20; LOS SIETE REINOS PARTE II

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LOS SIETE REINOS PARTE II: DORNE

Bastión de Tormentas fue divertido, Aegon se la pasó corriendo por todos lados con sus amigos detrás de Cassandra que no dudaba en contarles todo lo que sabía sobre su hogar. Pero sin duda sus momentos favoritos fueron cuando corrían por el patio después de la lluvia, riendo sin preocupaciones y llenándose de lodo como un niño cualquiera. Su padre y su tío Joffrey se unían a sus juegos cuando el primero no estaba ocupado hablando con Lord Borros, fueron momentos en los que Aegon de verdad amaba su vida y se olvidaba de toda tristeza que pudiera tener sobre su vida pasada.

La última noche que iban a pasar en el lugar, después de una semana, Aegon se metió a una galería de la fortaleza para ver las fotos de su bisabuela una vez más. Estaba de pie frente al cuadro de Lady Jocelyn cuando escuchó que alguien más ingresaba, sus ojos fueron a Lord Boremund que se acercaba a él con una mirada de comprensión. Aegon le sonrió y regresó su mirada al cuadro mirando a la mujer que se parecía en parte a él. Pelo oscuro y ojos claros. Su abuela Rhaenys ciertamente se parecía demasiado a su madre.

—Te pareces a ella—Lord Boremund llegó a su lado—, supongo que por eso Rhaenys insiste en que eres su consentido.

—Era muy bonita—murmuró girando la cabeza para verlo.

—Lo era, si—el hombre bajó la cabeza para verlo. —No olvides que somos familia, eres tan Baratheon como Rhaenys lo es.

—Te prometo que nunca lo olvidaré...¿tío?—lo miró con algo de duda.

—Puedes llamarme abuelo si eso te gusta más—hubo un brillo en sus ojos que hizo sonreír a Aegon.

—Bien, abuelo—tomó la mano del hombre y regresó la mirada al cuadro de Jocelyn.

Regresó a su habitación después de escuchar varias historias de su bisabuela y se quedó dormido apenas su cabeza tocó la almohada. Soñó con una mujer de cabellos negros que le cantaba una canción de cuna mientras acariciaba su cabello, sus hermosos ojos parecían brillar y la sonrisa en su rostro era suficiente para iluminar el día. Soñó que estaba recostado en el regazo de la mujer disfrutando del momento y segundos antes de despertar vió la figura de un hombre sentado a dos pasos de ellos, el hombre le sonrió cuando sus ojos se encontraron y en ese momento se despertó. Se quedó buen rato mirando el techo de su habitación, escuchando la respiración de sus amigos que seguían durmiendo, si se desconectaba lo suficiente de la realidad aún podía ver los ojos de ambos.

Jocelyn Baratheon y Aemon Targaryen.

Sus bisabuelos.

Suspiró cansado y se giró para tratar de dormir un poco más, pero calculó mal y acabó empujando a la persona a su lado que cayó al suelo. Se asomó por el borde de la cama e hizo una mueca al ver a Alan tirado en el suelo.

—Lo siento—se disculpó.

—La próxima vez duermes con tus dragones—Alan se sentó bostezando.

—¿Ya es hora de irnos?—la voz amortiguada de Joffrey preguntó, aún medio dormido.

—Creo—murmuró Aegon—, ya debemos despertar.

Hubo una queja, pero en ese momento la puerta se abrió dejando que Lalia se asomará y no tuvieron más remedio que levantarse. Después de bañarse y ponerse ropa descente abandonaron la habitación para ir a tomar el desayuno. Se reunieron con Aliandra y Cassandra fuera del comedor, la segunda lucía un poco decaída por tener que abandonar su hogar otra vez, pero la emoción de seguir el viaje mataba la tristeza.

—Debemos agradecerle una vez más por habernos recibido, Lord Boremund—su madre le agradeció al hombre cuando estaban listos para partir una vez más—. Y también le agradecemos por permitir que Lady Cassandra nos acompañe.

—No tiene nada que agradecer, Princesa, es un placer tenerlos aquí—el hombre le sonrió—. Además, Cassandra insistió demasiado en ir y no pudimos decirle que no.

—Casi nos deja sin oídos de tanto insistir—Lord Borros miró a su hija mayor que sonrió con inocencia.

—Espero regresar pronto, abuelo—Aegon le sonrió a Lord Boremund que regresó la sonrisa con una caricia a su cabello.

—Cuando quieras serás bienvenido.

—¡Oye, ese es mi abuelo!—Cassandra exclamó y se acercó para alejar a Aegon de su abuelo.

—Gruñona.

—No le digas así, maleducado—Aliandra le pellizcó el brazo.

—¡Auch!—se quejó girando para mirar a su amiga.

