26; EL RETORNO DEL PRÍNCIPE

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EL RETORNO DEL PRÍNCIPE

Caníbal descendió en la fosa de dragones por primera vez en casi dos veranos, el enorme dragón negro le rugió a los cuidadores que se acercaron a recibirlo, todos se alejaron de inmediato para no provocarlo y desde la distancia Laenor negó con la cabeza al ver la actitud del dragón. Sunfyre, por el contrario, aterrizó y dejó que los cuidadores se acercaran a guiarlo a su lugar de descanso dentro de la fosa. Aegon se bajó de la montura con una sonrisa y corrió a abrazar a su dragón negro que gruñó en respuesta, pero se dejó acariciar por su jinete. El joven príncipe le murmuró algo y se alejó gritando una despedida para Sunfyre mientras detrás de él Caníbal se acomodaba para tomar una siesta. Jacaerys exclamó emocionado apenas vio que su hermano se acercaba, estirando sus brazos hacía él mientras lo llamaba.

—¡Egg!—gritó moviendo sus brazos para que su hermano lo cargara.

Laenor no tuvo más remedio que dejarlo en brazos de su hermano mayor porque si no lo dejaba ir iba a tirarse.

—Padre debe estar esperándonos, no lo hagamos esperar—Rhaenyra le sonrió a sus hijos.

—Vamos, quiero ver al abuelo—Aegon comenzó a caminar sin que lo apresuraran, realmente emocionado de ver a su familia.

Quería ver a Helaena, Aemond y Daeron, a su tía Laena, sus abuelos, e incluso a Daemon. Aunque al último quizás no mucho. Un poquito...si, un poquito.

Fueron a la Fortaleza en carruaje y tuvo que dejar a su hermano en brazos de una de las cuidadoras, Jacaerys protestó haciendo puchero y amenazando con llorar, pero cuando pusieron la maraca en sus manos quedó contento. Aegon, junto a su madre, miraba hacía afuera escuchando el sonido de la maraca acompañado de los balbuceos de Lucerys que estaba muy despierto y riendo con su padre. Él realmente no entendía, si hubiera sido él ya estaría dormido después del viaje. Aunque, él era un flojo y se aprovechaba de que era un niño para dormir de más. Nadie podía culparlo por eso, si los dioses te dan la oportunidad debes aprovecharla, no vaya a ser que decidan matarte por no aprovecharla. Eso era lo que se decía cuando se sentía mal por manipular a alguien, no funcionaba, pero era algo.

Descendieron del carruaje en orden, él primero y luego sus padres y sus hermanos. Apenas sus pies tocaron el suelo sus ojos dieron con los de su abuela y no pudo detenerse, estaba corriendo antes de que se diera cuenta. Chocó con su abuela que se agachó para recibirlo y la abrazó con fuerza. Había extrañado tanto a su abuela, más que nadie, y estar con ella se sentía tan bien.

—Bienvenido de regreso, mi príncipe—le susurró ella.

—Te extrañé mucho, abuela—murmuró ocultando su rostro en el hombro de su abuela.

—Mimado—escuchó un susurro que le hizo levantar la cabeza.

Sus ojos dieron con Clement que lo miraba de pie junto a Helaena y Aemond. Se arrepentía de haberlo invitado a la ciudad, realmente.

—¡Abuelo!—Viserys fue el siguiente en ser atacado por Aegon.

—¡Mi nieto!—el hombre estaba sonriendo de oreja a oreja, feliz de tener a su nieto de regreso. —Mira nada más cuánto has crecido, parece que eres otro.

Se había dejado crecer el cabello, pero no sentía que había crecido mucho, hasta Alan y Cregan se veían que iban a crecer más que él y eran menores por dos veranos. Incluso Joffrey se notaba que sería más alto que él. Temía que sería más bajo que Aliandra y Cassandra.

—No he crecido, abuelo—arrugó la nariz.

—Pues parece que sí—su abuelo Corlys se agachó a su lado—. Bienvenido, Aegon.

