Joffrey, Isla Zarpa por Clement, las tierras de la tormenta por Cassandra, Dorne por Aliandra, y Sotomiel por Alan. Seis casas que serían aliadas de su madre si los verdes intentaban usurpar a su madre en esa vida, seis amigos que se verían perjudicados por la guerra.

No iba a negar que la idea de ir a la guerra le causaba pánico por sus amigos más que nada. En su vida pasada solo sabía de Cregan porque ya era Lord de Winterfell cuando usurpó el trono, pero no tenía idea de si el resto logró vivir después de la guerra, o si estaban vivos cuando la guerra tomó lugar. Solo los dioses sabrían si en esa vida iban a sobrevivir tanto tiempo, él ya había confirmado que su llegada a esa vida salvó a Joffrey Lonmouth de una muerte segura y ahora había condenado a Otto a una muerte prematura, quién sabe si algo más cambiaría.

Tan solo pensar en eso le aterraba.

—Príncipe Aegon—un cuidador de dragones estaba esperando por él en las puertas de la fortaleza—, Lady Laena ha enviado un mensaje, nos informa que se vio a Caníbal volando sobre Driftmark la noche de ayer.

¿En Driftmark? ¿Qué estaba haciendo en Driftmark?

Creemos que puede estar volando hacía el sur.

¿Al sur? ¿Hacía la flota de los Velaryon? ¿Qué demonios estaba haciendo?

■■■■

NOTA:

¡Estoy viva! Para los que no me siguen o no vieron el mensaje: estuve toda una semana tirada en cama enferma, primero por un virus que me causaba vómitos y después con resfriado que pensamos era covid. Literalmente me dio todo junto, pensé que no iba a contarla.

Casi no actualizo hoy porque me estaba dando flojera terminar el capitulo, pero ya había dicho que iba a actualizar.

¿Qué creen que esta haciendo Caníbal?

Aquí la recolecta de firmas para que le den un aumento a Criston:

En el que sigue llega Otto y hay ejecución.

Espero que les haya gustado, gracias por leer, lucienne.

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