—Merecido—Cassandra le mostró la lengua.

—Será mejor que se vayan antes de que empiece una guerra—Lord Boremund miró a los demás adultos que estaban tratando de no reír de los niños.

Después de dejar Bastión de Tormentas pasaron una semana en el camino antes de llegar a Nido de Grifos. Aegon quedó encantado con la fortaleza apenas la vio. Lo primero que hicieron los siete fue ir a un balcón y asomarse para ver qué tan alto estaban, aunque Joffrey dijo que no era tan alto como Nido de Águilas así que no era muy impresionante. Se quedarían tres días en la fortaleza antes de ir a Nido de Cuervos así que los niños aprovecharon para explorar toda la fortaleza.

Lord Connington los dejó correr por todos lados haciendo miles de preguntas a los encargados de cuidarlos, con cada cosa que escuchaban miles de preguntas más aparecían en sus cabezas y no dudaban en hacerlas. Aegon absorbió la información como si fuese su galleta favorita con una copa de leche tibia por la noche, y para que no se le olvidase algo anotaba ciertas cosas en un pequeño libro que su abuelo Boremund le había obsequiado. Así pasaron sus tres días en el lugar hasta que lo abandonaron para viajar a Nido de Cuervos.

La casa Morrigen los recibió en Nido de Cuervos y al igual que en Nido del Grifo, se quedaron por tres días. Aegon había cuestionado a su madre sobre la corta visita a ambas casas, pero esta solo le dijo que no se preocupara por eso. Y bueno, ¿quién era él para llevarle la contraria? Por lo menos podía saciar su curiosidad, aunque gracias a eso ya había llenado casi la mitad de su libreta. Fue divertido quedarse en Nido de Cuervos, quizás no tanto como en Bastión de Tormentas, pero divertido en fin.

Su viaje siguió hacía Yelmo de Piedra, de la casa Swann, dónde tomarían una embarcación hacía Wyl. Aliandra estaba emocionada, casi saltando por todos lados, ante la idea de entrar en las tierras de Dorne. Gracias a ella, el resto se sentía igual de feliz por consecuencia, emocionados por ver el lugar que su amiga iba a dirigir en el futuro. Se quedaron por tres días en Yelmo de Piedra antes de zarpar hacía Wyl dónde, igual, se quedaron por tres días.

Las tierras de Dorne eran bonitas, Aegon disfrutó de verlas cuando pasaron por Palosanto, Tor, y Bondadivina. No era una vista a la que estaba acostumbrado, los desiertos tenían su belleza única. El calor era ciertamente molesto, los únicos que no se veían tan afectados por eso eran Aliandra y Alan mientras que el resto sufría bajo el sol. Cregan y Joffrey venían del norte del continente, Clement y Cassandra venían de lugares cercanos a la brisa marina, y King's Landing no era tan cálido, ninguno de ellos estaba acostumbrados.

—¡Llegamos!—Aliandra exclamó al ver los muros de Lanza del Sol.

Los seis niños miraron con atención los muros que se levantaban alrededor del hogar de los Martell, todos maravillados con la estructura. Iban a caballo así que podían ver todo con claridad. El Príncipe Qoren Martell los recibió acompañado de varios nobles de Dorne, y el único que lucía realmente feliz de recibirlos era el mismo Príncipe, aunque eso seguro era porque Aliandra iba con ellos.

—Bienvenida, Princesa, es un honor tenerla con nosotros—el Príncipe Qoren saludo con una sonrisa amable.

—El honor es nuestro, Príncipe Qoren, le agradecemos que nos recibiera—su madre respondió con cortesía.

—No sería digno de nosotros rechazar a la Heredera, sobre todo cuando nuestros hijos se llevan tan bien—sus ojos fueron a su hija que seguía de pie junto a sus amigos—. Feliz día de nombre, Príncipe Aegon.

¿Día de nombre?

¿Ya era esa fecha?

Oh, por eso la prisa en el viaje.

—¡Feliz día de nombre!—sus amigos exclamaron antes de abrazarlo.

¿Siete niños abrazados? Si, eso significaba que uno de ellos perdió el balance y todos cayeron. Por lo menos no lo hicieron sobre la arena o eso sería mucho más incómodo.

—Tenemos un regalo para ti—Aliandra se levantó como si nada y corrió hacía su padre.

—¿Qué?—Aegon se levantó con ayuda de Cregan y sacudió su ropa—¿Ya tenían esto planeado?

—Claro que sí—Alan lo abrazó por los hombros—, también tenemos planeado el de Joffrey, pero no le digas—le susurró al oído.