—Abuelo—lo abrazó igual que a sus otros abuelos.

Si le preguntaban quién era su abuelo favorito, quitando a Rhaenys, diría que era Lord Corlys. No importaba que el hombre hubiese sido el causante de su muerte, él entendía por qué lo había hecho y lo perdonaba porque sabía que hizo cosas peores que la muerte de un monstruo como él.

—Hola, Aegon—Helaena lo saludó con una sonrisa.

—Hela, Aemond.

Ignoró a todos y se lanzó a abrazarlos, los había extrañado mucho, casi tanto como a su abuela y su tía Laena. Ambos lo abrazaron y rieron de felicidad, suponía que la fortaleza sin él había sido aburrida.

—¿No vas a saludar a tu tía favorita?—Laena se acercó.

—¡Tía Lala!—se lanzó a sus brazos sin pensarlo y besó su mejilla sonoramente haciendo reír a todos—¡Te extrañe mucho mucho!

—Yo también te extrañe, mi pequeño dragón salvaje—su tía le beso la cabeza repetidas veces.

—Lo miman demasiado—la voz de Daemon lo hizo fruncir el entrecejo.

—Tío Daemon—lo saludó con un asentimiento que el mayor regresó.

—Vamos adentro, mandé a que preparasen la comida favorita de mi nieto—Viserys estiró una mano hacía él que la tomó de inmediato.

Antes de ingresar a la fortaleza sus ojos dieron con otra persona a la que había extrañado. Ser Harrold estaba de pie cerca de la puerta y al verlos hizo una reverencia, el hombre se estaba enderezando cuando Aegon soltó la mano de su abuelo y se precipitó hacía él gritando algo que dejó a todos estáticos.

—¡Abuelo!

Ser Harrold lo atrapó cuando se lanzó a sus brazos y lo levantó para sostenerlo bien. Él se comenzó a reír con inocencia y lo abrazó ignorando lo dura que estaba su armadura, a sus espaldas escuchó como Daemon comenzaba a reírse seguido de su tía Laena y su abuela.

—Bienvenido a casa, Príncipe—lo saludó Ser Harrold mirando hacía los que aún los miraban.

Cuando sus pies tocaron el suelo una vez más se giró para ver de qué se reían y comprendió. Los rostros de sus abuelos eran todo un poema y él se hubiera reído si no tuviera que fingir inocencia. Sin decir nada fue hasta su abuela y tomó su mano diciendo que tenía hambre, haciendo que la mujer dejará de reírse y continuará caminando porque el niño tiene hambre, pueden seguir pensando en cómo ser el favorito mientras comemos. Daemon molestó a su abuelo todo el camino ganándose varias amenazas de exilio que solo lo incitaron a seguir con sus bromas. Cuando llegaron a la sala donde comerían se encontró de frente con la Reina, Alicent estaba de pie junto a la mesa y apenas los vio se enderezó y levantó la cabeza.

Cierto, ahora lo odiaba más que antes.

—Siento no haber estado presente para recibirlos, debía asegurarme que todo estuviera en orden—se disculpó con ellos.

—Lo agradecemos, Majestad—fue la respuesta de su madre.

Aegon acabó sentado en medio de su abuela y Clement, para desagrado de sus abuelos que querían acaparar su atención. Comió con gusto, contando con ayuda de Clement los momentos más emocionantes del viaje, omitiendo las travesuras más graves que cometieron. Helaena y Aemond eran los más interesados en escuchar, prestando atención con ojos curiosos y haciendo preguntas de vez en cuando. La mayor quedó encantada con su descripción de Highgarden y él le prometió llevarla algún día a lo que ella le sonrió y asintió. A pesar de la tensión palpable en la mesa todos mantuvieron la cordura y pudieron tener una comida pacífica. Al menos él pensó que lo fue cuando se levantó de la mesa para ir a descansar en compañía de Clement que estaba a punto de quedarse dormido en su silla.

Durmieron en la habitación de Aegon, sin haberse dado un baño porque estaban muy cansados para eso, y no se despertaron hasta que el sol estaba comenzando a ocultarse. Cuando se despertó Aegon sentía su cuerpo pesado así que se quedó en la cama esperando a que su amigo se despertara, cosa que tardó un buen tiempo, pero apenas vio que su amigo se frotaba los ojos se sentó dejando salir un bostezo. Aún se sentía cansado, pero tampoco quería seguir durmiendo, aún no había visto a Daeron y quería visitarlo. Clement se movió a su lado, murmurando algo sobre seguir durmiendo, y Aegon puso los ojos en blanco antes de pegarle en el hombro.

—¡Hey!—el peliblanco se asomó por debajo de las sábanas y lo miró mal.

—No vuelvas a dormir, quiero salir—ignoró la mueca de dolor de su amigo y se bajó de la cama.

—Puedes ir solo—Clement se sentó para verlo mejor—. ¿A dónde vas?

—Quiero ver a Daeron, ven conmigo.

—¿Por qué?

—Porque la Reina me odia y si vas conmigo no me dirá nada.

Se miraron por unos segundos hasta que el mayor de los dos puso los ojos en blanco y se bajó de la cama para acompañarlo. Cómo seguían vestidos con la ropa del viaje solo tuvieron que ponerse sus botas una vez más antes de salir. Ser Criston los recibió afuera, como siempre, y los llevó hasta la guardería de la fortaleza dónde se encontraban los bebés de la familia, Daeron, Jace y Luke. Al llegar las cuidadoras los saludaron con reverencias y él les regresó el saludo con una sonrisa encantadora. Jacaerys fue el primero en verlos y dejó de lado su juego para levantarse y correr hacía su hermano gritando de emoción.

—¡Egg!—Aegon lo levantó haciendo reír al niño que lo abrazó.

—Hola Jace—el mayor sonrió caminando con su hermano hacía el centro de la habitación dónde Daeron estaba sentado—, hola Daeron.

Daeron lo miró con curiosidad, sus ojos violetas bien abiertos y brillantes. La vista del niño le apretó el pecho. Su hermano más pequeño, tan inocente y puro, el hermano al que le había fallado. Un nudo se le formó en la garganta y quiso llorar, pero el llanto repentino de Lucerys le hizo olvidar lo que estaba pensando. Con cuidado dejó a Jacaerys en el suelo y se acercó a la mujer que mecía a Lucerys.

—¿Puedo cargarlo?—pidió mirando a la mujer con ojos inocentes.

La mujer dudó, pero al final se agachó para poner a su hermano en sus brazos. El efecto de estar en los brazos de su hermano fue inmediato y el llanto se redujo a simples hipidos y una que otra lágrima. Los ojos de Lucerys se posaron en el rostro de su hermano mayor y una sonrisa apareció en medio de las lágrimas.

—¿Solo querías estar con tu hermano?—Aegon le sonrió acercando su rostro al de Lucerys.

Se quedaron con los bebés buen tiempo, Clement se entretuvo jugando con Jacaerys y Daeron mientras Aegon entretenía a Lucerys hasta que este se durmió y decidieron irse. Jacaerys hizo un puchero cuando su hermano se despidió, pero no lloró gracias a que Daeron estaba con él y se distrajeron jugando. Ya casi era tiempo de la cena así que los dos amigos recorrieron los pasillos de la fortaleza hablando de futuros planes de visitar a sus amigos. Tomaron la cena en la misma sala donde tomaron el almuerzo y esta vez Aegon se sentó junto a su tía Laena y su padre, comiendo con felicidad. Estaba muy concentrado comiendo así que no se dio cuenta que todos se habían quedado en silencio hasta que su padre puso una mano en su cabeza.

—¿Qué sucede?—preguntó al notar que todos lo miraban.

—Aegon, hay algo que quiero decirte—su tía lo miró con seriedad, aunque él podía notar algo de felicidad en sus ojos.