Aliandra se acercó con un bulto en sus manos que le entregó con una sonrisa. Aegon lo recibió bajo la atenta mirada de todos y lo abrió con algo de curiosidad, no iba a negar que le gustaba recibir regalos, después de todo estaba acostumbrado a recibirlos siempre. Dentro de la tela amarilla había siete collares, todos con los sellos de sus casas y una piedra de amatista en ellos.

—En realidad es un regalo para todos, para siempre recordar que somos amigos—le explicó Aliandra.

—Gracias, Ali—Aegon le sonrió.

—Son muy bonitos—Clement estiró su mano y agarró el que reconoció como suyo.

Aegon repartió el resto entre sus amigos y dejó que su madre le pusiera el suyo. Después de recibir todas las felicitaciones y un regalo de sus padres, ropa de montar nueva, fueron llevados a las habitaciones que ocuparían durante la semana que planeaban quedarse en Lanza del Sol. La cama era suave y Aegon no tardó en quedarse dormido en medio de sus amigos que, igual que él, estaban cansados.

Despertaron cuando el sol ya se estaba ocultando y fueron arreglados para asistir al banquete que había sido preparado para celebrar el día de nombre de Aegon. Los siete se reunieron en el comedor, sentados uno junto al otro en la misma mesa. Fue un gran banquete, uno que Aegon disfrutó en compañía de sus mejores amigos en todo el mundo conocido y desconocido. Ese banquete fue un recordatorio de lo que tenía, de lo que podía perder si cometía un error, de todo lo que estaba en riesgo.

—Vamos a bailar—Aliandra se levantó.

—Buena idea—Cassandra la siguió arrastrando a Clement con ella.

El resto no pudo negarse a la petición de sus amigas y pronto se encontraron en medio del salón bailando juntos entre risas. En momentos como esos era que se olvidaba de su otra vida porque no valía la pena pensar en eso cuando estaba tan feliz con las personas a las que más quería. Su primera vida había sido horrible, lo había perdido todo desde antes de nacer gracias a las ambiciones de su familia, pero su segunda vida era buena. Su segunda vida era todo lo que siempre había querido, lo que siempre había esperado, soñado. Era perfecta.

Cregan lo agarró de la muñeca y tiró de él hacía la salida dónde ya estaban Alan y Joffrey esperando por ellos. Los siete abandonaron el salón para adentrarse en los pasillos, siempre siguiendo a Aliandra que los guiaba. Llegaron a un balcón que les permitía ver más allá de los muros que rodeaban Lanza del Sol, la noche era hermosa, tenía un encanto que atraía a cualquiera.

—Es muy bonito—Joffrey murmuró con los ojos puestos en el desierto que se extendía más allá del muro.

—¿Verdad?—Aliandra lo miró con una sonrisa. —Me gusta venir aquí todas las noches para verlo.

—Te entiendo, yo lo haría si tuviera esta vista—Alan apoyó su frente en el barandal del balcón.

—Hagamos una promesa—Cassandra se giró para verlos—, prometan que siempre vamos a ser amigos.

—Lo prometo—Clement se asomó por el hombro de Cregan—, siempre van a ser mis mejores amigos.

—Pensé que la promesa estaba desde que nos conocimos—Joffrey sonrió—, pero lo prometo.

—Ser amigos por siempre no suena tan mal—Cregan pasó su brazo por los hombros de Alan.

—Son los mejores amigos del mundo—Aegon les sonrió.

Esa noche se quedaron en el balcón hablando hasta que fueron por ellos porque ya era muy tarde. Los niños se quedaron en una sola habitación, como siempre, pero a pesar de intentar dormir Aegon no lo logró. Bajarse de la cama sin despertar a sus amigos fue todo un trabajo, casi patea a Clement en el proceso, pero logró su meta al final. Con pasos silenciosos se asomó por la ventana cuando escuchó el rugido de un dragón. El cielo estaba iluminado por las estrellas, no había nubes a la vista, así que podía ver la silueta de Caníbal y Sunfyre con claridad. Los dos dragones estaban volando más allá del muro y por un segundo deseo estar con ellos, quizás volar le ayudaría a dormir.

—¿No puedes dormir?

Saltó en su lugar al escuchar la voz de alguien. ¿Desde cuándo había alguien más despierto? ¡Casi muere por segunda vez!

—Si quieres matarme solo tienes que decirlo—susurró girando para ver a Cregan.

—Si quisiera matarte ya estarías muerto, te descuidas demasiado—el norteño se acercó hasta quedar a su lado—. ¿Qué ves?

—Mis dragones—volvió a ver por la ventana.

—¿Cómo sabes que son los tuyos?

—Caníbal es más grande que Syrax y Seasmoke, es fácil de distinguir—se encogió de hombros—, y el único dragón que volaría con él es Sunfyre.