Oh, ¿le diría que estaba embarazada?

—No lo dejes con la duda, Laena—su abuela le habló desde el otro lado de la mesa.

—Mientras estaban en su viaje Daemon y yo fuimos bendecidos por los dioses con...—¿actuaba sorprendido?—gemelas.

Espera un segundo. Parpadeo un par de veces para asegurarse que no había escuchado mal. ¿Ya habían nacido? ¿Por qué no le dijeron nada? ¿Dónde estaban?

—¿Tengo primas?—fue lo único que pudo preguntar porque estaba muy sorprendido como para decir algo más.

—Si, cariño, tienes dos primas—su tía le sonrió.

Él le regresó la sonrisa y la abrazó con fuerza. Estaba realmente feliz, quitando su sorpresa, de que las gemelas hubieran nacido con bien. Realmente con todo lo que había cambiado desde su nacimiento en ese mundo le causaba mucho miedo descubrir cómo iban a desarrollarse los eventos en el futuro. Había tantas cosas que podían cambiar para mal, cosas que podían terminar de la peor forma posible, cosas buenas que quizás no iban a pasar gracias a él, muchas tantas posibilidades que le aterraba descubrir qué sucedería. Sin embargo, trataba de no pensar en ello pues pensarlo mucho le causaba dolor de cabeza y el dolor de cabeza no lo dejaba dormir tranquilo.

Continuaron la comida en paz, después que le prometieron dejarle ver a las gemelas antes de ir a dormir. De postre comió sus galletas favoritas, tantas como su madre le permitió, acompañadas de una copa llena de leche tibia. Una vez terminó de comer fue llevado a los aposentos de su tía y Daemon dónde le presentaron a sus primas, ambas se veían tan pequeñas que temió romperlas cuando las pusieron en sus brazos. No podía identificarlas realmente así que agradecía que como identificación estaban vestidas de forma diferente. Ver a Baela le revolvió el estómago porque en otra vida fue esta niña tan inocente la que casi lo mata cuando tomó Dragonstone. Aquel recuerdo lo sacudió por completo, había sido un asco de primo para ellas en esa vida, pero ahora se aseguraría de ser un buen ejemplo. Iba a cuidar de ellas como si fuese su hermano mayor.

Se despidió de sus tíos una vez las gemelas se durmieron y fue llevado a su habitación dónde Clement ya lo esperaba. Su amigo estaba acostado en la cama, ya listo para dormir, así que él se arregló con el menor ruido posible para no molestarlo. Apenas estuvo listo se metió bajo las sábanas y se acomodo para dormir, seguía cansado así que no le costó mucho quedarse dormido.

Clement abandonó la ciudad tres días después con pesar, Aegon siguió la embarcación que se llevaba a su amigo hasta Dragonstone y regresó a la ciudad una vez dejó de verlos. Estar sin sus amigos le pesaba, pero al menos tenía a sus tíos. Aún se le hacía extraño llamarlos tíos en lugar de hermanos, pero ya se estaba acostumbrando, sobre todo porque no usaban títulos entre ellos. Lo único malo de todo era que Helaena aún no había reclamado a Dreamfyre y Aemond aún no podía volar con Stormfyre así que tenía que salir a volar solo si sus padres no podían.

Su tía Laena, Daemon, y sus abuelos regresaron a Driftmark una semana después de su llegada y él prometió visitarlos tan pronto como pudiera. Los despidió con abrazos y besos en las frentes de las gemelas, no le gusto que se fueran, pero al menos sabía que podría verlos cuando quisiera. Especialmente porque Daemon seguía siendo el Comandante de la Guardia de la Ciudad así que regresaría en poco tiempo. No es como si a él le importe que Daemon esté en la fortaleza, claro que no, a Aegon no le agradaba Daemon.

—No descuides tu entrenamiento, pequeña bestia—Daemon lo miró con ojos calculadores.

—¡Mamá, el tío Daemon me dijo bestia mimada otra vez!—gritó corriendo hacía su madre.