—Buenos puntos.

Se quedaron en silencio mirando los dragones volar por un buen rato hasta que desaparecieron en el horizonte. Entonces se movieron al suelo dónde se pusieron a hablar de varias cosas. Hablaron de todo y de nada hasta que se quedaron dormidos. Al despertar seguían en el suelo, con dolor en todo el cuerpo, pero al menos habían logrado dormir, ¿no? Tomaron el desayuno en un balcón acompañados de sus padres y el Príncipe Qoren.

Esa tarde Aliandra los llevó por un recorrido en los jardines y tomaron el almuerzo en su jardín favorito. Fue una tarde muy bonita, todos lo disfrutaron, al menos hasta que se dieron cuenta de las miradas que les lanzaban otros niños que se encontraban en el lugar. Era de esperarse que no todos estuvieran de acuerdo con su presencia, después de todo la enemistad entre la corona y Dorne era muy conocida. Aegon se sintió un poco incómodo, pero no mencionó nada, prefería hablar con sus padres antes que nadie más.

Se reunió con sus padres esa noche después de la cena, no los había visto en todo el día después del desayuno así que decidió visitarlos antes de ir a dormir. Su madre le sonrió apenas lo vio y no dudó en abrazarlo, su padre solo le puso una mano en la cabeza con una sonrisa. Jacaerys estaba con ellos, jugando con la maraca en la cama, así que fue directamente hasta su hermano para saludarlo. Jace chilló de felicidad al verlo y no dudó en tirarse a sus brazos cuando Aegon se movió para agarrarlo.

—¿Sucede algo, cariño?—su madre se acercó a ellos. —Pensé que ya estarías dormido.

—Quería verlos antes de dormir—agarró la maraca y la sacudió frente a Jace que estiró sus manos para agarrarla—. También quería hablar sobre algo.

—¿Es sobre el descontento de la gente con nuestra visita?—su padre lo miró desde dónde estaba sentado. —No te preocupes por eso, Aegon, es algo que tu madre y yo debemos tratar con el Príncipe Qoren.

—Tu padre tiene razón, no les prestes atención, cariño—Rhaenyra dejó un beso en su frente—. Solo enfócate en disfrutar con tus amigos, ¿bien?

—Está bien—murmuró.

Fue más difícil de lo que pensó. De verdad quería ignorarlos, pero era casi imposible, sobre todo cuando los escuchaba susurrar a sus espaldas. No le molestaba que hablaran de él, pero sabía que también estaban hablando de sus amigos, los había escuchado. Cregan simplemente había puesto los ojos en blanco y murmurado un solo son unos mimados, y Joffrey se había reído, ojalá él pudiera ignorar las cosas con esa facilidad.

Lo hubiera ignorado si no hubiera escuchado cómo hablaban de Cassandra y Aliandra.

No quería causar problemas.

Bueno, si quería, pero nadie lo iba a saber.

—¿Tenías que pegarle?—su madre lo miró con el entrecejo fruncido.

—Si, dijo que...—apretó los labios y miró hacía otro lado—dijo cosas feas de...

—Aegon, tienes que decirnos qué pasó—su padre se agachó frente a él y le dio esa mirada que decía estoy orgulloso, pero tu mamá está molesta.

—Dijo cosas feas de Cassandra—murmuró para que solo su padre lo escuchara—, no podía dejar que hablara así de ella, es mi amiga y mi prima.

—Lo entiendo, cariño, pero no puedes resolver todo con violencia—Laenor se levantó para mirar a su esposa.

—¡Él comenzó!—exclamó Aegon ofendido—¡Me empujo!

Al final el Príncipe Qoren y Rhaenyra decidieron que los dos debían ser castigados por la pelea que causaron en el jardín. Aliandra protestó en favor de Aegon, pero su padre no le hizo caso. Lo único bueno era que el otro niño había salido más lastimado que él, en ese momento Aegon agradece que Daemon lo había entrenado en combate mano a mano.

—Daemon estará orgulloso de escuchar que ganaste tu primera pelea—su padre lo levantó cuando cruzaron la puerta de su habitación—, yo también lo estoy, pero no le digas a tu madre.

—¿Sigo castigado?

—Si, no te vas a librar de tu castigo tan fácil, jovencito—su madre ingresó en ese momento. —No te estoy criando para que vayas por ahí peleando.

Al menos su papá estaba orgulloso de él.

■■■■

NOTA:

Aegon defendiendo a sus amitades >>>>

Sigue el viaje por el Dominio, preparense que van a visitar a el faro de los Hightower.

Por cierto, Rhaenyra ya esta cargando a Lucerys, pero no lo sabe así que pronto vendra ese anuncio.

Espero que les haya gustado, gracias por leer, lu.

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