—Daemon—Laena miró a su esposo con advertencia.

—Daemon, ya te he dicho que no llames así a mi nieto—Viserys miró mal a su hermano.

El Príncipe puso los ojos en blanco al darse cuenta que toda su familia, incluido Jacaerys, lo estaban viendo como si hubiese cometido el peor de los crímenes. Aunque si lo veía desde cierto punto de vista estaba seguro que insultar al Príncipe más consentido del reino era una ofensa más grande que insultar al mismo Rey. No dudaba en que su hermano mandaría a cortar las lenguas de todos los que se atrevieran a insultar a su preciado nieto.

—Bestia engañosa—murmuró viendo como Aegon le mostraba la lengua desde dónde estaba abrazando las piernas de su madre.

—Deja de pelear con un niño, ¿no te da vergüenza?—Rhaenys se puso a su lado, dándole una mirada juzgadora que haría a cualquiera huir.

—Deberían dejar de mimarlo tanto—contraatacó él.

—Es el primer nieto y el heredero de su madre, claramente va a ser el más mimado del reino—le recordó.

¿Cómo iba a olvidar aquel detalle si Viserys siempre estaba hablando de su preciado nieto mayor? Realmente se cansaba de estar con su hermano cuando tenía que escucharlo hablar de Aegon por horas.

Aegon los vió irse desde un balcón en la fortaleza con un puchero en los labios, sus padres habían ido a ocuparse de algo importante así que él estaba solo. Ah, ya se había acostumbrado a sus amigos. Un suspiro se le escapó, quisiera poder ir a visitarlos, aunque sea a sus primos en el Eyrie o Storm's End.

—¿Estás bien?

No se asustó, para nada, no saltó en su lugar y casi cae al suelo al escuchar la voz de alguien que, definitivamente, no estaba con él antes. Sus ojos cayeron sobre Helaena que lo miraba arrepentido de haberlo asustado, unos pasos más allá de ella estaban Alicent y Aemond. La primera se notaba disgustada de que su hija le estuviera hablando y el segundo trataba de no reírse de él.

—Si, estoy bien—respondió en un murmullo.

—Siento haberte asustado, solo...pensé que quizás te sentías solo ahora que tu amigo no estaba—eso era tan cierto—. Vamos al jardín, ¿quieres venir con nosotros?

—Uh, no, yo...mi padre me pidió que lo esperase para retomar mi entrenamiento.

—Oh, entonces que te vaya muy bien—la niña le sonrió genuinamente.

Los vio irse por el pasillo, antes de que desaparecieran de su vista Aemon miró hacía él y sacudió su mano como despedida, él regresó el saludo, casi riéndose cuando el menor tropezó con sus propios pies.

—Príncipe, su padre lo está buscando—anunció un sirviente.

Ah, entrenar. Realmente amaba entrenar...¿acaso no podía llover en ese momento? ¿No podía abrirse en suelo y tragarse el campo de entrenamiento? Quizás debía llorar con su abuelo para que le quite los entrenamientos, quizás, pero no lo haría porque sabía que debía prepararse para lo que venía. Antes no había sido un buen guerrero, pero ahora lo sería, defendería el reclamo de su madre y su derecho al trono. Él mismo pondría la corona en su cabeza de ser necesario.

No importaba qué tenía que hacer, su madre se sentaría en ese maldito pedazo de metal.

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NOTA:

Disculpen la tardanza, la semana pasada fue muy movida para mi, los que siguen mi canal de difusión ya deben saber por qué, pero para los que no: fui a recibir a Louis en el aeropuerto, fui al concierto, y ayer fueron las elecciones presidenciales. Después del concierto he estado en automatico, no me siento yo misma así que ajá por eso también me tardé.

¿Emocionados por la segunda temporada? Ya casi sale.

En el siguiente capitulo habrá un salto de tiempo de cinco años, después de pensarlo mucho decidí hacerlo para que la historia avance.

Espero que les haya gustado, gracias por leer, lucienne.

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